jueves, 20 de agosto de 2009

Memín Pinguín #247-248

Los amigos de Memín, aun metidos en la “onda”, empiezan a interesarse por las chicas, provocando fricciones con el negrito. Jocosos incidentes ocurren en breve a raíz de esto.

Mientras la ayuda a tender ropa, Memín cuenta a Eufrosina sobre su sueño del viaje a China. En eso, vienen a verlo sus amigos, a felicitarlo por el Día…de Independencia al parecer (si, otra vez, pero si de por sí pasaron de nuevo el Día de las Madres, ya que importa que repitan otro). Es lo que se dice, pero esta vez no hay simbolismos patrióticos, dando la impresión de que hubo un serio descuido al guión. Como sea, ellos aun andan de “modernos” adoptando otro estilo de vestir y conservando sus largas cabelleras, lo que ocasiona que Eufrosina los confunda con niñas y agradezca que su hijo sea calvo natural. Ellos lo invitan a acompañarlos a la feria, ya que el padre de Ricardo dio dinero para que se lo pasaran bien entre los cuatro. Memín quiere quedarse ayudando con la ropa, pero Eufrosina le da permiso de ir con ellos. Abordan un nuevo coche con nuevo chofer, y pronto llegan a su destino. Tras pagar su entrada, lo primero que hacen es subir a la montaña rusa. Memín excusa estar chico para subirse, siendo advertido por Carlangas que sólo admite eso cuando le conviene. Al principio, encuentran la emoción de la velocidad y la vista, pero conforme empieza el proceso entre subidas y bajadas, no tardan en arrepentirse. La presión es demasiada y Memín, por su peso y estatura, está en peligro de desprenderse de su asiento, pero de milagro consigue sostenerse. Al volver a tierra, acaban acordando que es preferible no arriesgarse con otro, optando por ir a la nevería. Ahí, tres chicas los observan (salvo a Memín, claro), sintiéndose atraídas por su apariencia de acuerdo a la moda, que ellas también siguen. Creen que valen la pena y van a saludarlos. Ellos se dan cuenta de que les coquetean y les corresponden. Empiezan a irse juntos, dejando a Memín olvidado, pero como a éste le endilgan la cuenta, le grita a Ricardo para que la pague. Sus amigos salen con sus conquistas y Memín los sigue de cerca. Como las chicas les insisten ir a la montaña rusa, ellos tiemblan, pero tienen que complacerlas. Memín disfruta de lo lindo con el sufrimiento de ellos, que al terminar el recorrido están en mal estado, disimulándolo con dificultad. Las invitan a comer, y Ricardo le da a Memín para que se sirva lo que quiera y no los moleste. Él obedece, sin dejar de refunfuñar porque lo están cortando. Platican un rato con las chicas, impresionándolas con la banda que formaron (y ocultando el hecho de que sólo han tocado en un miserable asilo de ancianos). A Memín le da por poner la rockola, lo que activa a las muchachas para que saquen a sus amigos a bailar (que por cierto, era una melodía de New Kids in the Block, grupo que dudo que existiera en la segunda versión de la revista, donde debieron haberse referido a otro, y ésta, es casi coincidente con la publicación de la misma revista del dichoso grupo, que Editorial Vid promovía en esa misma década). Ellos demuestran ser muy torpes para seguir los movimientos de baile de música moderna (sólo pueden pretender interpretar las melodías). Memín, siendo un bailarín nato, hace quedar mal a sus amigos, haciendo que al menos en el baile, las chicas queden fascinadas con su persona.
Después, a la hora de despedirse, se citan con ellas al día siguiente. Se acercan a Memín, pidiéndole que les de unos tips de baile. Él se muestra renuente a hacerles el favor, recordándoles que lo hicieron a un lado por las chicas, y ellos le piden que comprenda que están pasando a otra fase que él aun desconoce. Le prometen ayudarle cuando a él le toque pasar por lo mismo cuando se interese por una. Contentado, les describe el extraño método con que él parece poder adaptarse a cualquier tipo de baile. Sin embargo, parece que ellos ni hicieron caso, cambiando de tema al siguiente cuadro, en el que ahora expresan su preocupación al no saber como hablarles a las chicas. Admiten el estado nervioso en que se ponen cuando están con alguna, confundiendo a Memín que le parece lo mismo que enfermarse de algo. Deciden acudir con su amigo adulto de confianza, el profesor Romero, ya que les da pena hablar de eso con sus padres. Memín empieza con la descripción de los “síntomas” de sus amigos, y Romero deduce que es lo que están pasando. Ellos le exponen su problema, pidiendo consejo, y la sugerencia del maestro, es que se vistan con ropa formal, les regalen flores y se corten el cabello, porque así de largo no conseguiría atraer a ninguna en serio (nota: nunca pedirle consejo a un adulto anticuado). Ellos opinan que les parece muy cursi, pero Romero asegura que así ha sido siempre, y en cuanto a lo de que hablarles, alega que la platica se dará espontáneamente. Salen, dispuestos a seguir sus consejos al pie de la letra, aunque no les parece la parte de cortarse el cabello, después de haber batallado para convencer a sus padres de que se los dejaran tan largo. Ernestillo hasta comenta que su padre estuvo correteándolo con tijeras en mano por la carpintería (¡entonces si que les costó trabajo!). En la peluquería, Memín contempla como los van desmelenando uno por uno, jactándose de que él no podría encontrarse en esa situación tan humillante. Ricardo les presta a sus dos amigos trajes formales para que estén preparados. Las chicas también esperan con ansias el momento de la cita, comentando sobre como sus tendencias por la moda son mal vistas por sus familias y que sólo conocen a chicos aburridos. Cuando se encuentran con sus parejas, al verlos tan cambiados, se decepcionan al instante. A los tres los mandan a volar, diciendo que no están en “onda” y que se busquen unas chicas “fresas”. ¿Perdón? Pero por su forma de hablar, las fresas serian ellas. Quien sabe si la autora entendía el concepto de la “gente fresa” o en aquel entonces tenia un significado opuesto. El caso es que ellos resienten las consecuencias de haber seguido los consejos de Romero. Memín vio todo y se burla de ellos, recibiendo los coscorrones acostumbrados en consecuencia. Luego, pasan a reflexionar sobre cosas referentes a la modernidad, que en jóvenes como ellos les dan el derecho a fumar, beber licor, bailar y cosas más “avanzadas” (¿en verdad pusieron atención cuando escribieron esta línea? están mencionando los males de la juventud), pero después de esa decepción con las chicas, prefieren quedarse hasta “ahí”.
Para reconciliarse con Memín, hacen su juramento característico de los “tres mosqueteros”, prometiendo que no volverán a dejar que las chicas se interpongan en su amistad.
De ese modo termina esta extraña e irregular resemblanza a lo que se considera por “moderno” entre los jóvenes, que no estoy seguro si fue adaptado tal cual es o una mezcla de ideas de lo que significa. Quizá hay ciertos temas que simplemente no deberían atreverse a manejar en una revista de humor blanco, aunque la gracia seria como lo tratan con tal inconsistencia.

3 comentarios:

  1. O Dios, estos muchachos son bestias, primero pidiendole consejo a Memin y luego al maestro, no se si eso es ir de mal en peor, o si inconcientemente estaban tratando de alejarse de las chicas.

    ResponderEliminar
  2. Un episodio que no puede adaptarse a otra epoca mas que en la que se publico originalmente, los 60s.
    Resulta extrano que la edicion de los 80s (que es exactamente la misma que esta reimprsion de los 2000), en la que rehicieron el arte a color, no adaptara totalmente el concepto de 'moderno'. Todo el look es totalmente 60s. Sixo Valencia rehizo sus dibujos, pero no se le ocurrio dar un vistazo de que era lo 'moderno' en los 80s.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es evidente que a Don Sixto solo le pagaban por dibujar y no para ser creativo.

      Eliminar