domingo, 23 de agosto de 2009

Memín Pinguín #262-267

Para solucionar el problema de la televisión de Eufrosina, Memín y sus amigos buscan al señor que se la vendió. Su incursión los llevará a las puertas de un distribuidor de drogas, a colarse en una fiesta de ambiente moderno, y hasta asistir a un funeral ajeno.

Memín y sus amigos se dirigen a la dirección del primer Pedro Gómez Gómez que encontraron en el directorio. Esto les lleva adentrarse en un barrio de mal agüero. Una pandilla de chicos harapientos se les acerca, creyendo que vienen a lo mismo que ellos, pidiéndoles que luego les conviden de “eso” si lo venden. Los cuatro no comprenden nada de lo que les dicen, imaginando que sólo son una bola de locos, o que forman un conjunto musical y los tomaron por colegas de la onda. Sus amigos preguntan a Memín por el aspecto formal y elegante del gerente cuando lo conoció, y como él lo confirma, empiezan a ver difícil que viva en esa clase de ambiente. Pero considerando que perdió su trabajo, Memín supone que pudo haber caído así de bajo (¿tan rápido y tan abajo?). Insisten en continuar, entrando a la casa indicada en tan mal estado como el resto del vecindario. Preguntan si han venido solos o los han seguido, y al afirmar que no, los dejan entrar. Son llevados con el homónimo, un hombre desaliñado y con aspecto de vicioso, quien les pregunta si traen el dinero respectivo de cada paquete. Memín piensa que habla sobre las televisiones que vende, sin entender que le está describiendo efectos de la mariguana al referirse a los colores. Sus amigos son màs abusados y comprenden de lo que habla ese sujeto. Sugieren retirarse, pero Memín sigue hablando, quejándose de que le jugaron chueco. Como ellos le insisten en que se vayan, el hombre se enfurece, exigiendo saber quien los mandó a su puerta, y saca una navaja. Sospecha que fueron enviados como encubiertos de la policía para comprobar su mercancía ilegal, de la que Memín aun no tiene ni idea. Ellos explican que no saben nada y sólo vinieron para verificar tras ver su nombre en el directorio, pero el hombre no cree en sus palabras. Sale del cuarto para aclarar su mente, ordenándoles no salir bajo amenaza de muerte. Viéndose solos, al fin le aclaran al ingenuo negrito que han caído en la casa de un traficante de drogas, y se echan comentarios de cómo estás afectan a los jóvenes y lo nocivas que son. Memín lloriquea, admitiendo que él tiene muchas drogas en casa y teme que por eso ya no querrán ser su amigo.
Ante ésta “revelación”, se lanzan con un ataque de insultos dedicados a su persona (más que insultos, insinuaciones de las drogas que creen que consume, aunque lo peor es, ¿no se supone que a los desgraciados que caen en las drogas los deben apoyar y compadecer sus seres queridos? A veces los amigos de Memín demuestran no ser tan incondicionales como pudiera esperarse). Sin embargo, Memín se refería las deudas de la casa, por lo que sus amigos lo perdonan de inmediato. Comentan que él no sabe nada de drogas, pero cuando Carlangas menciona la mariguana, Memín demuestra conocer muy bien los síntomas de quienes la consumen. Cuando el distribuidor regresa, demasiado hasta atrás como para pensar con claridad, está seguro de que han traído a la policía, dispuesto a matarlos en represalia. Se le enfrentan y tras una lucha difícil, le quitan la navaja, y Memín lo recoge. Con sus amigos tendidos en el suelo, el negrito tiene que defenderse, y el drogadicto se burla de que no tiene los pantalones para clavársela. Memín se lanza a picarlo con los ojos cerrados, errando, clavando la navaja en el colchón cercano. El drogadicto lo toma por el cuello, dispuesto a estrangularlo, pero Carlangas se levanta y lo golpea por la espalda, mas no logra que caiga y se vuelve contra él. Memín aprovecha para salir de ahí, encontrándose con un par de policías de incógnito que deambulaban por el lugar, buscando como dar con la pista del distribuidor de droga. Al pedirles que lo lleven a la policía, ellos le ahorran tiempo, haciéndose cargo de inmediato. Al poco rato, todos están declarando en la delegación. Memín trata de explicar como acabaron ahí ante el juez, pero sólo consigue confundirlo por su desordenada forma de contar las cosas, y sus amigos tienen que dar aclararlo todo. El juez hace que registren a Memín, exponiendo el contenido de sus bolsillos, y hasta el de sus zapatos. Viendo que no traen nada, el juez pide que llamen a un adulto que responda por ellos para que los dejen ir. No queriendo preocupar a ninguno de sus padres, llaman al maestro Romero, y pronto se ven libres. Los invita a una nevería para que se tranquilicen tras su peligrosa aventura, y comentan sobre probar suerte con el siguiente Pedro Gómez Gómez, dudando que un incidente tan peliagudo se repita. Revisan que la dirección está en un barrio de gente acomodada. Ricardo opina que han tenido suficiente y se hace tarde, pero Carlangas piensa que hay que ir de una vez, para poder resolver el problema de su amigo. En cuanto se presentan a la elegante residencia, tres chicas muy a la moda les salen al encuentro, invitándolos a pasar a la fiesta. Nomás entran, y Carlangas, Ernestillo y Ricardo se unen a los demás chicos bailando. Memín se siente relegado, ya que esto significa un contratiempo, pero sus amigos no le hacen caso. Confunde a un chico de pelo largo con una chica, y luego divisa a una chica morena que le coquetea. La saluda y ella le pide que vayan a bailar en la cocina, pero Memín insiste en que lo hagan con los demás. Ella aclara que es la hija de la sirvienta y las niñas Gómez se enojarán si la ven. Memín la convence de no hacerles caso y la saca a bailar. Ernestillo está teniendo química con una de las chicas Gómez, Lolita, quien opina que su forma de vestir está muy de moda, ignorando que es su humilde indumentaria habitual. Le comenta que aprovecharon la ausencia de su padre para hacer la fiesta, ya que él no aprueba las cosas de moda y quiere que sean unos niñas “fresa” (siguen usando el sentido contrario a lo que hoy en día significa ser fresa). Luego, se pone a criticar a Rosa, la hija de la sirvienta, que baila muy despreocupada con Memín, refiriéndose despectivamente a su persona. Ernestillo le espeta que es amigo suyo, y ella se disculpa, pero sigue hablando mal de Rosa.Él le hace ver que ella tiene tanto derecho a divertirse como los demás y no tiene porque llamarle la atención. Lolita considera sus palabras, demostrando que influyó muy bien en ella, ya que luego le repite lo mismo a una de sus hermanas que también se quejaba de la "desfachatez" de Rosa. Cansados de tanto bailar, Memín y Rosa pasan a la cocina, donde se encuentra la madre de ésta, reprendiéndola por haberse colado en la fiesta de las Gómez, temiendo que por ese desliz la despidan después. Le pasa una charola de sándwiches (que su patrón le ha enseñado a llamar “emparedados”, confundiendo a Memín) para que los repartan en la fiesta. Los dos se comen varios, y Memín se ofrece a repartirlos, sirviéndoles a sus amigos. Al acercarse a Ernestillo y Lolita, ellos están muy distraídos con su creciente romance y dicen haber perdido el apetito. En eso, el homónimo dueño de la casa llega inesperadamente, poniéndose furioso al ver la fiesta realizada sin su permiso. Memín le ofrece de los emparedados, y el hombre le tira la bandeja con un brusco movimiento. Exige que apaguen la música y hasta golpea los instrumentos del baterista que no alcanzó a oir, ordenando a todos que salgan de su casa. Ernestillo se despide de Lolita, aunque ella pide volver a verlo, pero él cree que es mejor no hacerlo. Como se están tardando, los amenaza para que se apuren a largarse. Memín y sus amigos echan a correr, pero Ernestillo sale tranquilamente, conssciente de que no hizo nada malo. Ya es muy noche y consideran proseguir con la búsqueda al día siguiente. Al notar que su amigo anda cabizbajo, él confiesa que se ha enamorado de Lolita, pero sabe que no podrá llegar a nada con ella, por ser de clase baja. Memín da una sugerencia que en realidad es una sangronada, y los otros dos le dan los coscorrones que merece para que respete los sentimientos de su amigo. Al separarse Ernestillo de ellos, opinan que se ha enamorado de verdad. A Memín se le ocurre comparar ese tipo de amor con el que tiene por su madre, pero le explican que es algo muy diferente. Ya después, se despiden y cada quien vuelva a su casa. En la suya, Memín encuentra a Eufrosina, esperándolo y con la tabla con clavo preparada.
Le cuenta las cosas en que se entretuvo que le ameritaron llegar tan tarde, y al mencionar lo de la fiesta, ella no ve la relación con la búsqueda de la solución para que no le quiten la tele. Memín no le insiste, aceptando su castigo, y al verlo tan serio, supone que le dijo la verdad, perdonándolo en esta ocasión, y lo invita a que vean juntos el ultimo programa. Al día siguiente, después de recibir la bendición antes de ir a escuela, Memín le avisa que a la salida buscaran al tercer Pedro Gómez Gómez. Ella asegura haber tomado las medidas necesarias en casa de que vengan a tratar de quitarle la tele otra vez. En el salón, al momento de recoger las tareas, de los cuatro, Memín fue el único que la trajo, ya que en la noche no pudo dormir bien y se distrajo haciéndola. Sus amigos le reprochan esto, ya que fue por ayudarlo que no la hicieron. Romero los manda a comparecer ante él, y Memín empieza a disculparlos para que dejen de mirarlo feo, pero en realidad él solo quería saber como les fue con sus investigaciones después de andar en la casa de la droga. Le cuentan de lo que pasó en la fiesta en que Ernestillo se enamoró. Sus amigos lo recriminan por andar de lengua floja, y pasan a advertirle al maestro que tampoco harán la tarea ese día, para seguir ayudándole. Él dice que no hay problema si es por la solidaridad, disculpando de antemano a los cuatro. Pasan a comer unas tortas antes de ir a la dirección. Para elegir a cual irán primero de las dos que quedan, echan un volado, y luego de mucho caminar, llegan a las puertas de la casa. Una señora vestida de negro los invita a pasar, diciendo que son los primeros. Les permiten sentarse y poco a poco, va llegando más gente, todos llegando muy serios y vestidos de negro. Los cuatro se preguntan porque nadie los ha saludado, sintiendo el ambiente lúgubre. Creen que eso significa que es un hombre muy importante. Memín se cansa de esperar y busca a la mujer que los recibió, pidiendo que lo deje ver a Pedro Gómez Gómez. Ella trata de disuadirlo, pero al verlo tan empeñado, le señala la localización de su despacho. Memín pasa entre la gente con su andar de presumido, y al entrar, tarda en distinguir el ataúd. Al percatarse de ello, se espanta y sale corriendo. Trata de decirles a sus amigos, pero no consigue explicarse a la primera y ellos malentienden todo. Cuando les dice que lo vio muerto, creen que se murió mientras se presentaba, pero al aclarar que estaba dentro de una caja, caen en la cuenta de que han asistido a un funeral sin querer. Piensan irse al ser ajenos, pero recuerdan que primero deben comprobar que es el hombre que buscan, lo que implica mirar detenidamente el cadáver, algo que solo Memín puede hacer, puesto que es el único que lo conoció en persona. La idea de ver a un muerto aterra a Memín, y Ricardo también se acobarda. Tratan de poner excusas, pero Carlangas le insiste en que deben hacerlo si quiere arreglar las cosas. Van con la mujer de nuevo, pidiéndole que los deje estar con el cadáver para rezarle. Ella se los permite, y se disponen a cumplir su cometido, cuando una mujer que parece ser la viuda, entra y llora por el fallecido Pedro. Cuando ésta se va, vuelven a intentarlo, pero no tarda en venir otra, que también es una viuda del señor, repitiendo los mismos sollozos. Creen haber entendido mal, pero cuando su anfitriona entra a saludarlos, ella también menciona ser la esposa del difunto, confirmando que era un hombre polígamo, algo que ellos no pueden comprender muy bien.
Considera que deben ser muy buenos amigos de su esposo para venir a una reunión tan deprimente y los deja para que sigan rezando. Batallan mucho para animar a Memín a que mire el cuerpo, mientras ellos cierran los ojos (que cobardes). Lo suben sobre la tapa, y la impresión es tal, que el negrito se desmaya. No consiguen reanimarlo y la señora les permite que lo lleven a su recamara. Después, ella le pide a un doctor entre los dolientes que vaya a revisarlo. Memín vuelve en sí y cree haber muerto, tomando al doctor como encarnación de la muerte que ha venido a recogerlo. Al demostrarle su error, Memín se va calmando y se reúne con sus amigos, quienes aceptan la sugerencia de la señora para que se retiren, ya que no es una reunión apropiada para niños. Al salir del funeral, muy aliviados, Memín admite que no está seguro de si era él que conocía, ya que su rostro hinchado le impidió identificarlo. Teme que si fuera ese y que al morir lo dejara endeudado sin solución a su problema, pero aun les queda ir con el ultimo. Tocan la puerta y abre una mujer, quien al preguntarle, dice que Pedro Gómez Gómez no se encuentra en casa. Confirma que trabajaba en la venta de televisiones de colores, pero que ha sido ascendido y enviado a otra ciudad para desempeñar su nuevo puesto, mientras ella se queda cuidándole la casa. Un poco decepcionados, consideran que deban hacer, si deberían escribirle una carta objetando por el desconocimiento del acuerdo al que llegó con Memín, o si deberían ir a buscarlo en Minatitlán, donde se encuentra ahora. Esto último lo desechan al ver que perderían más clases y que es preferible esperar a las vacaciones, pero Memín se pone pesimista, pensando que para entonces ya habrán perdido la tele. El negrito retoma su idea de trabajar en lo que pueda, dispuesto a hacer lo que sea necesario para que Eufrosina no pierda el aparato.
La respuesta a sus plegarias, la recibirá en la próxima secuencia, donde inicia una emocionante y prolongadísima aventura al lado de Chispitas.

2 comentarios:

  1. En este arco, me gustó mucho la historia de Ernestillo con Lolita y Memín con Rosita, sin duda tenían potencial para hacer un arco más largo con esos personajes. Cuando los leí por primera vez creía que volveríamos a ver más de ellas.
    Creo que este tipo de personajes debieron ser retomados por los escritores que se encargaron de las nuevas aventuras de Memín llenado los huecos de la historia original y presentándonos arcos con narrativa similar a los de doña Yolanda, humor blanco lleno de drama al estilo de Lágrimas, risas y amor.

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    1. Pienso lo mismo, nuevamente se desperdició una excelente oportunidad de desarrollar algo interesante. Pero no, quien o quienes fueran los que escribian lo nuevo, muy raras veces retomaban algo de lo que presentó Doña Yolanda, prefiriendo irse por tramas insulsas y secuencias de fantasia fuera de lugar.

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