Memín y sus amigos se convierten en boy scouts, pero al encontrarse con ciertas complicaciones durante su primera excursión, deciden separse del grupo, valiéndose por si mismos en el monte, ignorando los líos en que se meterán.
El señor Arcaráz regresa de su viaje, y es enterado de lo que sucedió con Leobardo. En premio a la valentía que su hijo demostró, decide permitirle ingresar a los boy scouts, procediendo a explicar en que consiste esa institución (con que diga que son campistas habría bastado, pero se echa un rollote de palabras elegantes...¿y desde cuando unirse a los scouts se considera un premio a la valentia?). A Ricardo le entusiasma la idea y se prueba el uniforme, diciendo que le gusta la boina pero no los pantalones cortos, aun cuando hasta hace unos números, siempre los estuvo vistiendo. Pero al acordarse de sus amigos, se le van las ganas, expresando que no cree encontrar compañías agradables como ellos entre los demás scouts. Rogelio ofrece financiarlos para que puedan ingresar también, ya que ellos lo apoyaron para impedir el robo. Sin embargo, le advierte que Memín no podrá ser admitido, debido a su baja estatura, y Ricardo piensa contentarlo, regalándole unos patines. Se dirige al callejón a informarles a sus amigos, que al principio se extrañan con su ridícula indumentaria. Ricardo les dice que podrán unirse a él y empieza a contarle sobre las excursiones y cacerías. Memín se emociona al instante, divagando sobre las hazañas que podría realizar, pero Ricardo le baja el animo, aclarandole que por su estatura no podrá ingresar. Le obsequia los patines, pero Memín se empeña en ser “boy scuch”. Ya que los cuatro siempre están parejos, Ernestillo y Carlangas declinan la invitación, alegando que si no se convierten en boy scouts los cuatro, ninguno lo hará, y Ricardo concuerda. Memín nota que los tres están decepcionados y deja a un lado su egoísmo, aparentando conformidad. Los tres vuelven a entusiasmarse y Memín aguanta hasta que se han ido, para ya despues mostrarse afligido por no poder acompañarlos.
Pasan unos días, y ya los tres visten sus uniformes, dirigiéndose al punto de reunión en que harán la promesa de los boy scouts. Memín los acompaña para observar. Ahí, a los tres los ponen a prueba, recitando de memoria los artículos de la ley de los scouts (muy aburridos) y un ritual de borlas en los calcetines. Ver todo esto pone a Memín más deprimido y se vuelve a su casa. Eufrosina pregunta la razón por su depresión, y le cuenta de su fascinación por los scouts y las cosas que harán sus amigos, todo lo que él no podrá disfrutar. Trata de animarlo, diciendo que ella le confeccionará el uniforme y lo necesario, para que el mero día de la excursión, se reúna con sus amigos (y sin haber hecho la promesa ni haberse molestado en estudiar los aburridos artículos scouts). El entusiasmo de Memín regresa en un instante. Se acerca el día de la excursión, y los tres boy scouts ya andan emocionados, aunque no se olvidan de Memín, suponiéndolo muy triste. Cuando él se les une, irradia alegría y optimismo, diciéndoles que no se preocupen ya que mientras ellos andan excursionando, él se divertirá con sus nuevos patines en la compañía de Trifón. Al verlo irse, los tres se muestran desconcertados, concluyendo que Memín hace un gran esfuerzo fingiendo para ellos, y lo compadecen. En su casa, Eufrosina ha terminado el uniforme y le de el palo de la escoba para que haga del palo de encino que simboliza la rectitud o algo así, además de disponerse a prepararle varias tortas para comer. Sus amigos también se preparan, recibiendo recomendaciones de sus padres. La madre de Ricardo es la que da más recomendaciones, no muy convencida y sobreprotectora, buscándole tres pies al gato para que no vaya, pero su marido le recuerda que es responsabilidad suya la formación del niño y es su decisión que forme parte de eso. Sabiendo que sus amigos se reunirán en la casa de los Arcaráz, Memín llega en su curioso intento de imitación del look de los scouts, y aunque Rogelio intenta disuadirlo, se rinde ante su simpatía y empeño en seguir a sus amigos, resignándose a llevarlo también. Ellos están felices de que pueda acompañarlos, sin reprocharle el hecho de no haberse preparado debidamente como ellos. En la estación de trenes en que partirán a la excursión, los muchachos abordan sin problemas. Como Memín no está en la lista y no pasará de la entrada, el señor Arcaráz consigue pasarlo por la ventanilla y ahí sus amigos lo ocultan bajo un montón de trapos. El calor intenso pone a Memín a dormir, pero lo despiertan tras haber llegado a su destino. Poco después, ya están todos formados, con un colado que no pasa desapercibido mucho tiempo.
Un guía se percata de la presciencia de Memín, negándose a llevarlo con ellos. Otro más comprensivo interviene, y al caer bajo la simpatía característica del negrito, le permite ir con ellos, mas el otro guía queda resentido y se propone tratarlo con rigor para poner el “ejemplo”. Durante la excursión, los otros scouts reparan en el aspecto ridículo de Memín, y se burlan de él. Al salir sus amigos a defenderlo, no tarda en presentarse una lucha encarnizada entre scouts, olvidándose de sus juramentos de solidaridad y fraternidad, y todo eso. El guía gruñón detiene la pelea, y culpa de todo al enano colado. Memín se siente culpable por causarles problemas a sus amigos, pero ellos insisten en que siempre estarán para defenderlo de cualquier alevoso. Los scouts siguen su camino por el momento, hasta encontrar un lugar para montar su campamento. Memín se cansa muy rápido, revelando no tener suficiente resistencia, que era justamente por lo que no le permitían ingresar, y en lo que debió haber pensado antes de ponerse sus moños, pero insiste en continuar. Los cuatro colaboran en construir la tienda de campaña sin haber tenido experiencia previa, y después se reparten algunas de las tortas que trajo Memín. Pasa un rato y los cuatro prueban sus bolsas de dormir, quedándose dormidos, hasta que Federico, el guía resentido, los despierta sólo para molestarlos. Memín tarda en reaccionar ante su presencia, teniendo un sueño pesado, lo que irrita al guía y lo toma del brazo, llevándoselo para ponerlo a cargo del guiso de venado que están cocinándo, removiéndolo constantemente con el cucharón y cuidar que no se queme. Cree que eso será suficiente castigo, y los amigos de Memín lo ven como un abuso, ya que es un trabajo difícil para alguien de su estatura. Deciden apoyarlo, acordando remover el guiso por turnos, pero ninguno llega a hacerlo, quedándose dormidos, al igual que Memín mientras desempañaba el cargo. El guiso se quema, y Federico descarga su ira contra Memín por ser tan descuidado. Es más de lo que sus amigos pueden soportar, y el impulsivo Carlangas no tarda en descargar sus puños sobre el abusivo guía. El guía comprensivo vuelve a intervenir, reprendiendo a su colega, pero éste sigue de necio en que se ocupará de darles una lección a los cuatro (la verdad es que ya no tendrá otra oportunidad en vista de lo siguiente). Memín se entristece, sintiéndose otra vez una molestia para sus amigos, pero todos insisten en que estarán de su lado, conmoviéndolo al borde de las lágrimas.
En vista de tales abusos, Carlangas propone que hagan su propia excursión, solo ellos cuatro. Ante sus titubeos, los compromete al llamarlos cobardes, y se le ponen al brinco para que se disculpe por el insulto. Cuando llega el momento de seguir la excursión, se separan discretamente del grupo, viendo la oportunidad de apropiarse de una de las mulas de carga (no se ve en que momento las trajeron). Encomiendan a Memín para traerla, que al jalarla por la cola, sólo consigue ser arrojado hacia atrás por las patas traseras del animal. Sus amigos lo ayudan a incorporarse, sugiriéndole que le de un susto para que la mula no se aleje. Lo único que se le ocurre es decirle en el oído que se murió su mama, lo que lógicamente no provoca ninguna reacción. Memín concluye que no tiene sentimientos y se lo comunica a sus amigos. Carlangas decide ir el mismo por la mula, y no le cuesta ningún trabajo. Ya preparados y con el animal bajo su poder, se aventuran en el monte por su cuenta. Tras una larga caminata, llegan a un río, en el que deciden meterse para disfrutar del agua. Haciendo la clásica faena de volver el sumergirse una carrera en que el ultimo en hacerlo se considerará gallina, se precipitan a desvestirse y arrojarse al río. Memín se lo toma muy en serio, y salta imprudentemente con los zapatos puestos. Se empieza a ahogar, pero no tarda en venir Carlangas en su auxilio. Ya poniéndolo a salvo en tierra, deciden proseguir, nadando contra la corriente. Memín prefiere quedarse, entreteniéndose en recoger flores, que luego va colocándole a la mula en la cabeza, bautizándola como “Floripondia”.
Al volver sus amigos, les empieza a dar hambre y Memín les ofrece las tortas que quedan, pero ya están duras y llenas de tierra, por lo que no constituyen un buen alimento (salvo para él, porque le recuerdan a su adorada má linda). Intentan cazar un conejo, que se esconde en un agujero en la tierra. Ernestillo mete la mano, pero lo que saca es una serpiente. Todos echan a correr, y ya a salvo de la viperina criatura, consideran buscar donde montar la tienda de acampar. Entre las cosas que cargaba Floripondia, se encontraba un rifle, que al caer se dispara por accidente, poniendo en alerta a los cuatro campistas, creyendo que son atacados por bandoleros. Memín descubre la escopeta, y deciden conservarla, por si acaso. Una vez colocada la tienda, se escucha a lo lejos el aullido de un coyote, sobresaltándolos nuevamente. Pero con el rifle, confían en poder defenderse. Salen a buscar leña, y aunque Memín es el más asustado, prefiere acompañarlos que quedarse solo. Tienen otro ligero susto provocado por un búho, pero pronto consiguen la leña que necesitan. Hacen la hoguera para calentarse, y al sentir que es hora de dormir, deciden poner de guardia a Floripondia (hay razones por las que las mulas sirven como bestias de carga y nada más, pero al fin que esto es ficción a medias). Cuando ya están acostados, Floripondia se mete con ellos, y al no conseguir sacarla sin provocar que se desbarate, no les queda de otra que permitirle acomodarse con ellos. Sale el sol y Memín amanece acurrucado con la mula, pero no tardan en ponerse en marcha, tras un fructífero desayuno de salchichas en lata. Se disponen a cazar usando el rifle. Ricardo le dispara a algo que se movía entre las ramas, pero se trataba de un pequeño oso, y su pata queda herida en consecuencia. Presas de remordimientos, ponen todos sus esfuerzos en vendarle y curarle la pata lo mejor pueden. Como éste no puede caminar, Ricardo se queda a cuidarlo, dejando que los demás vayan a cazar. Se echa una siesta, y en ese momento, viene la madre del oso. Se pone a olisquear a Ricardo, que despierta, creyendo que es Memín, y al verlo, piensa que es el mismo oso que se ve más grande por el aumento de sus lentes. El rugido amenazador de la bestia le hace ver su error y echa a correr. Llega con sus amigos, apenas pudiendo articulas palabras, que indican que viene “la mama del negro”, y Memín imagina que se refiere a su madre (pero si eran osos pardos, no tenia que decir que era un oso negro, a menos que en las versiones anteriores de la revista no se notara, ya que los dibujos no permitian distinguir mas color que el sepia). Sus amigos lo retienen para que explique que pasó, pero es muy tarde, y Memín se ha ido, creyendo que se reunirá con Eufrosina. Al toparse con la osa, se encoge, temblando de miedo, pero la bestia siente curiosidad por su peculiar aspecto, y se pone a lamerlo, haciéndole cosquillas. Carlangas lanza un tiro al aire, haciendo huir al animal, justo cuando Memín empezaba a disfrutarlo. Ese disparo también cobró la vida de un pato que volaba por encima del lugar en el peor momento. Después, Memín prueba sus habilidades de cazador, siguiéndole la pista a un conejo, pero no da la impresión de haberle atinado al efectuar tres tiros. Al revisar el resultado por donde se oculto el conejo, sus amigos descubren que mató a tres, repartiendo cada tiro, en una forma precisa. Memín presume de poner la bala donde pone el ojo, pero no tardan en darle de coscorroneas para bajarle los humos.Después de haberse atacado de carne de conejo, los cuatro duermen tranquilamente. La imaginación de Memín se activa, presentando una aventura sin mucho sentido, pero bastante vivida para envolver al lector. En ésta, se supone que él y sus amigos están buscando un tesoro en algún lugar de África para un rey que prometió casarlos con sus hijas. Encuentran una cueva repleta de esmeraldas y rubíes, donde acaba sucediendo un derrumbe. Una roca está a punto de caer sobre Ernestillo, pero Memín la aparta de una patada (es un sueño, puede hacer casi todo lo que quiera). Al salir de la cueva, son atacados por caníbales. Memín cae en un agujero lleno de calaveras, y sus amigos, por más que resisten, son derrotados y tomados presos. Los caníbales los dejan atados sobre un poste, dispuestos a cocinarlos para devorarlos. Para salvarlos, Memín se disfraza como uno de ellos, pasando desapercibido y uniéndose a su danza. Consigue acercarse a sus amigos, desamarrándolos y apremiándolos a que escapen mientras él distrae a los salvajes con su propio baile, el “cuchi cuchi”. Así lo hacen, y al estar bailando, Memín descubre su ropa interior, lo que lo delata, haciendo que rápidamente los caníbales lo atrapen y lo echen sobre un caldero de aceite hirviendo. Gritando que se quema, Memín despierta, compartiendo la impresión de su pesadilla con sus amigos. Empiezan a hacer planes para volver a la civilización.Al día siguiente, se acercan a un pueblo, con una estación de trenes adecuada para su regreso. Ricardo tiene suficiente dinero para pagar los pasajes, pero no pueden llevar a Floripondia consigo. Tras consultar con un campesino de los alrededores sobre un tren que los lleve directo a la ciudad, deciden dejarle la mula. Memín se despide con tristeza de ella, y luego, al aproximarse el ferrocarril, Floripondia echa a correr sobre las vías. El terrible impacto arroja a la mula a un lado, y muere en brazos de Memín. A bordo del tren, sus amigos intentan consolarlo, asegurándole que la mula se suicidó porque no soportaría estar sin ellos y que eso fue lo mejor. Cambian de tema, hablando de lo que pasó con el guía abusivo y como expondrán su queja una vez hayan regresado. De ese modo recibirá su castigo por haber quebrantado las leyes scouts. Piden a Memín su apoyo, pero él ignora de qué hablan, demostrando no haber puesto atención o haber olvidado fácilmente aquel penoso incidente. No tiene remedio. Al volver a México, Memín empeña una moneda que traía para que Ricardo pueda llamar al despacho de su padre. El señor Arcaráz está furioso por la falta de disciplina de los cuatro, habiendo sido notificado de su disertación entre los scouts. Les ordena tomar un taxi y presentarse ante él inmediatamente. Los cuatro están preocupados y apenados, ignorando que hubieran cometido una falta tan grave. Ya enfrente de él, enfrentan sus reprimendas, denotando el rencor resultante de la angustia en que lo tuvieron. Amenaza con cintarearse a Ricardo, pero sus amigos lo defienden, argumentando que fue decisión de ellos y tendrá que pegarles a todos.
Ante esta muestra de solidaridad, el padre de Ricardo se va calmando, comprendiendo que están arrepentidos y les revuelve el cabello en gesto de reconciliación (excepto a Memín, que al no tener, se resigna a que lo azote ofreciendo sus posaderas, y lo complace dandole una buena palmada). Les hace saber que no les dijo nada a los demás padres, por lo que pueden estar tranquilos de que ellos no los reprenderán por lo que hicieron. Se disculpan una vez más con él, y luego ofrece llevarlos a sus casas. En el camino, le cuentan lo del guía abusivo que los orilló a arriesgarse de ese modo. Carlangas es bien recibido por Isabel, quien estuvo preocupada, pero ni tiempo hubo de contarle, porque pasan con Memín. Éste no tarda en contarle a Eufrosina como la confundió con una osa y lo que pasó con Floripondia, para después recibir un vigoroso baño. Lo mismo le hace Mercedes a Ricardo, excediendo su actitud sobreprotectora al grado de sugerir acompañarlo en la próxima excursión.
Ernestillo regresa a casa para encontrarse con la desagradable sorpresa que tiene lugar en la siguiente trama.
El señor Arcaráz regresa de su viaje, y es enterado de lo que sucedió con Leobardo. En premio a la valentía que su hijo demostró, decide permitirle ingresar a los boy scouts, procediendo a explicar en que consiste esa institución (con que diga que son campistas habría bastado, pero se echa un rollote de palabras elegantes...¿y desde cuando unirse a los scouts se considera un premio a la valentia?). A Ricardo le entusiasma la idea y se prueba el uniforme, diciendo que le gusta la boina pero no los pantalones cortos, aun cuando hasta hace unos números, siempre los estuvo vistiendo. Pero al acordarse de sus amigos, se le van las ganas, expresando que no cree encontrar compañías agradables como ellos entre los demás scouts. Rogelio ofrece financiarlos para que puedan ingresar también, ya que ellos lo apoyaron para impedir el robo. Sin embargo, le advierte que Memín no podrá ser admitido, debido a su baja estatura, y Ricardo piensa contentarlo, regalándole unos patines. Se dirige al callejón a informarles a sus amigos, que al principio se extrañan con su ridícula indumentaria. Ricardo les dice que podrán unirse a él y empieza a contarle sobre las excursiones y cacerías. Memín se emociona al instante, divagando sobre las hazañas que podría realizar, pero Ricardo le baja el animo, aclarandole que por su estatura no podrá ingresar. Le obsequia los patines, pero Memín se empeña en ser “boy scuch”. Ya que los cuatro siempre están parejos, Ernestillo y Carlangas declinan la invitación, alegando que si no se convierten en boy scouts los cuatro, ninguno lo hará, y Ricardo concuerda. Memín nota que los tres están decepcionados y deja a un lado su egoísmo, aparentando conformidad. Los tres vuelven a entusiasmarse y Memín aguanta hasta que se han ido, para ya despues mostrarse afligido por no poder acompañarlos.
Pasan unos días, y ya los tres visten sus uniformes, dirigiéndose al punto de reunión en que harán la promesa de los boy scouts. Memín los acompaña para observar. Ahí, a los tres los ponen a prueba, recitando de memoria los artículos de la ley de los scouts (muy aburridos) y un ritual de borlas en los calcetines. Ver todo esto pone a Memín más deprimido y se vuelve a su casa. Eufrosina pregunta la razón por su depresión, y le cuenta de su fascinación por los scouts y las cosas que harán sus amigos, todo lo que él no podrá disfrutar. Trata de animarlo, diciendo que ella le confeccionará el uniforme y lo necesario, para que el mero día de la excursión, se reúna con sus amigos (y sin haber hecho la promesa ni haberse molestado en estudiar los aburridos artículos scouts). El entusiasmo de Memín regresa en un instante. Se acerca el día de la excursión, y los tres boy scouts ya andan emocionados, aunque no se olvidan de Memín, suponiéndolo muy triste. Cuando él se les une, irradia alegría y optimismo, diciéndoles que no se preocupen ya que mientras ellos andan excursionando, él se divertirá con sus nuevos patines en la compañía de Trifón. Al verlo irse, los tres se muestran desconcertados, concluyendo que Memín hace un gran esfuerzo fingiendo para ellos, y lo compadecen. En su casa, Eufrosina ha terminado el uniforme y le de el palo de la escoba para que haga del palo de encino que simboliza la rectitud o algo así, además de disponerse a prepararle varias tortas para comer. Sus amigos también se preparan, recibiendo recomendaciones de sus padres. La madre de Ricardo es la que da más recomendaciones, no muy convencida y sobreprotectora, buscándole tres pies al gato para que no vaya, pero su marido le recuerda que es responsabilidad suya la formación del niño y es su decisión que forme parte de eso. Sabiendo que sus amigos se reunirán en la casa de los Arcaráz, Memín llega en su curioso intento de imitación del look de los scouts, y aunque Rogelio intenta disuadirlo, se rinde ante su simpatía y empeño en seguir a sus amigos, resignándose a llevarlo también. Ellos están felices de que pueda acompañarlos, sin reprocharle el hecho de no haberse preparado debidamente como ellos. En la estación de trenes en que partirán a la excursión, los muchachos abordan sin problemas. Como Memín no está en la lista y no pasará de la entrada, el señor Arcaráz consigue pasarlo por la ventanilla y ahí sus amigos lo ocultan bajo un montón de trapos. El calor intenso pone a Memín a dormir, pero lo despiertan tras haber llegado a su destino. Poco después, ya están todos formados, con un colado que no pasa desapercibido mucho tiempo.
Un guía se percata de la presciencia de Memín, negándose a llevarlo con ellos. Otro más comprensivo interviene, y al caer bajo la simpatía característica del negrito, le permite ir con ellos, mas el otro guía queda resentido y se propone tratarlo con rigor para poner el “ejemplo”. Durante la excursión, los otros scouts reparan en el aspecto ridículo de Memín, y se burlan de él. Al salir sus amigos a defenderlo, no tarda en presentarse una lucha encarnizada entre scouts, olvidándose de sus juramentos de solidaridad y fraternidad, y todo eso. El guía gruñón detiene la pelea, y culpa de todo al enano colado. Memín se siente culpable por causarles problemas a sus amigos, pero ellos insisten en que siempre estarán para defenderlo de cualquier alevoso. Los scouts siguen su camino por el momento, hasta encontrar un lugar para montar su campamento. Memín se cansa muy rápido, revelando no tener suficiente resistencia, que era justamente por lo que no le permitían ingresar, y en lo que debió haber pensado antes de ponerse sus moños, pero insiste en continuar. Los cuatro colaboran en construir la tienda de campaña sin haber tenido experiencia previa, y después se reparten algunas de las tortas que trajo Memín. Pasa un rato y los cuatro prueban sus bolsas de dormir, quedándose dormidos, hasta que Federico, el guía resentido, los despierta sólo para molestarlos. Memín tarda en reaccionar ante su presencia, teniendo un sueño pesado, lo que irrita al guía y lo toma del brazo, llevándoselo para ponerlo a cargo del guiso de venado que están cocinándo, removiéndolo constantemente con el cucharón y cuidar que no se queme. Cree que eso será suficiente castigo, y los amigos de Memín lo ven como un abuso, ya que es un trabajo difícil para alguien de su estatura. Deciden apoyarlo, acordando remover el guiso por turnos, pero ninguno llega a hacerlo, quedándose dormidos, al igual que Memín mientras desempañaba el cargo. El guiso se quema, y Federico descarga su ira contra Memín por ser tan descuidado. Es más de lo que sus amigos pueden soportar, y el impulsivo Carlangas no tarda en descargar sus puños sobre el abusivo guía. El guía comprensivo vuelve a intervenir, reprendiendo a su colega, pero éste sigue de necio en que se ocupará de darles una lección a los cuatro (la verdad es que ya no tendrá otra oportunidad en vista de lo siguiente). Memín se entristece, sintiéndose otra vez una molestia para sus amigos, pero todos insisten en que estarán de su lado, conmoviéndolo al borde de las lágrimas.
En vista de tales abusos, Carlangas propone que hagan su propia excursión, solo ellos cuatro. Ante sus titubeos, los compromete al llamarlos cobardes, y se le ponen al brinco para que se disculpe por el insulto. Cuando llega el momento de seguir la excursión, se separan discretamente del grupo, viendo la oportunidad de apropiarse de una de las mulas de carga (no se ve en que momento las trajeron). Encomiendan a Memín para traerla, que al jalarla por la cola, sólo consigue ser arrojado hacia atrás por las patas traseras del animal. Sus amigos lo ayudan a incorporarse, sugiriéndole que le de un susto para que la mula no se aleje. Lo único que se le ocurre es decirle en el oído que se murió su mama, lo que lógicamente no provoca ninguna reacción. Memín concluye que no tiene sentimientos y se lo comunica a sus amigos. Carlangas decide ir el mismo por la mula, y no le cuesta ningún trabajo. Ya preparados y con el animal bajo su poder, se aventuran en el monte por su cuenta. Tras una larga caminata, llegan a un río, en el que deciden meterse para disfrutar del agua. Haciendo la clásica faena de volver el sumergirse una carrera en que el ultimo en hacerlo se considerará gallina, se precipitan a desvestirse y arrojarse al río. Memín se lo toma muy en serio, y salta imprudentemente con los zapatos puestos. Se empieza a ahogar, pero no tarda en venir Carlangas en su auxilio. Ya poniéndolo a salvo en tierra, deciden proseguir, nadando contra la corriente. Memín prefiere quedarse, entreteniéndose en recoger flores, que luego va colocándole a la mula en la cabeza, bautizándola como “Floripondia”.
Al volver sus amigos, les empieza a dar hambre y Memín les ofrece las tortas que quedan, pero ya están duras y llenas de tierra, por lo que no constituyen un buen alimento (salvo para él, porque le recuerdan a su adorada má linda). Intentan cazar un conejo, que se esconde en un agujero en la tierra. Ernestillo mete la mano, pero lo que saca es una serpiente. Todos echan a correr, y ya a salvo de la viperina criatura, consideran buscar donde montar la tienda de acampar. Entre las cosas que cargaba Floripondia, se encontraba un rifle, que al caer se dispara por accidente, poniendo en alerta a los cuatro campistas, creyendo que son atacados por bandoleros. Memín descubre la escopeta, y deciden conservarla, por si acaso. Una vez colocada la tienda, se escucha a lo lejos el aullido de un coyote, sobresaltándolos nuevamente. Pero con el rifle, confían en poder defenderse. Salen a buscar leña, y aunque Memín es el más asustado, prefiere acompañarlos que quedarse solo. Tienen otro ligero susto provocado por un búho, pero pronto consiguen la leña que necesitan. Hacen la hoguera para calentarse, y al sentir que es hora de dormir, deciden poner de guardia a Floripondia (hay razones por las que las mulas sirven como bestias de carga y nada más, pero al fin que esto es ficción a medias). Cuando ya están acostados, Floripondia se mete con ellos, y al no conseguir sacarla sin provocar que se desbarate, no les queda de otra que permitirle acomodarse con ellos. Sale el sol y Memín amanece acurrucado con la mula, pero no tardan en ponerse en marcha, tras un fructífero desayuno de salchichas en lata. Se disponen a cazar usando el rifle. Ricardo le dispara a algo que se movía entre las ramas, pero se trataba de un pequeño oso, y su pata queda herida en consecuencia. Presas de remordimientos, ponen todos sus esfuerzos en vendarle y curarle la pata lo mejor pueden. Como éste no puede caminar, Ricardo se queda a cuidarlo, dejando que los demás vayan a cazar. Se echa una siesta, y en ese momento, viene la madre del oso. Se pone a olisquear a Ricardo, que despierta, creyendo que es Memín, y al verlo, piensa que es el mismo oso que se ve más grande por el aumento de sus lentes. El rugido amenazador de la bestia le hace ver su error y echa a correr. Llega con sus amigos, apenas pudiendo articulas palabras, que indican que viene “la mama del negro”, y Memín imagina que se refiere a su madre (pero si eran osos pardos, no tenia que decir que era un oso negro, a menos que en las versiones anteriores de la revista no se notara, ya que los dibujos no permitian distinguir mas color que el sepia). Sus amigos lo retienen para que explique que pasó, pero es muy tarde, y Memín se ha ido, creyendo que se reunirá con Eufrosina. Al toparse con la osa, se encoge, temblando de miedo, pero la bestia siente curiosidad por su peculiar aspecto, y se pone a lamerlo, haciéndole cosquillas. Carlangas lanza un tiro al aire, haciendo huir al animal, justo cuando Memín empezaba a disfrutarlo. Ese disparo también cobró la vida de un pato que volaba por encima del lugar en el peor momento. Después, Memín prueba sus habilidades de cazador, siguiéndole la pista a un conejo, pero no da la impresión de haberle atinado al efectuar tres tiros. Al revisar el resultado por donde se oculto el conejo, sus amigos descubren que mató a tres, repartiendo cada tiro, en una forma precisa. Memín presume de poner la bala donde pone el ojo, pero no tardan en darle de coscorroneas para bajarle los humos.Después de haberse atacado de carne de conejo, los cuatro duermen tranquilamente. La imaginación de Memín se activa, presentando una aventura sin mucho sentido, pero bastante vivida para envolver al lector. En ésta, se supone que él y sus amigos están buscando un tesoro en algún lugar de África para un rey que prometió casarlos con sus hijas. Encuentran una cueva repleta de esmeraldas y rubíes, donde acaba sucediendo un derrumbe. Una roca está a punto de caer sobre Ernestillo, pero Memín la aparta de una patada (es un sueño, puede hacer casi todo lo que quiera). Al salir de la cueva, son atacados por caníbales. Memín cae en un agujero lleno de calaveras, y sus amigos, por más que resisten, son derrotados y tomados presos. Los caníbales los dejan atados sobre un poste, dispuestos a cocinarlos para devorarlos. Para salvarlos, Memín se disfraza como uno de ellos, pasando desapercibido y uniéndose a su danza. Consigue acercarse a sus amigos, desamarrándolos y apremiándolos a que escapen mientras él distrae a los salvajes con su propio baile, el “cuchi cuchi”. Así lo hacen, y al estar bailando, Memín descubre su ropa interior, lo que lo delata, haciendo que rápidamente los caníbales lo atrapen y lo echen sobre un caldero de aceite hirviendo. Gritando que se quema, Memín despierta, compartiendo la impresión de su pesadilla con sus amigos. Empiezan a hacer planes para volver a la civilización.Al día siguiente, se acercan a un pueblo, con una estación de trenes adecuada para su regreso. Ricardo tiene suficiente dinero para pagar los pasajes, pero no pueden llevar a Floripondia consigo. Tras consultar con un campesino de los alrededores sobre un tren que los lleve directo a la ciudad, deciden dejarle la mula. Memín se despide con tristeza de ella, y luego, al aproximarse el ferrocarril, Floripondia echa a correr sobre las vías. El terrible impacto arroja a la mula a un lado, y muere en brazos de Memín. A bordo del tren, sus amigos intentan consolarlo, asegurándole que la mula se suicidó porque no soportaría estar sin ellos y que eso fue lo mejor. Cambian de tema, hablando de lo que pasó con el guía abusivo y como expondrán su queja una vez hayan regresado. De ese modo recibirá su castigo por haber quebrantado las leyes scouts. Piden a Memín su apoyo, pero él ignora de qué hablan, demostrando no haber puesto atención o haber olvidado fácilmente aquel penoso incidente. No tiene remedio. Al volver a México, Memín empeña una moneda que traía para que Ricardo pueda llamar al despacho de su padre. El señor Arcaráz está furioso por la falta de disciplina de los cuatro, habiendo sido notificado de su disertación entre los scouts. Les ordena tomar un taxi y presentarse ante él inmediatamente. Los cuatro están preocupados y apenados, ignorando que hubieran cometido una falta tan grave. Ya enfrente de él, enfrentan sus reprimendas, denotando el rencor resultante de la angustia en que lo tuvieron. Amenaza con cintarearse a Ricardo, pero sus amigos lo defienden, argumentando que fue decisión de ellos y tendrá que pegarles a todos.
Ante esta muestra de solidaridad, el padre de Ricardo se va calmando, comprendiendo que están arrepentidos y les revuelve el cabello en gesto de reconciliación (excepto a Memín, que al no tener, se resigna a que lo azote ofreciendo sus posaderas, y lo complace dandole una buena palmada). Les hace saber que no les dijo nada a los demás padres, por lo que pueden estar tranquilos de que ellos no los reprenderán por lo que hicieron. Se disculpan una vez más con él, y luego ofrece llevarlos a sus casas. En el camino, le cuentan lo del guía abusivo que los orilló a arriesgarse de ese modo. Carlangas es bien recibido por Isabel, quien estuvo preocupada, pero ni tiempo hubo de contarle, porque pasan con Memín. Éste no tarda en contarle a Eufrosina como la confundió con una osa y lo que pasó con Floripondia, para después recibir un vigoroso baño. Lo mismo le hace Mercedes a Ricardo, excediendo su actitud sobreprotectora al grado de sugerir acompañarlo en la próxima excursión.
Ernestillo regresa a casa para encontrarse con la desagradable sorpresa que tiene lugar en la siguiente trama.
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