domingo, 16 de agosto de 2009

Memín Pinguín #229-234

Memín pasa momentos angustiosos mientras sigue la convalecencia de Eufrosina. Con ayuda de un nuevo amigo, consigue la motivación para continuar, mientras espera los resultados

Después de poner los anuncios para comprar un riñón en buen estado, Memín se la pasa esperando que uno caiga. Un carnicero llega para ofrecerle unos que tiene, pero le aclara que no esos no son del tipo de riñones que necesita. Ernestillo pasa a saludarlo cuando se presenta un anciano que ofrece su riñón. Por su avanzada edad, Memín no cree que le sirva, pero el viejo sostiene que goza de buena salud y está dispuesto a dárselo no por dinero, sino por humanidad, aclarando que es viudo y sus hijos murieron hace tiempo, no teniendo a nadie que vea por él ni hogar siquiera. Conformado con ayudar en lo que pueda antes de que la muerte lo reclame, hace que Memín le tome estima inmediata, ofreciéndole además de los cinco mil pesos que tenia ahorrados, el poder vivir con en su casa. Ernestillo propone que vayan al hospital para tomar consideraciones del medico. Pronto, están con Eufrosina, y Memín le presenta a su “riñón”, que responde al nombre de Nicéforo Melquíades (pero todo el tiempo, estará llamándolo “Don Semáforo” o “Don Cromóforo”, por su hábito de malentender los nombres curiosos), pero ella no entiende nada. Al preguntar a una enfermera por el medico que atiende a su madre, quien se apellida Moreno, ésta replica que está en una junta, discutiendo el caso con otros doctores. Memín agarra a Don Nicéforo y salen corriendo para buscar al doctor “Prieto”. Irrumpen en la junta, y por su forma de expresarse, los otros médicos creen que Memín no está bien de la cabeza. El doctor Moreno escucha pacientemente la proposición de Memín de apresurarse a aprovechar el riñón de “Don Semáforo”, sin hacerle mucho caso y pidiéndole retirarse para que ellos lo consideren. Al salir de ahí, Don Nicéforo se pone triste, porque se había hecho ilusiones de tener un hogar después de su acto desinteresado. Memín le propone que se venga a vivir con él de una vez, ya que de por si se encuentra muy solo, asegurando que cuando Eufrosina salga, no pondrá objeción alguna. Vuelve con Ernestillo a ver su má linda, contándole sobre lo que hará por Don Nicéforo. Su amigo le hace ver que si el anciano se sienta muy a gusto en su nuevo hogar, luego podría negarse a dar el riñón, considera las pocas probabilidades de sobrevivir a ese tipo de operación a su edad. Dejan a Eufrosina y salen con el anciano, a quien Memín propone hacer un pacto de saliva, que a Ernestillo le parece una cochinada, pero Don Nicéforo acepta. De ese modo, se compromete a sostener su palabra de dar el riñón cuando lo requieran. Llevando al nuevo “miembro de la familia” a casa, Memín acaba por confesarle que es culpa suya lo que pasó con Eufrosina, por su flojera de estudiar y que le prometió a la Virgen que se volvería el primero de clase si se salvaba, algo que halla muy difícil de cumplir. Don Nicéforo le asegura que así será y que él lo ayudará, diciendo ser catedrático (pese a que Memín según ya sabia que era eso un numero atrás, se molesta en preguntarle que significa), y que puede darle clases particulares, un servicio que de algún modo pagaría su estancia en la casa. Admite que las penas de la vida le hicieron dejar esa carrera, pero aun conserva el brío y está dispuesto a comenzar las lecciones. Prepara la comida demostrando tener habilidad y luego Memín le muestra sus libros, en los que tiene dibujos por todos lados. Don Nicéforo le advierte que no debe darles ese trato y no tarda en advertir que lo mismo hace con las notas y ejercicios en sus cuadernos. Prosigue haciéndole leer y explicar un texto, pero Memín se lo echa tan rápido, que no le entiende nada. Siguen con la aritmética y resulta mucho peor. Don Nicéforo concluye que Memín está atrasadísimo, y que tendrá que estudiar en serio sí quiere cumplir lo prometido. Por la recuperación de Eufrosina, Memín estrecha la mano del anciano para aceptar el compromiso.
Tras despertar la mañana siguiente, Don Nicéforo apremia a Memín a bañarse por primera vez en la regadera (todo el tiempo se ha acostumbrado a que Eufrosina lo lave en la tina), y se prepare para ir a visitarla en el hospital. En eso, llaman a la puerta, enviando un mensaje de parte del doctor Moreno, para que Memín acuda inmediato. El negrito teme las peores noticias, pero el anciano le transmite confianza, para que recuerde la encomienda a la Virgen. Lo acompaña al hospital, donde están en vistas de operar a Eufrosina, pero necesitaban que él viniera a firmar los documentos, ya que ella no sabe escribir. Memín le avisa a Don Nicéforo que se prepare a soltar el riñón, aunque él no creo que lo admitan, porque ya ha desayunado y de ese modo no los reciben para transplantes inmediatos. Van con el doctor Moreno, que admite que hay grandes riesgos de que se quede en la operación, pero que conserve el optimismo. Memín vuelve a presentar a Don Nicéforo para que le transplanten el riñón, pero el doctor explica que el estado de Eufrosina no llega a ese nivel de gravedad, por lo que es innecesario. El anciano se desmaya por el alivio, porque en el fondo ya le había dado miedo la idea de morir luego de que se lo extrajeran. El medico le da los papeles a firmar, explicándole sobre los que quitan responsabilidades al hospital en caso de muerte, provocando desconfianza en Memín, que firma aunque luego ande diciendo que si la riegan, lo pagarán muy caro (pero según el papel, no será así). Sigue la enternecedora y probable despedida entre ellos. Ella le pide porque se atengan a lo que el destino disponga y que a él no le falten ni la ayuda ni los ánimos para seguir por su cuenta en caso de que ella fallezca. Se la llevan a operar y Memín rompe a llorar, con Don Nicéforo a su lado, tratando de consolarlo. En la escuela, sus amigos están preocupados después de que Ernestillo los ha enterado de la desgracia de Memín. Cuando el profesor se da cuenta de su aflicción, ellos le advierten que tendrán faltar a su promesa de no ver a Memín, para apoyarlo en esos momentos difíciles. Tras contarle lo que pasa, Romero les exige que no esperen más y corran al lado de su amigo. Memín espera con angustia mientras realizan la operación, y muy pronto sus amigos están con él. Intentan distraerlo haciéndole plática sobre otros asuntos, pero Memín no deja de preocuparse. El doctor Moreno sale para informarle que la operación salió bien y que están cosiéndola. Memín toma a mal el concepto, impacientándose y exigiendo verla, mas el medico le dice que no es posible hasta que salga de la sala de recuperación. Tiene que esperar dos horas más, y va con sus amigos a una nevería con Don Nicéforo. A Ricardo y Carlangas les cae bien el anciano al saber de su valiente y noble gesto, aunque no hiciera falta. Finalmente llega la hora en que podrá verla, y van todos de vuelta al hospital. Al ver a Eufrosina conectada con los cables que se utilizan para el suero, Memín cree que le han sacado las tripas y está a punto de arrancárselos, pero sus amigos logran detenerlo antes de que cometa tal imprudencia, explicándole que eso la mantiene viva. La enfermera les pide que se vayan para que la dejen dormir, pero Memín no quiere irse y tienen que llevárselo a rastras. Le ofrecen que se venga a quedar en la casa de alguno de ellos, pero Memín rechaza sus ofertas porque ya tiene a “Don Semáforo” como compañero de vivienda. El anciano opina que está bien que se quede con uno de ellos, argumentando que él puede pasar la noche en cualquier otro lugar, ya estando acostumbrado a la vida en la calle. Pese a todo, él insiste en quedarse en casa en compañía de Nicéforo. Mientras van juntos para ella, éste le explica a Memín sobre lo que estaban haciendo a Eufrosina, pero no consigue hacerle entender nada, quedando clarísimo la gran cantidad de ignorancia del negrito hasta en los más simples términos médicos. Memín sigue creyendo que Eufrosina podría ponerse mala y morir de un momento a otro, y como el viejo le anima a consultar con la Virgen, le parece creer que ésta le ha sonreído desde su imagen, disipando sus temores.
A la mañana siguiente, se arregla bien para ir al hospital, encontrándola aun débil, pero muy mejorada y más lucida. En su necedad por andar con ella y su ignorancia ante los procedimientos médicos, discute con la enfermera, pero Eufrosina lo contenta para que deje eso y agradezca las atenciones de todos los del hospital a los que debe su recuperación. Pasa a ver a sus amigos, primero con Ernestillo que lo apoyó desde el principio, y luego con Carlangas, cuyos respectivos padres le brindan su apoyo, aunque apenas fueron puestos al tanto de la situación. Van a casa de Ricardo, donde, como de costumbre, la gorronería de Memín aprovecha la comida que le sirve, volviendo a mostrar ignorancia al malentender la pregunta de Mercedes de cuando darán de alta a su madre, creyendo que se refiere a la altura. Después, sus amigos lo invitan a jugar béisbol para distraerse, pero se acuerda que dejó a Don Nicéforo esperándolo en la casa. Se dirigen allá, pero no lo encuentran, apresurándose a suponer que se fue y Memín lo lamenta, mencionando lo útil que es para limpiar la casa y cocinar, haciendo que sus amigos lo tomen por convenenciero. Pero en realidad él solo había salido un rato y al llegar, les sirve de comer a los cuatro, aunque Memín objeta porque así no le tocará tanto como quisiera. Deja poco para él, pero asegura que es suficiente y el verdadero alimento lo saca de la satisfacción de compartir. Procede a contar como pretende convertir a Memín en estudiando aplicado, y él concuerda en que así será, sin dejar pasar una vacilación al respecto.
Al día siguiente, mientras el médico revisa a Eufrosina, Memín cae en las manos de un chiflado que se escapó. Éste confunde al negrito con un pollo y lo toma por el cuello. El doctor llega a tiempo para salvarlo, calmando al loco para que suelte a Memín. Luego, le da recomendaciones para su madre cuando salga del hospital, advirtiéndole que no debe realizar ningún esfuerzo y que no debe provocarle más disgustos. Vuelve a la cama de Eufrosina, diciéndole que en dos días volverá a casa (pero unas paginas atrás fue ella quien le dio esa noticia), y los dos agradecen tanto a Dios como a la Virgen. Le da las buenas nuevas a Don Nicéforo, quien le recuerda que tiene que cumplir con lo suyo. Ya tiene preparados los libros y lo insiste en comenzar de inmediato, rechazando las excusas que Memín utiliza para sacarle. Así se la pasan los dos, con Memín siempre confundiendo conceptos y palabras, corregido por Don Nicéforo que se pasa de paciente para aguantarlo. El anciano se queda dormido un rato y Memín le imagina cuernos y cola para expresar como lo siente por ponerlo a estudiar. Trata de escabullirse, pero Nicéforo despierta y lo cacha antes de que huya, prosiguiendo con el estudio. Pasan algunos días, en que los dos trabajan sin descanso. Memín va comprendiendo mejor las cosas y se atreve a pedirle permiso para ir a jugar con sus amigos un rato. Se lo da y va al callejón con sus amigos. Queriendo darse importancia por estudioso, casi hace que le rueguen para jugar, exasperándolos, pero luego ya se entregan los cuatro a una partida de béisbol. Pasan a una nevería, donde Memín admite que le aterra volver a casa para que “Don Semáforo” lo siga obligando a estudiar. Cuando se retiran a sus hogares, acompaña a Ernestillo, quien le ha prometido una silla de ruedas para Eufrosina. Ahí, asiste a su amigo y el señor Vargas para terminar de fijar la destartalada silla. Memín revela ser ignorante hasta para los nombres de materiales de carpintería, confundiendo lo que son la cola y los taquetes. Hacen los preparativos para darle la bienvenida a Eufrosina, que al fin será dada de alta. Sus amigos trabajan en los adornos y cuando ven que Memín se anda comiendo el engrudo, le advierten de la peligrosidad de eso aun cuando él diga que sabe rico, alegando que Don Nicéforo se lo ha hecho con azúcar (posible confusión con la avena). Empiezan a arreglar la casa, exhibiendo la silla ya terminada y lista para ser ocupada por su má linda, que le evitará esfuerzos. En el hospital, Eufrosina ya está de pie, agradeciendo al personal que la atendió y despidiéndose de los otros enfermos que estaban con ella. Memín llega para recogerla y los dos agradecen especialmente al doctor Moreno. Al volver a casa, la ponen en la silla, y Eufrosina llora, conmovida al verse recibida por los amigos de Memín y sus familias. Todos se sientan en la mesa para comer, y en lo que transcurre la reunión, ella no deja de preguntarse por la presencia del anciano desconocido, creyendo que es abuelo de uno de los niños. Cuando todos se han retirado, le extraña que Don Nicéforo siga ahí.
Y así Memín tendrá que explicarle que hay un nuevo miembro en la familia, en lo que se llevará la siguiente secuencia en que concluye en definitiva este arco de la historia.

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