domingo, 9 de agosto de 2009

Memín Pinguín #181-187

El padre de Carlangas regresa a la ciudad, formalizando oficialmente su unión con Isabel, para alegría de su hijo. Pero un trago amargo se viene después con el fallecimiento de la abuela.

Isabel está a punto de salir de trabajar, cuando sus compañeras de oficina le insinúan de la llegada de un caballero que la busca. Ella no le da importancia, no teniendo otra relación aparte de la que tiene con su hijo, pero una vez que sale, reconoce a Carlos Arozamena, su antiguo amor que ha regresado. Lo lleva hasta la casa y de ahí a un restaurante, donde él le hace saber de las últimas novedades. Malos negocios le han hecho perder toda su fortuna y bienes materiales, que poco a poco van siendo subastados, al punto de que pronto no le quedará nada, además de la salud de su madre ha empeorado, entrando a una etapa terminal. Reitera su oferta de matrimonio, que esta vez ella acepta gustosa, ya que sin dinero y sin su madre, se cumplen las condiciones en que será más que el hombre que ella siempre quiso.
Carlangas ignora todo esto, habiendo llegado a casa, frustrado al ver la nota que dejó Isabel, sin explicar bien a donde fue, encima de escuchar de las chismosas vecinas que la vieron salir acompañada de un hombre. Memín comió mucho en casa, y para digerir, pide permiso a Eufrosina para dar una vuelta. Encuentra a su amigo en la calle, uniéndosele e inquiriendo la razón de su pesar. Carlangas le explica que su madre sale con un hombre, algo que él no puede aceptar, y Memín concuerda con eso, no queriendo que lo mismo ocurriera con la suya. Se quedan a esperar a que regresen, y cuando eso sucede, la oscuridad de la calle impide que distingan las facciones de Carlos. Apenas se despide éste de Isabel, Carlangas arremete a golpes contra él, inconciente de que está agrediendo a su padre. Memín ataca a su vez golpeándole la cabeza con una roca, dejándolo inconsciente. Isabel trata de explicar la identidad del hombre, pero a Carlangas y a Memín tarda en caerles el veinte.
La luz de los faros permite que puedan verle la cara, y los dos comprender el error que han cometido. El ingeniero no tarda en recuperar la conciencia e Isabel se pone a curarlo. Le expone a Carlangas que van a casarse y que a Doña Candelaria le queda poco tiempo de vida. En eso, tocan a la puerta, siendo Eufrosina con tabla con clavo en la mano, buscando a Memín por haberse retrasado. Él sale muy campante con ella para ir a casa, pero no tarda en recibir un golpazo en sus posaderas. Recordando su pensamiento anterior, Memín tiene la ocurrencia de cuestionarla sobre si no está coqueteando con algún hombre, y Eufrosina acaba encontrándole gracia, vacilándolo durante el trayecto hasta llegar a la casa. Le lanza indirectas de que si existe un hombre del que está enamorada, que es chaparro, celoso y flojo para trabajar.
Memín se enfurece y ya está empacando para largarse, pero Eufrosina le aclara que estaba refiriéndose a él, porque no hay otro más en su vida, y con eso ya se contenta. A la mañana siguiente, los dos van a rezarle a la Virgen, agradeciendo por haberles permitido volver sanos y salvos de Nueva York. En el trayecto en el camión, Memín consigue impedir el discreto robo del bolso de una mujer, y en la entrada de la catedral, le echa pleito a un niño que andaba vendiendo gordas, creyendo que se refería a su má linda. Carlangas es conducido por su padre a su antigua residencia, donde se encuentra la convaleciente abuela. No le molesta en absoluta que ahora él sea pobre (aunque aun pueda fungir como ingeniero, y no se supone que quienes tengan esos títulos sean tan pobres, dependiendo del área, pero en verdad que no aclaran cual es exactamente la que comprende el señor Arozamena). Carlos le advierte que rematarán con todo lo que contiene, y que Doña Candelaria no debe saberlo o le haría daño. Así, se reencuentra con la abuela, que aun enferma, conserva su carácter tan fuerte y agresivo. Ella le pide que haga venir a Isabel para hablarle a solas, y también a sus amigos, mencionando especialmente al inolvidable negrito. Regresando de la catedral, Eufrosina deja a Memín ir al callejón con sus amigos. Ante la ausencia de Carlangas, se les ocurre unirse a otros chicos que andan jugando béisbol por ahí. A Memín lo quieren cortar por chaparro, pero él se empeña en mostrar sus habilidades. Apenas ha comenzado a lucirse cuando llega Carlangas, poniendo al tanto a sus amigos y pidiéndoles que lo acompañen para visitar a su abuela. Vuelven a sus casas para comer y luego acudir a la cita. Más tarde, los cuatro están reunidos en la casona. Carlangas comenta lo del remate, que tras explicarle a Memín lo que significa, indica que no lo mencionen ante la abuela, y claro que la advertencia es para uno en particular. Doña Calandria está en cama, demacrada y débil, pero aun con fuerzas para saludar a los amigos de su nieto. Sigue agradándole Memín por su franqueza, dejando pasar sus peladeces insinuadas en sus comentarios (también el hecho de que todavía no puede pronunciar su nombre, persistiendo en llamarla “Calandria” y “Calendaria”, por más que sus amigos lo corrigen), que como siempre, los demás no dejan de reprocharle, y casi se le escapa mencionar del remate, pero eso ya lo veíamos venir. Resignada ante la muerte, se despide de ellos de una vez, porque puede que para la próxima no le sea posible, pidiéndoles que no lloren en su funeral porque ya hubo demasiada tristeza en su casa. Salen del cuarto algo, apesadumbrados, pero Memín no tarda en aligerar la tensión, dándole por deslizarse sobre el barandal, rompiéndose un florero en la cabeza.
Carlangas le pide a Isabel que vaya a ver a Doña Candelaria, pero ella no parece muy dispuesta a ello, conservando el resentimiento que nació por los eventos del pasado. Él le insiste, y al final ella accede. En la casa que pronto no será más de los Arozamena, la anciana moribunda expresa ante su hijo los remordimientos que tiene por haberlo perjudicado tanto al retenerlo con él y hacerlo un títere sin voluntad, reconociendo su egoísmo desmedido, y que su ultimo deseo, es que él pueda ser feliz con su familia, una vez que pida perdón a Isabel. Cuando ella llega, Doña Candelaria le hace ver su arrepentimiento, moviendo lo suficiente su corazón para que dejen atrás el pasado entre ellas. Memín se pone a practicar el equilibrismo para distraerse, y Eufrosina lo apremia a desistir e irse al callejón con sus amigos. Encuentra a todos esperándolos, y Carlangas les da la noticia de la próxima boda de sus padres, que será intima, pero están todos invitados. Después, el negrito se queda escuchando a Ricardo y Ernestillo, que le echan en cara a Memín ser egoísta, por no querer que Eufrosina vuelva a casarse, considerando que al crecer, enamorarse y casarse (perdonen mi escepticismo, pero-ja, ja, ja- tratándose de Memín, de que consiga eso, antes México recuperaría los viejos estados y les perdonarían la deuda externa), la dejaría abandonada, y para entonces seria muy tarde para que pueda conseguir un hombre. Reflexionando sobre esto, Memín reconsidera su manera de pensar.Le cuenta a Eufrosina de la boda, sugiriéndole que se vea bien para pescar algún marido. A ella la confunde, pero le deja muy en claro que aunque vivir sola es difícil, le basta con tenerlo a él y no piensa volver a casarse (demostrará lo contrario dentro de más de cien números en el futuro). Después, le dice que tampoco se quedará para siempre lavando y planchando ropa, ya que con el dinero que ganó en Nueva York, piensa poner su propia tiendita, que facilitará la vida ambos. Tristemente, eso jamás pasará, su falta de conocimientos de administración le hará posponer el proyecto indefinidamente, dando la impresión de que no aprendió mucho. Se realiza la boda y todos están ahí, bien emocionados. Incluso Doña Calandria, pese a su estado delicado, se presenta entre los invitados, ya que no puede perderse la unión que simbolizará el perdón de sus errores de juicio. Llega el juez para formalizar la unión, después de la firma de testigos. Memín se apunta, pero le advierten que los menores no pueden atestiguar en las bodas. Después, brindan con champaña, que Carlos permite que su hijo y sus amigos tomen también. Los cuatro pasan a proponer un brindis, siendo el de Memín él más “movido”. Luego, el negrito empieza a ver doble a los demás. Sus amigos creen que el alcohol le hizo efecto y le echan agua, pero en realidad se había puesto accidentalmente un lente de contacto que se encontró. Consiguen sacárselo y le encomiendan devolverlo a su dueño, el juez, pero en forma discreta. Memín entiende que con eso se refieren a usar un palabrerío innecesario, dándose mucho taco para hacer algo tan simple, pero que el juez le agradece igual. Informan que Doña Candelaria se ha puesto mala y la llevan a sus habitaciones. Isabel, Carlos y Carlangas presencian sus últimos momentos, escuchando sus ultimas palabras en que vuelve a pedir perdón y que la conserven en su memoria. Dicho esto, fallece, y poco después tiene lugar el velorio. Sus amigos le dan el pésame a Carlangas, aun cuando Memín se equivoca, dándole más bien una expresión típica en los cumpleaños en vez de las condolencias típicas. El proceso se prolonga como es habitualmente, y a Memín le da sueño, quedándose dormido en la banca. Sus amigos lo toman en brazos, llevándolo a la recamara de la abuela para que descanse ahí. El gato de Doña Candelaria (que nunca había salido antes, pero la idea general es que las ancianas solitarias siempre tienen cuando menos un gato de compañía) se introduce muy campante en la habitación, metiéndose en las cortinas. Memín despierta y al verlas moverse, supone que ella ha regresado del más allá. El padre de Carlangas entra para calmarlo, y pronto ven al gato salir de entre las cortinas, para alivio de Memín. Habiendo concluido este capitulo, que despide al personake de Doña Candelaria e incorporando permanentemente al de Carlos Arozamena (ni tanto, ahora las apariciones y participaciones de los padres de Carlangas se reducirán notablemente, quizá porque una familia completada sin conflictos ofrece menos oportunidades de inspirar ingeniosas tramas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario