viernes, 28 de agosto de 2009

Memín Pinguín #288-293

Una serie de curiosos incidentes inicia a partir de que Eufrosina se lastima un brazo. Los cuatro amigos y sus familias pasean por Chapultepec. Eufrosina gana un pavo y se dispone a emplearlo en una cena en que Memín no quiere convidarle a nadie. Despúes, Memín participa en una pastorela infantil representando al rey Baltasar y luego hace una obra de caridad improvisada.

Eufrosina se levanta temprano, ocurriéndosele hacer algo extra para acabar de dar recibimiento a Memín. Contempla hacer su propia merienda e invitar a sus amigos, pero cuando se dirige a comprar lo necesario, tropieza y al caer se lastima un brazo. No le da importancia, y deja que unos hombres la ayuden a volver a la casa, olvidando sus planes. Al preguntarle Memín por lo que le pasa, éste se apresura a ir por un tal Torcuato para que la cure (un vecino del que no especifican que clase de curandero es). Memín va con él, pero se hace bolas para explicarle que le sucede a su má linda, tratando de usar términos médicos que no aclaran si se lastimó un pie o una mano. Don Torcuato insiste que le explique bien para llevar muleta o manopla, y lo último el negrito lo entiende como que quiere ponerla a jugar béisbol. Eufrosina empieza a resentir el agudo dolor y pronto llega el vecino a revisarla. Don Torcuato anuncia la posibilidad de haberse roto el brazo y que tendrá que ir a un hospital para que le saquen una radiografía. Memín se opone rotundamente, temiendo que le vayan a amputar el brazo, y ella le da por su lado. Don Torcuato sólo puede vendarle el brazo, advirtiendo que si está fracturado, empeorará y ya lo lamentarán luego. Después que él se ha ido, Eufrosina lamenta que en ese estado, no podrá ejercer su profesión de lavandera, pero Memín se ofrece a sustituirla. Tienen otra de sus escenitas de amor filial, cuando los amigos de Memín llegan para invitarlos a ir con sus familias a pasar el rato en el centro turístico Chapultepec, estrenando la vía del metro. Eufrosina no quiere ir por su brazo lastimado, pero le indican que no hacer nada ningún esfuerzo, y al final, para complacer a su hijo que salta de gusto ante la idea, acepta.
Más tarde, los cuatro y sus familias admiran la obra terminada del metro (hace casi cien números que apenas la estaban construyendo). Los padres expresan sus opiniones del nuevo medio de transporte, pero a Eufrosina le da miedo la idea de viajar bajo tierra. Cuando les toca subirse, Memín y Eufrosina se atarantan, yéndose a otro vagón. Ernestillo ofrece cambiarse para no perderlos de vista. El sistema que anuncia el paso por las estaciones, asusta a Memín y Eufrosina, haciéndoles creer que es la voz de un fantasma, hasta que un pasajero les cuenta como funciona. Aun así, siguen temerosos, y Ernestillo llega a tiempo para explicarles, porque ya andan pensando en bajarse donde no deben. Eufrosina le pega a Memín, culpándolo por haberla asustado al hacer suposiciones absurdas tan rápido. Finalmente llegan a su destino y se separan. Los niños van a buscar donde jugar futbol a gusto, mientras sus padres van a comprar refrescos, y las madres preparan la comida. Eufrosina siente no poder ayudar a Mercedes e Isabel. Ricardo muestra el balón desinflado que trajo, y en lo que van a inflarlo, Memín se distrae al ver una carreta llevada por un burro. Se sube en ella, pero su falta de habilidad no consigue hacer que el animal coopere y acaba volando por los aires, quedando colgado de una rama en la que se atora su saco. Sus amigos lo divisan cuando éste se rompe y cae cómicamente (¿alguien ha notado la tendencia de Memín a caerse demasiado? Ya debería tener lesiones internas). Los padres ya tienen la comida lista y ellos se les unen después de jugar. Se ponen a comer y mientras devora lo suyo, Memín le pasa tortas a Eufrosina, ignorando que un elefante escapado del zoológico cercano, ésta a sus espaldas, tomando lo ofrecido con su trompa. Memín agarra la trompa, creyendo que es el brazo desprendido de Eufrosina, y es elevado por los aires por el paquidermo. Eufrosina lo aparta del elefante, el cual es rápidamente recapturado por los empleados del zoológico y es llevado de vuelta a su celda. Los padres se recuperan de la impresión de ver al animal, y la lavandera decide que es culpa de su hijo, suponiendo que lo trajo a propósito para hacerles una broma. Lo obliga a disculparse, haciendo caso omiso de sus protestas. Después, pasan a la zona de la feria, donde vuelven a separarse. Con sus amigos subiéndose a la rueda de la fortuna, Memín prefiere dar la vuelta con su má linda. Encuentran un puesto de lotería, en que se ofrece de premio un pavo. A Eufrosina no le agradan esos juegos, pero la idea de ganarse ese animal la anima, y acepta entrarle junto con Memín. Para su alegría, ella gana, pero ésta se evapora muy pronto cuando le dan un pavo de cerámica en vez del animal vivo que exhibía el encargado. Indignada, Eufrosina se lo estrella en la cara al encargado, exigiendo el pavo de verdad. Ordena a Memín que lo agarre, mientras ella se la parte con el tipo y otro que viene en su auxilio. Memín corretea al pavo hasta que consigue agarrarlo por el cuello. Eufrosina da cuenta de los estafadores, apoyada por la demás gente, quienes no piensen ayudarles por no cumplir lo que prometen. Memín le da el pavo, y ella se olvida del dolor de su brazo, sosteniéndolo con satisfacción, dispuesta a ofrecerlo en una cena de pavo relleno por primera vez en la vida. Se reúnen en la nevería con las otras madres y los muchachos. Al saber como consiguió el pavo, Isabel la felicita por su valentía, confesando que pasó por una tranza similar pero por cobardía no se atrevió a reclamar. Los padres se les unen, mostrando los premios que ganaron en los juegos de tiro. Comparten impresiones y todos hablan bien de lo que hizo Eufrosina, acordando echarle una porra. Ernestillo deja salir un comentario malicioso que enchila a Memín, pero lo ignoran al aventarse todos juntos la porra. Memín quiere hacer uno de sus imprudentes discursos, pero Eufrosina lo calla, anunciando que cocinará al pavo en una cena especial para la que están todos invitados al día siguiente. Sin embargo, todas las familias tienen ciertos compromisos y cenas en otros lugares, por lo que no podrán ir, para alegría de Memín, que no quiere compartir por ser tan comelón.
Al siguiente día, llega la hora de matar al pavo. Eufrosina ordena a Memín sostener al pavo para que ella le corte la cabeza. Pero el negrito se acobarda, dándole cosa contemplar acción tan bárbara. Acaba sosteniéndolo de espaldas, pero cuando Eufrosina lo decapita, el pavo alcanza a corretear un poco a Memín, antes de caerse muerto. Ella le da una lista de todo lo necesario para preparar el relleno, sale corriendo, pero decide dejarla en la tienda, para aprovechar la vuelta visitando a sus amigos. Pasa a la carpintería, donde Ernestillo anda terminando un trabajo por iniciativa propia. Le comenta que está sacando dinero para darle un regalo a su padre, por la nochebuena. Memín demuestra ser de lo más ignorante al no saber nada de eso, y Ernestillo se lo tiene que explicar. Siente que él no tiene para darle a su má linda, pero luego acuerda ayudar a su amigo a vender las casitas de madera que fabricó, olvidándose del mandado. Eufrosina se impaciente por su tardanza, saliendo enojada, suponiendo que fue a perder el tiempo en el callejón. Habiendo terminado la venta, Ernestillo le ofrece a Memín una parte de las ganancias para que compre algo a Eufrosina, haciendo que él se acuerde y salga corriendo sin dar explicaciones. El chico se queda creyendo que lo ofendió sin querer. Mientras, un perro se mete a la casa descuidada, y se apodera del pavo, llevándoselo consigo.
Eufrosina va a la tienda de Don Venancio, un estereotipado español, quien le comunica que tiene listo el mandado de Memín, pero que él no ha venido a recogerlo. Deja que ella se lo lleve, y vuelve a la casa, decidida a castigarlo cuando lo vea. Nomás entra el negrito, quien ya fue enterado por Don Venancio de que ella pasó por ahí, y Eufrosina se lanza contra él, inquiriendo que pasó con el pavo desaparecido. Agarra la tabla con clavo, pero él le recuerda que ella dejó la casa sola y cualquiera pudo robarlo. La lavandera se pone a llorar, lamentando haber matado al animal en vano y perderse la oportunidad de hacer una cena de pavo relleno. Una vecina toca la puerta, trayendo el pavo, que dijo haberle quitado al perro de otra vecina. Pregunta si lo quieren así o debería dejárselo al can, pero Memín lo toma sin dudar. A la vecina le da asco, pero es cosa suya comer algo que fue saboreado por un perro, señalando la posibilidad de que tuviera rabia. La ignoran y Memín le dice a Eufrosina que no importa, ya que todo se arreglará con el fuego, que puede purificar cualquier microbio que dejara el animal, considerando que así es el infierno (¿pero que no son católicos y deben creer que eso significa arder eternamente y no un proceso de purificación?). Van preparándolo todo, y Eufrosina anuncia que ponga otra silla, ya que piensa invitar a Don Venancio, comentándole que él vive solo y es buena persona, además de que es demasiada comida para los dos. Memín confiesa que no quería compartir la comida con nadie, expresando como se molestó cuando ella invitó a sus amigos, mencionando que son unos tragones. Ella le da un sopapo por hablar mal de los ausentes, y lo apura a ir a la tienda para invitar al español. Memín obedece, alegrándose de hallarla cerrada. Así, no tienen más remedio que sentarse a comer los dos. Eufrosina da gracias, deseando que viniera alguien a compartir su comida, y en eso, se presenta Don Venancio en la puerta. El español supuso que por lo que compraron iban a hacer una gran cena de pavo y decidió venir de gorra. Memín se disgusta, pero trata de alegrarse cuando Don Venancio muestra el turrón y otras cosas que trajo para convidarles a su vez. Cuando es la hora en que se celebra el Nacimiento, Don Venancio pretende darle un abrazo a Eufrosina y luego a Memín, como si fueran una familia. El negrito protesta, amenazando con que su padre volverá de la tumba a reclamar sus derechos. En eso, tocan a la puerta y Eufrosina atiende. Una vieja vecina la invita arrullar al Niño Dios, después de pasar por una confusión en que ella creía que le ofrecía ser madrina de bautismo, dudando que al estar tan entrada en años hubiera tenido un hijo. Dicen que también puede unírseles el español y Eufrosina ya está poniéndose un abrigo, cuando Memín la retiene, protestando ante esas confiancitas con Venancio.Ella se muestra paciente para dejarle en claro que no hay nada entre ella y el español.
Más noche, ya están dormidos, pero el dolor en el brazo de Eufrosina remite, y no la deja tranquila. Nota que el brazo se le ha hinchado. Memín se angustia pero ella lo calma, prometiendo ver al “guesero” en la mañana.
Los amigos de Memín van a visitar al maestro Romero, a quien apenas enteran del regreso del desobligado. Romero advierte que es muy tarde para las pruebas semestrales (¿Qué no eran las finales?), y ellos sugieren que haga un examen general, mas él no cree que el negrito pueda con la carga al estar tan falto de cerebro. Les dice que verán como ayudarlo cuando vuelvan a clases a partir del lunes.
Memín y Eufrosina están en el hospital. En la recepción, él tiene problemas para darse a entender con la enfermera, confundido sus palabras y dificultándole su trabajo para informarse del caso. Una vez que se entienden, traen a un enfermero con silla de ruedas para llevar a Eufrosina. Memín no se pone vivo y le machuca el pie con la rueda de la silla. Lo sube con su madre en la silla, pidiéndoles que digan que llegaron juntos para que no lo despidan por su descuido. Los pasan y el medico le hace radiografías a Eufrosina, para después confirmar la fractura en el pie de Memín. Los dos salen vendados en sus respectivas partes dañadas, pero ahora si tienen la garantía de que se aliviarán sí se cuidan. Al volver a casa, los amigos de Memín estaban esperando. Él trata de impresionarlos, usando las palabras de las partes del hueso del pie que el medico mencionó, para hacer ver su caso más grave de lo que es, pero usa los términos equivocados, quedando como tonto al ser corregido por Ernestillo. Le dicen que debe presentarse el lunes en la escuela, y él advierte que lo tendrán que llevar en camilla. Eufrosina se asegura de amenazarlo, pero cuando ella se pierde de vista, se desquita con sus amigos por tener que darle tan malas noticias (que flojo). Ellos le replican, reprochándolo por su actitud, y al nombrarlo “burro”, Ricardo recibe un fuerte pisotón en el pie. Carlangas le jala la oreja y le deja claro cuales son los nombres correctos de los huesos de los dedos del pie. En cuanto se van, deja salir insultos contra ellos, considerándolos metiches, pero Eufrosina no tarda en regañarlo por despreciar a sus amigos que se preocupan porque ande bien en la escuela. En cuanto a ellos, hacen arreglos para ayudar al ingrato Memín, repartiéndose las materias a estudiar entre Ernestillo y Carlangas. Ricardo prefiere no unírseles al estar resentido por el pisotón, aunque Ernestillo le asegura que Memín acabará arrepentido.
Eufrosina se da cuenta que no tiene como lavar la ropa y con una plazo limite para hacerlo. Memín se ofrece a ayudarla, mas ella le recuerda que sus amigos se comprometieron a venir a darle una mano para estudiar. Trata de convencerla que es más importante ayudarla, pero ella se pone necia, exigiéndole que lo que más le importa es que estudie.
Mientras, Ricardo vuelve a casa, justo cuando Mercedes está atendiendo un problema con sus amigas. Resulta que organizaron una pastorela entre niños pequeños, pero uno de ellos no puede con su papel del rey Baltasar por tenerle miedo al elefante. Al mencionar Ricardo lo que le hizo Memín, Mercedes considera que él seria un buen sustituto, ya que el papel le queda la perfección y por su estatura, se confundirá fácilmente como otro niño pequeño.
En casa de Memín, éste recibe de muy mala gana a Ernestillo y Carlangas cuando vienen a ayudarlo. Ellos tratan de ser pacientes y explicarle la importancia del estudio, pero el negrito sigue grosero y perezoso en lo de aplicarse. Tratan de enseñarle la regla de tres, y él sólo se hace bolas. Eufrosina que estaba cerca, le da un coscorrón para que se lo tome más en serio. Tocan la puerta y Eufrosina recibe a Ricardo y Mercedes. Dejando a los cuatro amigos trabajando, Mercedes le comenta de su problema. Eufrosina aprueba la idea, segura de que Memín hará un estupendo Baltasar y Mercedes pasa a preguntarle por lo de su brazo. Como ella expone que así no puede hacer su trabajo, Mercedes propone darle una lavadora que no utilizan en su casa, y aunque la lavandera admite tenerle miedo a la electricidad, asegura que puede enseñarle su funcionamiento durante los ensayos (temo que ni se acordará de eso, de por sí, ni se acuerdan que los Pinguín solían tener una lavadora que nunca pudieron usar y ni se supo que pasó con ella). Eufrosina se acuerda que Memín tiene el pie lastimado y eso podría afectarle. Memín y sus amigos se les unen. Ricardo ya le comentó de la intención de su madre, y aunque confunde la palabra pastorela con “marinola”, se pone presto a participar, sin importarle como se vea su pie enyesado. Cuando lo llevan a presentar al ensayo, las otras organizadoras sienten que no le quedará tan bien el papel por su aspecto poco agraciado, pero se dejan guiar por Mercedes, guardándose su opinión. Ahorrando páginas en los ensayos, el día de pastorela llega, y Memín se luce en sus fachas de rey mago. Al parecer, lo que no ensayaron fue la parte de montar al elefante (¿pues que no era el problema principal?), y Memín trata de echarse para atrás al contemplar al animal, ya que suele tener mala suerte con los paquidermos. Atemorizado por su tamaño, expone la imposibilidad de hacerlo, pero Eufrosina lo convence al llamarlo poco hombre. El atentado contra la hombría basta para que Memín se trepe, teniendo problemas cuando inicia la obra y el elefante juega con su turbante, quitándoselo y volviéndoselo a poner. Memín pierde el equilibro y está a punto de caer, pero el elefante vuelve a repetir la suerte, atrapándolo y colocándolo en su lugar. La obra termina y no vimos nada más que las dificultades de Memín como jinete de elefante. Eufrosina lo felicita y más tarde anda comiendo con sus amigos. Le preguntan a que horas se va a cambiar, pero el negrito alega que así vino y no trajo ninguna otra ropa. Mercedes ofrece poner el coche a sus órdenes para llevarlos a casa, pero Eufrosina se rehúsa. Memín le recuerda su pie lastimado, y ella le replica que la mejor medicina para eso es caminar.
Esta parte de la pastorela parece improvisada y no viene al caso, ya que se olvidaron por completo de casi todo lo demás, pero supongo que su presencia se atribuye a la época festiva y fue elaborada para introducirla de relleno.
Los dos emprenden el camino, y el negrito presume su exótica vestimenta, provocando gracia y extrañeza entre quienes lo miran. Vislumbran a una niña pobre llorando en el pórtico de una casa, y se detienen para ver que le pasa. Ella cree que Memín es el rey mago de verdad, y como él le hace saber que sólo participó en una pastorela, ella cuenta que su hermano menor está muy enfermo y pide ver a los reyes. Ella salió para buscarlos, pero comprueba que es inútil, si ellos sólo “aparecen” cuando todos duermen, y en su casa nadie lo hace por la angustia. La acompañan para que vuelva a su casa, y los reciben sus preocupados padres. Ven al niño, preguntando por los reyes, y Eufrosina anima a Memín a que cumpla con su papel, excusando que los demás están indispuestos. El niño considera al rey Baltasar su favorito, alegrándose, y en vez de regalos pide algo que pueda compartir con sus amigos. Le da su turbante, y el niño lo sostiene hasta que aparentemente expira. Los padres les dan las gracias, y los dos se van llorando, pero confortados por haber hecho una buena obra. Cuando llegan a la vecindad, son recibidos por un grupo de vecinos, y la que los dirige, los saluda con un cuchillo en mano. Memín piensa que pretenden asesinarlos, y arrebata el cuchillo, para luego echar a correr junto con su má linda (¿pues que no reconocen a sus vecinos?). Los vecinos se quedan comentando que a lo mejor han enloquecido o están drogados para reaccionar así (tsk, como que ellos tampoco los conocen muy bien para pensar esas cosas de los Pinguín). En la casa, Memín ya se ha quitado el traje de mamarracho, y al poco rato, Torcuato llama a la puerta. Le explican que lo que querían era invitarlos a partir la rosca. Van con ellos, y Eufrosina se disculpa por haberse dejado guiar por el pánico de Memín, amenazando con pegarle ahí mismo con la tabla, pero ellos dicen que lo deje pasar. Cuando parten y comen la rosca, a Eufrosina le toca un muñequito, lo que significa que deberá hacer la eventual fiesta, algo que ella quiere evitar. Le pasa el muñequito a Memín para que lo guarde en su boca. Preguntan cuantos salieron, extrañándose de que sean solo tres y no cuatro como se suponía que debían ser, pero Eufrosina y Memín se mantienen sin decir nada. Siguen con la rifa de compadres, a lo que el negrito comenta a su má linda que se cuide de que la tanteen y le den uno de de veras en vez de uno de barro (¿no debería ser al revés?). Quien sabe que replicó a ello, pero en el próximo cuadro ya duermen tranquilamente.
Así se quedan hasta los siguientes incidentes consecutivos e inmediatos que anunciarán algunos cambios para las vidas de los personajes.

2 comentarios:

  1. Lo raro es que memin le dio a su ma linda la televisión como regalo del dia de las madres, entonces era mayo. Y poco tiempo después de eso, fue toda la aventura de memin y Chispitas en minatitlan. Y vuelve memin y resulta que ya va a ser Nochebuena? Pues que se fue mas de 6 meses? Aparte siendo el caso, los exámenes que se refería Romero eran los de fin de año, y ahora de fin de semestre, los cuales por lo visto memin perdió ambos. Cuantas inconsistencias.

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    1. Ciertamente, esta historieta debería ser destacada por sus impresionantes errores de continuidad. Probablemente era demasiado difícil elaborarla cada semana y era de esperarse que a la autora le patinara.

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