sábado, 18 de julio de 2009

Memín Pinguín #86-87

Se da otro partido de futbol entre primarias. Memín y sus amigos participan nuevamente, mas en el caso del negrito, usa trucos muy sucios para hacerse notar. El padre de Ernestillo finalmente sale del hospital y recibe una calida bienvenida por parte de todos.

El maestro Romero anuncia que se ha hecho una selección deportiva entre escuelas primarias en la que se encuentran sus alumnos predilectos. O más o menos, ya que Memín entrará como suplente de otro alumno, y al explicarle que significa eso, no se pone muy contento que digamos.
Sus amigos intentan consolarlo, pero Memín no ve esperanzas de jugar sí el otro no se ausenta o lastima, además de que parece ser mejor jugador que él (por algo lo escogieron en lugar del chaparro). Llega el día en que la selección enfrentara a los de “Playa Rica”, que quien sabe de donde provendrán. El juego comienza y el portero del equipo enemigo se lastima al chocar con el marco después de atrapar el balón. Memín aprovecha esa distracción, decidido a jugar a como de lugar. Tras escuchar casualmente a unos que conocían al chico asignado a suplantar, mencionando el nombre de su barrio, corre hacia éste, informándole que ha habido un incendio de grandes proporciones precisamente ahí. Preocupado por la suerte de su familia, al chico no le queda de otra que abandonar el partido, encomendándolo a Memín, quien entra a jugar con excesivo entusiasmo. Los de “Playa Rica” empiezan a jugar realmente sucio, y una de esas maniobras manda a Memín por las aires, pero aun así se las ingenia para dar un cabezazo y anotar un gol. En consecuencia, cae de cabeza en la tierra, lo que debería provocarle un daño grave, mas solo queda atontado, aunque Eufrosina, desde las gradas, se angustia exageradamente.
El juego continua, poniéndose cada vez más intenso. En el descanso, el entrenador les aconseja que lo tomen con calma, demostrando deportivismo por más sucio que jueguen los contrarios. Memín logra colarse entre las piernas de uno de ellos, anotando el siguiente gol, con el que consiguen el empate. Carlangas golpea a otro, dando inicio a una pelea encarnizada entre los jugadores, que a duras penas puede parar el árbitro (el espíritu deportivo es dejado de lado en un instante por todos, pero que puede esperarse de escluincles indisciplinados). Como resultado, Carlangas es expulsado, y más adelante, Ernestillo resulta lastimado y lo sacan también. Memín tiene una ocurrencia inesperada. Después de recibir un pase de Ricardo, atrapa el balón en su cabeza, donde antes se aseguró de pegarle un chicle recién masticado. Sosteniéndola de ese modo, le es fácil esquivar a los contrarios, pasando entre ellos para anotar el gol, simplemente cruzando el marco de la portería (el chicle no es lo bastante pegajoso para resistir algo con la consistentacia de un balón de soccer, pero en fin, esto es ficción). El partido termina en ese momento y es una victoria para ellos, pero los del otro equipo no están satisfechos.
Descubren el truco de Memín, reclamando que no fue un gol valido. El árbitro revisa el reglamento, donde no dice nada sobre chicle, por lo que no pueden cambiar el resultado. Otro tremendo pleito da inicio, involucrando tanto a jugadores como al público asistente. Eufrosina sale para defender a Memín cuando le están suministrando su merecido, y acaba siendo agredida también. La llegada de la policía pone fin al exagerado conflicto (quizá es lógico entre indisciplinados chicos de primaria pero ni que fuera la final o algo así para que exploten así). Después de que Eufrosina es reanimada tras haberla sacado en camilla, Memín se reúne con sus compañeros, que lo felicitan por su ingeniosa, mas completamente injusta y antideportiva, maniobra. El profesor Romero se hace presente y Memín sabe que a él no puede engañarlo. Confiesa que él se pegó el chicle a propósito y que tuvo que mentir para entrar a jugar. Romero lo reprende, aunque no deja de encontrar gracia en la situación (que gracia ni que ocho cuartos, ¡jugó sucio!).
Al día siguiente, en la escuela celebran el triunfo (aunque no deberían). Memín se regocija con sus amigos, que algunos aun presentan los daños de la riña pasada. Ernestillo está especialmente contento porque darán de alta a su padre en el hospital. En compañía de Memín, va a recogerlo, mientras los demás y sus progenitores, todos juntos, preparan una abundante merienda para celebrar.
Los Arcaraz admiran a los padres de los amigos de su hijo, apreciando la nobleza y felicidad entre la pobreza en que viven. Ernestillo le muestra a su padre con orgullo la carpintería, que ahora está irreconocible, debido al nuevo equipo instalado de mejor calidad que el anterior. Éste le agradece y lo abraza como emoción, produciendo una escena enternecedora que hace llorar a Memín al estar de testigo. Salen los demás para darle la sorpresa, felicitándolo por su regreso. El señor Vargas se siente profundamente conmovido y jura con solemnidad que nunca más volverá a la bebida. Proceden a servir la mesa y todos comen en armonía, dejando salir comentarios que hacen recordar que Ernestillo y Memín todavía no hacen su primera comunión, y que ha llegado el momento de que la hagan. Eso ya será el tema de la próxima ocasión, encerrando uno de los capítulos más negros de la historia de Memín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario