La ausencia de su madre y la presión autoimpuesta hacen que Carlangas caiga gravemente enfermo, lo que seguirá a una enorme preocupación, que después se puede convertir en la esperada reconciliación.
La depresión de Carlangas aumenta y aumenta. La proximidad de su viaje no mejora en nada su estado de animo, y esto se vuelve muy evidente para su padre y su abuela. Se esfuerza por aparentar estar bien, pero en cuanto lo dejan sólo se echa a llorar, llamando a Isabel. Ellos se preocupan, sabedores de lo que le pasa, pero incapaces de ayudar. Cuando Doña Candelaria va a llevarle la comida, descubre que tiene calentura, y al reaccionar, el chico empieza a delirar. Lo recuesta en la cama y va a notificarle a su hijo. Arozamena llama inmediatamente al doctor, quien tarda dos días en diagnosticar a Carlangas con tifoidea, una enfermedad mortal, pero ya tratable en esos tiempos. Así comienzan a administrarle medicamentos e inyecciones, que por desgracia, no surten el efecto deseado, ya que éste se resiste a comer y eso lo deja muy débil para recuperarse. Carlangas abraza deseos de morir, por más que intentan disuadirlo. El doctor sugiere traerle compañía, y Arozamena se pone en marcha para encontrar a los amigos de su hijo y traerlos con prontitud para que lo reanimen. Memín se encuentra con Eufrosina, ayudándole a pelar chíncharos, lamentando que Ernestillo y Ricardo hayan salido de vacaciones, y ellos al final no pudieran, ya que sus ahorros no les alcanzaron para darse el lujo. Al escuchar que tocan a la puerta, Memín recibe de buen agrado a Arozamena, pero Eufrosina se muestra fría con él, repudiándolo por quitarle su hijo a Isabel.
Informa del mal estado en que se encuentra y su necesidad de llevar a sus amigos. Como los otros están fuera de la ciudad, todo depende de Memín, y Eufrosina le permite ir, no sin antes dejar en claro que primero deberían llamar a Isabel. Arozamena no siente que deban por el momento, y poco después, ya está de vuelta en casa, acompañado de Memín. Doña Candelaria lo recibe con calidez y confía en que con su simpatía consiga ayudar en algo a su nieto. Memín se muestra consternado al sentir que su amigo esté tan enfermo, pero lo disimula al entrar a su cuarto, esforzandose por reanimarlo con su conversación. No tiene los resultados deseados, y se da por vencido. Viendo que ni el negrito pudo lograrlo, la anciana conciente que manden llamar a Isabel. Arozamena va primero ante Carlangas para pedir su opinión, pero éste no quiere ver a su madre, y deja salir la verdadera razón por la que se apartó de ella. Su padre decide que ha llegado el momento de decirle la verdad, confesándole que Isabel nunca volvió al cabaret y fue un engaño para que viniera a vivir con ellos. Carlangas se rehúsa a creerlo, pero Arozamena se lo jura y se convence, pidiendo verla al comprender todo lo que sufrió. Memín voelve a casa muy triste, exponiendo a Eufrosina que su amigo está moribundo y no hay nada que hacer. Ella toma la iniciativa de poner al tanto a Isabel, por más que él intenta disuadirla de que no se meta. Eufrosina se impone y se dirige con decisión a casa de Isabel, pero Arozamena ya se había adelantado y en ese momento ambos salían para volver con su hijo. Conforme de que el ingeniero tomó la decisión correcta, Eufrosina opina que eso resarcirá lo que hizo, y apremia a Isabel para que sigan su camino. Ésta le da las gracias, aunque prácticamente no hizo nada.
Al entrar a la enorme residencia, Isabel se ve con Doña Candelaria, lo que provoca algo de tensión, pero no intercambian palabras. Sube las escaleras para reunirse finalmente con su hijo enfermo, quien ha recuperado las ganas de vivir, y ambos no tardan en reconciliarse. Todo ha quedado aclarado e Isabel acepta la petición de Arozamena de quedarse hasta que Carlangas se recupere por completo. Así pasan los días en que ella se mantiene a su lado la mayor parte del tiempo, pero no puede evitar preocuparse, ya que cuando se recupere, sabe que él no querrá seguir ahí, y volverá a la miseria con ella. Consulta el problema con Arozamena, que se encuentra imposibilitado para hacer algo, ya que el chico seguirá su corazón, y todo eso, pero asegura que no lo culpará si la elige a ella. Más tarde, se encuentra comiendo con su madre, quien no deja de quejarse de las majaderías de Isabel por evitarla y furiosa con ella misma por haberla admitido en su hogar. Doña Calandria se reúne con Carlangas en el jardín después de que éste ha pasado un rato con Isabel. Trata de disimular su antipatía hacia su madre, pero cuando el muchacho comenta de su decisión de abandonar esa casa para volver con ella, la anciana explota, acusándolo de ser ingrato. Le asegura que podrá seguir viéndola cada tantos días, pero Carlangas no acepta eso, por lo que le advierte que si se va, no espere regresar.
En la casa de Memín, éste se aburre muchísimo sin sus amigos. En un intento de distraerse, se pone a practicar en unas clases de yoga. Eufrosina lo observa y él la anima a que se le una. Memín intenta ponerla en la posición de cabeza, pero al estar tan pesada, Eufrosina no resiste. Le sugiere cruzar las piernas, y al acomodárselas, se queda atorada, incapaz de moverse. Memín entra en pánico y corre a pedir ayuda. Al no encontrar al señor que le enseñó hacer el yoga, recurre a un plomero, pero cuando ya ha regresado con éste, Eufrosina logró liberarse, quedando tendida en el suelo. Con ayuda del plomero, la tienda en la cama, y al verla molesta, se disculpa. Ella lo perdona de inmediato, y como no se encuentra en condiciones, Memín se pone a realizar sus quehaceres pendientes.
En la casa Arozamena, Doña Candelaria confronta a Isabel, reclamándole estar disuadiendo a su nieto para que se vaya con ella. Isabel se defiende, asegurando que no ha hecho nada ni piensa hacerlo, dejando que él decida por si mismo. La amenaza con que a partir de ese momento lo considerará un niño ajeno y los dos solo estarán condenados a la pobreza, pero Isabel se mantiene firme, decida a soportar lo que sea con tal de volver a estar juntos. Aun así, lo consulta directamente con Carlangas, haciéndole ver las desventajas de que vuelva a vivir con ella, pero él insiste en que no se separarán, prefiriéndola sobre todas esas comodidades que al final no tienen comparación. Ella lo abraza, emocionada y agradecida de que significara todo para él.
Mientras, Memín realiza las tareas del hogar, y prepara la comida (lechugas empanizadas, platillo que dice haber inventado). En eso, llega Ernestillo, que al fin ha vuelto de sus vacaciones, y lo pone al tanto del caso de Carlangas. Éste sugiere que llamen a Ricardo y vaya a visitarlo. Eufrosina le permite ir a Memín tras haber trabajado suficiente. Isabel y Carlangas ya están preparándose para irse. Él se reúne con su padre, exponiéndole su decisión final, esperando que no lo tome por ingrato. El ingeniero le asegura que no, sabiendo que es la decisión correcta, aunque no puede evitar derramar unas lagrimas por la despedida inminente. El mayordomo avisa de la presencia de sus amigos, y Carlangas corre a reunirse con ellos. En el recibidor, Memín saluda a Doña Candelaria, pero ella se le pone al brinco, desquitandose con él por la perdida de su nieto. Memín no comprende su extraño cambio de humor, pero no le da importancia, y se emociona con los demás al ver a su amigo completamente recuperado. Ricardo cuenta como pasó las vacaciones en un rancho, montando y pescando, mientras Ernestillo la pasó ayudando a su padre a construir unos gallineros en Veracruz (deben escasear los carpinteros para que deban contratarlos de otras ciudades) y distrayéndose en la playa. Memín es el único que no tiene mucho que contar, pero no le afectó en nada. Carlingas les cuenta todo lo que ha ocurrido, desde que abandonó a su madre para ir a vivir ahí, y como pasó de la tristeza a enfermar de gravedad, pero que ahora todo se ha solucionado y su vida volverá a la normalidad. Ellos se emocionan al pensar que podrán seguir jugando en su amado callejón, pero no dejan de advertirle si lo ha pensado, ya que perderá sus biene materiales. Memín propone una solución, más por conveniencia propia (por su gorronería) que consideración, en la que Carlangas podría conservar todo, si sus padres se casaran. No lo toman muy en cuenta, y van a comer. Al descubrir al padre de su amigo, leyendo en la biblioteca, Memín se le acerca, seguro de que su idea es brillante, y dándose mucha importancia, le expone su sugerencia. Al ingeniero le agrada su ingenuidad, indicando que es muy difícil después de lo que ha pasado entre él e Isabel, pero Memín cree que todo se perdona fácil, y se marcha, esperando que lo tenga en mente. Arozamena no cree que pueda lograrlo, pero piensa que la idea no es tan mala y convendría hacer el intento. Se reúne con Isabel para asegurarse de que ya no lo odia y si aceptaría que regresaran. Ella no cree poder, principalmente por la presencia de Doña Candelaria, a quien él no debe abandonar, y sabiendo que la anciana no la toleraría a ella. El ingeniero decide no insistir, y pide que al menos acepte su ayuda economica, aunque Isabel alega que verán como arreglárselas solos. Después de la comida, sus amigos se retiran, aunque Memín camina con dificultad, habiendo comido tanto que se le infló la barriga. Carlangas trata de despedirse de su abuela apropiadamente, pero ella sólo le suelta palabras secas detrás de la puerta de su habitación, en donde llora en solitario. Arozamena le aconseja a su hijo que sea paciente, ya que por su carácter le tomarla tiempo aceptar su decisión, pero eventualmente volverá a alegrarse cuando la visite. Le ayuda a empacar sus cosas y ofrece conducirlos a él e Isabel hasta su casa. Al acercarse a su barrio y distinguir a Ernestillo en la distancia, Carlangas va corriendo hacia él, después de que su padre le da su bendición. El ingeniero acompaña a Isabel en la casa, dejándole discretamente cierta cantidad de dinero para que pague sus deudas pendientes.
Sola con su mayordomo, Doña Candelaria intenta hacerse fuerte, decidida a superar la ausencia de su nieto, pero no puede evitar recordar con nostalgia lo que bien que la pasaba cuando venían sus amigos, en especial Memín con su simpatía.
Los “vikingos bravos” están juntos otra vez, considerandose como los Tres Mosqueteros (que son cuatro, para quienes estén familiarizados con la obra de Alejandro Dumas, pero quienes no, se confundirán con la aritmética, como Memín). Reunidos, hacen el juramento de: “Uno para todos y todos para uno…”, completado por Memín con: “¡Y lo de todos para mi!”
La depresión de Carlangas aumenta y aumenta. La proximidad de su viaje no mejora en nada su estado de animo, y esto se vuelve muy evidente para su padre y su abuela. Se esfuerza por aparentar estar bien, pero en cuanto lo dejan sólo se echa a llorar, llamando a Isabel. Ellos se preocupan, sabedores de lo que le pasa, pero incapaces de ayudar. Cuando Doña Candelaria va a llevarle la comida, descubre que tiene calentura, y al reaccionar, el chico empieza a delirar. Lo recuesta en la cama y va a notificarle a su hijo. Arozamena llama inmediatamente al doctor, quien tarda dos días en diagnosticar a Carlangas con tifoidea, una enfermedad mortal, pero ya tratable en esos tiempos. Así comienzan a administrarle medicamentos e inyecciones, que por desgracia, no surten el efecto deseado, ya que éste se resiste a comer y eso lo deja muy débil para recuperarse. Carlangas abraza deseos de morir, por más que intentan disuadirlo. El doctor sugiere traerle compañía, y Arozamena se pone en marcha para encontrar a los amigos de su hijo y traerlos con prontitud para que lo reanimen. Memín se encuentra con Eufrosina, ayudándole a pelar chíncharos, lamentando que Ernestillo y Ricardo hayan salido de vacaciones, y ellos al final no pudieran, ya que sus ahorros no les alcanzaron para darse el lujo. Al escuchar que tocan a la puerta, Memín recibe de buen agrado a Arozamena, pero Eufrosina se muestra fría con él, repudiándolo por quitarle su hijo a Isabel.
Informa del mal estado en que se encuentra y su necesidad de llevar a sus amigos. Como los otros están fuera de la ciudad, todo depende de Memín, y Eufrosina le permite ir, no sin antes dejar en claro que primero deberían llamar a Isabel. Arozamena no siente que deban por el momento, y poco después, ya está de vuelta en casa, acompañado de Memín. Doña Candelaria lo recibe con calidez y confía en que con su simpatía consiga ayudar en algo a su nieto. Memín se muestra consternado al sentir que su amigo esté tan enfermo, pero lo disimula al entrar a su cuarto, esforzandose por reanimarlo con su conversación. No tiene los resultados deseados, y se da por vencido. Viendo que ni el negrito pudo lograrlo, la anciana conciente que manden llamar a Isabel. Arozamena va primero ante Carlangas para pedir su opinión, pero éste no quiere ver a su madre, y deja salir la verdadera razón por la que se apartó de ella. Su padre decide que ha llegado el momento de decirle la verdad, confesándole que Isabel nunca volvió al cabaret y fue un engaño para que viniera a vivir con ellos. Carlangas se rehúsa a creerlo, pero Arozamena se lo jura y se convence, pidiendo verla al comprender todo lo que sufrió. Memín voelve a casa muy triste, exponiendo a Eufrosina que su amigo está moribundo y no hay nada que hacer. Ella toma la iniciativa de poner al tanto a Isabel, por más que él intenta disuadirla de que no se meta. Eufrosina se impone y se dirige con decisión a casa de Isabel, pero Arozamena ya se había adelantado y en ese momento ambos salían para volver con su hijo. Conforme de que el ingeniero tomó la decisión correcta, Eufrosina opina que eso resarcirá lo que hizo, y apremia a Isabel para que sigan su camino. Ésta le da las gracias, aunque prácticamente no hizo nada.
Al entrar a la enorme residencia, Isabel se ve con Doña Candelaria, lo que provoca algo de tensión, pero no intercambian palabras. Sube las escaleras para reunirse finalmente con su hijo enfermo, quien ha recuperado las ganas de vivir, y ambos no tardan en reconciliarse. Todo ha quedado aclarado e Isabel acepta la petición de Arozamena de quedarse hasta que Carlangas se recupere por completo. Así pasan los días en que ella se mantiene a su lado la mayor parte del tiempo, pero no puede evitar preocuparse, ya que cuando se recupere, sabe que él no querrá seguir ahí, y volverá a la miseria con ella. Consulta el problema con Arozamena, que se encuentra imposibilitado para hacer algo, ya que el chico seguirá su corazón, y todo eso, pero asegura que no lo culpará si la elige a ella. Más tarde, se encuentra comiendo con su madre, quien no deja de quejarse de las majaderías de Isabel por evitarla y furiosa con ella misma por haberla admitido en su hogar. Doña Calandria se reúne con Carlangas en el jardín después de que éste ha pasado un rato con Isabel. Trata de disimular su antipatía hacia su madre, pero cuando el muchacho comenta de su decisión de abandonar esa casa para volver con ella, la anciana explota, acusándolo de ser ingrato. Le asegura que podrá seguir viéndola cada tantos días, pero Carlangas no acepta eso, por lo que le advierte que si se va, no espere regresar.
En la casa de Memín, éste se aburre muchísimo sin sus amigos. En un intento de distraerse, se pone a practicar en unas clases de yoga. Eufrosina lo observa y él la anima a que se le una. Memín intenta ponerla en la posición de cabeza, pero al estar tan pesada, Eufrosina no resiste. Le sugiere cruzar las piernas, y al acomodárselas, se queda atorada, incapaz de moverse. Memín entra en pánico y corre a pedir ayuda. Al no encontrar al señor que le enseñó hacer el yoga, recurre a un plomero, pero cuando ya ha regresado con éste, Eufrosina logró liberarse, quedando tendida en el suelo. Con ayuda del plomero, la tienda en la cama, y al verla molesta, se disculpa. Ella lo perdona de inmediato, y como no se encuentra en condiciones, Memín se pone a realizar sus quehaceres pendientes.
En la casa Arozamena, Doña Candelaria confronta a Isabel, reclamándole estar disuadiendo a su nieto para que se vaya con ella. Isabel se defiende, asegurando que no ha hecho nada ni piensa hacerlo, dejando que él decida por si mismo. La amenaza con que a partir de ese momento lo considerará un niño ajeno y los dos solo estarán condenados a la pobreza, pero Isabel se mantiene firme, decida a soportar lo que sea con tal de volver a estar juntos. Aun así, lo consulta directamente con Carlangas, haciéndole ver las desventajas de que vuelva a vivir con ella, pero él insiste en que no se separarán, prefiriéndola sobre todas esas comodidades que al final no tienen comparación. Ella lo abraza, emocionada y agradecida de que significara todo para él.
Mientras, Memín realiza las tareas del hogar, y prepara la comida (lechugas empanizadas, platillo que dice haber inventado). En eso, llega Ernestillo, que al fin ha vuelto de sus vacaciones, y lo pone al tanto del caso de Carlangas. Éste sugiere que llamen a Ricardo y vaya a visitarlo. Eufrosina le permite ir a Memín tras haber trabajado suficiente. Isabel y Carlangas ya están preparándose para irse. Él se reúne con su padre, exponiéndole su decisión final, esperando que no lo tome por ingrato. El ingeniero le asegura que no, sabiendo que es la decisión correcta, aunque no puede evitar derramar unas lagrimas por la despedida inminente. El mayordomo avisa de la presencia de sus amigos, y Carlangas corre a reunirse con ellos. En el recibidor, Memín saluda a Doña Candelaria, pero ella se le pone al brinco, desquitandose con él por la perdida de su nieto. Memín no comprende su extraño cambio de humor, pero no le da importancia, y se emociona con los demás al ver a su amigo completamente recuperado. Ricardo cuenta como pasó las vacaciones en un rancho, montando y pescando, mientras Ernestillo la pasó ayudando a su padre a construir unos gallineros en Veracruz (deben escasear los carpinteros para que deban contratarlos de otras ciudades) y distrayéndose en la playa. Memín es el único que no tiene mucho que contar, pero no le afectó en nada. Carlingas les cuenta todo lo que ha ocurrido, desde que abandonó a su madre para ir a vivir ahí, y como pasó de la tristeza a enfermar de gravedad, pero que ahora todo se ha solucionado y su vida volverá a la normalidad. Ellos se emocionan al pensar que podrán seguir jugando en su amado callejón, pero no dejan de advertirle si lo ha pensado, ya que perderá sus biene materiales. Memín propone una solución, más por conveniencia propia (por su gorronería) que consideración, en la que Carlangas podría conservar todo, si sus padres se casaran. No lo toman muy en cuenta, y van a comer. Al descubrir al padre de su amigo, leyendo en la biblioteca, Memín se le acerca, seguro de que su idea es brillante, y dándose mucha importancia, le expone su sugerencia. Al ingeniero le agrada su ingenuidad, indicando que es muy difícil después de lo que ha pasado entre él e Isabel, pero Memín cree que todo se perdona fácil, y se marcha, esperando que lo tenga en mente. Arozamena no cree que pueda lograrlo, pero piensa que la idea no es tan mala y convendría hacer el intento. Se reúne con Isabel para asegurarse de que ya no lo odia y si aceptaría que regresaran. Ella no cree poder, principalmente por la presencia de Doña Candelaria, a quien él no debe abandonar, y sabiendo que la anciana no la toleraría a ella. El ingeniero decide no insistir, y pide que al menos acepte su ayuda economica, aunque Isabel alega que verán como arreglárselas solos. Después de la comida, sus amigos se retiran, aunque Memín camina con dificultad, habiendo comido tanto que se le infló la barriga. Carlangas trata de despedirse de su abuela apropiadamente, pero ella sólo le suelta palabras secas detrás de la puerta de su habitación, en donde llora en solitario. Arozamena le aconseja a su hijo que sea paciente, ya que por su carácter le tomarla tiempo aceptar su decisión, pero eventualmente volverá a alegrarse cuando la visite. Le ayuda a empacar sus cosas y ofrece conducirlos a él e Isabel hasta su casa. Al acercarse a su barrio y distinguir a Ernestillo en la distancia, Carlangas va corriendo hacia él, después de que su padre le da su bendición. El ingeniero acompaña a Isabel en la casa, dejándole discretamente cierta cantidad de dinero para que pague sus deudas pendientes.
Sola con su mayordomo, Doña Candelaria intenta hacerse fuerte, decidida a superar la ausencia de su nieto, pero no puede evitar recordar con nostalgia lo que bien que la pasaba cuando venían sus amigos, en especial Memín con su simpatía.
Los “vikingos bravos” están juntos otra vez, considerandose como los Tres Mosqueteros (que son cuatro, para quienes estén familiarizados con la obra de Alejandro Dumas, pero quienes no, se confundirán con la aritmética, como Memín). Reunidos, hacen el juramento de: “Uno para todos y todos para uno…”, completado por Memín con: “¡Y lo de todos para mi!”
Que buena historieta!! Donde puedo ver mas ediciones??? Porque quiero llevarlas para leérselas a mi hijo Durante el viaje a uno de los mejores hoteles en madrid a donde vamos a ir!!
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