Después de la alegre reunión en la carpintería, se acuerda que Memín y Ernestillo harán la primera comunión juntos, y empiezan a atender clases de catecismo. Al salir de una de éstas y reunirse con sus amigos, le explican a Memín que no debe sólo aprenderse las cosas de memoria, sino también comprenderlas, algo a lo que él no parece muy dispuesto. Acercándose el día de la confesión, Memín comienza a hacer una lista de pecados, la cual es muy larga, tomándose muy en serio la advertencia de Eufrosina sobre no guardarse ninguno. Se entretiene haciéndola durante el recreo, y un compañero suyo (que nunca saliò antes) al que llaman Pinolillo, se le acerca, burlándose de él, alegando que es inútil su dedicación, porque los negros están marcados para irse directo al infierno, usando como prueba el argumento de que en las iglesias no hay imágenes de ángeles negros (tampoco hay ángeles que se parezcan a los indígenas y aun así tomaron a la virgen como su representante ¿o no?). Memín objeta, diciendo que aunque él no pudiera ir al cielo, su má linda si lo hará. Pinolillo replica lo mismo, incluyendo un insulto sobre la obesidad, que incita a Memín a arrojarle un tintero a la cara. Ese acto de furia lo agrega a su lista de pecados, pero la duda lo golpea, sufriendo un drástico cambio de pensamiento. Decide que sí está condenado por ser negro, empezará a ser malo desde ese momento, para ascender al trono del infierno. Sus amigos entran al salón y los ataca con insultos y majaderías sin razón alguna. Pinolillo regresa acompañado del maestro Romero, exigiendo una explicación, y Memín también se muestra grosero con él, al grado de desesperarlo y llevárselo de la oreja fuera del salón. El maestro y sus amigos no comprenden el porque de su actitud, perturbándolos enormemente. Pinolillo no menciona nada de lo que desató con sus provocaciones, mintiendo en que el negrito le lanzó el tintero sin motivo.
Memín pasa con el portero, poniéndose igual de majadero con él, pero siendo un anciano paciente, no puede más que extrañarse y lo deja salir sin intentar detenerlo. Por las calles, Memín continua, haciendo todos los actos malvados que puede. Insulta a un par de solteronas mojigatas, sacándoles la lengua. Luego, le arrebata su paleta a un chiquillo, arrojándola por la alcantarilla, pero como éste se pone a llorar, acaba comprándole otra y el pequeño se lo agradece, saliéndole mal ese intento. Prosigue colgando a los gatitos recién nacidos de la gata de una vecina. Al llegar a su casa, se muestra tosco con Eufrosina, negándose a seguir haciéndole los arrumacos acostumbrados. Le exige dinero para comprarse cigarros, y ante tanta grosería, ella no duda en tomar la tabla y castigarlo como de costumbre. En la escuela, Ernestillo encuentra la lista de pecados de Memín, y la muestra al maestro y sus amigos, comprendiendo que fue Pinolillo quien le metió la idea en la cabeza. Carlangas lo golpea y Romero lo echa de su clase para siempre (y también de la revista). Al salir de clases, van con Eufrosina, quien llora amargamente, ante el inexplicable cambio de su retoño del que no dejan de darle quejas sobre su comportamiento. Ellos le explican lo que pasa con él, concordando con ella en que el color de la piel nada tiene que ver con el alma y deben hacérselo entender a Memín. Sus amigos salen con ese propósito pero al encontrarlo, éste se pone grosero nuevamente, amenazándolos con un palo, firme en su idea de que no tiene caso ser bueno si se está condenado. Encuentran inútil convencerlo, perdiendo la paciencia, y acaban despidiéndose de él dándole un trancazo cada uno. Memín les grita amenazas huecas. Habiéndose alejado de él, se dan cuenta que necesitan ayuda de un experto, y piensan consultar con el padre Juan Manuel.
Mientras están esperando la oportunidad de hablar con el cura, éste trata de calmar a una angustiada mujer que teme por la vida de su hijo mortalmente enfermo. Acaban reconociéndola como la madre de Trifón (que nunca había salido a cuadro hasta éste momento), a quien no habían visto en algún tiempo, comprendiendo que era por su enfermedad. Después de que ésta se retira, llorando, le preguntan al cura que pasa con Trifón. Éste les comunica que padece de anemia y que el último recurso que le queda es una operación del bazo, pero hay pocas esperanzas. Rápidamente, cambia de tema para mostrarse más optimista, pero ellos empiezan a comentarle del problema de Memín. El padre Juan Manuel comprende la situación y pide hablar con él para hacerle entender, mas ven difícil poder convencerlo de que vuelva a pisar la iglesia. A ellos se les ocurre darle una “prueba” de que los negros pueden ir al cielo, pintando algunos angelitos de negro, petición irregular a la que el cura accede sí utilizan pintura que se pueda borrar después.
Trifón está en cama, soñando con Memín, y al despertar, siente necesidad de ir a verlo. Ignorando la sugerencia de la mujer del aseo de que no se supone que deba salir por su enfermedad, se abriga y sale al exterior. En ese momento, Memín se entretenía disparando piedras con una reportera a las personas que pasaban. Al ver a Trifón, lo escoge como su siguiente blanco, pero falla su puntería, y en su lugar, le da a un perro, hiriéndole la pata. Se acerca a ver al animal sufriendo junto con Trifón. Al hacerle entender que le disparó a propósito en su intento de darle a él, el gordito noblemente expresa que prefería que le hubiera atinado a él, porque su madre lo curaría y el perro a nadie tiene. Trifón intenta ayudar al perro, pero Memín persiste en ser un desalmado, y agarra una colilla de cigarro que alguien dejó caer, pretendiendo fumar, aunque acaba tosiendo. Trifón se ríe y recibe un golpe en la cara. Luego, descubren que el perro halló fuerzas y se retiró discretamente. La madre de Trifón había llegado a casa para entonces, preocupada al saber que su hijo salió en ese estado, pero se siente aliviada al verlo cerca en compañía de Memín. Lo invita a pasar un rato con él en la casa, ya que no le conviene estar fuera, y aunque pone pretextos, Memín acaba aceptando. Trifón le enseña sus juguetes y Memín le cuenta de sus planes de formar una pandilla de gángsters y las atrocidades que cometerán en el futuro. El gordito se desmaya mientras le dice todos esos disparates y Memín se marcha, creyendo que sólo se durmió, pasándole desapercibida la acongoja de su madre. Al volver a su casa, Eufrosina se muestra amable, consciente de lo que le pasa. Trata de ayudarle a cambiar de parecer, hablándole sobre San Martín de Porres, pero con todo, Memín sigue escéptico, reacio a creer que por un solo santo de color, los suyos puedan ir al cielo. Sus amigos ya han cumplido su cometido de pintar algunos angelitos de los recuadros de negro, y pasan a idear un plan para atraer a Memín y así el sacerdote pueda ayudarlo. Se ponen de acuerdo con Eufrosina, que más tarde simula haberse lastimado un pie y tener pendiente de entregar unas sotanas al cura. Memín no puede evitar ablandarse, y ofrece llevárselas en su lugar. De ese modo, el párroco logra recordándole la preparación de su primera comunión, la que Memín ya no piensa hacer, explicándole porque. Usado todo un rollo que se resume en que todos somos hijos de Dios sin excepciones de ningún tipo, logra convencerlo de ponerse a orar y pedir guía. Memín lo hace, arrepintiéndose de haber querido ser malo, y al ver los angelitos negros entre los otros, lo toma como una señal, que acaba por convencerlo por completo. Sale corriendo, dispuesto a corregir todos los males que hizo y disculparse con quienes ofendió. Empieza por Eufrosina, que lo perdona al instante. Encuentra a sus amigos en casa de Ricardo, jugando la lotería, pero ellos le aplican la ley del hielo, ignorandolo, hasta que se disculpa sinceramente por la forma en que los trató. Habiendo encontrado el perdón con sus seres más cercanos, Memín hace de nuevo su lista de pecados, preparándose para ir al confesionario. Comete algunos desplantes, como chiflar en la iglesia e insultar a una señora que estaba orando con la que tropezó sin querer, pero logra acabar bien. Sus amigos, como añadiendo una penitencia extra, le indican que ahora que está “limpio”, debe mantenerse así, haciendo “sacrificios personales”, que implican usarlo como esclavo y observarlos comer helado sin convidarle, además de no dejarle jugar con ellos. Eso ya es casi aprovecharse de su persona, pero tiene su recompensa, cuando después de ayudar a Eufrosina a lavar, ésta lo consiente con un gran tazón de helado. Se hacen los preparativos para el día especial. Memín se prueba el traje de primera comunión. En casa de Ricardo planean hacer una recepción para celebrar y obsequiar regalos tanto para él como Ernestillo. Al ir a la escuela, Memín se disculpa con el portero y el maestro Romero, quienes no quedaron nada resentidos y le perdonan sus majaderías sin problemas. Menciona ante el maestro y sus amigos que sólo le falta Trifón, de quien debe disculparse por haberlo golpeado. Ellos se alarman, indicándole el estado en que se encuentra y que las probabilidades indican que morirá. Memín se pone apesadumbrado, lleno de remordimientos y pena por Trifón. Al salir de clases, va a visitarlo con sus amigos. Lo encuentran en cama, presa de fiebre y ya resignado ante la muerte. Memín se esfuerza por mostrarse tan vivaracho como siempre, pero se derrumba y solloza, disculpándose por el maltrato que le estuvo dando todo el tiempo. Trifón sólo sonríe, demostrando jamás haberle guardado rencor alguno, y Memín y Ernestillo prometen pedir por su curación en su primera comunión. Cuando salen de ahí, deciden que así debe ser, convenciendo al párroco de adelantar la fecha al día siguiente, para no perder el tiempo y hacerlo por el bien de Trifón. El sacerdote aprueba su idea y acepta el cambio de fecha. Eufrosina se muestra contrariada cuando Memín se lo avisa, ya que así no tendrá tiempo de preparar comida y otras cosas que había planeado, pero no se opone y se esmera en terminar de arreglar el traje. Llega el día y sus amigos vienen a despertar a Memín para se apresure a alistarse. Pronto, él y Ernestillo están en la iglesia, luciendo sus trajes blancos de comunión, sosteniendo sus respectivas velas. Al pasar al frente, dos amigos resentidos de Pinolillo, le hacen la zancadilla a Memín cuando pasaba con su vela, y éste reacciona, atacándolos con ella, resquebrajándose en consecuencia. Después, siguen con lo suyo y Memín pide perdón a la Virgen por su arranque de enojo. Ernestillo y Memín comulgan solemnemente, pidiendo por que Trifón se mejore y no muera. Habiendo terminado, son felicitados por sus padres y el profesor. Memín lamenta lo que pasó con su vela rota que prometió dar a Trifón, y Ernestillo le ofrece la suya. El señor Arcaraz invita a todos a desayunar a su casa. Memín y Ernestillo descubren sus regalos, emocionados al tomar el par de patines (aunque a Memín se supone que ya le habían dado patines antes y no se entusiasmó mucho que digamos). Se entretienen buen rato probándolos, hasta que se acuerdan del gordito enfermo. Admiten que no lo olvidaron a la hora de comulgar, pero sí con el desayuno y los regalos (que niños tan simples, esa clase de cosas no se pueden olvidar así nomás). Pasan a la casa de Trifón, donde la criada les informa que ya se lo llevaron a operar. Dan con el hospital en que se encuentra, pero la enfermera no les permite el paso, ya que va contra las reglas y están a punto de operarlo. Sus amigos discuten con ella, distrayéndola para que Memín se escurra y salga al encuentro de Trifón. Lo halla justo cuando se lo llevan en camilla, a tiempo para que éste se despida de él.
La madre de Trifón invita a Memín a que espera con ella, mientras se pone a rezar el rosario. Carlangas consigue pasar, sugiriendo a Memín para que distraiga a la señora y así no se angustie de más mientras se efectúa la operación. Con su ingenio y plática fácil, Memín hace lo posible, teniendo éxito a medias. El doctor solicita su presencia, informando que la operación ha terminado y lograron salvar a Trifón, extirpándole dos bazos que irregularmente significaban la fuente de su mal. Memín no comprende la diferencia entre bazo y vaso, haciendo chistes con eso, que al compartir con sus amigos, lo reprenden a coscorrones. Lo importante es que Trifón se ha salvado y de ahí en adelante, Memín procura estar a su lado, ayudándolo en su recuperación. Memín lo colma de atenciones muy animoso, aunque empieza a encontrarlo aburrido nuevamente, entreteniéndose más jugando futbol con sus amigos en el callejón.
Otra parte de la historia de Memín Pinguín termina aquí, pero hay un detalle que señalar, en cuanto a una notable diferencia respecto a la versión original. Según me he enterado, en la versión original, el personaje de Trifón fallecía en este punto, supuestamente, a causa de la enfermedad que lo embargaba, tal vez como parte de una trama que hacia ver las penas de la vida, que ni las más bien intencionadas oraciones pueden evitar, ni siquiera la muerte de un niño. Pero con todo, era demasiado fuerte para una historieta de humor blanco, por ello se dice que hubo muchas quejas, que ocasionaron que Doña Yolanda modificara está cuestión al realizar la segunda versión (y no fue lo único, parece que aun hay más personajes de menor importancia que originalmente estiraban la pata trágicamente en la primera versión de Memín). Con todo, aunque le queden pocas participaciones, el mantenimiento de este personaje demostró ser efectivo para lo que vendrá después. En cuanto al Trifón original, sólo puede decirse el clásico: “Que descanse en paz.”
Mientras están esperando la oportunidad de hablar con el cura, éste trata de calmar a una angustiada mujer que teme por la vida de su hijo mortalmente enfermo. Acaban reconociéndola como la madre de Trifón (que nunca había salido a cuadro hasta éste momento), a quien no habían visto en algún tiempo, comprendiendo que era por su enfermedad. Después de que ésta se retira, llorando, le preguntan al cura que pasa con Trifón. Éste les comunica que padece de anemia y que el último recurso que le queda es una operación del bazo, pero hay pocas esperanzas. Rápidamente, cambia de tema para mostrarse más optimista, pero ellos empiezan a comentarle del problema de Memín. El padre Juan Manuel comprende la situación y pide hablar con él para hacerle entender, mas ven difícil poder convencerlo de que vuelva a pisar la iglesia. A ellos se les ocurre darle una “prueba” de que los negros pueden ir al cielo, pintando algunos angelitos de negro, petición irregular a la que el cura accede sí utilizan pintura que se pueda borrar después.
Trifón está en cama, soñando con Memín, y al despertar, siente necesidad de ir a verlo. Ignorando la sugerencia de la mujer del aseo de que no se supone que deba salir por su enfermedad, se abriga y sale al exterior. En ese momento, Memín se entretenía disparando piedras con una reportera a las personas que pasaban. Al ver a Trifón, lo escoge como su siguiente blanco, pero falla su puntería, y en su lugar, le da a un perro, hiriéndole la pata. Se acerca a ver al animal sufriendo junto con Trifón. Al hacerle entender que le disparó a propósito en su intento de darle a él, el gordito noblemente expresa que prefería que le hubiera atinado a él, porque su madre lo curaría y el perro a nadie tiene. Trifón intenta ayudar al perro, pero Memín persiste en ser un desalmado, y agarra una colilla de cigarro que alguien dejó caer, pretendiendo fumar, aunque acaba tosiendo. Trifón se ríe y recibe un golpe en la cara. Luego, descubren que el perro halló fuerzas y se retiró discretamente. La madre de Trifón había llegado a casa para entonces, preocupada al saber que su hijo salió en ese estado, pero se siente aliviada al verlo cerca en compañía de Memín. Lo invita a pasar un rato con él en la casa, ya que no le conviene estar fuera, y aunque pone pretextos, Memín acaba aceptando. Trifón le enseña sus juguetes y Memín le cuenta de sus planes de formar una pandilla de gángsters y las atrocidades que cometerán en el futuro. El gordito se desmaya mientras le dice todos esos disparates y Memín se marcha, creyendo que sólo se durmió, pasándole desapercibida la acongoja de su madre. Al volver a su casa, Eufrosina se muestra amable, consciente de lo que le pasa. Trata de ayudarle a cambiar de parecer, hablándole sobre San Martín de Porres, pero con todo, Memín sigue escéptico, reacio a creer que por un solo santo de color, los suyos puedan ir al cielo. Sus amigos ya han cumplido su cometido de pintar algunos angelitos de los recuadros de negro, y pasan a idear un plan para atraer a Memín y así el sacerdote pueda ayudarlo. Se ponen de acuerdo con Eufrosina, que más tarde simula haberse lastimado un pie y tener pendiente de entregar unas sotanas al cura. Memín no puede evitar ablandarse, y ofrece llevárselas en su lugar. De ese modo, el párroco logra recordándole la preparación de su primera comunión, la que Memín ya no piensa hacer, explicándole porque. Usado todo un rollo que se resume en que todos somos hijos de Dios sin excepciones de ningún tipo, logra convencerlo de ponerse a orar y pedir guía. Memín lo hace, arrepintiéndose de haber querido ser malo, y al ver los angelitos negros entre los otros, lo toma como una señal, que acaba por convencerlo por completo. Sale corriendo, dispuesto a corregir todos los males que hizo y disculparse con quienes ofendió. Empieza por Eufrosina, que lo perdona al instante. Encuentra a sus amigos en casa de Ricardo, jugando la lotería, pero ellos le aplican la ley del hielo, ignorandolo, hasta que se disculpa sinceramente por la forma en que los trató. Habiendo encontrado el perdón con sus seres más cercanos, Memín hace de nuevo su lista de pecados, preparándose para ir al confesionario. Comete algunos desplantes, como chiflar en la iglesia e insultar a una señora que estaba orando con la que tropezó sin querer, pero logra acabar bien. Sus amigos, como añadiendo una penitencia extra, le indican que ahora que está “limpio”, debe mantenerse así, haciendo “sacrificios personales”, que implican usarlo como esclavo y observarlos comer helado sin convidarle, además de no dejarle jugar con ellos. Eso ya es casi aprovecharse de su persona, pero tiene su recompensa, cuando después de ayudar a Eufrosina a lavar, ésta lo consiente con un gran tazón de helado. Se hacen los preparativos para el día especial. Memín se prueba el traje de primera comunión. En casa de Ricardo planean hacer una recepción para celebrar y obsequiar regalos tanto para él como Ernestillo. Al ir a la escuela, Memín se disculpa con el portero y el maestro Romero, quienes no quedaron nada resentidos y le perdonan sus majaderías sin problemas. Menciona ante el maestro y sus amigos que sólo le falta Trifón, de quien debe disculparse por haberlo golpeado. Ellos se alarman, indicándole el estado en que se encuentra y que las probabilidades indican que morirá. Memín se pone apesadumbrado, lleno de remordimientos y pena por Trifón. Al salir de clases, va a visitarlo con sus amigos. Lo encuentran en cama, presa de fiebre y ya resignado ante la muerte. Memín se esfuerza por mostrarse tan vivaracho como siempre, pero se derrumba y solloza, disculpándose por el maltrato que le estuvo dando todo el tiempo. Trifón sólo sonríe, demostrando jamás haberle guardado rencor alguno, y Memín y Ernestillo prometen pedir por su curación en su primera comunión. Cuando salen de ahí, deciden que así debe ser, convenciendo al párroco de adelantar la fecha al día siguiente, para no perder el tiempo y hacerlo por el bien de Trifón. El sacerdote aprueba su idea y acepta el cambio de fecha. Eufrosina se muestra contrariada cuando Memín se lo avisa, ya que así no tendrá tiempo de preparar comida y otras cosas que había planeado, pero no se opone y se esmera en terminar de arreglar el traje. Llega el día y sus amigos vienen a despertar a Memín para se apresure a alistarse. Pronto, él y Ernestillo están en la iglesia, luciendo sus trajes blancos de comunión, sosteniendo sus respectivas velas. Al pasar al frente, dos amigos resentidos de Pinolillo, le hacen la zancadilla a Memín cuando pasaba con su vela, y éste reacciona, atacándolos con ella, resquebrajándose en consecuencia. Después, siguen con lo suyo y Memín pide perdón a la Virgen por su arranque de enojo. Ernestillo y Memín comulgan solemnemente, pidiendo por que Trifón se mejore y no muera. Habiendo terminado, son felicitados por sus padres y el profesor. Memín lamenta lo que pasó con su vela rota que prometió dar a Trifón, y Ernestillo le ofrece la suya. El señor Arcaraz invita a todos a desayunar a su casa. Memín y Ernestillo descubren sus regalos, emocionados al tomar el par de patines (aunque a Memín se supone que ya le habían dado patines antes y no se entusiasmó mucho que digamos). Se entretienen buen rato probándolos, hasta que se acuerdan del gordito enfermo. Admiten que no lo olvidaron a la hora de comulgar, pero sí con el desayuno y los regalos (que niños tan simples, esa clase de cosas no se pueden olvidar así nomás). Pasan a la casa de Trifón, donde la criada les informa que ya se lo llevaron a operar. Dan con el hospital en que se encuentra, pero la enfermera no les permite el paso, ya que va contra las reglas y están a punto de operarlo. Sus amigos discuten con ella, distrayéndola para que Memín se escurra y salga al encuentro de Trifón. Lo halla justo cuando se lo llevan en camilla, a tiempo para que éste se despida de él.
La madre de Trifón invita a Memín a que espera con ella, mientras se pone a rezar el rosario. Carlangas consigue pasar, sugiriendo a Memín para que distraiga a la señora y así no se angustie de más mientras se efectúa la operación. Con su ingenio y plática fácil, Memín hace lo posible, teniendo éxito a medias. El doctor solicita su presencia, informando que la operación ha terminado y lograron salvar a Trifón, extirpándole dos bazos que irregularmente significaban la fuente de su mal. Memín no comprende la diferencia entre bazo y vaso, haciendo chistes con eso, que al compartir con sus amigos, lo reprenden a coscorrones. Lo importante es que Trifón se ha salvado y de ahí en adelante, Memín procura estar a su lado, ayudándolo en su recuperación. Memín lo colma de atenciones muy animoso, aunque empieza a encontrarlo aburrido nuevamente, entreteniéndose más jugando futbol con sus amigos en el callejón.
Otra parte de la historia de Memín Pinguín termina aquí, pero hay un detalle que señalar, en cuanto a una notable diferencia respecto a la versión original. Según me he enterado, en la versión original, el personaje de Trifón fallecía en este punto, supuestamente, a causa de la enfermedad que lo embargaba, tal vez como parte de una trama que hacia ver las penas de la vida, que ni las más bien intencionadas oraciones pueden evitar, ni siquiera la muerte de un niño. Pero con todo, era demasiado fuerte para una historieta de humor blanco, por ello se dice que hubo muchas quejas, que ocasionaron que Doña Yolanda modificara está cuestión al realizar la segunda versión (y no fue lo único, parece que aun hay más personajes de menor importancia que originalmente estiraban la pata trágicamente en la primera versión de Memín). Con todo, aunque le queden pocas participaciones, el mantenimiento de este personaje demostró ser efectivo para lo que vendrá después. En cuanto al Trifón original, sólo puede decirse el clásico: “Que descanse en paz.”
Si te fijas en el comic donde memin se confiesa y carlos y ricardo abusan de el, en ese comic se nota un estilo diferente de dibujo, con menos calidad y menor detalle, asi como uso de colores distintos a lo normal. Me gustaria ver como les afecta la muerte de trifon y si afecta el arco argumental de monterrey/texas.
ResponderEliminaren efecto yo tengo la primera version y el capitulo se llama "Adiós Tirponcito", es un capitulo bastante triste, el incluso sueña con trifón así como soñó con floripondia cuando se embriagó
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