domingo, 26 de julio de 2009

Memín Pinguín #133-137

Memín y sus amigos son invitados a audicionar para participar en una obra de teatro. Desafortunadamente, Memín no consigue el papel, pero con ayuda de Eufrosina y Chemita, se sale con la suya, sin meditar en las consecuencias.

El profesor Romero les comunica a sus alumnos que de su grupo se solicitan a cuatro estudiantes para participar en una obra de teatro con el tema “Los tres mosqueteros.” Ya que Memín y sus amigos se consideran como tales, se entusiasman con la idea de interpretarlos, pero la condición para los seleccionados es que saquen buenas calificaciones en un examen de conocimientos generales que aplicará. Se dan su tiempo para prepararse y estudiar. Memín, como es de esperarse, tiene más dificultades para conservar los conocimientos generales, siendo las matemáticas su punto débil. Esto lo demuestra especialmente al ayudar a Eufrosina a calcular sus cuentas en el mercado, resultando una cantidad que ella jamás cree haber gastado ni tenido siquiera.
Cuando llega el día, todos están nerviosos, pero entre los cuatro se dan ánimos. El profesor hace preguntas uno por uno de una materia específica. A Ricardo le hace preguntas de geografía, a Carlangas de historia, y a Ernestillo de literatura (algo irregular este ultimo, ya que la respuesta involucraba a Víctor Hugo y la mención de sus obras más importantes, y este es un tipo de literatura es un poco elevada como para que niños de primaria la conozcan siquiera, mucho menos en una escuela de gobierno, pero igual pudiera ser que antes la educación tenia mayor calidad). A Memín le toca su turno dándole en su punto débil al encargarle resolver una serie de ejercicios aritméticos. Superando su nerviosismo, Memín pasa al pizarrón para resolverlos, hablando en voz alta conforme lo hace. Sus amigos se dan cuenta que lo está diciendo todo mal, revolviendo las sumas con las divisiones, pero una vez que se fijan, resulta que lo que Memín decía, no era lo mismo que hacia, y al final, todas sus cuentas están correctas. Se desmaya de la impresión, y después que Romero cuestiona el extraño método que usó, Memín explica que al inspirarse, hace las cosas diciendo lo que se le venga a la cabeza, aunque no tenga que ver, lo que a su vez se relaciona con inspirados versos que hizo para su má linda (por suerte para los lectores, sólo lo dejan recitar uno de los novecientos que dice haber compuesto). Terminado el examen, Romero los manda con el maestro Arizmendi, el encargado de la obra. Además de ellos cuatro, otro compañero, Simón (a estas alturas, queda claro que hay varios compañeros incidentales en el grupo de Memín, aunque al final sólo son cuatro los que siempre veremos regularmente), también sacó diez en su aplicación, por lo que también califica, para consternación de Memín, recordando que sólo necesitan a cuatro para la obra. Para salir de su duda, Memín se regresa con Romero, quien afirma que en efecto, de los cinco sólo se elegirán cuatro. Al presentarse ante Arizmendi, Memín deja salir comentarios por lo bajo sobre su barba (algo se atrae con las barbas, nunca deja de notarlas aunque esta vez no mencionó a Castro). Arizmendi les asigna su papel con tan sólo mirarlos, y así pronto los amigos de Memín consiguen los papeles de Porthos, Athos y Aramis. Quedando sólo el de D´ Artagnán, al mirar de reojo a Memín y a Simón, escoge a este último. Memín protesta y Arizmendi le señala que es negro y chaparro, a lo que replica en forma grosera. Lo exaspera con su insistencia y majadería, haciendo que lo agarre por la oreja y lo saque del aula. Al volver al salón, Romero lo nota tan compungido, aconsejándole que se resigne y apoye a sus amigos. A la salida, ellos intentan animarlo, y Ricardo hasta le ofrece cualquiera de sus juguetes, pero Memín es un necio de lo peor y todo lo que desea es hacer de D´Artagnán, regresando muy triste a casa. Ahí, es chiqueado por Eufrosina, exponiendo la razón de su pesar, y se queda dormido en sus brazos.
En casa de Ricardo, su madre les está sirviendo de merendar. Los tres siguen lamentándose por Memín, cuando Mercedes les avisa que afuera hay una india con su hijo, preguntando por Ricardo. Él no sabe de quien se trata, pero al salir a su encuentro junto a Carlangas y Ernestillo, la reconocen como la mujer que ayudaron a huir de su marido abusivo en compañía de su hijo, Chemita. Ricardo recuerda que le ofreció trabajar en su casa, por lo que va con Mercedes, que se muestra reacia a aceptarlos a ambos, pero por amor a su hijo acaba por acceder. Recordando que Memín se hizo muy amigo de Chemita, piensan que podría animarse cuando lo vea, por lo que deciden llevarlo a la escuela al día siguiente.
Un cuadro después, Ricardo marcha a la escuela con Chemita, en su facha de indio, ya que no tenía ropa que le quedara. Memín sigue deprimido y sus amigos le indican a Chemita que se esconde en lo que ellos van a prepararlo para la sorpresa. En cuanto empiezan a decirle, Memín supone de inmediato que la sorpresa es que consiguieron que él participe en la obra, agradeciéndoles emocionado de antemano y presumiendo de que hará un gran papel. Pero pronto le hacen ver que se equivoca, y le señalan a Chemita, sin obtener la reacción deseada. El indito pregunta que pasó y le espetan que a Memín no le importó, y se echa a llorar exageradamente. Llama la atención de algunos de sus compañeros, que lo arrinconan para molestarlo por su aspecto de indio. Memín, sintiéndose responsable, interviene, y entre esa bolita, estaba Simón, que sin razón alguna se burla de él, alegando que tiene envidia porque lo escogieron a él para la obra (ni al caso). Los otros dirigen sus burlas hacia él, haciéndolo ponerse violento, pero uno más grande lo agarra y lo golpea de cabeza contra el suelo, ocasionando que hasta Chemita se ria. Carlangas sale a defender a Memín, derribando al grandote, y poco después, casi todos en el salón empiezan a pelear (puro desorden producto de la indisciplina, sin bandos fijos). Aprovechando el pleito, Memín incita a Chemita a que lo ayude a atacar a Simón, que contempla la batalla sin intenciones de involucrarse. Al final, Chemita no tiene que hacer, porque Simón se cree demasiado sofisticado para andarse peleando, y Memín se basta solo, jalándolo de los cabellos y dejandolo desmayado en el suelo, para después brincar sobre su estomago. Al aparecer Romero, exige saber cual es la causa de tanto desorden, y así se van culpando entre todos, concluyendo que todo se originó por la presencia de Chemita. El profesor reprende a quienes se burlaron de éste, ya que todos tienen las mismas oportunidades de recibir educación. Descubre al inconciente Simón y pregunta quien fue el responsable. Memín confiesa y Romero le avisa que él ya había arreglado todo para que saliera en la obra, pero después de esto, puede olvidarse de eso. Ante la reprimenda, Memín sale de la escuela aun más deprimido. Sus amigos le hacen ver que él tuvo la culpa por envidioso, y le endilgan a Chemita para que le haga compañía. Memín quiere despegarse de él, pero al observar como corre peligro en la ciudad al no estar acostumbrado, lo lleva hasta su casa por un rato.
Los días pasan y los amigos de Memín van preparándose para la obra, aprendiendo sus diálogos y probándose sus trajes de mosqueteros. El negrito sigue deprimido y pierde interés es los estudios, considerando que de nada le sirven (pero los estudios no tienen que ver con las oportunidades teatrales, que terco). Se arrima de nuevo a Eufrosina, llorando desconsolado y comentando como quisiera estar con sus amigos, mencionando sus trajes y todo lo que harán que él no podrá. Eufrosina alega que si desea ser mosquetero, ello lo ayudará, total, sólo tendrá que ir a la mera hora de la función y hacer el papel sin que nadie pueda impedirlo. Se compromete a confeccionar el traje a tiempo, y que no debe preocuparse por sus diálogos, ya que hay un apuntador que les sopla las líneas a los actores en el escenario. En poco tiempo, Memín tiene todo el material necesario de mosquetero, incluyendo botas recortadas de su padre y un sombrero de ala ancha adornado con la pluma que arrancaron del perico de la casa vecina. Lo único que le falta es encargarse de Simón, para lo que necesita la ayuda de Chemita. Lo encuentra en la cocina de la casa de los Arcaraz, haciendo una tarea típica de alumno de primero de primaria. Al ver a Memín con su extraño atuendo, lo confunde con el diablo y echa a correr. Memín cree que hay un diablo ahí, asustándose (¿no habían usado una escena similar antes cuando iban a rescatar al anciano, varios números atrás?), y se esconde en el mismo lugar que él. Habiendo aclarado la confusión, y pegándole a Chemita por confundirlo, le exige una demostración de sus golpes, que él indito realiza de inmediato. Después, lo convence de que le ayude, diciendo mentiras sobre que Simón hizo comentarios ofensivos sobre su madre, dandole motivos para darle una paliza. En el teatro, ya están listos para comenzar la función. Eufrosina asiste, contenta de que verá a su retoño “actuar”. En los vestidores, los amigos de Memín se percatan de la petulancia exagerada de Simón, que admite que los desprecia, para que no le hablen con tanta confianza, sin importar lo unidos que estarán sus personajes en la obra. Cuando se queda solo, Memín lo derriba con una tacleada, y Chemita le pega en la cabeza con un garrote, aunque la herramienta se le mueve de más, y el negrito también es afectado, pero sólo queda adolorido. Dejando al estorbo inconciente, lo ocultan entre los dos. Entre el publico, están Romero y su esposa, que lamentan que Memín no pudiera participar, mas admiten él se lo buscó. Arizmendi repara en la ausencia de Simón, pero como él no entra en el primer acto, los demás suponen que anda repasando sus líneas. La obra da inicio, y los tres mosqueteros son presentados ante la reina para recuperar sus joyas robadas. Memín espera por su oportunidad de entrar, y así concluye el primer acto. Arizmendi los felicita a los tres, preparándolos para la siguiente escena. Los respectivos padres de los tres se ven entre el publico, saludándose mutuamente, sin reparar en Eufrosina, que espera por la entrada triunfal de Memín. Llega el momento de la verdad, y al oír que Arizmendi llama a Simón desde el escondite del apuntador, a Memín le entran los nervios, pero Chemita lo anima a que salga. Arizmendi, Romero y Patricia se desconciertan al verlo con su facha semi-mosquetero, paseándose por el escenario. Eufrosina aplaude con exceso de entusiasmo, molestando a los asistentes más cercanos a ella. Arizmendi le grita para que se largue, pero Memín cree que esas son sus líneas y las repite, ingenuamente, y el maestro no tarda en desmayarse ahí mismo. Los amigos de Memín, amarrados en un árbol para la escena en que D´Artagnán llega a salvarlos, se sorprenden al verlo, considerando que él no tendrá ni idea de que hacer. Con el silencio de Arizmendi, Memín recita líneas de otra obra de teatro que no viene al caso, provocando risas en el público, que interpreta como elogios a su actuación. Los que interpretan a los bandoleros, se muestran confundidos ante la presencia de Memín, y atacándolos con su espada, les pega más fuerte de lo que debía, derribándolos a todos. Libera a sus amigos, que ya olvidaron que seguía, lo que a su vez causa más burla entre el publico, y comentarios de geste molesta que ha notado como la presencia del negrito echó a perder todo y protestan para que lo saquen. Sus amigos, irritados, lo reprenden sin lograr hacerle entender el grave error que ha cometido. Como no le cae el veinte, Carlangas duerme a Memín de un trancazo. Al escuchar comentarios ofensivos sobre su hijo, Eufrosina se pelea con algunos de los asistentes, exigiendo que se retracten, y eso de pie a una lucha encarnizada entre el publico, donde casi todos aprovechan para desquitarse con quien se les da la gana. Romero se encuentre imposibilitado para mantener el orden. Eufrosina se trepa por el escenario, encontrando al inconciente Memín y tomandolo en brazos. Recupera la conciencia a tiempo para que sus amigos le echen en cara como arruinó la obra y el ridículo en que los ha puesto, advirtiendo que sin duda será expulsado por esto. Eufrosina se lleva a Memín sin haber comprendido lo que desataron, seguidos por incesantes risotadas, de quienes ella supone son por “envidiosos”. En casa, Memín vuelve a ponerse triste al entrar en conciencia sobre el precio de su necedad y que ahora sus amigos lo despreciaran por estropear la obra. Eufrosina trata de animarlo, comentado de las opiniones divididas del publico, entre los que se burlaban y los que querían sacarlo a patadas (las facultades de Eufrosina como madre a veces demuestran ser muy deficientes). Sólo hasta entonces ella repara en el ridículo en que se puso a si misma por andar golpeando gente y encaramándose en el escenario, lo que hace que Memín se sienta mucho peor. Se duerme, triste y preocupado, sintiendo que todo se ha acabado para él, y que al final nunca pudo ser un mosquetero.
Esta trama de Memín se sintió un poco repetida al volver a utilizar casi los mismos patrones que la vez que se empeñó en entrar a los boy scouts, sólo que esta vez con peores resultados. Las consecuencias de esto, junto con un sueño mafufo con la fantasiosa parodia de los tres mosqueteros, será para la próxima ocasión.

3 comentarios:

  1. Lo que a mí me extraña, es que la última vez que vimos a chemita y su mamá, iban en un tren rumbo a cdmx, y aparecrn apenas, varios meses después. Pues que estuvieron haciendo mientras tanto? No tuvieron suerte y se regresaron al pueblo y luego volvieron a ir a la ciudad? Dejaron ir a casa de Ricardo cómo último recurso si todo fallaba?

    ResponderEliminar
  2. para mi, esta fue la trama mas aburrida de Memin (Y eso que me encantan las novelas e los mosqueteros)

    ResponderEliminar