miércoles, 19 de agosto de 2009

Memín Pinguín #240-246

Un curioso sueño de Memín lo transporta a la China junto a Ernestillo, en donde ambos viven una emocionante aventura al reunir al nieto desaparecido del mandarín con su madre.

Como se mencionó en la entrada anterior, por alguna extraña razón se anula un número completo de la revista, del que sólo se pueden saber los detalles en la versión resumida que ofrece el mismo Memín. Después del inexplicable éxito del concierto por parte del improvisado conjunto de música moderna en el asilo de ancianos, Memín va con Eufrosina a celebrar su santo. Un conocido la felicita, provocando celos en Memín, y más cuando luego la invita a comer, lo que ella acepta de buen agrado. El negrito echa mentiras de que los invitaron en casa de Ricardo, para dejar con un palmo de narices al tipo. Como nadie se encontraba, siguen con la casa de Carlangas, con el mismo resultado, y Memín ya sugiere ir con Ernestillo, cuando Eufrosina espeta que no piensa dar más vueltas. Le confiesa que mintió y ella le hace entender que lo único que quería era comer y no coquetear con ese señor, asestándole un coscorrón por malpensado. Con sus ahorros, él mismo la invita a comer para contentarla. De regreso a casa, después de echarse carbonato para no sufrir indigestión, se meten en la cama para descansar, y a Memín le da por comentar sobre información cultural de China, a raíz de un libro referente que quien sabe de donde sacó. Eufrosina lo escucha por un rato, pero se cansa y lo manda a callar para dormirse. Memín se queda leyendo en libro en silencio, y poco a poco va quedándose dormido. Su imaginación crea un sueño donde ve cumplido su deseo de conocer ese lugar, en una realidad donde el pasado y el presente coexisten. Según esto, él y Ernestillo se embarcaron a China, viajando como polizontes, nomás porque si. Perfecto, aquí no tendremos que señalar la irresponsabilidad de perderse más clases, seria el colmo.
Al llegar, comienzan a recorrer la ciudad de Shangai. Intentan hablar con un “hombre-mula” (Memín no sabe que en China es costumbre que carguen los carros y Ernestillo se lo explica), pero como no comprenden su dialecto ni él el de ellos, se hallan en problemas para encontrar un hotel. Pasan por unos niños que se entretienen jugándole una broma a Memín, al estallar unos petardos cerca de su persona. Enfurecido, les pega para desquitarse, ahuyentado a todos menos a uno, que se le queda mirando. Memín se aleja y el chinito lo sigue, por más que le exige que lo deje. Éste revela hablar español, teniendo conocimiento de unos cuantos idiomas al servir como guía. El chinito dice ser huérfano, viviendo bajo el “cuidado” de un hombre cruel llamado Li-Yung, que siempre lo maltrata. Ha decidido abandonarlo para irse con Memín y Ernestillo sin dar explicaciones de porque le late quedarse con un par de extranjeros que acaba de conocer (es un sueño, así que no importa). Aunque ellos tratan de apartarse, al final acaban aceptando su compañía. El chinito se presenta como Ti-Lin, y los conduce a un buen hotel donde puedan descansar. Les cuenta más sobre lo mal que lo ha pasado en casa de Li-Yung, demostrándolo con horribles cicatrices en su espalda, ocasionadas por los constantes azotes. Ernestillo acepta en que siga con ellos, aunque a Memín ya está temiendo que ese hombre se desquite con ellos por cubrirlo. Al desvestirse para dormir, Ti-Lin exhibe un medallón incrustado con rubíes y esmeraldas, que supuestamente, es algo que ha tenido desde que fue a parar con Li-Yung, quien intentó robárselo, pero él lo recuperó. Memín sugiere que lo vendan y saquen mucha lana pero le hacen caso y se duermen los tres.A la mañana siguiente, al no encontrar sus pertenencias, Memín y Ernestillo andan pensando que Ti-Lin les ha robado, pero en realidad sólo había estado limpiando sus zapatos. Los invita a desayunar, donde tienen problemas a la hora de utilizar los palillos, ya que ahí no existen los cubiertos a los que están acostumbrados. Memín acaba prefiriendo comer como los perros, metiendo la cara en el plato. Ti-Lin menciona que han comido carne de serpiente, para horror de los dos, que ignoraban que les tocaría un platillo tan exótico. Después, salen a recorrer la ciudad. Ti-Lin los lleva por los lugares más interesantes, como el templo de buda. Un gong anuncia la presencia del mandarín, y el chinito les indica que se escondan, porque las tradiciones impiden verlo. Ellos no hacen caso, y distinguen que el mandarín lleva un medallón idéntico al de Ti-Lin. Se lo comentan a su nuevo amigo, con Memín insinuando un posible parentesco, pero éste no cree que siendo tan humilde pueda estar relacionado con alguien tan importante. Mientras andan en eso, el temible Li-Yung se aparece, y de inmediato agrede a Ti-Lin. Memín y Ernestillo se lanzan a defenderlo, pero son fácilmente vencidos y ven como el abusivo se lleva a Ti-Lin. Lo siguen con discreción hasta su casa, observando como lo mete ahí, cerrando la puerta y se ponen a pensar en como ayudarlo. Ven unas barricas pertenecientes al negocio familiar de ese hombre, y deciden meterse en éstas para poder entrar, aprovechando que están descargando. Ti-Lin es azotado sin piedad por Li-Yung, que exige saber donde dejó el medallón. Lo deja amarrado a una barrica, cerca de donde quedaron Memín y Ernestillo, que no pueden salir, en peligro de morir asfixiados. Ti-Lin sugiere a Ernestillo mover la barrica, consiguiendo que se caiga y rompa, liberándolos, aunque con consecuencias severas para sus cuerpos. Ernestillo se repone, para ver que Memín se ha embriagado, a causa del olor a licor de la barrica. Le quita los amarres a Ti-Lin, que luego indica que hay una puerta para salir de la bodega, cuyo acceso se consigue a través de un mecanismo oculto en la pintura de un dragón, según ha visto hacer a Li-Yung, pero no lo ha descifrado del todo. Memín lo descubre sin querer, al picarle los ojos a lo que él considera una lagartija gigante, y de ese modo, encuentran un pasadizo secreto.
En eso, Li-Yung es visitado por Wong-Chan, el hermano del mandarín, quien pide hablar en privado con él para hacerle una confidencia. Le revela que el niño que ha criado al lado de los suyos no es más que el hijo de su sobrina, Flor de Té (ese nombre ni es chino). Pasa a contarle una historia dramática y cargada de detalles demasiado específicos para ser de un simple sueño producto de la imaginación del ignorante Memín. En esa historia, se revela como Wong-Chan se enteró de los amoríos de Flor de Té con Alí, quien era uno de sus sirvientes, por lo que tenían una relación prohibida. Planeaban fugarse para dar rienda suelta a su amor. Wong-Chan habla con Alí para amedrentarlo, pudiendo mandarlo matar cuando se le antoje, pero éste le replica que no podrá, ya que tiene pruebas de que él, disfrazado, participó en un robo de joyas pertenecientes a su hermano. Piensa darle dichas pruebas a cambio de dejarlo partir con Flor de Té, en el momento en que ella esté a su lado, y Wong-Chan accede. Astutamente, Wong-Chan va con su sobrina para contarle mentiras, sobre como Alí sólo jugó con sus sentimientos, dejándole una carta de despedida en que expone su falsedad. Ella queda destrozada ante tal información, contándole a su tío que es muy tarde porque ya hubo consecuencias de su relación y está esperando un hijo de Alí. La convence de que durante el tiempo en que tarde en nacer el niño, lo tenga en un lugar apartado, sin informar al mandarín hasta que nazca, confiando en que no podrá rechazarlo pese a su deshonrosa concepción. En cuanto a Ali, Wong confiesa haberle quitado las pruebas a la fuerza y mandarlo matar. Al nacer el niño, Wong-Chan se encarga de que Flor de Té beba un narcótico que le impide estar consiente cuando sale el bebe. De ese modo, convence a la partera de que se quede con él, dejándolo donde quiera. Ella obedece por miedo, mas no acepta el dinero que le ofrece por cometer un acto tan ruin. Al volver en si, Flor de Té es enterada por su tío de que el niño nació muerto, empeorando su desdicha.
Una historia conmovedora, pero incoherente. Argumentando que Wong-Chan fuera tan ambicioso para ocupar el puesto de su hermano algún día, en primer lugar, debió haber permitido que los enamorados se fugaran, y de ese modo, no habría heredero del que tuviera que temer. ¿Por qué interferiría en primer lugar? ¿Solo por no querer que los demás sean felices? La imaginación desbordante de Memín abordo una mezcla de diferentes tramas telenovelezcas para que no tuviera sentido en algunos puntos.
Siguiendo con el relato de Wong-Chan, Flor de Té fue eventualmente puesta al tanto de lo que ocurrió en realidad gracias a Sig-Foo, la matrona, que se convirtió en su dama de compañía. Su tío se defiende, alegando que temía que su padre, al enterarse de su deshonra, la matara tanto a ella como al hijo, pero ella no le cree nada y jura que lo encontrará algún día. Sig-Foo la consuela, indicando que le puso su collar, confiando que con éste, alguien lo reconocería como hijo de persona importante, conservándolo en vez de robarlo, y así seria fácil localizarlo. Habiendo investigado sobre el maltrato que le da a uno de sus hijos Li-Yung, Wong-Chan dedujo que no era más que un recogido, precisamente el hijo perdido de Flor de Té. No le importa el maltrato sufrido, siendo su deseo que desaparezca al niño y recupere el medallón. Le ofrece una bolsa de oro, pero Li-Yung es demasiado ambicioso y pide mucho más, además de un puesto importante para garantizarle una vida de lujos, y Wong-Chan acepta su precio, reconociendo su interés.
Detrás de la pared, Memín, Ernestillo y Ti-Lin han escuchado todo (¿Cómo entendieron los primeros dos si no hablan chino? El sueño de Memín permitió mágicamente a los dos villanos hablar en español, supongo). Como no pueden salir, sabiendo que Li-Yung vendrá a ejecutar a Ti-Lin, la única solución que se les ocurre es incendiar la puerta. Memín se echa para atrás, pero no toman en cuenta su objeción, y consiguen usar los materiales a la mano para prender fuego a la puerta. Es un procedimiento peligroso, y el humo provoca que Memín se desmaye, pero Ernestillo lo saca justo a tiempo. Logran escapar, dejando que toda la bodega se queme, destruyendo el patrimonio de Li-Yung, pero a él no le importa, recordando que pronto será rico.
Los tres llegan lo suficientemente lejos y se reponen. Ti-Lin llora de felicidad, ahora que sabe que tiene una madre que lo busca. Sus amigos lo animan a ir al palacio del mandarín para reunirse con ella, aunque puede ser difícil. Antes de eso, deciden conseguir ropas orientales e ir a comer. Nuevamente, tienen problemas con los palillos chinos. Al acercarse el mesero, Memín le ve cara de Li-Yung (los chinos se parecen), y le avienta una piedra en el pie. Después de que éste le suelta insultos en chino y le da un jalon de orejas, Memín apenas puede comer el arroz por no saber usar los palillos. Se dirigen al palacio, y una vez ahí, cuando Ti-Lin habla con los guardias, les niegan la entrada. Memín cree que él puede convencerlos, pero sólo consigue que lo alejen de una patada. Ernestillo siguiere que use el medallón para identificarse, y Ti-Lin lo saca de su zapato, donde lo tenia bien escondido. Pero cuando lo enseñan a los guardias, estos alegan que es falso, y se ven obligados a retirarse, contrariados. Ellos consideran que pudiera ser una falsificación y entonces la historia de Wong-Chan no corresponde a Ti-Lin, pero una vez que se han alejado, los guardias les salen al paso, queriendo robarles el medallón para venderlo por su cuenta. Memín se les escabulle, y el mismo Ernestillo lo apremia a correr confiando en que luego los ayude. No tarda en toparse con el carruaje que transporta a la princesa Flor de Té, y aprovecha la oportunidad de meterse ahí. Sus amigos son apresados en una mazmorra, no quedándoles de otra que esperar a que venga por ellos. Memín se queda dormido en el carruaje, que ya ha sido introducido a los jardines del palacio. Un gato lo despierta y sale a explorar. Una chinita le sale al encuentro, y aunque Memín no puede entender lo que le dice, es evidente que le coquetea. Ella le enseña las piernas y hasta le da un beso. Él trata de corresponderla bailándole, pero recordando su misión, pretende sacar el medallón para esperar que lo ayude. Pero como lo traía en los pantalones, ella imagina que quiere enseñarle otra cosa y sale corriendo, asustada. Memín divisa unas enredaderas que llegan directo a las habitaciones de la princesa Flor de Té, y decide escalarlas para meterse al interior del palacio. Ahí, ella se encuentra lamentándose en compañía de Sig-Foo, por no poder encontrar a su hijo y por un matrimonio forzado eventual. Al primer intento de escalar, Memín se cae, golpeándose duro abajo, pero vuelve a intentarlo. Esta vez, si consigue llegar, y al verlo en la ventana, ellas le permiten pasar. Como no pueden entender su idioma, Memín saca el medallón para mostrárselos. Flor de Té deduce que él es su hijo, que se ha teñido la piel con tinta china para disfrazarse. Con ayuda de Sig-Foo, proceden a darle un vigoroso baño, esperando despintarlo con eso. Memín se resiste, pero no puede detenerlas, y acaba siendo lavado, enjabonado una y otra vez, sin éxito. Tratan sumergiéndolo en leche, en la que Memín chapotea mientras toma unos cuantos tragos de ésta. Como sigue sin aclararse el color de su piel, mandan llamar a Kukama (ese nombre ni es chino, es japones), el intérprete. Éste si comprende el idioma de Memín, pero siendo cómplice de Wong-Chan, da una traducción falsa a la princesa y su dama de compañía, diciendo que el niño sólo traía el medallón para venderlo. Se lo lleva sin dar explicaciones, directo ante Wong-Chan. El malvado ordena que lo encierren, pensando en que después podría serles útil, y cercas, la chinita que encontró antes, observa como lo meten a un sótano oscuro. Ahí, Memín se reencuentra con Ernestillo y Ti-Lin. Intercambian impresiones y se dan cuenta que están perdidos. En su habitación, Flor de Té sigue sintiéndose desgraciada, y Sig-Foo insinúa la posibilidad de que Kukama hubiera mentido y que el negrito les tuviera información sobre el paradero de su hijo. En su encierro, Memín sugiere a sus amigos acariciarle la pelona, para que les de suerte o algo así, aunque parece que no es más que una excusa para recibir un buen masaje de cabeza. En eso, la puerta y sale la chinita, a quien Memín puso el mote de Kiko, porque siempre tiene esa muletilla. Apenas entra y se echa encima de Memín. Ti-Lin traduce sus palabras en las que ella admite haberse enamorado del negrito y sus deseos de matrimonio. Ernestillo considera que aprovechen para escapar, ignorando a la chinita, que sigue de cariñosa con Memín. Él se impacienta y la descuenta de un trancazo, recibiendo luego el regaño de Ernestillo sobre que sólo los cobardes golpean a las mujeres (y los que no, son sexistas, según las nuevas ondas de hoy en día). Se internan en el palacio, hasta dar con la habitación de la angustiada Flor de Té. Al encontrarla ahí, incitan a Ti-Lin a pasar. Aunque ella se muestra crédula al principio para no ilusionarse y decepcionarse otra vez, acaba creyendo en sus palabras, confirmando que él es su hijo perdido. La enternecedora reunión de madre e hijo hace llorar a Memín, y luego, junto con Ernestillo, son invitados a acompañarlos. Luego, comparecen ante el mandarín, que acepta a su nieto, y manda encarcelar a Wong-Chan y sus cómplices, así como ordenar que aprendan a Li-Yung. Memín y Ernestillo la pasan como invitados especiales en el palacio, dándose abasto en el comedor, donde hasta les dan cubiertos de oro. Ti-Lin los lleva a su habitación, que su madre había preparado anticipadamente, confiando en el regreso de su hijo algún día, y se entretienen jugando con el tren eléctrico. El abuelo de Ti-Lin viene a comunicarles que ya agarraron a Li-Yung y lo mandan a la horca, pero el pequeño interviene, prefiriendo que sólo lo envíen a prisión el resto de su vida, ya que a pesar de sus maltratos, fue gracias a éste que sobrevivió todo ese tiempo. Ernestillo piensa que es algo noble aunque a Memín no le parece después de lo que le hizo (la horca es más generosa que una sentencia de cadena perpetua, no hubo tanta nobleza entonces). Vuelve a aparecer la pequeña Kiko, y Ti-Lin les avisa que es su prima. Revela que en realidad, ella es enana, y no ha podido encontrar hombre debido a su condición. A Memín eso le parece mucho peor y ya presiona a su amigo para que vuelvan a México. Pronto, están despidiéndose de Ti-Lin, a punto de abordar el barco que los llevara de regreso. Pero cuando abren sus maletas, sale Kiko, insistente en quedarse con Memín, echándose sobre él para cubrirlo de besos.
En eso, Memín despierta del sueño que se volvió pesadilla, lanzando insultos contra la chinita, que Eufrosina imagina dedicados a ella. Le da una nalgada para hacerlo reaccionar, y le ordena que se levante. Interesante situación en China, pero siendo un incidente imaginario, con tantas incongruencias, parece algo fuera de lugar, aunque es cierto que no podían argumentar otro viaje al extranjero tan pronto. Además, una buena excusa en caso de que haya meteduras de pata en cuanto a lo que se comprende de la cultura china.
Terminando esto, la historia prosigue con el punto en que quedó antes de la tanteada con el número saltado.

2 comentarios:

  1. Este es el tipo de historia que solo puede entenderse en el contexto historico de publicacion. Tanto estereotipo resulta racista en los 2010s, aunque esa no haya sido la intencion original.

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  2. Bueno a todo caso para ser un sueño y tener muchos estereotipos esta bien, a todo caso han cambiado muchas cosas en chinas, déjenme compartirles esto:
    Música china Linda

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