martes, 30 de junio de 2009

Memín Pinguín #9-13

El penoso caso de Carlangas finalmente es tratado, llevándolos a él y sus amigos en una peligrosa odisea que encierra algunos de los aspectos más duros y turbios de la vida (ni tanto, pero tenia que decirlo).

Carlangas ve salir a su madre muy arreglada para trabajar, preguntando si así van todas sus demás compañeras (que exclusivo “taller de costura” tendría que ser), a lo que ella replica afirmativamente. Sale afuera de la casa para distraerse e intenta jugar béisbol con unos niños del vecindario, quienes no lo toman en cuenta hasta que demuestra sus habilidades. Escucha de parte de ellos que lo cortan por una razón, pero antes de decirla, Isabel va saliendo a trabajar, y todos le silban vulgarmente. Carlangas se ofende ante la falta de respeto y no tarda en surtir golpes, pero queda en desventaja al resultar demasiados contrincantes para que él. Conforme se da la encarnizada lucha, lo ponen al tanto del verdadero trabajo de su madre en el cabaret, provocándole una fuerte conmoción que sólo lo impulsa a seguir golpeando a diestra y siniestra.
Eufrosina decide que Memín ha tenido suficiente, y lo deja ir a casa de Ricardo a ver televisión. Éste decide ir primero con Carlangas para que vayan juntos, y al entrar a su barrio, se detiene a contemplar la furiosa lucha de varios contra uno solo. Se sienta a observar, entretenido, hasta que cae en cuenta de que al que están cercando es a su amigo Carlangas, y decide intervenir (¿O sea que sí no fuese alguien conocido sólo se iba a quedar mirando hasta que desgraciaran al que peleaba solo? Esa actitud es casi peor que la del que huye). Memín demuestra tener habilidad atacando con bofetadas y mordiscos, saltando para esquivar los golpes, hasta que la madre de uno de los agresores se aproxima y éste incita a los demás a disolverse. Memín se dirige a Carlangas, quien esta más adolorido por dentro que por fuera y le exige que se vaya para lidiar a solas con su dolor. Memín insiste en estar a su lado y lo sigue al interior de la casa, donde da rienda suelta al llanto. Trata de animarlo e insistirle en que vayan juntos con los demás, pero Carlangas asegura no estar de humor y le ruega que se retire, dejando en claro que no llora por los golpes sino porque descubrió que su madre no es honrada, pero sin explicar porque, y le hace prometer que no dirá nada de lo que pasó. Memín se va finalmente, afligido, dejando a Carlangas con pensamientos atormentados de su madre bailando con desconocidos en algún cabaret de mala muerte. Memín llega a casa de Ricardo, donde éste y Ernestillo ya lo esperan. No consigue disimular su impresión por lo que paso con Carlangas y cuando le preguntan, se hace el interesante al no querer compartir el “secreto”, pero cae más rápido un hablador que un cojo. Acaba soltando toda la sopa. Ante sus palabras, Ernestillo deduce con increíble certeza que la madre de Carlangas podría trabajar en un cabaret, bailando. Memín no comprende que tiene de malo que a la mujer le guste el baile, pero sus amigos prefieran no sacarlo de su ignorancia (aunque le doy la razón a él ¿Qué tiene de malo? Hay cosas peores, bailar con desconocidos no es nada, ellos se denigran más al conseguir compañía de esa manera). Ernestillo y Ricardo deciden ir a casa de Carlangas para apoyarlo. Memín teme que lo lastime por faltar a su palabra y se muestra renuente ir si no le juran protección, y ellos acceden, aunque no se la dan por escrito, como él pedia.
En su casa, Carlangas ya ha tomado la resolución de que debe ir por su cuenta a los cabarets para verificar que su madre no está en uno, debatiéndose a la vez con que no debería creer lo que un montón de palurdos le han dicho. Al llegar sus amigos, intentan disimular sin éxito el hecho de no estar enterados de nada, pero éste de inmediato se da cuenta que Memín les dijo todo. Intenta hacerse fuerte y no darle importancia, pero explota en lágrimas nuevamente, y sus amigos se consolidan con él. Él está decidido a buscarla, por más que le aconsejan que no lo haga y crea en su palabra, pero al final, deciden asistirlo en su empresa.
Al salir, Carlangas arremete con Memín por andar de boquiflojo. Éste se mantuvo escuchando detrás de la puerta y quiere acompañarlos, pero en esta ocasión no se lo permiten, sobretodo porque Carlangas piensa que luego andará contándolo a todo el mundo, y se va con los otros dos, que concuerdan con él. Ante el abandono de sus amigos, Memín se pone triste, pero sólo durante unos segundos, ya que enseguida le viene una idea. Sus amigos están considerando como hacer su exploración y el hecho de que no podrán avisarle a sus padres, ya que al saber a donde irían, no se los permitirían, cuando Memín los alcanza, ostentando un par de maracas (¿de donde las sacó? Quien sabe). Con ellas, Memín piensa que tendrán un pase libre para entrar a los cabarets, él agitándolas con destreza (la verdad es que cualquiera podría tocar ese instrumento, a mi parecer) y ellos cantando, haciendose pasar por músicos callejeros. Sus amigos aprueban su brillante idea y le permiten acompañarlos. Seguramente en ningún cabaret pensarían que es extraño que entren niños, si van a ofrecer algo de "musica ambiental". Es muy normal que haya niños dedicados a eso, deambulando en ese tipo de lugares y a altas horas de la noche (si, puro sarcasmo). De ese modo, comienzan su excursión, pasando por diferentes cabarets, en que su “acto” les permite pasar desapercibidos, aunque en algunos lugares los corren muy pronto. En uno de esos antros, se cambia de escena para enfocar a Isabel, que habla libremente con una compañera, expresando su desagrado al optar por ese tipo de trabajo. Le confía su pasado con el hombre que la abandonó con un hijo para casarse con otra (me parece que esa parte es verdad a medias, por lo que se verá más adelante, es eso o no quiso decirlo todo tal como fue, en fin, sólo es la versión corta). Su amiga le sugiere buscar a ese hombre y por lo menos, exigirle dinero para cumplir sus obligaciones, pero Isabel no quiere saber más de él y por eso está dispuesta a rebajarse como sea con tal de sacar adelante a su hijo (que necia). Se va haciendo tarde, y tras muchos cabarets, Carlangas se siente aliviado de no haber encontrado a su madre en ninguno. Sus amigos creen que ha sido suficiente, pero él insiste en entrar a otro. Ahí, nadie repara en los niños, por lo que no necesitan disimular con las maracas y la cantada. Justamente, ese es el tugurio donde trabaja Isabel, que al ser abandonada por la amiga con que estaba hablando, queda a merced de un cliente ebrio e insistente. Intenta forzarla a que baile con él. Carlangas es testigo de la escena, quedando anonadado. Sus amigos lo apoyan, cuando ven al hombre lanzarle una bofetada a Isabel. Carlangas se lanza al ataque contra el abusivo, pero éste resulta demasiado fuerte y no cae ante sus puños. Arrojándole una tabla, consigue derribarlo. Isabel intenta limpiar la sangre que ha quedado en el rostro de su hijo, pero éste la rechaza, afectado por la confirmación de lo que tanto temía. El hombre vuelve a levantarse, sacando una pistola, que dispara con imprudencia. Isabel recibe el balazo, quedando gravemente herida. Carlangas rompe una botella sobre la cabeza del hombre, dejándolo desmayado en definitiva. Olvida el enojo hacia su madre, llorando al verla malherida, mas en eso, llega la policía. Isabel le pide que la deje, y sus amigos también lo apremian a ello. Al presentarse uno de los oficiales, consiguen despistarlo con su acto de músicos callejeros, y este los deja ir con una advertencia. Una vez que han salido del antro, echan a correr, pero Memín no tarda en caer por una alcantarilla abierta. Sus amigos se dan cuenta, y se introducen en ella para ayudarlo. El policía de hace rato y su comandante, que ya están informados de que uno de ellos hirió a un hombre, y al darse cuenta que se metieron ahí, ponen la tapa para que no puedan escapar. Ignorando eso, los niños deciden permanecer en el alcantarillado hasta que pase el alboroto, resignándose a dormir ahí. Pasan la noche cada uno soñando con sus respectivos hogares y sus familias. Al despertar, deciden ir saliendo de a uno en uno, abriendo la tapa, pero de ese modo, van cayendo en las manos de los policías. Cuando sólo quedan Carlangas y Memín, el segundo vislumbra a los agentes de la ley, y su amigo decide confesar que es él a quien buscan y que dejen ir a los demas. Los policías aceptan, tomando sólo sus nombres para que luego vayan a declarar, y se lo llevan. Cuando ya se han ido, Ernestillo y Ricardo ayudan a Memín a salir, y los tres ponderan como podrán ayudar a Carlangas.
Habiendo sido detenido, lo único que le queda al niño, es pedir a los oficiales que le permitan ver a su madre, preocupado porque ya no pueda verla después si muere en el hospital. Ellos se conmueven y cumplen su deseo. En la recepción tiene problemas por parte de una apática enfermera, que no puede permitirles ver a Isabel ya que están por operarla del brazo en que se alojó la bala, pero un medico aboga por él, y pronto está ante ella. Carlangas no puede decirle que lo han detenido y no podrá verla después si sobrevive a la operación, mientras ella siente alivio porque al final no la despreció tras conocer la verdad, y promete contarle todo cuando se vuelvan a ver, ignorando que no será pronto. Vuelve con los policías y el medico que lo ayudó, expresando una oración por la salud de su madre. Hecho esto, permite que se lo lleven detenido. Memín regresa a su casa, donde Eufrosina lo recibe tan consentidora como siempre, pero no tarda en irritarse, ya que la tuvo preocupada toda la noche. Memín comienza a explicar la razón de su ausencia, indicando que fue a un cabaret como si fuera cualquier cosa. Es todo lo que su madre necesita saber para empezar a darle de tablazos, y luego ponerse a llorar, creyendo que su pequeño va por el mal camino. Después de la paliza, él le sigue contando, haciéndola demasiado de emoción, yendo finalmente al grano. Eufrosina cambia su humor, conmovida al comprender lo que la madre de su amigo tuvo que hacer para sostenerlo, y se alegra que Memín siga siendo tan inocente como siempre.
En casa de Ernestillo, su padre también lo reprende por andar vagando en la noche sin dar aviso, tomando el disgusto como una excusa para volver a la tomada. Ernestillo le suplica que no lo haga, y le cuenta lo que pasó, de cómo apoyaron a Carlangas y encontraron a su madre, bebiendo y fumando (¿a que horas pasó eso? se supone que la hallaron en manos del abusivo). El señor Vargas también se compadece, disculpándose por estar a punto de faltar a su juramento, y sosteniéndolo nuevamente para recibir un abrazo conciliador de su hijo.
A Ricardo tampoco no le va muy bien al principio. Su madre se preocupa extremadamente, achacándole todo a que anda en malas compañías dentro de una escuela inadecuada. Su padre lo conduce a otro cuarto para castigarlo, echándole en cara que ha demostrado haber traicionado su confianza al andar con sus amigos recorriendo los vulgares cabarets. Procede a azotarlo con el cinturón, pero Ricardo soporta noblemente los golpes. Hasta después de que su padre se hubo descargado, decide darle la explicación completa de lo que los llevó a realizar esa incursión, dando con la madre de Carlangas, que sorprendieron bebiendo en compañía de unos hombres (me late que Memín fue el único que estaba poniendo atención o que a Ricardo y a Ernestillo su imaginación les jugó una mala pasada para dar versiones diferentes de lo acontecido). Su padre se disculpa por haberlo golpeado injustamente, asegurando que está orgulloso de su solidaridad y hará lo que éste en sus manos para ayudar a su amigo preso.
Con esto, concluye lo que es el principio de una serie de situaciones en que Carlangas aparentará tener mayor protagonismo que Memín, pero ya se compensará eventualmente, así que no hay cuidado.

lunes, 29 de junio de 2009

Memín Pinguín #7-9

El quinto año de primaria termina. Memín y sus amigos pasan los exámenes finales y son premiados por sus padres en la forma correspondiente a su desempeño.

Habiendo pasado el trago amargo del padre de Ernestillo, los exámenes se aproximan. Memín cree haberse preparado lo suficiente para la prueba final, contando sólo con la bendición de su má linda. Al dirigirse a la escuela luciendo un traje nuevo (que más bien parece lo que alguien usaría durante una función de circo o teatro, aunque la verdad Memín es muy dado a vestirse chistoso de vez en cuando, creyendo que su mal gusto le da distinción, y vaya que si), un coche está a punto de atropellarlo, pero se salva al meterse a una alcantarilla que oportunamente estaba abierta. Prosigue su camino prácticamente ileso, y al reunirse con sus amigos y contarles de su experiencia, estos lo ignoran, nerviosos por el inminente examen. Todos estudiaron duramente, menos Memín, a quien le echan en cara que la bendición de su madre no podrá ayudarle si no la acompaña el esfuerzo. Muy tarde se da cuenta del error de su exceso de confianza, sintiéndose perdido durante la elaboración del examen, pero poco a poco va recordando las cosas que habían visto y empieza a resolverlo (una de las preguntas implica el conocer el nombre del presidente actual del país, que en ese entonces era Gortari, no es que yo crea que los niños de primaria no vayan a tener ni idea de los procesos políticos, pero francamente me parece algo irregular dentro de un examen nivel primaria, no se supone que estudien aspectos de la actualidad hasta que se desarrollen para estar más concientes de ello, aunque bien podrá ser alguna pregunta comodín, supongo). Se acaba el tiempo y Memín no logra terminar de contestar todo. Intenta sobornar al profesor invitándolo a comer, pero éste es inflexible y le indica esperar dos días para ver los resultados bajo amenaza de reprobarlo ahi mismo y Memín sale corriendo. A la salida, cada uno se dirige a casa para contarles a sus padres sobre como les fue el examen, menos Carlangas, que sabe que su madre trabajando a esas horas en el “taller”.
Llega el día de entrega de boletas y los resultados del examen. Ernestillo pasa con sobresaliente, mientras que a Carlangas y a Ricardo no les va nada mal. Memín es dejado casi hasta el último, con la calificación minima. Aunque el maestro intenta reprenderlo, éste toma su aprobación como un logro, sin importar que estuviera a punto de reprobar. Habiendo concluido su labor y despedido a sus alumnos, el maestro Romero se muestra triste, ya que siendo un educador comprometido, le aflige el despedirse de sus estudiantes. Memín y sus amigos sienten lo mismo hacia él, y lo abrazan enternecedoramente. Aseguran seguir en contacto y visitarlo durante las vacaciones (en realidad acabarán viéndolo sólo cuando requieran de su ayuda o consejo). Memín llega a su casa muy ufano por haber pasado, exigiéndole a Eufrosina mimos y caricias de antemano. Cuando ella ve sus calificaciones, su disgusto no podría ser peor. Memín no comprende hasta que empieza a surtirle los tablazos acostumbrados, denotando que es penoso haber pasado con calificación de 6, además de tener 0 en conducta. De nada le sirven a Memín sus encantos esta vez, y deprimido ante la reacción de su madre, decide arrojarse de la azotea (me parece un poco extremo sugerir el suicidio de un niño de esa edad ante tan poca cosa, aun cuando no vaya en serio). Eufrosina, que ni se percató de su intención, lo detiene, llamándolo para cenar comida que no es de su aprecio, como parte del castigo que recibirá en los siguientes días. Ricardo es elogiado por sus padres. Su madre se desconcierta ante el sistema de calificaciones de la escuela de gobierno y expresa, nuevamente, su deseo a cambiarlo a una de paga, mas su padre intercede de nuevo, satisfecho con su logro modesto en el que dinero no ha influido. Después, celebran en familia asistiendo a un espectáculo de hielo. Algo similar ocurre con Ernestillo, cuyo padre no puede estar más orgulloso, suspendiendo temporalmente el trabajo, para darse el lujo de ir al cine y comer fuera, celebrando el fruto de sus esfuerzos que aseguran el porvenir de su hijo. La madre de Carlangas también falta al trabajo para llevarlo a la feria. Todo transcurre bien, salvo por el sorpresivo encuentro con uno de los clientes que frecuentan el cabaret donde trabaja. Carlangas no se da cuenta, y ella consigue eludir el tema del hombre al no darle importancia. Memín es obligado a ayudar a Eufrosina lavando y entregando ropa, atrapado en esa rutina, que sigue muy a su pesar, pero obediente y comprometido. Cuando por fin ya vuelven a comer en armonia, Memín fanfarronea sobre que se volverá astronauta para cultivar vegetales en la luna (ignorando que el suelo lunar es esteril y nada puede crecer ahi) y ponerla a venderlas para no trabajar más como lavandera. Ella le sigue la corriente sin dejar de recordarle que mientras tendra que seguir ayudandola. Es extraño como se llevan tan pocos números en cursar entero el quinto año, cuando del sexto nunca salen, pero así es. Supongo que fue necesario para los personajes maduraran aunque fuera un poco, y en lo que siga, las vacaciones contaran mucho para las siguientes experiencias.

domingo, 28 de junio de 2009

Memín Pinguín #4-7

Los problemas familiares de Carlangas y Ernestillo son mostrados por vez primera, haciendo enfoque especial en el segundo.
Después del día agitado en casa de los Arcaraz, los tres amigos va rumbo a sus respectivos hogares, encontrando diferentes, pero desagradables, sorpresas. Al llegar a la carpintería, Ernestillo descubre a su padre en estado de ebriedad. No es la primera vez que sucede, y lo atribuye a la insistencia de un amigo suyo que lo hace beber en demasía. Inconciente de lo que hace, el padre de Ernestillo lo agrede física y verbalmente, obligándole a traer otra botella, que tiene que conseguir fiada tras suplicar al dependiente español que se la negaba, a cambio de barrarle la tienda. En esa condición, su padre compromete su trabajo al rehusarse a hacerlo, por lo que Ernestillo se asegura de terminar por su cuenta con lo pendiente.
Carlangas llega a su barrio justamente cuando un par de vecinas chismosas comentan sobre la profesión de su madre. Una de ellas le echa en cara que Isabel trabaja en un cabaret en vez de en un taller de costura, como él siempre había creído. La reacción del chico es lanzarse sobre la mujer (vaya manera de responder, hay peores formas de insultar a la madre de uno que se toman más a la ligera) para que se retracte, pero la otra vecina, un poco más comprensiva, confirma con su silencio que es verdad. Así, Memín y Ricardo están felices de la vida esa noche, ignorando la congoja que acontece en sus amigos.
Al día siguiente, en la escuela, Memín intenta hacerle la zancadilla a Carlangas, que al no estar de humor, reacciona agresivamente. A Ernestillo le llaman la atención por llegar tarde, pero prefiere dar disculpas que explicaciones. En el recreo, tanto Carlangas como Ernestillo tienen los ánimos muy bajos, y Memín se les une, alegando que los amigos se apoyan aunque signifique que los tres dejen de disfrutar de la vida. Carlangas, conmovido, se disculpa por su reacción anterior y le asegura que todo está bien, permitiéndole retirarse para aprovechar el recreo jugando. Ni él ni Ernestillo se atreven a comentar de lo que les pasa entre ellos, lidiando solos con sus penas (de momento, no se hará esperar la inevitable intervención). Al regresar a la carpintería, Ernestillo encuentra a su padre caído de borracho. Vuelve a dejar sus responsabilidades de lado y una clienta viene a reclamar su pedido. Aunque le ofenden los comentarios de la mujer sobre el vicio de su padre, ofrece terminarle el trabajo.
Mientras, en casa de Carlangas, éste ya ha puesto al tanto a su madre de lo que escuchó. Isabel no cree que él éste preparado para conocer la verdad, así que le indica que sólo crea en sus palabras, asegurándose de preguntar hipotéticamente sí la despreciaría de ser ciertos esos chismes. El chico responde que la querría igual y con eso ambos quedan conformes y plácemes, saliendo a comer para olvidarse de todo. Pasan los días, y como su padre sigue dejando el trabajo a medias, Ernestillo tiene que seguir ayudando, desvelándose, lo que le conlleva a seguir llegando tarde y dormirse durante las horas de clase. El maestro vuelve a llamarle la atención, reprendiéndolo al pensar que se ha vuelto perezoso. Sus amigos se preocupan por él y exigen saber lo que le pasa. Ernestillo oculta la verdadera razón, alegando que la acumulación de trabajo lo orilla a ayudar a su padre para terminar a tiempo. Ofrecen ayudarlo para que no se desgaste tanto, pero él rechaza su ofrecimiento por la vergüenza de que sepan que su padre es alcohólico. Ellos piensan que él es tímido, un termino que Memín desconoce. Le sugieren que lo busque en el diccionario pero él ni sabe que es eso (¡guau! Eso si es ser ignorante). Con esa idea, deciden ir a ayudarlo de todos modos. En la carpintería, Ernestillo es molestado otra vez por su padre y su compañero de vicio. En eso, sus amigos llegan, comprendiendo su problema de inmediato. El padre de Ernestillo los recibe de mala manera, haciendo mofa de todos, en especial de Memín por su peculiar aspecto. Ellos disimulan su desconcierto hasta que éste se retira en compañía de su compadre. Ernestillo se entristece, pero sus amigos lo apoyan y lo incitan a comenzar con el trabajo de inmediato.
Pasan las tardes trabajando en la carpintería hasta que terminan con todos los pendientes que su padre dejó de lado. El último día en que les informa que ya no tienen que venir, Ernestillo cree que el problema de su padre ha terminado después de que su colega alcohólico sufrió un accidente en la pierna (que ocurre fuera de página) que le impide seguirlo frecuentando. Sin embargo, el señor Vargas sigue embriagándose por su cuenta, simulando hablar con su mujer fallecida, lo que resulta especialmente penoso cuando sus amigos son testigos. Ricardo los invita a su casa a celebrar que han acabado con eso, pero Ernestillo prefiere quedarse a cuidar a su padre, preocupado por su seguridad.
Al día siguiente, cuando se reúnen en la escuela, es notoria la ausencia de Ernestillo. Deciden solicitar al maestro permiso para ir a buscarlo, pero éste no ve necesidad, considerando que él parece haber perdido interés en sus estudios. Memín, ignorando que debían mantenerlo en secreto, no pierde tiempo en comentar sobre el vicio del padre su amigo, lo que ayuda al maestro a comprender. A Carlangas y Ricardo no les queda más que contar todos los detalles, y así consiguen el permiso de ir a verlo.
Al llegar a la carpintería, descubren que Ernestillo había estado bebiendo, imitando a su padre, cayendo rápidamente en el mismo estado que lo pone inestable emocionalmente. Le arrebatan la botella, y éste llora y suplica que se la devuelvan porque espera que con eso pueda ver a su madre del mismo modo que su padre, y ante la negativa, intenta atacarlos con un martillo. Se desmaya antes de lograr lastimar a alguien, y sus amigos deciden recostarlo sobre la cama. Regresen a la escuela, acordando no comentar nada, diciéndole al maestro que no lo encontraron. Éste supone que ocultan algo y pide hablar con ellos después de clases. Cuando llega la hora, Ricardo y Carlangas guardan silencio, y Memín, de nuevo, aunque esta vez a conciencia, dice exactamente lo que pasó. Así no les queda opción más que contarlo todo de nuevo. Temiendo que sufra una congestión alcohólica, el profesor los lleva en su coche para tratar el problema directamente. Allí, descubren a Ernestillo, que sigue inconciente, y de inmediato llaman una ambulancia para llevarlo a la Cruz Roja.
Dejando a los niños en el hospital, el maestro se dirige a la casa del padre de Ernestillo, quien sigue resintiendo los efectos de su ultima borrachera. Éste piensa que le dará un sermón sobre su alcoholismo, pero cuando Romero explica lo que ha sucedido, deja la testarudez a un lado para llenarse de pena y vergüenza. En el hospital, Ernestillo se ha recuperado, lo que produce gran alivio a sus preocupados amigos. Cuando estos se retiran y llega su padre, éste se disculpa por todo lo que le ha hecho pasar, suplicándole que no siga sus pasos y prometiendo que no volverá a beber. Con una emotiva escena conciliadora de padre e hijo, se cierra este capitulo.

sábado, 27 de junio de 2009

Memín Pinguín #1-4

La introducción al mundo de Memín, se da en los primeros cuatro números. Todo parte desde el primer dia de clases en que se conocen él y sus tres amigos, ofreciendo las primeras impresiones de sus familias y su profesor, un preámbulo de las situaciones que vendrán.

Se presenta la escuela primaria Benito Juárez, que va situando el escenario en que dará comienzo esta historia. El profesor Romero (quien no se presenta formalmente, pero ya más adelante se mencionará su nombre completo) va pasando lista, entre alumnos nuevos y viejos. Sobra decir que así se dan las primeras impresiones de los personajes principales. Carlos Arozamena y Ernesto Vargas ya son familiares para el maestro, dando más enfoque en los dos sobresalientes ingresados. Empezando por Ricardo Arcaraz, que no contesta al principio, alegando que deben reconocerlo por ser hijo del diplomático y acaudalado, Rogelio Arcaraz (como si los diplomáticos fueran celebridades, tsk), pero el maestro argumenta que ahí no se hacen distinciones. Prosigue con el nombre de Guillermo Pinguín, quien de inmediato llama la atención por su curiosa figura y desbordante entusiasmo. Habiendo terminado las presentaciónes, el maestro se retira por un momento, lo que aprovechan todos para acercarse confianzudamente a Ricardo, rodeandolo nomás porque les da curiosidad por el hecho de ser rico. El chico se muestra despótico, asegurando que sólo está en esa escuela de muertos de hambre por la insistencia de su padre, pero que no permanecerá ahí mucho tiempo. Su actitud chocante empieza a causar tensión, explotando cuando acusa a Ernestillo de pegarle bichos en la cabeza, solo por ser el más pobre. Carlangas sale en su defensa, arrojándolo sobre un mesabanco, pero éste se incorpora rápido y le responde lanzándole un tintero en la cabeza. Vuelve el profesor Romero, y al encontrarlos peleando, se apresura a agarrarlos por las orejas, reprimiéndolos. Ricardo intenta darse importancia, profiriendo amenazas huecas sobre lo que hará su padre si se entera que lo han castigado, pero el maestro es inflexible. Memín se emociona de que pongan en su lugar al ricachón, y al dejar escapar un grito, el maestro se dirige hacia él, disgustado por la falta de disciplina, sacándolo desde debajo del mesabanco en que se había escondido. Expone su baja estatura, y el desconocimiento de su edad, y ante su simpatía, Romero se calma y continua la clase sin más problemas. Al salir de la escuela, Memín intenta amistarse con Carlangas y Ernestillo, siguiéndolos sin disimulo, pero al principio ellos lo rechazan por chaparro (al menos aclaran que no es por negro, eso se veria fatal), pero no tarda en ganárselos con su peculiar sencillez que les hace olvidar el mal rato con el riquillo. Después, Memín se apura a volver a casa, donde es bien recibido por su amorosa madre, Eufrosina, que lo consiente tras contarle su primer día en que asegura haber dejado buena impresión. Escenas similares se ven en los hogares de Ernestillo y Carlangas. En su casa, Ricardo, que termina con un ojo morado a causa de su pelea con Carlangas, es atendido por su madre que es mucho más consentidora que la de Memín, pero decide ocultarle como fue que se lastimó. En los días siguientes, sus compañeros ya han preferido ignorarlo, y a pesar de todo, él intenta ser aceptado, pero su orgullo no permite que lo haga abiertamente, quedando mal parado durante un juego de béisbol en el que intentaba darles consejos y termina criticándolos por no usar materiales de alta calidad y no jugar en una cancha de verdad como él acostumbra.
Una pausa para comentar que en el primero numero de esta tercera versión de Memín, hay una diferencia entre los dibujos. En aproximadamente la primera mitad, se distingue la incompatibilidad entre los trazos. Siendo que Sixto Valencia, como el dibujante de la segunda versión, la más reconocida, fue solicitado para repetir su trabajo con los colores que suplen el viejo toque del sepia, podría ser que no se pusiera en marcha sino hasta pasadas unas paginas (menos mal que se dieron cuenta desde el primero numero que Memín no destacaría con ese estilo de dibujo, que era más adecuado para la primera versión, de hecho, es muy similar, al menos en el diseño del personaje de Memín).
Ricardo persiste en unirse al grupo, y en vista a su insistencia, Carlangas propone que lo “bauticen”, cargándolos a todos en hombros. Se muestre renuente, pero acaba por aceptar. Así le toca sostenerlos en hombros, sufriendo especialmente por Memín, que agarra sus orejas como riendas. Habiendo concluido la primera parte del “bautizo”, prosiguen con la segunda, que es arrojarlo al tinaco de la azotea. Dejándolo ahí, se ríen a su costa y comienzan a retirarse, hasta que Memín hace ver que Ricardo está ahogándose. Logran sacarlo, pero queda inconciente y entran en pánico. El profesor Romero se aparece, descubriendo lo que ha pasado. Lleva a Ricardo a la enfermería y al toparse con el director, que amenaza con expulsar a los culpables, miente, asegurando que el niño cayó ahí solo.
Como consecuencia de eso, Ricardo pesca un ligero resfriado, y ya en su casa, respalda la mentira del maestro. Su madre se niega a creerlo y le insiste a su esposo en sacarlo de esa escuela, pero éste rechaza la idea. Cuando ella se ha ido, interroga a Ricardo para que le cuente lo que pasó en realidad, y éste se lo dice, suplicando que le deje permanecer ahí. Su padre se pone de su parte, orgulloso de que su iniciativa de inculcarle principios a Ricardo al convivir con niños de categoría más humilde, haya dado resultado, siendo el mismo ejemplo que él recibió en su niñez.
Pasan los días, y Ricardo por fin ha empezado a ganarse la amistad de los demás. Le proponen ir con ellos a jugar béisbol en un callejón que suelen frecuentar. Al ver el mal estado de ese lugar, con el suelo sucio y lodoso, se preocupa por sus zapatos nuevos, dejándolos con Memín para que éste los cuide mientras juega descalzo con Carlangas y Ernestillo. Apena han comenzado cuando llega un trío de muchachos mayores, que tienen la misma idea e intentan intimidarlos para que se retiren. Ellos se niegan y dan inicio a una contienda, surtiéndose de golpes ambos bandos. A Ernestillo y Carlangas se les dan bien las peleas y derrotan a sus oponentes, pero Ricardo tiene problemas con el suyo. Memín disfruta presenciando la riña, y acaba optando por ayudar a su amigo con desventaja, olvidando su trabajo de vigilante, ocasionando un vagabundo que pasaba en ese momento, aproveche para robarse los zapatos ajenos. Se trepa a una parte elevada, tratando de brincar sobre el abusivo, pero acaba estrellándose en el lodo, sin hacer ninguna diferencia. Carlangas, después acabar con su oponente, derriba fácilmente al de Ricardo. Luego, entre los tres sacan a Memín del lodo, advirtiendo la desaparición de los zapatos. Lo cortan por su falta de responsabilidad, dejándolo solo y triste, pero no tardan en regresar, advirtiéndole que le darán otra oportunidad si presta sus zapatos a Ricardo, que no está acostumbrado a caminar descalzo, a diferencia de Ernestillo (que al menos en los primeros números, siempre anda descalzo, lo que es un poco raro, aun para asistir a una escuela de gobierno). Ricardo no quiere aceptar los feos zapatos de Memín, pero entonces amenazan con cortarlo a él, así que no le queda otra opción. Viendo el estado en que él y sus amigos han quedado, los invita a su casa para que se den un buen baño, aprovechando la ausencia de sus padres. No bien entran, al haber ido a verificarque no haya moros en la costa, Ricardo se entera de que los perros guardianes andan sueltos, y se lanzan sobre sus amigos hasta que él logra controlarlos. Memín tiene la “brillante idea” de esconderse dentro de la perrera, pero es oportunamente salvado cuando grita por auxilio con los perros a punto de atacarlo. Habiendo pasado por ese predicamento, van directo al baño, donde hacen mofa de la extraña ropa interior de Memín que parece más bien femenina o de payaso o ambas cosas (que según su mama le pone para que no se enfríen sus piernas, pero estoy seguro que hay otro tipo que sirve para lo mismo, tal vez así les sale más barato). Mientras sus amigos están en la regadera, él se entretiene chapoteando en la tina de baño.
Los padres de Ricardo llegan más temprano de lo esperado, y al percatarse del imprevisto, este indica a sus amigos esconderse en su cuarto. Memín se aturde y se esconde en donde guardan las toallas (tiene tendencia a ocultarse en los lugares menos convenientes). Ricardo baja a recibirlos, informando con discreción a su padre de la presencia de sus amigos. Su madre sube las escaleras, yendo directamente a las toallas, donde descubre la figura desnuda de Memín, confundiéndolo con un chango.
Grita y sale corriendo espantada, seguida por Memín, quien piensa que había un chango escondido con él y que los persigue a los dos. La derriba sin querer, provocándole un desmayo temporal, cuando llegan Ricardo y su padre. Ya habiendo aclarado el malentendido, se reúnen con sus demás, y el señor Arcaraz ordena a su mujer (llamándola Refugio, lo que indica que en este numero olvidaron que su nombre era Mercedes o no lo confirmaron hasta después) que les sirva de comer, ignorando sus prejuicios. Así, se produce una animada merienda en que se van conociendo mejor, terminando con Memín que hace mención de la curiosa formación de sus respectivas familias en que todos estan incompletos menos su anfitrion. Tras despedir Ricardo a sus amigos, la madre deja salir su desaprobación ante tales amistades y la estancia de su hijo en esa escuela, pero de nuevo su padre sale en su defensa, imponiéndose y hablando sobre como la gente humilde que no distingue entre clases sociales tiene mayor pureza en el alma.
En su casa, Eufrosina espera a Memín con tabla en mano. Antes de permitirle excusar su tardia llegada, procede a castigarlo en la forma acostumbradan, azotandolo en las posaderas sin más ni más. Despues, él le cuenta sobre lo que vivió en casa de Ricardo, logrando que se suavice y termine abranzandolo cariñosamente.
Hasta aquí llega el primer capitulo de la historia de Memín y sus amigos. Un divertido y prometedor comienzo que ha quedado grabado en la memoria de un servidor desde hace… ¿siete años? Me pregunto como será para quienes en verdad llevan un tiempo considerable de conocer esta revista. Uf. De cualquier modo, nunca es tarde para quedar cautivado por las aventuras de este personaje (pero no sea crean, tambien es muy posible que acaben detestandolo, de repente y se pone muy sangrón), me consta.