miércoles, 22 de julio de 2009

Memín Pinguín #104-110

Memín y sus amigos comienzan a llevarse con una nueva maestra, lo que los pone en conflicto con el profesor Romero, naciendo una antipatía mutua entre ambos que luego sigue la vieja frase “Del odio al amor hay solo un paso.”

Cuando Memín y sus amigos juegan al béisbol con otros compañeros en la escuela, la pelota pasa por encima de la barda, donde se encuentra el patio de las niñas (vaya, eso explica porque nunca tienen niñas en el salón, parece que en aquel entonces las escuelas de gobierno se daban el lujo de separar a los alumnos según su genero). Ayudan a Carlangas para que se asome por la barda, divisando a una joven de trenzas y lentes que se encontraba leyendo. Le pide que le pase la pelota, pero ella señala que no está permitido que suban la barda. Él insisten en que se la pase, poniéndose majadero. Salta desde la barda para recoger la pelota él mismo, y la joven lo patea por atrás por no acatar su autoridad. Él responde echándole tierra. Sus amigos intentan subir por la barda para ver que pasa, pero desisten al ver acercarse al profesor Romero. En eso, Carlangas aterriza enfrente de él, y apenas lo empieza a reprender cuando la joven también salta y lo ataca. Romero se la quita de encima y ella se le pone al brinco, abofeteándolo después de que él le da un coscorrón. Romero la supone una alumna y se la lleva arrastrando hasta la dirección, demandando su expulsión. El director le hace ver que ella es Patricia González, la nueva maestra del kinder. Romero comprende su error e intenta disculparse, pero ella se muestra reacia a aceptar disculpas, revelando el incidente que desató todo. La maestra no puede dar el nombre del alumno que la agredió al director, pero las apariencias indican que es uno de los del grupo de Romero. Él dice desconocer cual es, pero el director insiste en que lo averigüe, para expulsarlo. Memín espiaba desde la ventana y corre a informárselo a sus amigos. Ellos entran en pánico, en especial Carlangas, presintiendo lo que se avecina. Romero intenta convencer a Patricia de no denunciar a su alumno, volviendo a disculparse, pero ella se pone necia, y acaban discutiendo. De vuelta en el salón de clases, Romero habla con sus cuatro alumnos predilectos, para explicarles como está el asunto. Carlangas se defiende al no saber que era una maestra y que ella no se comportó con la disciplina correspondiente, y el profesor concuerda, admitiendo que él tampoco estuvo a la altura de su cargo y empeoró la situación. Sólo les queda esperar a que el director olvide el incidente y no pase nada (Memín aprovecha para soltar un comentario que es casi un clásico de los ignorantes, confundiendo magnesia con amnesia). No pasa mucho tiempo cuando mandan llamar al Romero y a Carlangas a la dirección. Al estar en presencia del director y la maestra Patricia, ella cambia de parecer al ultimo momento, alegando que no fue Carlangas el alumno que la ofendió y que al final no tuvo importancia y por tanto no hace faltar expulsar a alguien por algo así. El director acepta que todo está en orden y Carlangas se salva, permitiéndole volver al salón. Ahí, les cuenta a sus amigos como la maestra se arrepintió, pero sigue la inquietud y le sugieran acompañarlo para disculparse personalmente con ella.
Mientras, Romero va con ella para agradecerle por su buena decisión, mas no tardan mucho en volver a atacarse con comentarios insultantes, confirmando que ha surgido antipatía mutua entre ambos. Romero vuelve al salón muy irritado, que apenas puede atender la idea de Carlangas de ir a disculparse, considerando que es lo correcto, por mucho que la desprecie. Permite que los demás lo acompañen, para que estén más seguros. Memín consigue que el conserje les de el acceso al área del kinder (separan a los alumnos por genero, y también tienen un kinder ¿en verdad es una escuela de gobierno?). Patricia los atiende, malhumorada, creyendo que vienen de parte de Romero, pero aseguran que vienen por su propia iniciativa, tanto para disculparse como para dar gracias por no haber causado la expulsión de su amigo. A Memín se le escapa un comentaría ofensivo de Romero sobre su persona, pero como suele suceder, acaba cayéndole simpático a la maestra y asegura olvidar el incidente. Les ofrece su amistad y les asegura que son bienvenidos cualquier día para comer en su casa. Memín propone ir esa misma tarde, pero ella les advierte que no digan nada al respecto a Romero. Por supuesto que cuando van a decirle al maestro que ella fue buena con ellos, Memín menciona que les pidió no comentarle nada a él, repitiendo algunos de los insultos y poniendo de su cosecha. Romero se molesta, pero no quiere imponerles nada diciendo que son libres de aceptar su invitación sí lo desean. Pero como ellos se dan cuenta de su disgusto, acuerdan declinarla, ya que temen provocarle celos a su confiable educador (excepto que Memín, siendo gorrón y goloso, no quería dejar pasar la oportunidad de ir a comer con la maestra). Ernestillo escribe una carta en que explican porque no podrán ir y encomiendan a Memín a que se la envíe, advirtiéndole que se limite a entregarla y no diga ni una palabra. Escabulléndose mientras el profesor se distrae, Memín vuelve a pasarse al área del kinder, y entrega la carta, mas Patricia le insiste a esperar a que termine de leerla. Después de hacerlo, exige saber el porque del cambio, y el negrito admite que es por el temor de encelar al maestro, echándole sal de nuevo al desprecio que ella le tiene.
Días después, mientras Romero está dando la clase, se irrita por el tono de voz del maestro de al lado que alcanza a oír a través de la pared. Memín se ofrece a ir a decirle que baje el volumen, queriendo aprovechar la oportunidad de decirle sus cosas a un maestro sin consecuencias. Pero al llegar ahí, descubre que la voz provenía de la maestra Patricia. Al escapársele un comentario comparativo sobre su voz que hizo Romero, ella revive su antipatía hacia él, mencionando que debía de saber que hicieron un cambio de salón porque el suyo sufre reparaciones (que pequeñas deben ser la instalaciones del kinder entonces) y que solo se anda quejando para molestarla. Alega que él mismo venga a callarla y Memín se presta a dar el mensaje. Al regresar al salón, lo primero que hace es preguntar a un compañero “equis” si le presta su yo-yo en el recreo, olvidándose completamente que están en plena clase, hasta que el maestro le pregunta que pasó, pero tarda en acordarse (todo indica que Memín tiene problemas de perdida de memoria a corto plazo). Cuando ya le dice que el “maestro” respondió que el mismo Romero lo vaya a callar, éste acepta el reto y se dirige al salón contiguo. Cuando se va y lo interrogan sus amigos, revela que era la maestra Patricia quien estaba allá, y temen lo peor, saliendo los cuatro a ver que sucede.
Patricia manda a los niños al recreo cuando Romero la encuentra, y no tarda en achacarle los comentarios ofensivos que repitió Memín. Él vuelve a intentar disculparse, pero es en vano, y acaban teniendo una discusión acalorada, la cual termina con Patricia rompiendo una silla sobre la cabeza de Romero, quien queda tendido y con sangre manando de la parte afectada. Ella se horroriza al ver lo que ha hecho, y los alumnos de Romero no tardan en salir, acusándola por su acto de brutalidad. La ignoran y acuerdan que primero que nada necesitan alcohol sin revelar la agresión entre profesores, pero viendo difícil conseguirlo de esa manera, Carlangas golpea a Memín en la nariz, provocándole un sangrado. Usando eso como encubierta, logran hacerse del alcohol y otros utensilios que les ayudaran a limpiar la herida del profesor. Mientras ellos corren a traerlos, Romero se va reincorporando y Patricia le pide perdón, pero ahora es él quien se rehúsa a aceptar sus disculpas.
Al regresar los cuatro, Memín se pone muy rencoroso porque lo golpearan en la nariz sin avisarle, rumiando su venganza contra Carlangas. A su vez, Carlangas toma venganza por el profesor, haciéndole zancadilla a Patricia cuando pasa a su lado. Romero lo reprende y les ordena regresar al salón. Se inclina para ayudarla a ponerse de pie, admirando su belleza, que ocultaban los anteojos que se le han caído. Ella se ruboriza pero no responda nada, mostrándose pensativa después de que él se ha ido, decidiendo que no volverá a usarlos.
En el salón, Memín busca el modo de vengarse de Carlangas. Cuando éste sale con unos cohetes chinos que planea usar con sus amigos para jugar en el recreo, le viene una idea diabólica que le hace reír con malicia. Romero les comunica que un inspector vendrá en breve a su salón, por lo que deben conservar la disciplina a como de lugar, bajo pena del clásico castigo de escribir varias frases. Memín pide permiso para ir al baño, pero en realidad va a comprarse unos cerillos, después de pasar por el viejo portero Melquíades, a quien al parecer, siempre engaña diciendo que va por dulces. El inspector ya está en el salón para cuando él ha regresado, y trata de pasar desapercibido, poniéndose en cuclillas, pero no tardan en llamarle la atención. El inspector toma a Memín por un niño pequeño, y él replica que sólo es chaparro, agregando el enigma sobre su imprecisa edad, que lo deja confundido por su forma de expresión particular. El inspector procede a hacer preguntas para poner a prueba los conocimientos de los alumnos. Memín se equivoca en una, que luego es respondida correctamente por Carlangas, sintiéndose humillado y más sediento de venganza. El inspector se pone a dictarles, y aprovecha el momento para prender un cerillo que desliza por el bolsillo de Carlangas, justo donde guardó los cohetes. La tronadora no se hace esperar y Carlangas salta de su asiento, corriendo al sentir como se quema por atrás. Romero consigue desprender el bolsillo y apagar los cohetes que quedaban, para que después el inspector señale que esas cosas están prohibidas dentro de la escuela. Carlangas admite que los trajo sin pensarlo, pero que no los prendió y Romero demanda que se ponga de pie el responsable. Memín se encoje al escuchar comentarios de Ricardo y Ernestillo de lo que le harán al que le hizo eso a su amigo, y se pone a llorar. Romero se le acerca y admite que es el culpable. El desprecio de sus tres amigos no se hace esperar, con amenazas de cortarlo. Entre lágrimas, Memín explica que lo hizo para que pagara por golpearlo en la nariz, dejando salir frases que apuntan al incidente con la maestra Patricia. El inspector no entiende nada y empieza a creer que Memín está trastornado. Al final, Memín compone todo, admitiendo que fue un sueño. El inspector lo deja pasar y concluye su revisión, asegurando que no es la primera vez que pasan esas cosas, por lo que no habrá consecuencias. En cuanto éste se ha ido, siguen las acusaciones, pero Memín sostiene que no quería hacer tanto daño. Romero le exige que se disculpe con Carlangas enfrente de todos, pero éste lo hace primero, pidiendo perdón por pegarle en la nariz con alevosía. Memín responde igual y se dan un abrazo de reconciliación. Pasan otros días, en que la maestra Patricia ha cambiado drásticamente su apariencia y modo de vestir, pensando en como Romero aun no la ha visto. En el recreo, los amigos de Memín acuerdan compartir sus tortas entre ellos, pero él ya se comió la suya por adelantado, así que no le van a dar nada. Van a comprar refrescos y se las dejan encargadas. Memín entiende que es lo justo, pero luego se le olvida y le da una mordida a cada una. Trifón se para a saludarlo, y al divisar a sus amigos, cree que lo han visto probando las tortas. Hace que Trifón se quede sentado sobre ellas para ocultarlas, y echa a correr para buscar donde esconderse. Se mete al salón de la maestra Patricia, sorprendido al ver cuanto ha cambiado. Ella acepta encubrirlo cuando sus amigos pasan preguntando por él. Después, disfruta de los elogios sobre su cambio tras haberse cambiado el peinado y usar lentes de contacto, que según Memín ya no permitirán a Romero llamarla “Cara de lechuza”. Le aconseja disculparse con sus amigos, además de ofrecerle diez pesos para que les convide un helado. Memín regresa con Trifón, sacando las tortas, aplastadas y calentitas, y después de mandarlo a pasear, se reúne con sus amigos, admitiendo que sólo las mordió. Ellos están hambrientos y no les importa eso, procediendo a comerlas, y sólo hasta que se las han terminado, Memín confiesa que Trifón se sentó en éstas, provocándoles soberano asco y una lluvia de coscorrones dedicada a él. Lo cortan, pero él se pone insistente y con el dinero que le dio Patricia, pronto consigue que lo perdonen cuando los cuatro disfrutan del helado.
Romero tarda en reconocer a Patricia durante una junta de maestros. Trata de elogiar su apariencia, pero ella le sigue tomando cada palabra de su boca como una provocación, y así se la pasan discutiendo, sin haberse enterado de que trataba la junta (ni los lectores). Curiosamente, durante la junta y hasta volver a salón de clases, Romero estuvo fumando todo el tiempo, siendo más raro que el hecho de que el cigarro le durara tanto, el que pudiera hacerlo en instalaciones escolares (cierto que existen zonas especializadas para que los maestros fumen, pero no se supone que tengan permitido hacerlo mientras asisten a juntas ni en los salones). Después de haberse lanzado tantos insultos, cada uno por su lado va reflexionando y arrepintiéndose de sus palabras. Romero está inmerso en esos pensamientos cuando Memín le pide que revise sus cuentas. Mientras lo hace, el negrito percibe en su expresión que algo pasó con Patricia, y empieza a contar mentiras sobre cosas que ella ha dicho sobre él, insinuando su atracción. Por interesarse en todo eso, Romero acaba hasta poniéndole 10 sin darse cuenta, y Memín remata diciendo que ella estaba dispuesta a declarársele en cierto lugar a cierta hora. Cuando sus amigos de reúnen con él, se preocupa por el efecto de sus mentiras, en especial la ultima parte. Ellos proponen que le vaya a Patricia con el mismo cuento, y ni tardo ni perezoso, Memín se excusa para salir del salón y abordar a Patricia. Usando la misma técnica, va interesándola, sirviéndose de chocolates que ella traía hasta que le acaba ofreciendo la caja entera. Al terminar las clases y seguros de haber sembrado el fuego, los cuatro acuerdan ir al lugar de la cita para cerciorarse de que nada salga mal. Memín vuelve a ir con ambos profesores para recordarles la cita, y ambos se la pasan reflexionando sobre si acudirán o no. A Romero lo pintó como un conquistador que quiere enamorarla, y a Patricia como alguien que le tiene lastima, por lo que ambos conservan esas opiniones. Al final, se deciden a ir. Encaramados en un árbol, Memín y sus amigos presencia la escena en el parque. Al encontrarse, los dos comprenden que fueron guiados por mentiras de parte de Memín, pero aun así, empieza a crearse el ambiente y por primera vez se llaman por sus nombres de pila. En eso, Memín cae de la rama, aterrizando de cabeza (tiene esa costumbre peculiar, y nunca se lastima como una persona normal). Su presencia indica que los demás también rondan y Romero les exige que bajen. Se dispone a castigarlos, pero Patricia lo detiene, haciéndole ver que gracias a ellos por fin han superado al orgullo que los dominaba, admitiendo abiertamente lo que sienten. Romero se le declara y los cuatro lo celebran, para después retirarse con discreción.
De vuelta en su casa, la experiencia de haberse convertido en “cupido” afecta a Memín y le da por saber como fue el encuentro romántico de Eufrosina con su padre. Él lo imagina en una forma cursi que no se parece en nada a la verdad, pasando a una retrospectiva contada por la misma Eufrosina, sobre como se conocieron cuando él, como empleado de limpia, se llevaba sus zapatos entre la basura y se rió de ella cuando se subió al camión para recuperarlos. No agrega más que él la conquistó rápidamente y se casaron dos semanas después (supongo que los lectores no necesitamos saber más).
Unos días más adelante, Memín anda espiando en la dirección, muy a tiempo para que Patricia de la noticia de su dimisión en la enseñanza ante su próximo matrimonio con Romero. Corre a decírselo a sus amigos y los cuatro van a felicitarlo más tarde. Los invita a la boda, solicitando a Memín para que lleve la cola, ya que a él le deben su unión, y él se compromete de antemano. Les avisa que por su luna de miel, no tendrán clases por unos días, pero que deben seguir estudiando (creo que para esos casos existen los maestros sustitutos ¿no?) y ellos prometen que lo harán. Una pagina después, la boda está a punto de comenzar, y Memín presume con su traje de acolito. Cumple su deber durante la ceremonia, que termina demasiado rápido, echando frijoles en lugar arroz cuando los recién casados se preparan para salir. Los cuatro despiden al maestro, expresando sus mejores deseos (sobretodo Memín, deseandoles que tengan un hijo como él, a lo que recibe un coscorrón de parte de Romero que no le cae en gracia su broma).
Con la formación de este matrimonio, concluye felizmente otro episodio. El personaje de Patricia seguirá saliendo, aunque en forma tan irregular como Trifón (después de todo, la costumbre es que casi siempre consulten a Romero durante o después de las clases, y como ella tendrá que dedicarse a ser ama de casa, no es de extrañar que no se le vea tan seguido).
Nota: Durante la visita del inspector, se mencionó que el grupo correspondía al quinto curso, cuando se supone que están en sexto. Bueno, hacer como que retroceden en el tiempo es más fácil que explicar como pasan tantas cosas sin que acaben jamás el sexto año, así se ahorran líos de continuidad para quienes no dejen pasar el detalle.

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