martes, 27 de abril de 2010

Memín Pinguín #374-376

Memín y sus amigos van a una excursión por el bosque, pero no tardan en apartarse y perderse, preocupando a todos, para luego acabar involucrándose con una comunidad indígena que vive en los alrededores.

Después de hablar con el director en privado (y con los cuatro amigos tratando de oír tras la puerta), Romero va a comunicarles a la clase que harán una excursión como parte del programa educativo. A Memín no le parece una novedad, pero Romero aclara que consistirá en convivir con la naturaleza, concepto que el negrito parece no entender. Una pagina después, ya han pasado semanas de preparación (¿tanto para una excursión de ese tipo?) y los padres han firmado los permisos, por lo que todos abordan el camión rumbo a su destino. En el camino, Ricardo siente nauseas (ya han viajado en avión ¿Cómo va a sentirse así dentro de un mugre camión?) y Memín le quita la bolsa de comida a un compañero para que vomite en ella. Y es el único incidente remotamente interesante del viaje, porque a la siguiente página ya están en el lugar donde se van a hospedar. Romero empieza a darles indicaciones de lo que deben hacer, y más tarde, el negrito y sus amigos ya se han internado en el bosque.
Buscan plantas para la tarea (¿Cuál es el chiste de eso?), y Memín se lanza corriendo por unas sin medir precauciones, cruzándose con una víbora, y los cuatro ponen pies en polvorosa. Al parecer, Memín la confundió con una rama y así provocó su ira. Por haberse apartado, se dan cuenta que no reconocen por donde van y Ricardo sugiere que tomen cierto camino para regresar. Caminan por horas sólo para llegar al mismo punto, y reconocen que están perdidos. Memín chilla desesperado pero Carlangas lo hace reaccionar de un bofetón. En la residencia de los alumnos, la ausencia de los cuatro no ha pasado desapercibida.
No viendo más remedio, deciden quedarse a dormir en la intemperie y seguir buscando el camino de regreso a la mañana siguiente. Un rugido se los impide, poniendo nervioso a Memín. Hubo un cambio súbito de planes, porque ahora Ricardo aconseja que hagan una fogata y lo manda a recoger leña. Carlangas y Ernestillo ven que no les queda comida en sus mochilas, al tratar de revisar la del negrito, éste trata de proteger sus víveres, envidioso y egoísta como el que más. Lo regañan y se preguntan como estarán los otros.
La policía ha llegado y toma cartas en el asunto para buscar a los desaparecidos. Romero se disculpa con los padres, que ya han sido convocados, pero ellos confían en que sus hijos son lo bastante vivarachos para no correr peligro (no si Memín los acompaña).Memín recoge la leña, cuando distingue unos ojos mirándolo entre los arbustos y sale corriendo de nuevo, diciendo haber visto algo aterrador, pero como no ven nada, sus amigos suponen que fue puro alucine. Ahora si, logran dormirse, con los padres incapaces de hacerlo por la preocupación.
A la mañana siguiente, despiertan y no encuentran a Memín. Empiezan a buscarlo y lo escuchan dando gritos, suponiendo que una fiera lo está devorando en ese momento (¡ojala!). Corren a salvarlo, pero en realidad estaba echándose canguros en un lago que encontró. Se quitan la ropa y se le unen, y así disfrutan de lo lindo, hasta que el prudente Ernestillo comenta que es injusto que se diviertan si sus padres sufren, haciendo llorar a Memín al ponerse a pensar en Eufrosina. Cuando salen del agua, descubren que les han robado la ropa y la comida, para angustia de Memín, que le preocupa la ausencia de lo segundo más que lo primero.
Romero y la policía recorren el bosque, llamándolos por sus nombres, y encuentran la gorra de Memín, por lo que suponen que andan cercas. Utilizando la cobija, logran hacer improvisadas túnicas para vestirse. Ricardo se topa con un zorrillo y les advierte a los demás, pero el negrito atarantado acaba rociado por el apestoso animal. Sus amigos lo arrojan al agua para que se le quite la peste y desde ahí, Memín distingue al “fantasma”, logrando asustar a Carlangas y a Ricardo. Ernestillo si lo vio y no le pareció que lo fuera, dando pie a otra palabra mal manejada por Memín (parapsicólogo). Se acercan a los matorrales para descubrir la identidad del ser que los espía. En realidad, se trataba de un indito llamado Pepe, que para entretenerse, le dio por jugar con ellos escondiéndoles la ropa. Pide disculpas y se las devuelve. Al exponerle que andan perdidos, los invita a quedarse con su comunidad hasta que vengan a buscarlos. Son muy bien recibidos en casa de Pepe, aunque Memín se pone de lo más remilgoso con la comida.
Los adultos andan siguiendo su rastro, ahora con mayor seguridad al descubrir Eufrosina un zapato de Memín.
A la mañana siguiente, Pepe y sus padres van a trabajar muy temprano. Carlangas propone que les echen una mano en pago a su hospitalidad, pero el flojonazo de Memín no quiere y ya se anda quejando de que los pusieron a dormir en un petate incomodo (¡vaya con este malagradecido!).
El negrito ingrato no para de protestar ante todo lo que tienen que trabajar en el campo, y todavía sigue quejándose de la comida tan limitada que les ofrecen. Insiste en apoderarse de una mazorca para variar, pero se la tiene que pelear con un cuervo, irritándolo y ocasionando el ataque de toda una parvada. Pepe les indica donde pueden ponerse bajo techo, que no es más que la escuela a la que asiste después de trabajar, la cual está en muy malas condiciones. El maestro los invita a integrarse, aunque no sirve de mucho ya que la clase la da en náhuatl.
Es hasta entonces cuando escuchan las voces llamándolos y pronto se reencuentran con sus padres. Eufrosina se detiene y se cruza de brazos, ignorando la exigencia de Memín de un darle un abrazo, recordándole lo preocupada que ha estado, pero como él insiste, recoge un palo para pegarle. Romero se presenta con el maestro indígena y al ver las condiciones en que está su escuela, propone ayudarles a remodelar y mejorar las instalaciones. Con la excepción del flojonazo de Memín, todos aceptan colaborar y así empiezan a trabajar, llevando a cabo la idea de Romero en tiempo record. Memín sólo tiene que fregar el piso, pero se queja exageradamente. Después, trata de cambiarle a reparar los techos creyéndolo más fácil, y se cae por uno de los agujeros, golpeándose la cabeza. Se queja de que no deberían poner agujeros en el techo porque se mete la lluvia (idiota) y Romero decide ponerle a hacer algo más seguro. Al anochecer, han terminado y el maestro residente les da las gracias, aunque Memín sigue de remilgoso, pero se compone cuando los invitan a quedarse a descansar. Casi se anima con la comida, pero como son puros frijoles de los que ya se hartó, prefiere quedarse con hambre.
Al la mañana siguiente, se despiden de sus nuevos amigos, volviendo al camión para regresar a la ciudad. Pepe retiene a Memín para darle un regalo de despedida, un cerdito, que el negrito recibe sin mucho entusiasmo. Logran alcanzar a los del camión y comentan sobre todo lo sucedido, hasta que Memín se queda dormido. Una vez que han llegado, Eufrosina agradece a Romero por haber traído a Memín para estrujarlo luego a él por vivaracho (abrazo atrasado por el coraje que tuvo el otro día). Memín tiene que volverse al camión para llevarse a su “mejor amigo”, concepto que sus amigos tardan en entender al ver que se refería al cerdito. Memín aprovecha para hacer un chiste improvisado en que no deben llamar “marrano” a Carlangas, para luego aclararles todo, y ya se despiden. Eufrosina indica a su hijo que irán a la carnicería a vender al cerdo. Ya ahí, Memín se rehúsa pero ella le explica que por andarlo buscando no trabajo y no tiene dinero para pagar la comida, por lo que él acaba accediendo. Sin embargo, al distraerse, el cerdo ya se ha dado a la fuga y le toca ir a Memín a recuperarlo o tendrán que devolver el dinero que el carnicero le acababa de entregar a cambio. El cerdo choca con Carlangas, embistiéndolo y haciéndolo caer de cola (¿no alcanzó a volver a su casa?). Acepta unirse a la persecución, y acaban chocando al tratar de acorralarlo detrás de un cubo de basura. El cerdo se mete por una alcantarilla abierta y tienen que seguirlo ahí. Memín no se salva de aterrizar mal y luego todavía se da un tope mientras recorren los desagües. Carlangas al fin atrapa al chancho, notando que trae un papel con dibujos en la boca y se lo pasa a Memín, quien se lo guarda en el bolsillo. Un plano al papelito en su bolsillo nos da un índice de lo que será una futura secuencia. Regresan a la superficie y entregan el cerdo a su nuevo dueño, quien en realidad no piensa cocinarlo, ya que se especializa en reses y su intención es llevarlo a vivir a su granja. Extrañamente, eso sólo hace que Memín se decepcione y sienta innecesario el haberse tomado la molestia de recuperarlo (ejem ¿olvida que sin el cerdo no podían dejarles el dinero?). Eufrosina lo apremia a tomar un baño y Carlangas se despide para hacer lo mismo.

Y así después de quitarse el mal olor, Memín está listo para su siguiente aventura sin chiste.

lunes, 19 de abril de 2010

Memín Pinguín #371-374

Romero queda amnésico y acaba metiéndose en lo que no debe mientras su familia y amigos lo buscan desesperadamente. Otra trama muy mal hecha tipo telenovelezca.

Después de darles una lección de Geometría, Romero les encarga de tarea que dibujen ciertas figuras geométricas (¿Qué clase de tarea para niños de sexto de primaria es esa?), para luego despedirlos. En la casa del maestro, Patricia llama a su madre que parece estar fuera de la ciudad haciendo alguna visita social o vacacionando (¿se suponía que Doña Carmelita vivía con ellos?). Los cuatro amigos sólo piensan en comida conforme corren emocionados a sus casas (Ernestillo todavía recuerda el incidente de la pata de mula, ajum, al menos la misma continuidad de esta serie de absurdeces si es respetada). A Memín se le ha olvidado cual era la ultima figura (paralelepipedo) que debía dibujar y no se percata de ello hasta que entra a su casa. Le da un beso de saludo a Eufrosina y regresa para ir a preguntarle al maestro hasta su casa.
Mientras tanto, un par de malvivientes ven a Romero en su auto, y con gran alevosía se le meten por las puertas (¿tenia abiertas ambas?), y al intentar defenderse, lo golpean en la cabeza, dejándolo inconciente. Los desgraciados conducen y le quitan la cartera para abastecerse de licor. En casa, Patricia tiene al niño enfermo y le extraña que Antonio tarde tanto en llegar. Tocan a la puerta, pero se trata de Memín, y al contarle del retraso, él supone que es por la chatarra que tiene por auto. A ella le preocupa porque tiene una cita con el medico para ver que tiene el pequeño, por lo que Memín se ofrece a cuidarle la casa. Considerando que la ultima vez que lo dejaron solo le robaron al niño, ella se lo lleva,  y asi no tiene reparo en dejar al negrito encargado. Memín se siente como en su casa, viendo la tele y corriendo al primer vendedor de enciclopedias que se para en la puerta.
De vuelta con los ebrios rateros, ellos ya se han alejado de la ciudad, y al ver que todavía tienen a su “benefactor” dentro, lo dejan tirado en una zona de bosques, justo cuando empieza a llover. Las gotas de agua despiertan a Romero, desorientado y angustiado por no poder recordar quien es y no trae más que un mugroso pañuelo en su bolsillo para identificarse.
Los otros ya han sido avisados por Memín y están considerando lo que pudo pasar con Patricia. Al dar explicaciones, el negrito acaba revelando que ni ha hecho la tarea, pero no tienen tiempo para eso. Ricardo llama a la policía para reportar la desaparición del profesor (¿no deberían haber pasado 24 horas? ¿Y porque tiene que ser el alumno el que llame y no la esposa del desaparecido?). Ernestillo sugiere que por mientras lo busquen por si mismos, dejando a Patricia esperando en la casa sin descuidar al bebe.
En el bosque, la lluvia se ha convertido en una tormenta con rayos y truenos, y Romero trata de alejarse los árboles. Súbita e improvisadamente, se presenta a una mujer llamada María que vive por ese rumbo, rezandole a la Virgen por su marido que tarda en llegar, que es justo lo mismo que hace Eufrosina, ya que Memín, como siempre, se le olvidó avisarle de la situación. Conforme inician la búsqueda de Romero, el negrito sugiere que puede ser que le diera “magnesia” y por eso no ha vuelto (una suposición muy acertada ¿pero a la primera? Antes podría pensar que lo secuestraron o lo mataron, al fin y al cabo están en el D. F.). Lo corrigen pero Ernestillo considera que de ser así no les será fácil hallarlo.
Con la tormenta encima, Romero divisa la cabaña donde vive María, pidiendo ayuda con sus últimas fuerzas. Ella se asusta, y trata de atrancar la puerta, pero las suplicas de Romero la mueven a ayudarlo. El maestro desmemoriado acaba por desplomarse, y ella lo mete adentro, dándole de comer y beber para que se recupere. Mientras, los canallas que responden a los nombres de “Roñoso” y “Lombriz”, andan en un bar, bebiendo a costa del dinero de Romero y miran la foto de su familia para burlarse como sólo los desvergonzados pueden (¿tienen que exagerar la maldad de estos ladrones sin clase?).
El tendero de la tienda a la que iba Romero con regularidad indica a sus amigos que no lo vio desde la última vez, justo cuando desapareció. La madre de Patricia es informada por su hija de lo ocurrido con su esposo y después de oírla lloriquear en el teléfono, decide tomar el primer avión para correr a su lado. Romero agradece a María por sus atenciones y pronto se familiarizan, hablando y bromeando como viejos amigos. Romualdo, el esposo, los sorprende juntos y su primera reacción es pensar lo peor. Le da un trancazo a Romero, negándose a creer la historia de que es un tipo sin memoria al que María está ayudando. Le recuerda que ella nunca lo ha traicionado ni cuestionado su autoridad, pero el tipo la ofende tanto al reprocharle por lo que ni pasó, que le exige que se largue de “su” casa (¿no es el marido el que mantiene el hogar?). Romualdo empieza a zarandearla, pero Romero, en el típico acto caballeroso, exige que la respete y le da un buen golpe, para luego echarlo fuera y cerrarle la puerta. El tipo decide no insistir, alegando que ya ni le interesa (¿y así María le andaba rogando a la Virgen por ese remedo de hombre? Pffft). Romero considera el irse, pero María no quiere que la deje sola porque si vuelva, la golpeará, como ya ha sucedido. El desmemoriado le sugiere que lo denuncie y se ofrece a servir de testigo, a lo que accede tras un breve titubeo. Ella le deja unas cobijas para que se acomode en el sofá, considerando mejor descansar y dejar eso para el día siguiente (no habrá ningún romance prohibido, de una vez se los advierto, haciendo esta trama aun más chafa).
Memín y sus amigos están cansados de tanto caminar y toman el metro para volver con Patricia. El negrito ve el lado amable, ya que si el maestro sigue sin aparecer, no tendrán clases. Eufrosina hace lo de costumbre: rezarle a la Virgen, ahora (enterada fuera de página) cambiándole a pedir porque Romero esté bien, y agregando que también cuide a su retoño. Como es devota-compulsiva esta mujer.
En casa de Romero, Patricia les informa a los chicos que no hay novedad. Tocan a la puerta y Memín supone que es el maestro, decepcionándose en voz alta al ver a Doña Carmelita. Ella no pierde tiempo en señalar su grosería y abraza emotivamente a su hija en un cuadro que no necesita palabras (pero como que consume mucho especio innecesario).
Los dos desgraciados siguen bebiendo y amenazan con correrlos del bar. Afuera, una patrulla ya ha identificado las placas del auto de Romero. Los policías salen para inquirir por los “dueños” del auto, y rápidamente se los señalan, apresurándose a llevarlos a la patrulla.
Ricardo está sugiriendo que busquen en otro lado, mientras Memín se divierte con la ironía de que el hijo de Romero no se entera de nada (¿y porque lo ponen llorando en una de las portadas?). Llama la policía para notificar a Patricia que han hallado el auto en Cuernavaca, pero sin su dueño, mas aun necesitan que vaya ella para reconocerlo. Los padres de Ricardo y Carlangas ofrecen llevarlos para seguir con la búsqueda. Memín elogia el nuevo auto del ingeniero Arozamena, que en sus pensamientos admira la inocencia del negrito por no pensar que encuentren muerto al maestro (que extraña secuencia de señalar lo bueno de la ignorancia de los menores).
María y Romero se preparan para ir a la delegación. Ella no deja de agradecerle por darle el animo que necesitaba, ya que ni los anuncios de la tele la animaban a hacerlo antes (que desperdicio de dinero hacen los de publicidad entonces, el valor le vale a la mayoría por más que traten de establecer lo contrario). Uno de los policías recupera en otro bar la foto de la familia de Romero. Mientras, él acompaña a María, preguntándose cual será su verdadera identidad. En la delegación, ella empieza a hacer la denuncia, cuando el poli se acerca para mostrarle la foto, pero Romero no puede reconocer ni a Patricia ni a su hijo. Los demás ya han llegado para entonces, divisando tanto al auto como al maestro. Patricia abraza a su marido, pero le extraña el sentirlo tan reacio a corresponderle. María le explica que tiene amnesia, y Memín se emociona, trayendo a sus amigos para que lo vean. Por más que intentan decirle una y otra vez que se llama Antonio Romero, él sigue sin recordar nada. Memín se pone vivo, ahogándolo con su palabrería en la cual, ciertamente, no hila bien los puntos que deberian devovlerle la memoria, más bien parece que trata de irritarlo (y a sus amigos, señalandolos por motes de poca gracia). Al final, Romero consigue reconocerlo y así a todos los demás. María le da las gracias por lo que hizo por ella, aunque claro que él ya ni le recuerda, pero le asegura que ella nunca lo olvidará. Memín sugiere que celebren comiendo tacos, y Romero acepta invitarlos a todos (el señor Arcaraz y el ingeniero Arozamena se volvieron a México). Como siempre, el negrito come más de lo debido, sin pena alguna en admitir que le enorgullece ser un gorrón sin remedio (otra vez). Romero comenta que le fascinaron los bosques por los que anduvo (¿no se supone que no puede recordar nada de lo que pasó cuando tenia amnesia?) y Patricia apoya su idea de organizar una excursión o algo así para su clase. Hasta entonces, se da cuenta de que no tiene dinero, ya que los malosos le quitaron todo, por lo que terminan lavando platos en el restaurante. Memín se queja, aunque sus amigos le recuerdan que fue su culpa por andar de comelón ya que les pudo haber alcanzado con lo que traía Patricia. Romero lo toma a la ligera, diciéndoles que al día siguiente les dará una gran sorpresa en la escuela (la que acaba de comentar con Patricia, así que no es sorpresa, pero ellos no pusieron tanta atención como los lectores). El dueño les dice que han limpiado suficiente, liberándolos del castigo. Romero los conduce hacia sus casas y en el camino, tratan de que les diga más de la dichosa sorpresa, pero les insiste en que sean pacientes.

Un incidente bastante aburrido que sucedió tan rápido, pero de ser más lento, habría sido peor. Y el transcurso sin descanso de esta revista sigue, como confirmará la próxima entrada, con lo de la excursión planificada muy precipitadamente justos después de que Romero fuera localizado acabando de recueperar la memoria (no hay quien para a un educador acomomedido, ¿o deberia decir a una mala elección de argumentos?)

lunes, 12 de abril de 2010

Memín Pinguín #370-371

Durante la clase, Memín tiene una loca y desorbitada fantasía en la que él y sus amigos son astronautas y viven las experiencias “típicas”.

Memín llega tarde a clase, pero Romero se la deja pasar y empieza a darles una lección sobre la historica fecha en que el hombre pisara la luna por primera vez. Por alguna razón, el negrito se va quedando dormido, y entre lo que su subconsciente capta de lo que cuenta el maestro, comienza a soñar y fantasear. Romero ni se percata de ello y sigue, conforme Memín va visualizándose a él y sus amigos, convertidos en astronautas de la MASA (aparentemente, una subdivisión mexicana de la NASA, que no podría existir desde que anda mandando a cuatro niños al espacio). Una importante misión se les ha encomendado y abordan la nave, siguiendo el clásico conteo del despegue, la presión atmosférica y el efecto de la microgravedad.
Al producirse una avería afuera de la nave, deciden jugar a ver quien saca el número más chico para que salga a repararla, y Memín es tan tonto que trata de sacar algo más chico que 1. Extrañamente (o más bien gracias a la magia de la fantasía), el negrito logra reparar el daño, pero una de las herramientas se le va volando por la microgravedad, y ya se imagina que ésta llegue a la Tierra y le caiga a Eufrosina en la cabeza. Después, viene el punto clave de la misión, que era reparar un satélite artificial, y otra vez hacen que Memín se encargue, ahora indicando que lo haga el más valiente y el tonto no deja de apuntarse el titulo. Luego se desquita, asomándose por la ventana para asustarlos al hacerles creer que es alienígena. Lo regañan pero no llegan a darle sus clásicos coscorrones, entusiasmados por volver a casa ya que han cumplido la misión, mas la aparición de un aerolito que se dirige hacia la nave los pone en un predicamento. El choque es inminente, pero de repente, desaparecen. Suponen que han sido capturados por un hoyo negro (los cuales se supone que se producen por las explosiones de las estrellas o algo así, y como ahí todo se ve muy calmado, es muy ilógico, pero como es un sueño mafufo….). Las cosas empeoran cuando empieza a fallar un motor. Le toca a Ricardo ser el que lo repare, y ya luego se las arreglan para impulsarse al máximo y salir antes de caer en el centro del agujero. Desde la base, los supervisores de la misión, que han estado monitoreando todo, se sorprenden de su imposible escape (en realidad no hacen naves espaciales lo suficientemente avanzadas como para repeler la fuerza de un agujero negro, así que es un milagro y más por ser de la “MASA”).
Los chicos celebran el haberse librado. Una pausa muestra como Romero sigue su lección hablando del sol como el centro de su sistema solar, lo que se agrega a la fantasía de Memín. Un momento. ¿De donde sacó el negrito la información de cómo funcionan y que son los agujeros negros? Si Romero estaba hablando de la luna, no tiene sentido que se fuera hasta lo de los agujeros, eso ya es otro tema que tocaría después del sistema solar. Que pésima clase, puros datos aleatorios…
En el sueño los problemas no terminan. Ahora, vislumbran como Mercurio y Venus se han alineado anormalmente (y en unos instantes) acercándose al sol. Memín hace un chiste muy malo al señalar que sus amigos deben ver a un “ojologo” (oftalmólogo), pero ni le hacen caso, notando que los demás planetas toman el mismo rumbo. Según Ernestillo, el fenómeno que observan es un “aceleramiento colosal del universo”, que sigue a la dichosa teoría del universo que se acelera hacia dentro, lo que significa que están en peligro (¿solo ellos? Todo el planeta Tierra morirá). Tontamente, tratan de escapar de esa fuerza de atracción, luego de ver desaparecer a Mercurio. Los de la MASA, ven todo y esperan que se salven (¡si no se salvará nadie!), mientras que entre los habitantes del D.F., Eufrosina, Isabel y Trifón, resienten los efectos del intenso e inesperado calor que se abate por la cercanía del sol. Venus es consumido del mismo modo, y los cuatro astronautas se andan sofocando de calor. Memín se quita el traje a pesar de las advertencias de Carlangas, mas Ernestillo asegura que no les hará falta, siguiendo la Tierra su marcha hacia la erradicación. El negrito despierta, pero en consecuencias del vivido sueño, se anda quitando la ropa en plena clase, provocando la burla de sus compañeros y un regaño de Romero, aunque él también se anda riendo. Memín le cuenta lo que pasó en su sueño, y el maestro le hace ver lo absurdo de que manden niños al espacio (lo verdaderamente preocupante es que lo manden a él al espacio, con su mera presencia si seria capaz de provocar ese dichoso aceleramiento colosal planetario, por su tendencia a que le pasen las más inesperadas desgracias). Un compañero pelirrojo se ríe apuntando lo volado que está Memín y Carlangas por poco y se la parte, cuando sueña la campa del recreo. Romero les advierte que no pelean y al quedarse en el salón, piensa que seguramente Memín mezcló su imaginación con lo que decía (noooooo ¿en serio? Deveras que el nuevo argumentista ha convertido a Romero en el educador más mediocre que ha habido). En el recreo, sus amigos siguen riéndose de que casi acaba de desnudarse por completo (¡por favor, no!).

El regreso al salón ya viene dirigiéndose hacia una nueva secuencia que protagonizará el mismo Romero. Nada bueno resultará de ello, les diré.

martes, 6 de abril de 2010

Memín Pinguín #368-370

Un nuevo amigo se introduce en el grupo de Memín, pero no tarda en provocar problemas con sus raterías. Memín acaba siendo inculpado de sus robos y se compromete a descubrir la verdad al estilo Sherlock. Un caso muy choteado y mal manejado, debo decir.

Memín divisa a alguien conocido y se va corriendo a informarles a sus amigos. Los factores climáticos y el esfuerzo lo hacen desmayarse y sus amigos andan viendo como reanimarlo, asegurando que no será dándole respiración de boca a boca. Carlangas le arroja un balde de agua y el negrito reacciona para decirles que vio a….Si, así acaba el 368 para dejarnos en suspenso vanamente.
El siguiente numero, para variar un poco con las sangronadas a las que nos quiere acostumbrar el pésimo argumentista, presenta a Carlangas intentando resumir los acontecimientos del anterior, ya que Memín está indispuesto (pero no lo suficiente para habernos dejando en suspenso, ¿no?) y luego lo releva Ricardo. Después de esta mafufada, Memín proclama haber resuelto un misterio, dándole muchas vueltas e impacientando a sus amigos, para recordarnos el incidente del circo y el muchachote con que se toparon cuando “coincidentemente”, a Ricardo se le perdió la cartera. Memín se refiere a él como “Chaparrito”, un mote contradictorio, por su altura y corpulencia, pero así le tendremos que llamar, porque en ningún momento le dejan decir su verdadero nombre. Sus amigos lo reconocen al verlo y tratan de hablar con él. Ricardo quiere saber si él vio quien tomó su cartera pérdida (que tarados), pero “Chaparrito” tiene prisa por irse. Ellos se ponen bien insistentes, invitándolo a la casa de los Arcaraz a ver lucha libre y por si acaso se acuerda de algo de la cartera, y al final, el grandulón accede. Apenas lo conocen y ya lo andan considerando un amigo más, en especial Memín. Ricardo pide a todos que lleven algo cuando se reúnan allá más tarde, pero el negrito nomás piensa en llevar su hambre, por lo que decide que ni comerá en su casa para que rinda (vaya sacrificio).
“Chaparrito” se pone a hablar en voz alta para dejarle en claro a los lectores que le preocupa que ellos descubran que él robó la cartera, pero aun así no declina la oportunidad de hacer amigos. Al llegar a su casa, es recibido por su cruel padre, produciéndose una escena chafa de telenovela. De inmediato nos dejan en claro todo: el padre es un abusivo que lo golpea, insistiéndole a que robe para él, y a pesar de su tamaño, al chico no se le ocurre rebelarse, limitándose a complacerlo, con ocasionales episodios de lloriqueos y quejas de que si su madre viviera las cosas serian distintas, bla bla bla.
Los cuatro y su nuevo amigo se reúnen finalmente y empiezan a ver las luchas. Memín emula a su luchador favorito, “Mano Negra”, brincándole encima a Carlangas. Una tontada que no viene al caso. “Chaparrito” pregunta donde está el baño, y en cuanto les dan las indicaciones, se retira, pero es evidente que tiene otras intenciones. Memín sigue molestando a sus amigos que sólo quieren seguir el aburrido evento coreográfico.
Un intermedio que ni al caso, con el único propósito de mostrar lo descarado que es el padre de “Chaparrito”, riñendo con uno de sus amigos que hacia una broma sobre como gana el dinero que su hijo le consigue, durante una partida de póker. Desperdicio de páginas.
Los cuatro amigos siguen emocionados con las luchas (ni nos dejan ver la tele para ver como está, aunque no es difícil imaginarlo). Ernestillo repara en la ausencia de su nuevo amigo, y ya anda diciendo que le parece raro, lo que hace a Memín sacar suposiciones extrañas de que desapareciera escurriéndose por el drenaje (¿?).
Por supuesto que “Chaparrito” anda explorando la casa, buscando algo que volarse para su desgraciado padre. Al descubrir las joyas de la señora Arcaraz, se embolsa unas cuentas, pero de pronto se escuchan voces para indicar que ella y el esposo han regresado. Memín tiene que ir al baño a hacer del uno, topándose con “Chaparrito”, que aprovecha una distracción para meterle las joyas en el bolsillo. En cuanto el negrito regresa, le informan que se perdió el final de la pelea con la milagrosa victoria del tal “Mano Negra”. Al rato, ya se están despidiendo y agradeciendo la hospitalidad de Ricardo, cuando Mercedes se pone a gritar, informando sobre la desaparición de sus joyas (¿en cuanto llega a su casa lo primero que hace es checar sus joyas? Eso parece más una compulsión que nada). Llorando, pone al tanto a su hijo y sus amigos. Ellos la animan con que luego las encontrará. Carlangas le pide a Memín cambio para el camión y cuando éste revisa en sus bolsas regularmente vacías, saca las joyas de Mercedes. El negrito se desconcierta, pero eso no lo salva de que lo tachen de ladrón, ignorando su historia de no saber de donde salieron. Sus amigos se lo echan en cara, mientras Rogelio comenta sobre lo decepcionado que está y Mercedes que le arrebata sus joyas. Memín espera algo de apoyo por parte de “Chaparrito”, pero éste finge que él no existe. Llorando y vetado de por vida de esa casa, el negrito se marcha. A su vez, el ladronzuelo vuelve a su casa, preocupado por no haber conseguido nada. Llega su padre y se produce un cuadro con los diálogos invertidos, que haría a uno suponer que el chico le anda faltando el respeto. Le exige el dinero que se haya “afianzado” en el día, pero “Chaparrito” confiesa que no obtuvo nada, y el castigo que recibe, se deja a la imaginación del lector. En tanto, Memín oculta los hechos del día a Eufrosina, quien en el fondo supone su aflicción, pero no dice nada. Durante su sueño, el negrito tiene pesadillas en las que roba joyas y éstas se convierten en serpientes que lo persiguen. Despierta resintiendo el peso de la incriminación (aunque es demasiado tonto para saber que eso es lo que le han hecho).
Al día siguiente, el maestro le llama la atención por dormirse en clase, para después informar que un maestro de otro grupo está indispuesto, y mientras tanto, tendrán nuevos compañeros entre los que conformaban su clase, entre los cuales se encuentra “Chaparrito”, quien sonríe maliciosamente al ver a Memín (creí que robaba por necesidad, no por querer perjudicar al enano orejón) y le toca sentarse a su lado. A Memín no le entusiasma nada verlo y se lo dice con un sarcasmo, consiguiendo que Romero lo vuelva a regañar por distraer a su compañero. Sale a una junta con el director (¿Qué clase de director cita a los maestros en plena clase?) y los deja copiando de la lección. Los alumnos se mantienen tranquilos como angelitos hasta que se ha ido, para luego empezar a hacer barullo, al indisciplinado estilo de los mocosos de primaria.
“Chaparrito” aprovecha de inmediato la distracción de los demás para tomar la cartera de Romero en el escritorio, y cuando éste regresa, no tarda en descubrir el robo. Aunque no le gusta hacerlo, empieza a revisar las mochilas de todos los alumnos. Memín deja que hurgue en la suya con confianza, ignorando que su nuevo amigo ya le echó la cartera ahí. Muy decepcionado, Romero agarra a Memín para llevárselo a la dirección. Sus amigos no pueden creer que haya robado, pero aun siguen recordando lo del otro día. El director manda llamar a la madre de Memín, pero él implora que no lo hagan. Romero le indica que no puede ignorar la veracidad de las pruebas, y como éste insiste en su inocencia, propone darle dos días de plazo para probarla, de lo contrario será expulsado y llamaran a Eufrosina. Memín se preocupa, pero pronto se reanima cuando Romero lo apoya asegurando que logrará demostrar su inocencia, y ya anda pidiendo como recompensa que lo pasen un año sin hacer exámenes. El director está por perder la paciencia con sus confiancitas y lo echa de la oficina, dejándose guiar por el instinto de Romero.
Los amigos del negrito deciden darle el beneficio de la duda y vuelven a hablarle. Viendo que ya no lo odian, les presume que va a convertirse en detective para resolver el misterio de los robos, creyéndose al nivel de “Sherloco Holmes”. “Chaparrito” aparece para inquirir que hacen todavía en la escuela, para luego mandarlos a volar e irse por otro rumbo. Ernestillo, finalmente, deduce que desde que se toparon con “Chaparrito”, empezaron a robarse las cosas (técnicamente, no han robado nada, salvo la cartera de Ricardo”), y que deberían seguirlo para cacharlo in fraganti.
Al día siguiente, ya los están esperando los cuatro y Memín tiene ansiedad por practicar un movimiento de lucha libre en él. Pero acaba considerando lo contrario al dejarse intimidar por la estatura de “Chaparrito” (que importa la estatura si hasta ahora se ha mostrado bien manso, si fuese de naturaleza agresiva seria otra cosa). Sus amigos tratan de seguirlo, y acaban llevándolo casi a rastras porque ya se anda echando para atrás. Memín saca su “Lupe” (típica lupa, como la del “Sherloco”, según él), sacándola sólo para darse aire. “Chaparrito” se ha subido a un segundo piso desde el que puede usar una caña de pescar para robarse la lonchera de los despistados alumnos que andan comiendo en las bancas de abajo. Memín intenta impedirlo agarrando la lonchera y “Chaparrito” acaba jalándola con todo y el negrito. Agarra la lonchera y echa a correr, lamentándose en el camino que después de esto ya no podrá ira la escuela y que ha perdido la oportunidad de hacer amigos. Los cuatro lo van siguiendo, auspiciándose de la lupa de Memín que permite distinguir las enormes huellas del ratero. Llegan a su casa, en donde el padre ya está furioso al ver que en la lonchera nomás trae comida. Oportuna e inexplicablemente, Romero y la policía llegan a tiempo para detener a ese hombre. Romero se vuelve a sus cuatro alumnos consentidos para revelarles que observó su arriesgado maniobra y lo siguió todo el tiempo (¿pero en que momento y porque supo que tenia que llamar a la policía?). Memín asegura que él ya tenia todo bajo control y no lo necesitaban, provocando risas entre sus amigos.
Al día siguiente, llaman a Memín a la dirección, preocupándolo. Ahí se encuentra con su má linda y los señores Arcaraz, quienes sólo querían disculparse por haberlo considerado un ladrón. Romero aclara que a Eufrosina ya le han explicado todo (¿y para que la mandan llamar hasta allá?). Todos le agradecen por su buena acción al descubrir al ladrón, que técnicamente era el padre de “Chaparrito”, quien ya ha sido arrestado, mientras que al grandulón lo han dejado libre de culpas. Al regresar al salón, Memín se reencuentra con “Chaparrito” y éste se disculpa por los problemas ocasionados, aclarando que toda esa incriminación fue coincidente. Con esto, el caso acaba bien, pero nunca dicen que pasara con ese niño si su padre está en el bote. ¿Dónde vivirá y como? No lo sabremos porque después de esto no vuelve a salir (mejor, no tenia mucha gracia fuera de servir para presentar este tonto drama).
En su casa, Memín es consentido y felicitado de nuevo por Eufrosina y duerme muy contento. Sueña recibiendo un nombramiento de la reina de Inglaterra por haber resuelto el caso más difícil de la historia, y hasta aparece el mismo Sherlock Holmes para preguntarle como lo hizo. Memín no alcanza a responderle porque Eufrosina lo despierta a tiempo para ir a la escuela. Sus amigos lo reciben, ya bromeando sobre como se le han subido los humos, acertando al bromear si la reina ya lo condecoró, extrañando al negrito al grado de suponer que han espiado sus sueños. Pero no, Memín ha optado por jubilarse de detective y lo demuestro arrojando la lupa a la basura (una lupa no es un objeto que se pueda andar tirando así como así). En el contenedor, la luz refractaria provoca que no tarde en incendiar la basura (¿ven lo que digo? Al menos esto si lo sabe el argumentista), por lo que el negrito tiene que correr por un balde de agua para apagarla. Llega tarde a la clase y Romero ni repara en su excusa de haber salvado a la escuela de un incendio, iniciando con la lección, misma que abre la próxima secuencia.