martes, 6 de abril de 2010

Memín Pinguín #368-370

Un nuevo amigo se introduce en el grupo de Memín, pero no tarda en provocar problemas con sus raterías. Memín acaba siendo inculpado de sus robos y se compromete a descubrir la verdad al estilo Sherlock. Un caso muy choteado y mal manejado, debo decir.

Memín divisa a alguien conocido y se va corriendo a informarles a sus amigos. Los factores climáticos y el esfuerzo lo hacen desmayarse y sus amigos andan viendo como reanimarlo, asegurando que no será dándole respiración de boca a boca. Carlangas le arroja un balde de agua y el negrito reacciona para decirles que vio a….Si, así acaba el 368 para dejarnos en suspenso vanamente.
El siguiente numero, para variar un poco con las sangronadas a las que nos quiere acostumbrar el pésimo argumentista, presenta a Carlangas intentando resumir los acontecimientos del anterior, ya que Memín está indispuesto (pero no lo suficiente para habernos dejando en suspenso, ¿no?) y luego lo releva Ricardo. Después de esta mafufada, Memín proclama haber resuelto un misterio, dándole muchas vueltas e impacientando a sus amigos, para recordarnos el incidente del circo y el muchachote con que se toparon cuando “coincidentemente”, a Ricardo se le perdió la cartera. Memín se refiere a él como “Chaparrito”, un mote contradictorio, por su altura y corpulencia, pero así le tendremos que llamar, porque en ningún momento le dejan decir su verdadero nombre. Sus amigos lo reconocen al verlo y tratan de hablar con él. Ricardo quiere saber si él vio quien tomó su cartera pérdida (que tarados), pero “Chaparrito” tiene prisa por irse. Ellos se ponen bien insistentes, invitándolo a la casa de los Arcaraz a ver lucha libre y por si acaso se acuerda de algo de la cartera, y al final, el grandulón accede. Apenas lo conocen y ya lo andan considerando un amigo más, en especial Memín. Ricardo pide a todos que lleven algo cuando se reúnan allá más tarde, pero el negrito nomás piensa en llevar su hambre, por lo que decide que ni comerá en su casa para que rinda (vaya sacrificio).
“Chaparrito” se pone a hablar en voz alta para dejarle en claro a los lectores que le preocupa que ellos descubran que él robó la cartera, pero aun así no declina la oportunidad de hacer amigos. Al llegar a su casa, es recibido por su cruel padre, produciéndose una escena chafa de telenovela. De inmediato nos dejan en claro todo: el padre es un abusivo que lo golpea, insistiéndole a que robe para él, y a pesar de su tamaño, al chico no se le ocurre rebelarse, limitándose a complacerlo, con ocasionales episodios de lloriqueos y quejas de que si su madre viviera las cosas serian distintas, bla bla bla.
Los cuatro y su nuevo amigo se reúnen finalmente y empiezan a ver las luchas. Memín emula a su luchador favorito, “Mano Negra”, brincándole encima a Carlangas. Una tontada que no viene al caso. “Chaparrito” pregunta donde está el baño, y en cuanto les dan las indicaciones, se retira, pero es evidente que tiene otras intenciones. Memín sigue molestando a sus amigos que sólo quieren seguir el aburrido evento coreográfico.
Un intermedio que ni al caso, con el único propósito de mostrar lo descarado que es el padre de “Chaparrito”, riñendo con uno de sus amigos que hacia una broma sobre como gana el dinero que su hijo le consigue, durante una partida de póker. Desperdicio de páginas.
Los cuatro amigos siguen emocionados con las luchas (ni nos dejan ver la tele para ver como está, aunque no es difícil imaginarlo). Ernestillo repara en la ausencia de su nuevo amigo, y ya anda diciendo que le parece raro, lo que hace a Memín sacar suposiciones extrañas de que desapareciera escurriéndose por el drenaje (¿?).
Por supuesto que “Chaparrito” anda explorando la casa, buscando algo que volarse para su desgraciado padre. Al descubrir las joyas de la señora Arcaraz, se embolsa unas cuentas, pero de pronto se escuchan voces para indicar que ella y el esposo han regresado. Memín tiene que ir al baño a hacer del uno, topándose con “Chaparrito”, que aprovecha una distracción para meterle las joyas en el bolsillo. En cuanto el negrito regresa, le informan que se perdió el final de la pelea con la milagrosa victoria del tal “Mano Negra”. Al rato, ya se están despidiendo y agradeciendo la hospitalidad de Ricardo, cuando Mercedes se pone a gritar, informando sobre la desaparición de sus joyas (¿en cuanto llega a su casa lo primero que hace es checar sus joyas? Eso parece más una compulsión que nada). Llorando, pone al tanto a su hijo y sus amigos. Ellos la animan con que luego las encontrará. Carlangas le pide a Memín cambio para el camión y cuando éste revisa en sus bolsas regularmente vacías, saca las joyas de Mercedes. El negrito se desconcierta, pero eso no lo salva de que lo tachen de ladrón, ignorando su historia de no saber de donde salieron. Sus amigos se lo echan en cara, mientras Rogelio comenta sobre lo decepcionado que está y Mercedes que le arrebata sus joyas. Memín espera algo de apoyo por parte de “Chaparrito”, pero éste finge que él no existe. Llorando y vetado de por vida de esa casa, el negrito se marcha. A su vez, el ladronzuelo vuelve a su casa, preocupado por no haber conseguido nada. Llega su padre y se produce un cuadro con los diálogos invertidos, que haría a uno suponer que el chico le anda faltando el respeto. Le exige el dinero que se haya “afianzado” en el día, pero “Chaparrito” confiesa que no obtuvo nada, y el castigo que recibe, se deja a la imaginación del lector. En tanto, Memín oculta los hechos del día a Eufrosina, quien en el fondo supone su aflicción, pero no dice nada. Durante su sueño, el negrito tiene pesadillas en las que roba joyas y éstas se convierten en serpientes que lo persiguen. Despierta resintiendo el peso de la incriminación (aunque es demasiado tonto para saber que eso es lo que le han hecho).
Al día siguiente, el maestro le llama la atención por dormirse en clase, para después informar que un maestro de otro grupo está indispuesto, y mientras tanto, tendrán nuevos compañeros entre los que conformaban su clase, entre los cuales se encuentra “Chaparrito”, quien sonríe maliciosamente al ver a Memín (creí que robaba por necesidad, no por querer perjudicar al enano orejón) y le toca sentarse a su lado. A Memín no le entusiasma nada verlo y se lo dice con un sarcasmo, consiguiendo que Romero lo vuelva a regañar por distraer a su compañero. Sale a una junta con el director (¿Qué clase de director cita a los maestros en plena clase?) y los deja copiando de la lección. Los alumnos se mantienen tranquilos como angelitos hasta que se ha ido, para luego empezar a hacer barullo, al indisciplinado estilo de los mocosos de primaria.
“Chaparrito” aprovecha de inmediato la distracción de los demás para tomar la cartera de Romero en el escritorio, y cuando éste regresa, no tarda en descubrir el robo. Aunque no le gusta hacerlo, empieza a revisar las mochilas de todos los alumnos. Memín deja que hurgue en la suya con confianza, ignorando que su nuevo amigo ya le echó la cartera ahí. Muy decepcionado, Romero agarra a Memín para llevárselo a la dirección. Sus amigos no pueden creer que haya robado, pero aun siguen recordando lo del otro día. El director manda llamar a la madre de Memín, pero él implora que no lo hagan. Romero le indica que no puede ignorar la veracidad de las pruebas, y como éste insiste en su inocencia, propone darle dos días de plazo para probarla, de lo contrario será expulsado y llamaran a Eufrosina. Memín se preocupa, pero pronto se reanima cuando Romero lo apoya asegurando que logrará demostrar su inocencia, y ya anda pidiendo como recompensa que lo pasen un año sin hacer exámenes. El director está por perder la paciencia con sus confiancitas y lo echa de la oficina, dejándose guiar por el instinto de Romero.
Los amigos del negrito deciden darle el beneficio de la duda y vuelven a hablarle. Viendo que ya no lo odian, les presume que va a convertirse en detective para resolver el misterio de los robos, creyéndose al nivel de “Sherloco Holmes”. “Chaparrito” aparece para inquirir que hacen todavía en la escuela, para luego mandarlos a volar e irse por otro rumbo. Ernestillo, finalmente, deduce que desde que se toparon con “Chaparrito”, empezaron a robarse las cosas (técnicamente, no han robado nada, salvo la cartera de Ricardo”), y que deberían seguirlo para cacharlo in fraganti.
Al día siguiente, ya los están esperando los cuatro y Memín tiene ansiedad por practicar un movimiento de lucha libre en él. Pero acaba considerando lo contrario al dejarse intimidar por la estatura de “Chaparrito” (que importa la estatura si hasta ahora se ha mostrado bien manso, si fuese de naturaleza agresiva seria otra cosa). Sus amigos tratan de seguirlo, y acaban llevándolo casi a rastras porque ya se anda echando para atrás. Memín saca su “Lupe” (típica lupa, como la del “Sherloco”, según él), sacándola sólo para darse aire. “Chaparrito” se ha subido a un segundo piso desde el que puede usar una caña de pescar para robarse la lonchera de los despistados alumnos que andan comiendo en las bancas de abajo. Memín intenta impedirlo agarrando la lonchera y “Chaparrito” acaba jalándola con todo y el negrito. Agarra la lonchera y echa a correr, lamentándose en el camino que después de esto ya no podrá ira la escuela y que ha perdido la oportunidad de hacer amigos. Los cuatro lo van siguiendo, auspiciándose de la lupa de Memín que permite distinguir las enormes huellas del ratero. Llegan a su casa, en donde el padre ya está furioso al ver que en la lonchera nomás trae comida. Oportuna e inexplicablemente, Romero y la policía llegan a tiempo para detener a ese hombre. Romero se vuelve a sus cuatro alumnos consentidos para revelarles que observó su arriesgado maniobra y lo siguió todo el tiempo (¿pero en que momento y porque supo que tenia que llamar a la policía?). Memín asegura que él ya tenia todo bajo control y no lo necesitaban, provocando risas entre sus amigos.
Al día siguiente, llaman a Memín a la dirección, preocupándolo. Ahí se encuentra con su má linda y los señores Arcaraz, quienes sólo querían disculparse por haberlo considerado un ladrón. Romero aclara que a Eufrosina ya le han explicado todo (¿y para que la mandan llamar hasta allá?). Todos le agradecen por su buena acción al descubrir al ladrón, que técnicamente era el padre de “Chaparrito”, quien ya ha sido arrestado, mientras que al grandulón lo han dejado libre de culpas. Al regresar al salón, Memín se reencuentra con “Chaparrito” y éste se disculpa por los problemas ocasionados, aclarando que toda esa incriminación fue coincidente. Con esto, el caso acaba bien, pero nunca dicen que pasara con ese niño si su padre está en el bote. ¿Dónde vivirá y como? No lo sabremos porque después de esto no vuelve a salir (mejor, no tenia mucha gracia fuera de servir para presentar este tonto drama).
En su casa, Memín es consentido y felicitado de nuevo por Eufrosina y duerme muy contento. Sueña recibiendo un nombramiento de la reina de Inglaterra por haber resuelto el caso más difícil de la historia, y hasta aparece el mismo Sherlock Holmes para preguntarle como lo hizo. Memín no alcanza a responderle porque Eufrosina lo despierta a tiempo para ir a la escuela. Sus amigos lo reciben, ya bromeando sobre como se le han subido los humos, acertando al bromear si la reina ya lo condecoró, extrañando al negrito al grado de suponer que han espiado sus sueños. Pero no, Memín ha optado por jubilarse de detective y lo demuestro arrojando la lupa a la basura (una lupa no es un objeto que se pueda andar tirando así como así). En el contenedor, la luz refractaria provoca que no tarde en incendiar la basura (¿ven lo que digo? Al menos esto si lo sabe el argumentista), por lo que el negrito tiene que correr por un balde de agua para apagarla. Llega tarde a la clase y Romero ni repara en su excusa de haber salvado a la escuela de un incendio, iniciando con la lección, misma que abre la próxima secuencia.

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