viernes, 12 de agosto de 2011

Lágrimas, Risas y Amor #200-210

Carne de Ébano: Cuarta Parte

Capítulos 60-71

Deberíamos considerar a esta la parte denominada “La historia de Bogar en la Guerra Civil”, pero la verdad es que se transforma en “La historia de Elizabeth”, una crónica muy pero muy innecesaria y completamente irrelevante para la trama (tal vez era parte de otra novela en que Doña Yolanda quería trabajar pero no pudo, así que se las arregló para acomodarla aquí, o no la hubiera alargado tanto). Una perdida de tiempo pero también es la que tiene los detalles mas curiosos e irónicos a destacar de toda la historia (exponiendo un poco la falta de dedicación y/o atención que Doña Yolanda le puso mientras trabajaba en ella).

Mientras Bogar es dichoso con el progreso de la hacienda y el próximo nacimiento de su hijo, Albert no es tan afortunado, haciendo recibido una rotunda negativa por parte de Elizabeth sobre tener un hijo, soportando ademàs su fría actitud con él, ignorando que ella lo engaña con un capitán cada vez que èl se ausenta, algo que de lo que ya están al tanto todos los esclavos (pero nada le dicen, puro compadecerlo y reír a sus espaldas).
Representantes del Norte visitan a Bogar, solicitando su disposición para ayudarles con todos sus hombres cuando inicie la Guerra Civil, una vez que los estados del Sur rechazan la propuesta de la abolición de la esclavitud del Presidente Lincoln. Bogar se entusiasma con la idea, siendo apoyado por Dydia para ir a luchas por los derechos de los negros, y al poco tiempo, recibe la convocatoria, partiendo enseguida rumbo a la batalla.
El batallón de Bogar va cosechando algunas victorias pero su cruzada termina por llevarlos hacia la hacienda de Don Esteban, logrando hacer sucumbir todas sus defensas, obligándolo a que éste, Albert y sus hombres retrocedan, penetrando en su residencia para tomar el control.
Bogar consigue encontrarse con los dos, pidiéndoles que se rindan, a lo que Albert accede enseguida pero Don Esteban se pone necio, colocándose en el camino de las balas, quedando gravemente herido. Con todo, Bogar aboga por él y Albert, convenciendo a sus compañeros de respetar sus vidas y conseguir un medico para Don Estaban, siendo su condición critica. Olvidando su resentimiento durante la convalecencia, Don Esteban celebra que Bogar sea agradecido, disculpándose por no haberle creído antes con la infamia de Elizabeth, quien ya no está con ellos después de haberla descubierto. Derrotado ya desde antes de unirse a su padre en la defensa, Albert le cuenta a Bogar con pelos y señales (y demasiado detalles que no debería saber) como fue que descubrió la verdad sobre la hipocresía de Elizabeth, iniciando una muy larga narración de los hechos.
Albert cuenta como Elizabeth alegaba sentirse aburrida en la hacienda, renuente a tener un hijo para que le hiciera de compañía, convenciéndolo de dejarla pasar unos días en la ciudad, visitando a su madre, nomas para distraerse. Albert le da permiso de ir y ya con su madre, ella puede admitir que la vida con Albert le aburre ya que él no tiene voluntad, siendo muy fácil tenerlo bajo su control cuando ella es una mujer que ama y se deja seducir por los retos (como fue Bogar). Recibe la visita de sus amigas, Susy y Carolina, contándole la ultima sobre su prometido, un lord ingles llamado Henry Stevenson, al que Elizabeth conoce eventualmente cuando acude con ellas a un baile. Ella queda fascinada al verlo y entablan conversación, intercambiando frases de doble sentido en las que ella sale mal parada al hacerse éste el difícil. Impresionada, se decide a conquistarlo a como de lugar, por lo que al comentarle sus amigas sobre haber sido invitadas a pasar un fin de semana en la casa de campo de las Belton (hermanas solteronas), con sus respectivas parejas, Elizabeth de inmediato pone en marcha un astuto plan, visitándolas y a través de regalarles panecillos y halagos, consigue que la inviten también. Ahí, vuelve a abordar a Lord Henry, pero él la irrita con su arrogancia. Susy adivina las intenciones de Elizabeth, echándole indirectas muy directas para que desista de su intención y no perjudique la relación de èste con Carolina.
Elizabeth consigue otra oportunidad para charlar a solas con Henry, intercambio nuevamente frases de doble sentido, que esta vez acaban con ella dejando que la bese después de hacerse la difícil al principio, haciendo una cita para volverse a ver cuando regresen a la ciudad.
Susy observa todo y le advierte a Elizabeth que se detenga, pero ella no le hace caso. Astutamente, Susy consigue hablar con Lord Henry a la hora del baile sin que Elizabeth pueda evitarlo al mantenerla distraída con su respectivo ligue, Agapito, y le cuenta que todo fue una apuesta que hizo con Elizabeth sobre que ella no podría conquistarlo y que se lo iba a explicar durante la eventual cita. Henry se traga la mentira, tomando todo a la ligera y comprometiéndose a dejarla plantada y en vez de eso se reune con ella y Carolina.
En la noche, Elizabeth se escabulle para hablar más con Henry y asegurarse de que Susy no le haya dicho nada, tocándole oírlo ufanarse con amigos sobre su conquista, como parte de un intento por divertirse con ella al advertir su presencia. Susy aparece para fastidiarla y Elizabeth se ve obligada a volver a la cama pero se desquita dándole una bofetada por entrometida. Al regresar a casa de su madre, ésta le hace entrega de tres cartas de Albert que no tiene ninguna prisa en responder, aunque abre una lleva dinero para surtirse (y Rester no deja de tomar algunos billetes para cobrar su “comisión”).
Elizabeth se dirige a su cita, pero espera en vano a Henry y la lluvia la sorprende. En el café donde se encontraba con Carolina, la llegada de Henry complace a Susy, retirándose para ir a donde está Elizabeth, por el gusto de verla enfurecida, aunque le amerita ser arrojada en la fuente cercana.
Para empeorar las cosas, Elizabeth pesca un resfriado que la deja en cama unos días, pero se abstiene de informar a Albert, para evitar que venga a molestarla, alegando que su madre está delicada de salud y necesita pasar más días con ella para asegurarse de dejarla bien.
Una vez que se ha recuperado, Elizabeth visita a Carolina y la convence de probarse de una vez el traje de novia, empleando comentarios inquietantes para hacerla dudar de una vez sobre la realizaciòn de su matrimonio, deteniendose cuando llega Henry. Mientras Carolina se cambia de ropa, Elizabeth va para “entretenerlo”, aprovechando para insinuarle que es un cobarde y por eso no acudió a la cita. Para defender su ego, Henry la cita nuevamente en el café La Posada del Sol y Elizabeth le da su dirección para cerciorarse.
A la hora de la cita, Elizabeth deja plantado a Henry para cobrar venganza, recibiendo un ramo de flores de su parte al día siguiente, reiterando la cita en el mismo lugar y a la misma hora. Y así pasan los días con Elizabeth disfrutando la tortura de Henry, ignorando su último mensaje sobre que la esperaría una última vez, creyendo poder mantenerlo esperando indefinidamente. Cuando ya no le llega ningún ramo ni recado, enfurece, sintiéndose despechada, por lo que ella misma se dirige a La Posada del Sol. El discreto y malicioso mesero que atendió a Lord Henry la lleva al mismo apartada privado y como ella se cansa de esperar, le encomienda enviar un mensaje para que éste venga. El mesero envía a un mozo como mensajero y éste tiene que ir hasta el club de banqueros para entregar el mensaje (dedican demasiadas pàginas a la peripecias del mozo). Henry se encamina de inmediato rumbo a al café, y por fin, con diálogos muy teatrales, inicia formalmente su romance con Elizabeth.
El mesero los surte con todas las comodidades y privacidad que necesiten, y de esa manera empieza una serie de citas clandestinas, que provocan que Henry aplace su boda con Carolina.
Susy descubre lo que ambos hacen y amenaza a Elizabeth con hacerselo saber a Albert pero ella le advierte que él sólo cree en sus palabras. Tratando de demostrar lo contrario, Susy le envía un anónimo, el cual inquieta a Albert, pero se guarda sus dudas para si. Al hablar con su padre sobre la prorroga de Elizabeth, éste lo convence de tomar la iniciativa e ir por allá. Su llegada contraria a Elizabeth sobremanera pero interpreta bien su papel de esposa complaciente que no tiene un amorío con el prometido de su mejor amiga. Sigue usando la excusa de la enfermedad de su madre para permanecer más días (ironicamente, Alfred comenta que ella muriò dìas despùes de que la dejaron, indicando que a fin de cuentas si estaba enferma aunque nadie se dio cuenta) , esperando seguir con su relación con Henry a expensas de Albert.
Susy toma manos en el asunto y visita a Henry en su departamento, haciéndole ver que se ha vuelto dependiente de Elizabeth y por su honor y ego masculino, puede poner un alto a eso simplemente apresurando su boda con Carolina, a lo que él accede.
Elizabeth envía a su madre para darle un mensaje a Henry en su departamento, esperando verlo en La Posada del Sol, convenciendo a Albert de la que lleve para allá. Henry recibe el mensaje pero no da ninguna respuesta y Elizabeth lo busca inútilmente entre los demás comensales, disimulando ante el ingenuo Albert. De vuelta en la casa, reciben la visita de Susy y Carolina, anunciando la inminente boda de Carolina con Henry, esperando que se queden más tiempo para asistir. Frustrada, ella misma va al departamento de Henry, exigiendo una explicación. Con cinismo, Henry le hace ver que ella se le ofreció porque quiso y él sólo la complació pero con el regreso de su marido,ya no puede seguir por su "caballerosidad", logrando que ella se marche indignada. A su regreso, Albert la enfrenta, exigiendo saber donde estaba, y ella utiliza una astuta coartada que más adelante convencerá a Susy de que la ayude a mantenerla, y ella lo hará sólo para que Albert no se decepcione por la mala mujer que tiene por esposa. La boda entre Carolina y Henry se realiza sin contratiempo ni más incidentes, con Elizabeth entre los asistentes, tragándose su orgullo.
Habiéndose tardado tanto en contar lo que no tenia forma de saber, Albert cuenta muy brevemente lo del engaño que SI descubrió, tras acceder a los deseos de Elizabeth de tener una casa pequeña donde estuvieran solos, acostumbrándose a darle la vuelta ahí con su nuevo amante. Una noche, Albert los cacha in fraganti y hiere al amante a balazos.
Està por matar a Elizabeth pero Don Esteban lo convence de que no vale la pena, y la corren de la hacienda. Con esto, el relato termina, y Bogar compadece a su viejo amigo, jurando en sus adentros venganza si alguna vuelve a toparse con esa víbora.

Metidas de pata y baches en la historia:
Vuelven a revolver la numeración de los capítulos, brincándose del 62 al 64.
• Considerando que Albert narra los eventos desde su punto de vista, esto es completamente incongruente ya que conforme avanza la trama, se percibe que estos más bien son desde el punto de Elizabeth. Además, se le da atención a otros escenas en las que ella no interviene como la reunión de Susy en el café con Henry y Carolina, la cena de Henry con la familia de Carolina, o incluso los plantones que Henry soportaba en el café por no decir la innecesariamente prolongada parte del mozo mensajero en la que tienen que narrar todo lo que hizo para llegar con Henry y su regreso al cafe. Por lo visto, Doña Yolanda se entusiasmò tanto con esta historia, que se le olvidó que poner a narrar a un personaje, no es lo mismo que narrar en tercera persona que es su estilo particular, ya que por encima de todo, Albert mete demasiados detalles que no le tocan más que alguien que no ha presenciado todos y cada uno de los eventos (por no decir, que puede leer la mente ya que se trasluce lo que piensan los personajes).
• El episodio del amorío con Lord Henry es irrelevante por completo. Albert no estuvo ni cercas de descubrirlo ni tampoco parece que se lo hayan contado (después de aquel segundo engaño él ni ganas iba a tener de saber con quienes más le puso los cuernos esa zorra como para sentarse tranquilamente a oír a Susy contándole lo que sabia, y era la única que estuvo al tanto de casi todo).
• En serio, todo esto nada que ver, fue una muy inoportuna interrupción de la trama original. Da la impresión de que Doña Yolanda tenia muchas ganas de hacer una historia con este tipo de trama, pero como no pudo prepararla bien o no se aguantaba, tomó la iniciativa de introducirla aquì, alejándose del tema de la lucha de la igualdad por un rato.

Frases más incongruentes y fuera de lugar de la “narración de Albert":
“Con gran parsimonia, el mesero sirvió dos copas…Un rayo de luz que se abrió paso por entre los gruesos cortinajes, se estrelló en el espumeante licor, arrancándole destellos dorados.” Vaya forma tan poética y extremadamente descriptiva de narrar algo tan simple como servir unos tragos. ¿Pero quien le informó de esto a Albert? ¿El mesero? ¿Lord Henry? Como sea, me sorprende que tan dolido pueda contarselo asì a Bogar.
• “Elizabeth, a hurtadillas de Albert, se mordió los labios, rabiosamente.” Se supone que Albert està narrando esto ¿qué no?
• “Bastaba una caricia o una sonrisa para que Albert, ciegamente enamorado de mi esposa, no sospechara la terrible traición de que era objeto.” (¿No debería decir “de la que era objeto?). Válgame. Elizabeth no sólo había engañado a Albert con Bogar, Henry y aquel otro sujeto, ¡sino también con el mismo Albert! ¿Quién lo hubiera imaginado? Engañar a su marido con su propio marido... Elizabeth si que se la sabe de todas, todas.
Incluso esta escena es absurda y fuera de contexto por la forma en que es narrada. ¿Para que abrìa de agregar "Albert" que Susy se puso a reir luego de pensar en eso?

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