miércoles, 29 de julio de 2009

Memín Pinguín #145-151

Memín y sus amigos tratan de levantarle el ánimo al expresidiario Fernando, mejorando la calidad de su vivienda y ofreciéndole la oportunidad de volver a pintar. En la escuela, hay un nuevo alumno en su salón, y Memín le tiene antipatía. Un concurso en la clase de dibujo da a pie a un acto de bondad malinterpretado.

Para empezar a ayudar a Fernando, los cuatro amigos se comprometen a conseguirle muebles para que se sienta más cómodo en su mísera vivienda. Ernestillo le fabrica una mesa, Ricardo consigue unas sillas viejas, Carlangas carga con un colchón que ya iban a tirar, y Memín lleva unas sabanas, que escondió en la parte trasera de su pantalón para que Eufrosina no se diera cuenta. Aprovechando que Fernando no está, comienzan su tarea de arreglar los muebles para darle la sorpresa. Colocan el colchón con las sabanas para que sirva como una cómoda cama sobre el catre que él tenia. Memín no resiste las ganas de brincar en la cama improvisada, reboteando y golpeándose contra la pared. Lo ayudan a salir de su atontamiento, cuando llega Fernando. Les exige que se vayan, y ellos obedecen, pero Memín se queda, besándole la mano y haciéndose el simpático. Con ese gesto lo hace cambiar de aparecer y mandar llamar a sus amigos de regreso. Les pregunta porque le trajeron los muebles, y ellos expresan sus deseos de ayudarlo y hacerse sus amigos. Les aconseja que desistan, ya que es un expresidiario y asesino. Aunque los otros no lo aprueban, Memín acaba por confesarle que Don Nicolás les contó su historia, y por ello lo compadecen, sabiendo que es buena persona y merece algo mejor. Fernando les agradece, pero asegura que su vida ya no tiene sentido y no puede aspirar a más que una existencia vacía y gris. Aun así, acepta sus atenciones, y pronto se les hace costumbre visitarlos en las tardes, siempre llevándole algo, como ropa y comida. Fernando les informa que no consigue trabajo y así no llegará a ninguna parte. En eso, llega la visita desagradable de un tal Roland, un criminal fugitivo que Fernando conoció en prisión, en plan de ofrecerle una “oportunidad de trabajo.” Mientras los demás los dejan hablar en privado, Memín se vuelve para espiar la conversación, confirmando que ese hombre intentaba convencer a Fernando de meterse al crimen, ya que en su estado, no le queda otra opción para subsistir. Fernando rechaza la oferta, alegando que la confianza que los cuatro muchachos han puesto en él le impide caer a ese nivel. Roland se retira, confiando en que es cuestión de tiempo para que se decida. Memín confiesa a Fernando que escuchó todo, arrepintiéndose de su entrometimiento, pero contento de ver que él se mantuvo firme y que ellos no se equivocaron al creerlo hombre de bien. Se reúnen con los demás, y Fernando se une a sus juegos, aunque no tarda en sentir su falta de habilidad al perder la condición por los años. Los invita a tomar helado, y ya luego que se despiden, Memín les hace sufrir de exasperación a sus amigos al tratar de decirles lo que había hablado con Roland, amenazado con ser cortado. Los cuatro concuerdan que con todo, puede que Fernando acabe aceptando formar parte de eso. Se les ocurre que sólo volviendo a la pintura podrá reponerse y evitar ese destino. Ernestillo ya se había adelantado, construyéndole un caballete en la carpintería. Los demás acuerdan conseguir dinero para comprar el resto del material. Carlangas hace mandados a los vecinos por una módica cuota. Memín trata de que Eufrosina le de dinero por hacerle los quehaceres, pero ella le advierte que no puede andarle cobrando por lo que hará de todos modos si no quiere ser castigado. Trata de sacar dinero de su alcancía, pero lo cacha en la movida, dándole una ultima advertencia.
Ricardo le pide a su padre dinero de sus domingos por adelantado, pero como éste hace preguntas de que necesita, no puede explicarle de manera convincente, y sin justificación, no piensa soltarle nada. Al ver que se dispone a usar su encendedor, le apuesta doscientos a que no prende a la primera. Rogelio acepta la apuesta, y pierde el dinero. Pero no es buen perdedor y hace que vuelva hacerla dos veces más, doble o nada, y pasa lo mismo. Ricardo consigue suficiente dinero y Rogelio descubre que al encendedor se le había acabado el gas.
En la carpintería, Ernestillo le muestra el caballete a Memín, y éste se queja de no poder aportar con nada. Comentan sobre el lienzo que se necesita para pintar sobre el caballete, y a Memín se le prende el foco, volviendose a su casa, con tela recortada de las sabanas que Eufrosina dejó en el tendedero (y que luego ira a echarle pleito a una vecina que considera culpable, pero eso sucede fuera de cuadro). Carlangas y Ernestillo surten las pinturas y pinceles, para después ir todos a presentar sus regalos a Fernando. Acuerdan no venir a visitarlo en unos días, para que él tenga tiempo de inspirarse y volver a trabajar en lo que tanto le gustaba. Fernando se siente inseguro sobre pintar, pero le conmueve el gesto y se dispone a ello. Cuando creen que ha pasado suficiente tiempo para que Fernando haya pintado algo, los cuatro van a lo que tiene por hogar. Descubren el caballete y el lienzo intactos, y al llegar Fernando, se percata de su decepción. Les explica que no ha podido pintar porque no recibe inspiración, y es que ésta viene con las ilusiones de la vida, que ya no tiene, pues ha perdido a sus seres queridos. Aun así, sigue agradeciendo su solicitud, ya que con el caballete al menos tendrá la esperanza de volver a pintar algún día, pero no podrá forzar nada. Ellos lo aceptan y lo invitan a observarlos jugar en el callejón. En la noche, Fernando trata de ponerse a pintar, pero sólo consigue frustrarse.
Una mañana, en la escuela, Memín se sorprende al ver un alumno nuevo en su asiento. Le exige que se largue, pero el chico alega que el maestro le indicó que se sentara ahí mismo. Al acercarse sus amigos, el nuevo se presenta como Luis Sandoval, recién llegado a la ciudad, y les cae bien de inmediato, excepto a Memín, que siente antipatía inmediata hacia éste. Al entrar el profesor Romero, Memín lo aborda para exponer su queja de tener a Luis como compañero de banca, pero es reprendido con la clásica lección de no juzgar a alguien hasta haberlo conocido bien. Memín concuerda, escapándosele comentarios sobre la amistad que tienen con el expresidiario, pero pronto guarda silencio. Comprendiendo que le han estado ocultando algo, Romero se siente porque ya no confíen en él como antes. Manda llamar a los otros tres para preguntarles que se traen, pero ellos no quieren decir nada de Fernando, temiendo que les prohíba su amistad. No queriendo presionarlos y muy resentido, Romero los deja con su secreto. Le echan la culpa a Memín por estar perdiendo la amistad del profesor, y deciden seguirlo a la dirección a la hora de salida, para poder explicarle con calma. Memín empieza, a su muy peculiar manera, pero le hacen callar para contar las cosas en orden. Una vez que comprende la situación de Fernando, Romero los anima a que sigan ayudándolo, admitiendo que en un principio si les hubiera prohibido que lo frecuentaran, pero conociendo su historia, aprueba su buena acción. Le aconseja a Memín hacer lo mismo respecto a Luis, a quien aun ni conoce y ya lo desprecia, pero el negrito echa en saco roto su consejo.
En la tarde, tienen dificultades para reunirse, en especial Memín que era retenido por Eufrosina. Van ansiosos a ver a Fernando. Descubren que el lienzo sigue en blanco, además de encontrarse con una nota de despedida que les ha dejado. En ésta, les sigue agradeciendo sus atenciones, pero admite que ve imposible mejorar su vida, aconsejándoles que lo olviden. Decepcionados y descubriendo un cigarro recientemente tirado en el suelo, del tipo que usaba el tal Roland, comprenden que Fernando cedió y se ha unido al crimen. Quieren creer que se equivocan y tomó otro camino, pero el mal semblante les dura hasta el día siguiente, cuando comparten con Romero sus impresiones. Él les dice que hicieron todo lo que pudieron y no tienen nada que lamentar, logrando que recuperen los ánimos. Pasando a otra cosa, Romero se dirige a la clase para ponerles un examen de dibujo, en que deben elaborar uno que sustentará su calificación, y que el mejor recibirá un premio. Memín, por ser un flojo, hace un mal dibujo sin esforzarse, y al presumirlo ante sus amigos que apenas empiezan el suyo, estos le hacen ver su falta de responsabilidad. Carlangas le rompe el dibujo para que haga otro, pero Memín pierde las ganas, y así se la pasa hasta el recreo, sin haber hecho nada. A su lado, Luis hace un dibujo muy bien hecho, haciendo que lo desprecie más, envidiando su habilidad y sus rasgos faciales más atractivos que los suyos. Aun conciente de que el negrito lo aborrece, Luis lo compadece. En el recreo, lo invitan a jugar sus amigos, cortando a Memín porque se dieron cuenta de que no hizo nada. Luis inventa una excusa para volver al salón y hacer un dibujo sencillo para que Memín tenga algo que entregar. Al regresar a la clase, Memín se sorprende al encontrar el dibujo que sin duda no hizo, pero no le da importancia al como pasó, dándose humos y presumiendo a sus amigos que ganará el concurso. Sigue despreciando a Luis, pero él no le guarda rencor, satisfecho de haberlo ayudado. En su casa, Luis espera a su madre, Alicia. Desde antes, en un recuadro se señaló que era el segundo hijo de Fernando Arteaga (si, un spoiler en la misma revista), y ahora queda claro, que por azares del destino fue criado por la novia despechada del antiguo pintor. En su trabajo, su amiga, Lolita, le expone su extrañeza de que quiera tanto al hijo que su ex tuvo con otra mujer, pero ella no puede ser más dichosa. Una retrospectiva complementaria tiene lugar. En ésta, se ve como, tras perder a Fernando, Alicia no tardó en perder a su madre. Quedándose sola, cerró su corazón al amor, y vivió dedicada a su trabajo. Un día, recibe una llamada desde un hospital de caridad, en el que se encuentra Rosalinda, muy grave y con pocas esperanzas de vida, tras haber dado a luz. Pide hablar con ella, y aunque Alicia no tiene deseos de volver a verla, su nobleza la impulsa a ir. Al ver como ha caído, difiriendo de la mujer que solía ser, Alicia siente lastima. Rosalinda la pone al tanto de las desgracias de su vida, solicitándola para que se haga cargo de su hijo, criándolo como si fuera suyo, ya que no confía en nadie más para ello. Le hace saber que Fernando está en la cárcel y su padre falleció, por lo que nadie más reclamara al niño. Alicia se muestra titubeante ante tomar tal responsabilidad, pero días después, al ser informada de la muerte de Rosalinda, acaba por aceptar a la criatura. De ese modo, se convirtió en una amorosa madre, ocultándole a Luis el hecho de que no es su madre biológica y alegando que su padre murió.
Ese día, después de comentarle de sus esperanzas de haber hecho el mejor dibujo de la clase, Luis le empieza a hacer preguntas sobre su padre, y a ella se le dificulta responderlas.
En su casa, Memín anda presumiendo con Eufrosina por haber hecho un dibujo que le ameritará el premio. Al día siguiente, todos andan comentando en el salón sobre sus trabajos, y Memín se pone de lo más despótico, creyéndose el mejor, y todavía reflejando antipatía hacia Luis. Cuando Romero hace entrega de los trabajos calificados, deja los de Luis y Memín para el final, haciendo ver que uno de ellos hizo el del otro. No dice el nombre de Memín, aunque sus amigos ya están sospechando que hizo una de las suyas, y amenaza entregarle a Luis su trabajo sin calificación. Ernestillo propone que se ponga de pie el culpable y otros compañeros aprueban la idea. Romero les sigue la corriente, pero Memín no se atreve a levantarse y admitir su culpa. Luis admite que ayudó a una persona al hacerle su dibujo sin su consentimiento, pidiendo que sólo lo castiguen a él, pero eso sólo hace que Memín se muestre aun más vil y cobarde. Como Luis se pone a sollozar por la ilusión que tenia de mostrarle el premio por su dibujo a su madre, sufre remordimientos y se dispone a salir del salón, admitiendo que es responsable de todo. Romero le ordena comparecer frente a su escritorio, preguntando que castigo cree merecer, y Memín responde que la horca (es lo mismo que dijo cuando arruinó la obra de teatro). Considera que elija otro tipo de castigo y Memín acepta que lo manden a primer año con orejas de burro. Romero agrega un castigo adicional, dándole doce tablazos enfrente de sus compañeros. La humillación es más dolorosa que los golpes, pero Memín se aguanta y sale con las orejas de burro para irse con los de primero. A sus amigos les da lastima y también a Luis, pero Romero le indica que si hubiera confesado desde el principio, no hubiese sido castigado. Aun así, revela que sólo lo dejaran dos días en primer año para que escarmiente y luego se le permitirá volver. Le entrega su dibujo con el primer lugar, que el niño recibe humildemente. Los amigos de Memín no lo encuentran a la salida, ya que a los de primero les toca más temprano, suponiéndolo en su casa. Luis se une con ellos, compartiendo su pena por lo que pasó y ellos reconocen su nobleza.
En casa, Memín ya ha contado de todo a Eufrosina, ofreciéndole la tabla para que ella también le de su merecido, pero como ya pagó suficiente, no ve la necesidad y lo consuela para luego ponerlo a que le ayude a lavar. Así lo encuentran sus amigos cuando vienen a visitarlo en compañía de Luis. Memín ya se ha recuperado, pero sigue enojado con él, culpándolo por lo que tuvo que pasar.Luis se disculpa, entregándole el diploma que recibió por su dibujo (¿en eso consistía todo el premio? ¿un pedazo de papel entre alumnos de un solo grupo? pfft). Viendo lo bondadoso y noble que es, Memín se retracta, haciendo pucheros y reconociendo que fue su culpa por no ser valiente y que el reconocimiento le pertenece a él.

3 comentarios:

  1. Curioso que memin ve el dibujo que no hizo y dice que el espíritu de su ma'linda vino a hacerlo. Como va a ser eso si sigue viva? Solo que haya tenido una experiencia extracorpórea. Memin dice cada tontera

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  2. Aqui si me pareciò muy injusto que castigaran a Memìn, ya que fue Luis quien le hizo el dibujo cuando el negrito nisiquiera se lo habia pedido.

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