viernes, 24 de julio de 2009

Memín Pinguín #118-126

Memín y sus amigos viajan a Monterrey para participar en un importante encuentro de futbol. Quedando a cargo de la extravagante tía de Trifón, se dedican a lo suyo mientras accidentalmente resuelven el misterio de la desaparición de su esposo.

Para reponerse de su prolongada ausencia, los cuatro amigos se comprometen a darle más duro que nunca a la escuela. El maestro sustituto (que por sus barbas Memín lo anda relacionando con Castro, que quizá era una figura de moda en aquel entonces), pasa a Ernestillo al pizarrón para ofrecer el ejemplo de una composición basada en un refrán, que es el tema que tocan ahora. Refiriéndose a su experiencia reciente, deja un pensamiento muy inspirado. Después, les encarga a todos hacer lo mismo. Ricardo y Carlangas se lucen en forma similar, siendo Memín quien sale con la composición más extraña que se volvía una comparación sin sentido sobre su má linda con un aguacate, por la cual se da muchos humos, aunque luego no dejan de hacerle burla sus compañeros. Habiendo terminado el ejercicio, el sustituto anuncia que se solicita la presencia de los cuatro, junto con otros dos compañeros “x”, a la oficina del director. Memín y sus amigos creen que van a reprenderlos por haber faltado tanto, pero están dispuestos a sufrir las consecuencias, reconociendo que lo que hicieron no tiene para cuando ser pagado por completo.

En cuanto llegan, empiezan a disculparse con el director, aclarando que sus otros compañeros no tuvieron nada que ver con su aventura, y Memín se echa contando las cosas en la forma desordenada, como acostumbra. Aunque el director se desconcierta, aclara que en realidad han venido a informarles sobre han sido seleccionados para la Liga Infantil de Futbol, invitados a disputar un partido contra Dallas, Texas, que se disputará en Monterrey, por lo que tendrán que ir hasta allá, con el permiso de sus padres. Memín salta y grita por la emoción, lo que el director pasa por alto, para incitarlos a dar lo mejor de si en el nombre del patriotismo.
Cada uno anuncia en sus casas sobre la sensacional noticia (aunque los señores Arcaraz ya estaban enterados de antemano), comprometiéndose y asegurando que estarán bien. Desafortunadamente, Memín recibe una rotunda negativa por parte de Eufrosina, quien no admite que se vaya tan lejos otra vez, sin importarle que ahora seria con su permiso y bajo supervisión adulta. Memín ve inútil hacerle entender y se reúne con sus amigos para darles la mala noticia. Ellos deciden ayudarle, esperando convencer a Eufrosina por su cuenta, pero fracasan. Al ver que no hay solución, y apegándose a su regla de “uno para todos y todos para uno”, acuerdan que sí Memín no podrá ir a jugar, ellos tampoco. Ricardo se lo hace saber a su padre, quien ya había comprado los boletos de avión, pero éste no pierde tiempo en contrariarse, diciendo que él mismo, junto con los demás padres, iran a hablar con la lavandera para que deje ir a Memín. Esa misma noche, los padres exponen a Eufrosina la situación para que sea comprensiva, ya que sólo será por una semana, pero ella sigue renuente a aceptar. Al final, el mismo Memín la convence después de pasar a dejarles bebidas, haciéndose el cariñoso sutilmente, derrotando su sobreprotección maternal. Habiendo conseguido el consentimiento de Eufrosina, los cuatro lo celebran con entusiasmo.
Al llegar el día, van preparando el equipaje. En casa de Memín, mientras está empacando, Trifón viene a visitarlo. Al decirle que esta aproximo a irse a Monterrey, Trifón dice que él también, aunque en su caso es para visitar a su tía de por allá. Eufrosina encuentra eso fortuito y considera él que la tía de Trifón facilite el hospedaje de Memín y sus amigos en Monterrey. Va a consultarlo con la señora Godínez, quien cree que es factible y adecuado, porque ella no podrá acompañar a Trifón y prefiere que ellos estén a su lado. Se hacen los arreglos necesarios, y todos los padres concuerdan en que así sus hijos estarán más seguros, sintiéndose aliviados. Se hacen las despedidas en el aeropuerto. Memín no quiere sentarse con Trifón porque lo aburre sobremanera, pero sus amigos le recuerdan que es por él que tendrán un lugar cómodo donde quedarse (y que no le ofrecieron a los otros dos compañeros, tsk tsk), así que no le queda más remedio. Trata de presumir tener mucha experiencia abordando aviones para impresionar a Trifón, pero sólo hace el ridículo porque el gordito acaba diciendo que ya lo sabe, por lo que se “lució” en vano. El viaje se realiza sin problemas y al llegar son recibidos por el entrenador encargado, Álvaro Vega, que los presenta con los miembros del equipo (en los que algunos tienen nombres y sobrenombres curiosos de los que Memín hace mofa, pero individualmente carecen de importancia dentro del desarrollo de la historia). Como ya están enterados de que ellos se hospedarán con la señora Canuta Treviño de la Garza (que en Monterrey es reconocida por sustentar todas las ferreterías), nomás se llevan a los otros dos para hospedarlos en una residencia de estudiantes, acordando cuando se verán para el entrenamiento antes del partido, mientras que a ellos se limitan a dejarlos en la residencia de la tía de Trifón. Ella resulta ser una encarnación del espíritu norteño (es eso o es un estereotipo) en cuanto a su efusividad y expresiones particulares, muy brusca y con tendencia a hablar a los a gritos, pero muy sincera y abierta. Después de saludar cariñosamente a Trifón, la tía Canuta estrecha la mano a sus amigos, casi rompiéndoselas por la fuerza de su apretón exagerado. A Memín lo deja al final para comentar sobre su estatura y fealdad, a lo que él replica con sus propias impresiones sobre ella, recibiendo un abrazo tritura-costillas por ser tan franco. Los invita a pasar a comer, haciéndoles sentir en confianza, aunque advierten una excentricidad en ella al referirse al sitio que ocupaba su marido, Cleto, quien desapareció hace cuatro años cuando iba por las tortillas y Canuta insiste en que se respete su lugar, esperando su regreso desde entonces. Incluso deja que le sirvan como si aun estuviera ahí, lo que el tragón de Memín aprovecha, sirviéndose de más, y asustando a sus amigos al creer que Cleto es un fantasma hasta que reparan que es él quien deja vacío su plato. Apenas enteran a la tía Canuta de su propósito en Monterrey, y ella propone ir a animarlos gustosamente. Al aclarar que jugarán contra Dallas, Texas, ella dice haberse criado en ese lugar, gritando que ellos deben ganar y que por lo tanto, sus invitados tendrán que perder. Memín y sus amigos se ponen de pie, agradeciendo sus atenciones pero alegando que no pueden fraternizar con el enemigo. Están por irse, cuando Canuta confiesa que estaba poniéndoles a prueba, siendo completamente regiomontana de corazón y esperando que derroten a los gringos.
Los cuatro sienten alivio, poco después, son llevados por Trifón para conocer los cuartos en que dormirán. Él insiste en dormir con Memín, y sus amigos lo respaldan, por el gusto de molestarlo. Al señalar Trifón la recamara del tío Cleto, Memín considera la idea de salirse de la cama en la noche para dormir ahí. Luego, Trifón les pasa un catalejo para que admiren el Cerro de la Silla, una curiosa formación montañosa del lugar, que para Memín no tiene chiste. Los interrumpe el sonido de la redova que toca la tía Canuta a la par de canciones norteñas. Se unen al espontáneo ambiente, bailando mientras ella toca y canta. Memín se clava tanto en el baile que cuando para, sus amigos tienen que ayudarlo a detenerse.
En la noche, Memín no aguanta mucho con Trifón y sus ronquidos, saliendo discretamente para pasarse a la otra cámara. Sus amigos contaban por eso y deciden jugarle una mala pasada. Carlangas y Ricardo se cubren con una sabana para pretender ser el fantasma de Cleto, guiados por Ernestillo para darle un susto a Memín. Pero se equivocan y entran a la recamara de la tía Canuta, que reacciona lanzando una sarta de groserías. Vuelven a sus camas, fingiendo estar dormidos para cuando ella sale a inspeccionar quien se había metido. Memín sigue su ejemplo, y se molestan con él (esta vez no tuvieron razón), pero se les ocurre decir que vieron al fantasma, dando detalles suficientes para que el negrito tenga miedo y no pueda dormir bien.
A la mañana siguiente, van directo a la práctica, y el desempeño de Memín deja mucho que desear, ya que en su estado acaba durmiéndose a cada rato. A pesar de todo, el entrenador le permitirá jugar al día siguiente, acordando la hora precisa para que acudan a ponerse el uniforme. Mientras vuelven a la casa de tía Canuta por su cuenta, debaten sobre como serán sus contrincantes, mencionando que les tienen mala fe porque fue en Dallas, Texas donde fue asesinado el presidente Kennedy, aunque Memín tarda en recordarlo, nombrando a otros que ni al caso (pero lo que si no está al caso es que mocosos mexicanos, en especial el ignorante de Memín, puedan tener conocimientos de incidentes como ese, aun tratándose del vecino del norte).
Les da hambre y descubren un puesto de carne atendido por un hombre barbudo (Memín lo confunde con Castro, uf, ¿de donde se enterará de estas cosas?). Al preguntarle que sirven ahí, cuando éste replica “burritos”, creen que los está insultando, pero Trifón explica que así se llaman las tortillas de harina rellenas de carne (antes no les decían chimichangas o serán muy similares). Conforme comen, le hacen preguntas y reparan en que le falta un dedo meñique, pero sus respuestas son vagas, ya que no recuerda cosas como cuando nació o como perdió el dedo, comentando que fue su mujer, Serafina, quien lo ayudó y le puso el nombre de Honorato. Los cuatro se extrañan mucho, y más cuando llama a Trifón por su nombre, pese a no conocerlo, y el gordito también es muy despistado para recordarlo. No le dan importancia y dejan que Trifón los guíe de vuelta. Acaba perdiéndolos y llevándolos por otro rumbo, por lo que optan por tomar un taxi. La tía Canuta los recibe, anunciando que se ha librado del trabajo para irlos a animar al día siguiente. Memín repara en un frasco que contiene un dedo humano, guardado en una vitrina, y Canuta replica que es el dedo de su marido, que perdió en un accidente y lo único que le queda de él, conservándolo por unos años más hasta perder las esperanzas y emplearlo en un servicio funerario. Luego ella les pregunta sobre su entrenamiento y que papel juega Trifón, y Memín habla de más al comentar que seria peligroso porque lo confundirían con el balón, y los coscorrones de sus amigos no se hacen esperar. Se disponen a dormir, cuando a Memín le viene a la cabeza el encuentro con ese extraño hombre Honorato, suponiendo que podría tratarse del extraviado Cleto, y sus amigos concuerdan que es mucha coincidencia, pero prefieren no pensar en ello para poner toda su concentración en el partido.
Al día siguiente, ya están todos uniformados, incluso Trifón. Los del equipo contrario están más desarrollados, intimidándolos un poco. Apenas comienza el partido, y el portero del equipo de Monterrey es herido al detener un tiro a gol. Como no tienen suplente, al entrenador no le queda de otra que aceptar a Trifón, quien se ofrece pese a no haber jugado nunca en su vida. Increíblemente, logra cumplir su papel, parando algunos tiros con su barriga. Ricardo burla a un contrario, a punto de tirar a gol, pero como éste cometió una falta, el árbitro impide que lo lleve a cabo. Memín considera que es injusto y para equilibrar la balanza, se mete entre las piernas de un jugador de Dallas, Texas, y le da una patada por detrás al árbitro, ocasionando su expulsión del partido. El juego prosigue y Memín logra meter un gol, aunque sus contrincantes meten otro, que Trifón no alcanza a detener. Se viene el medio tiempo y el entrenador pasa a darles indicaciones. Trifón se pone a comer tortas despreocupado y aunque a Memín se le antojan, antepone su deber para dar todo de si en el juego, logrando que su amigo guarde la comida y pida disculpas. El juego se reanuda y por culpa de una imprudencia de Memín que tocó el balón con la mano, los de Dallas, Texas consiguen un penalti para anotar otro gol, derribando a Trifón. La tía Canuta se enfurece desde la tribuna y amenaza con sacar su pistola, pero unos en el publico consiguen apaciguarla antes de que cometa una locura. Cambia de estrategia al poner a animar al grupo de redova que contrató, y cuando esa música se hace escuchar, Memín cae bajo su hechizo nuevamente, jugando y bailando al mismo tiempo, confundiendo a los contrarios para anotar un gol mientras da un taconazo. Carlangas consigue detenerlo y hacerlo reaccionar, no teniendo Memín excusa para controlar su espíritu bailarín, que esta vez fue muy efectivo. Luego, Ernestillo anota otro gol. La tía Canuta lo celebra disparando en el aire, ocasionando un escándolo que ocasiona que la policía la detenga. Desafortunadamente, Trifón se distrae, afligido al ver lo ocurrido a su tia, una distracción que permite otro gol de Dallas, Texas, y a Memín tienen que detenerlo para que no se lo suene por despistado. Sigue el partido y uno de los contrarios se equivoca al defender la portería, anotando un autogol sin querer, que luego Memín le agradece efusivamente, antes de que el americano lo aparte bruscamente.
Otro tiro libre de los de Dallas, Texas, es recibido por la barriga de Trifón, que cae al suelo y acaban llevándolo en camilla. En eso, termina el partido, quedando en empate. Más tarde, están reunidos en los vestidores, felicitándose mutuamente porque, aunque no haya sido un triunfo autentico, por lo menos no perdieron. Trifón les cuenta lo que le pasó a su tía, preocupado por su destino. En la delegación, Canuta protesta ante el juez por la multa que le ponen. Viene su abogado, y ella le exige que arregle las cosas para no pagar nada, consiguiendo que el juez se la suba. Irritada, sigue echando pleito, agrediendo a un par de policías y soltando insultos, pero logran detenerla. El juez sube la multa otra vez, y Canuta exige que la suelten y le devuelvan su pistola. Como el juez indica que no deben permitirle portar un arma, ella se apresura en demostrar su peligrosidad, disparándole enfrente de todos. Luego se echa a reír, indicando que tiene puras balas de salva, y éste se cayó de su escritorio del puro susto. La multa, que empezó en veinticinco mil pesos, sube a cien mil, pero Canuta, satisfecha, acepta pagar después de haberles dado su merecido con esa escenita. Sale a reunirse con su sobrino y sus amigos, que le informan del resultado del partido. Decide acompañarlos a celebrar con una buena comida, y se dirigen al puesto de Honorato. Al verlo, Canuta lo reconoce inmediatamente como su amado Cleto. Honorato la desconoce, pero ella lo reconoce como tal, por su dedo faltante, exigiendo saber en donde estuvo todos esos años. Sale Serafina, mujer alta y robusta, que encuentra impertinente a Canuta, y después de discutir acaloradamente sobre el marido que comparten sin saberlo, la bomba estalla. Serafina derriba a Canuta de un golpe, pero ella saca su pistola y la hace bailar al disparar sobre el piso en que está parada. El escándalo atrae a la policía y después de explicar lo que sucede, van con ellos para poder aclarar todo. Canuta expone el caso ante el mismo juez que intimidara minutos antes, reclamando a “Honorato” como su marido Cleto, y lo comprueba con un curioso método. Utilizando un violín que tomaron de unos músicos ebrios que metieron en chirona, se pone a tocar una serie de piezas, en la que una tiene un efecto involuntario en “Honorato”, del que advirtió en privado al juez, por lo que la ley no puede más que reconocerla como su esposa legitima. Serafina admite que lo encontró desorientado y lo ayudó, enamorándose al grado de casarse con él, pero nada puede hacerse ahora que se ha confirmado su identidad. Un medico revisa a Cleto/Honorato, comprobando que sufre de amnesia a raíz de un golpe en la cabeza. Memín sugiere que entre las dos esposas se lo repartan, para que una lo tenga cada tantos días, y luego la otra, y así sucesivamente, pero el juez hace ver su idea no conviene y no va de acuerdo a la ley. Contra su voluntad, “Honorato” debe irse con Canuta, a quien insiste en no recordar, concluyendo que es una loca. Memín y sus amigos se entretienen escuchando al medico tratando de consolar a Serafina, sumamente deprimida por perder a su esposo de cuatro años, explicándole que igualmente la habría dejado al recuperar la memoria, siendo inevitable. Ellos tratan de animarla también, pero no consiguen mucho y van detrás de Canuta y Cleto.
Canuta le enseña a su desmemoriado marido el interior de su hogar, esperando que recuerde algo, pero para él todo es nuevo. En cuanto ella lo deja sentado para que descanse, aprovecha para fugarse, ansiando reunirse con Serafina y huir de la loca. Memín y sus amigos llegan para oírla decir maldiciones y groserías al percatarse que Cleto se ha escapado. Ellos lo vieron al entrar, creyendo que era alguien parecido, pero al ver que si era él, salen corriendo a buscarlo. No demoran en interceptarlo, y Canuta se les une, recordándole que debe estar con ella por ley o lo meterán a la cárcel. Tras devolverlo a la casa, Memín y sus amigos intenten ayudarle a recuperar la memoria, mostrándole su vieja foto, pero no da resultado. A Memín se le ocurre ponerle enfrente el frasco con su dedo faltante, aunque sus amigos le advierten que no debía sacar eso sin consentimiento de tía Canuta, quien justo entra en ese momento. Le encarga a Trifón devolver el frasco antes de que esta lo vea, pero al echar a correr para ponerlo en su lugar a tiempo, se le cae y se rompe. Memín va a ver que pasó, descubriendo que el gato (¿en que momento dijeron que había un gato en la casa?) se lo comió. Cuando Canuta se lleva a Cleto al comedor, les cuenta a sus amigos lo que ocurrió y lo reprenden por sus imprudencias. Vuelven al tema de ayudar a Cleto a recuperar la memoria, pensando que con un buen susto, podría hacerse. Lo mejor que se les ocurre es fingir un incendio, dando una impresión que ponga a Cleto en alarma, creyendo que cualquiera se aterra con los incendios (solo los tontos, entrar en pánico es lo ultimo que debe hacerse durante un incendio). Pasan al comedor (Memín lamentando no poder comer más doble ración), y Ricardo usa una excusa para quemar unos papeles en la sala, y avisar del fuego, no contando con que las llamas alcancen en breve a las cortinas, provocando un incendio de verdad. Canuta corre a ver que sucede, mientras Cleto se queda comiendo como si nada, alegando que para eso están los bomberos. Canuta lucha por apagar el fuego, mientras los demás se quedan en el comedor. A Memín y sus amigos tarda en caerles el veinte de que se produciendo un incendio de verdad, pero cuando el olor de quemado se esparce, corren a auxiliarla. Apegan las llamas con cubetas de agua que mojan hasta a Canuta, y ésta exige saber quien es el responsable. Memín se apresura a acusar a Serafina, y Canuta no lo pone en duda, mencionando lo que le hará cuando la encuentre.
Más tarde, idean otra estratagema arriesgada. Cleto se tienda a tomar una siesta en su cuarto, y colocan una plancha que le caerá sobre la cabeza en cuanto la abra, imaginando que el golpe le devolverá su memoria. Pero resulta ser la tía Canuta quien cae en la trampa, queriendo entrar para contemplar el sueño de su esposo. Esconden la plancha, justo antes de que ella recupere el conocimiento, y ahora supone que fue Serafina quien la atacó por sorpresa. Le vendan la cabeza y Canuta sale furiosa, segura de que esa mujer anda escondida en la casa. Los muchachos idean otro plan descabellado, que consiste en colocar una cuerda de cáñamo sobre las escaleras, con el que Cleto tropezará al intentar bajar, golpeándose lo suficiente para recordar su vida anterior. Mandan a Memín a que le anuncie que Serafina lo busca, creyendo que así bajará en forma precipitada para caer en la trampa, pero es el negrito quien acaba tropezando y cayendo, dando tumbos. Queda adolorido, pero sin lastimarse de gravedad, y deciden cambiar la estrategia, gritando desde abajo que Serafina ha llegado. Al escucharlo, Canuta sale corriendo, ansiosa por acabar con ella, y pronto se golpea en las escaleras, quedando tendida e inconciente en el suelo. Llaman a Cleto para que la lleve a su cama, y una vez hecho esto, aprovecha la oportunidad para escapar.
Intentan detenerlo, pero es demasiado grande y fuerte para que lo contengan y consigue escabullirse. Carlangas se ve obligado a taclearlo, ocasionando que se golpee la cabeza contra una enorme maceta, y queda tan inconciente como Canuta. Batallan en ponerlo sobre su cama, y luego llaman al criado, Pomponio, quien lamenta el estado de su patrona y procede llamando al doctor. Canuta recobra la conciencia, intentando ponerse de pie para salir a cazar a Serafina, pero se ha torcido un tobillo y no consigue avanzar mucho. Memín y sus amigos la tranquilizan, alegando que ya se hicieron cargo, surtiéndole una buena tranquiza por su cuenta. Llega el doctor a vendarle el pie a Canuta y confirmando que Cleto sigue inconciente, todos se van a acostar.
Al día siguiente, apenas se levantan y van a ver como está, Cleto despierta y sale corriendo. Canuta decide no detenerlo, resignándose a que si no puede recordarla y lo retienen por la fuerza, no tiene caso. Se esfuerza por no llorar y actuar con naturalidad, invitándolos a almorzar. Mientras comen, Cleto regresa, cargando un montón de tortillas recién hechas, entrando al comedor como si nada. Se dan cuenta que ha recuperado la memoria, quedándose justo en el momento de hace cuatro años. Canuta vuelve a presentarle a los amigos de su sobrino Trifón, y Cleto ya se presenta como tal por su nombre completo, ignorante de todo lo que pasó el día anterior. No ven necesario decirle, disimulando y desconcertándolo ante varias cosas que cambiaron en su “tardanza” tan prolongada. En eso, llega Serafina, dispuesta a reclamar sus derechos tras haber expuesto su caso a un abogado, concluyendo que “Honorato” puede seguir siendo su marido en tanto no recupere la memoria. Pero no tarda en darse cuenta de que, en efecto, eso ya sucedió, y Cleto no la recuerda en absoluto. Derrotada, tiene que irse, después de haber negado los ataques que Canuta la achaca a su persona. Carlangas y Ernestillo la compadecen por su mala suerte al casarse con un amnésico y la encaminan a la puerta. Cleto queda muy confundido por las palabras de esa mujer, por lo que le tienen que explicar todo lo que sucedió durante esos cuatro años y el día anterior.
Habiendo aclarado los desbarajustes, Memín y sus amigos se disponen a ir con el entrenador para ver como volverán a casa, pero él los pondrá al tanto de un cambio de planes.

La primera parte de esta odisea de Memín llega hasta aquí, cambiando de escenario para la próxima, entre más futbol y otros incidentes en compañía de tía Canuta y tío Cleto.

1 comentario:

  1. Creo que fue un final un poco injusto para Serafina pero igual lo hubiese sido para Canuta lo que demuestra que en la vida no es todo color de rosa. Y cómo eran las leyes antes? A qué persona hechan a la carcel sólo por no vivir con su esposa?---

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