miércoles, 10 de agosto de 2011

Lagrimas, Risas y Amor #163- 177

Carne de Ébano: Segunda Parte

Capítulos 26- 40

Habiendo pasado por la historia de Yama, apenas la punta de lanza de los eventos determinantes, seguimos con la historia de la infancia de Bogar, protagonista del resto de esta serie.

Doce años después de aquellos incidentes desafortunados, Yama se ha instalado en una colonia de negros libres, viviendo humildemente con su hijo, Bogar, concebido aquella noche en que se entregó a Britz. Habiendo heredado las facciones y ojos verdes de su padre, su estado de mulato es más pronunciado, siendo constantemente molestado por otros niños, pero con la facilidad de hacerse respetar a golpes. Como suele suceder en las historias de Doña Yolanda, la relación madre e hijo es ejemplar y filial (y por supuesto, ella le oculta el hecho de que su padre es un hombre blanco, por temor a que la desprecie).
Bogar atiende clases con otros niños impartidas por Bob Castle, un anciano que les enseña lo poco que sabe (lo más básico: letras y números). Un día, durante las clases, presencian la aparición de hombres blancos que revisan los papeles de libertad de los negros, pasando por Bob. Éste no puede explicarles el significado a los que no saben sobre esclavitud pero al poco rato, los padres de Risco, un amigo de Bogar, son llevados al no tener papeles. Risco intenta impedirlo y lo agreden, por lo que Bogar entra a defenderlo y ante su intromisión, le dan un latigazo en el rostro. Nada pueden hacer para impedir la partida de los padres de Risco y éste pasa a vivir con Bogar y Yama, quien se ha enterado de lo sucedido, aprobando la actitud de Bogar pero poniéndose más a la defensiva que nunca para que no sepa que su padre era blanco, ahora que su repulsión hacia éstos ha surgido.
Un día, Bogar y Risco tienen la ocurrencia de vender ranas que han capturado a los blancos que pasen por el camino, como una forma de desquitarse de ellos. El destino permite que se topen con un carruaje en que viaja un envejecido y paralitico Charles Britz, que acepta comprarle a un alto precio una rana a Bogar, simpatizando con su actitud desafiante. Risco menciona el nombre de Yama y Britz reacciona, considerando la idea de que se trata de la misma mulata que amó y forzó a ser suya, pero los dos chiquillos escapan antes de que pueda interrogarlos más.
Bogar y Risco le cuentan a Yama lo que pasó y ella empieza a temer que el pasado venga a perseguirla. Convenientemente, uno de los clientes a los que Yama les lava la ropa es Clarisa, prima de Britz, quien al haber sido enterada de aquel evento del pasado de su primo, ata cabos, y prepara un encuentro. Convence a Yama de lavar ropa para su primo en su hacienda, llevando a Bogar (y Risco, al que no pueden dejar solo). Yama trabaja con entusiasmo mientras Clarisa se lleva a los niños para que exploren y se entretengan, acercando a Britz, reconociendo en Bogar su mismo carácter. Intenta exponerle hipotéticamente que podría vivir en su hacienda rodeado de lujos y comodidades pero el chiquillo no quiere escuchar nada.
Yama se entera por parte de la servidumbre que Britz es el dueño de la hacienda, corriendo hacia donde están Bogar y Risco, poniéndoles un encargo en lo que confronta a Britz. Éste le propone darle una vida mejor a Bogar pero Yama se pone brava, empeñada en mantenerlo a su lado, tomando la determinación de fomentar el odio de su hijo hacia los blancos. Los llama para regresarse inmediatamente, pasando por los campos donde laboran los esclavos, para que al contemplar su sufrimiento pueda acrecentarse ese odio (sólo en Bogar, Risco sólo siente pena al pensar que sus padres estèn pasando por eso).
Clarisa instiga a Britz a no darse por vencido (más que nada para que él le de dinero que necesita) y ella misma se compromete a hablar con Yama en su casa, reiterándole la propuesta, casi convenciéndola, hasta que aclara que ella no viviría con él. Yama es firme en su negativa, pero a partir de entonces, en su mente se mete la idea de que Bogar prospere, por lo que durante la cena le habla sobre la posibilidad de vivir en una casa como la de Britz y tener todo lo que quisiera, pero sin dejar de mencionar que ella no estaría ahí. Bogar disipa sus temores repudiando todo eso, que no vale más que tener a su madre siempre a su lado.
Al poco tiempo, Yama enferma de gravedad e intentan curarla con remedios caseros y una inútil charlatana a que le ahuyente los “malos espíritus”. Finalmente, consiguen traer al medico del pueblo, gracias a Bob que organizó una colecta para pagar la consulta. El diagnostico es que el mal de Yama está muy avanzado (nunca dicen que tiene), necesitando ser internada en el hospital y una operación, todo muy costoso. Desesperado por conseguir dinero, Bogar expone a Bob su idea de venderse como esclavo y así salvar la vida de su madre. El anciano intenta disuadirlo, explicándole lo que significa renunciar a su libertad, pero Bogar insiste en que es la única manera. Consigue el nombre de un negrero, Esteban Rueblos, que se hospeda en una posada, molestándolo a altas horas de la noche para venderse. Don Esteban no cree su historia pero las lágrimas de Bogar terminan por convencerlo, dándole más dinero del que cree que vale, fijando un plazo de cuatro días para volver e incorporarse a sus esclavos.
Bogar se apresura en volver con Yama, pero es demasiado tarde, y le avisan que ella agoniza. Con sus últimas fuerzas, Yama intenta decirle quien es su padre para que vaya con él, pero Bogar no entiende nada y ella expira. La tristeza llena el corazón del niño pero se asegura de utilizar el dinero para que su madre sea enterrada en un cementerio de lujo.
Los padres de Risco han conseguido su libertad, regresando para reunirse con su hijo, y Bogar decide dejarlos vivir en su casa, puesto que partirá hacia su nueva vida como esclavo. Se despide emotivamente de Risco y de Bob, desdeñando la idea de huir o reponer ese dinero, dispuesto a cumplir su palabra. Vuelve con Don Esteban, quien ni siquiera lo recordaba, y pronto se une a los esclavos, rumbo a su hacienda.
Bogar experimenta la esclavitud, tardando en acostumbrarse a las condiciones infrahumanas en que viven y trabajan. Henry, el capataz, lo azota con el látigo sólo porque no le gustaba la forma en que lo miraba y Bogar responde descontándolo con una piedra. Don Esteban y su hijo, Albert, pasaban a caballo por los campos y encuentran al capataz inconsciente. Bogar admite su culpa y Don Esteban está por fustigarlo, pero Albert lo detiene, considerándolo una injusticia.
Más tarde, Bogar es castigado por Henry, dándole de latigazos y encerrándolo en el calabozo alimentado a pan y agua por algunos días. A su vez, Don Esteban castiga a Albert por humillarlo frente a los esclavos y declarar su admiración hacia Bogar después de que su padre le cuenta su historia, pero en su caso, sólo le toca que le prohíban salir de la casa.
Una vez que Bogar se reincorpora a sus labores en el campo, lo informan de lo sucedido con Albert y decide ir a verlo para darle las gracias por intervenir a su favor. Acompaña a un esclavo encargado de entregar la leche y trepa hasta la ventaba de la habitación de Albert para meterse. Los dos simpatizan y se hacen amigos de inmediato.
Bogar toma la costumbre de escaparse por las noches y visitar a Albert, pasando el rato con la lectura de un libro sobre aventuras en la selva. Bogar le propone vivir esa experiencia por si mismos, yéndose por un camino que el conoce para llegar a la selva cercana y Albert acepta, entusiasmado. Los dos niños toman un caballo y cruzan el rio utilizando un grueso tronco. Pasan días enteres recorriendo, acampando y sobreviviendo en la selva, envolviéndose en el espíritu de la aventura.
Don Esteban, angustiado por la suerte de su hijo, encabeza el equipo de búsqueda tras haber deducido que se fue con Bogar, y se internan en la selva, encontrándolos finalmente. Albert acepta que lo castiguen mientras sea del mismo modo que a Bogar a quien Henry ya le anda por volverle a dar de latigazos.
Don Esteban ordena que no le hagan nada al mulato en lo que regresan y habla seriamente con Albert. Éste expresa su deseo de que le permita tener a Bogar como compañía, a cambio de estudiar con ahincó, y Don Esteban, que ya ha empezando a caerle bien el mulato, acepta regalárselo como su esclavo personal.
Cuando Albert va al día siguiente a darle las buenas nuevas a su amigo, lo encuentra tendido tras haber recibido otra golpiza de Henry. Don Estaban no aprueba que lo hayan desobedecido ni que sacie sus bajos instintos en los esclavos, por lo que lo reprende y le cancela su periodo de vacaciones màs proximo, provocando que nazca en el hombre un odio ferviente hacia el mulato (el cual no tendrá mucha relevancia para la historia). Bogar es llevado a vivir a la casa y es prontamente curado por Katherine, el ama de llaves y nana de Albert, quien se queja de que ahora tendrá que batallar con los dos.
El tiempo pasa y Albert cumple su palabra de ponerse a estudiar duro, siempre con el apoyo de la compañía de Bogar. Y así, pasan los años y los chicos crecen para convertirse en hombres, habiendo forjado un lazo que los hace sentirse más como hermanos que como amigos.

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