Pasan los días, en los que Carlangas tiene tiempo para convivir con su padre, entregados en actividades como montar a caballo y practicas de tiro. Todo marcha bien, pero éste le advierte que han pasado quince días en que no ha atendido sus clases (arriesgándose a la expulsión, porque las faltas acumuladas sin justificación no deberían permitir que uno siguiera contando como alumno ¿o si?), y ya es hora de volver. Carlangas se rehúsa, porque eso significaría ver a sus amigos y hablarles de lo que pasó con su madre. Queriendo evitar eso a toda costa, acepta que lo inscriba en un colegio de paga.
Isabel sigue tristeando en casa de su amiga, con quien ha decidido quedarse indefinidamente para estar segura de que su hijo no irá a buscarla a la suya. Su amiga le expresa que lo que hace no tiene sentido, si va a estar sollozando por su perdida. Le sugiere que vuelva al cabaret para no pasar miserias si ya no tiene a quien rendir cuentas (¿de verdad se ganará tanto en ese trabajo?), pero Isabel se niega, insistiendo en que seguirá como lavandera. Los amigos de Carlangas resienten más su ausencia, visiblemente preocupados, sobretodo Memín, quien piensa que su pobreza les hizo morir de hambre. Lo necesitan para participar en otro partido de béisbol en el callejón, pero al no tenerlo a la mano, aceptan integrar un miembro del equipo contrario para quedar parejos. Ellos aceptan y dan inicio al juego. Memín intenta ejecutar otro movimiento tipo tenis con el bat, que le hubiera salido bien de no dirigir la pelota hacia el vidrio de una ventana, haciéndolo añicos. El furibundo dueño aparece, y los niños huyen despavoridos. Ricardo y Ernestillo no consiguen escapar y el hombre los sujeta con fuerza por el brazo, empeñado en llevarlos con la policía. Memín se trapa en un árbol para esconderse y observa como se llevan a sus amigos, cuando la rama se dobla y cae encima del hombre. Ambos quedan noqueados por el impacto, y sus amigos aprovechan para escapar, llevándose al inconciente Memín consigo. Lo llevan a casa donde recobra el conocimiento y se queja del dolor en su trasero. Sus amigos le agradecen por haberlos salvado, pero él admite que nunca pensó en eso y sólo quería salvarse a si mismo. Tomándolo por cobarde y mal amigo, se van muy enojados. Eufrosina procede a curarle sus áreas dañadas, y para cuando ya está recuperándose, ellos regresan y se disculpan para seguir formando su grupo peculiar. Aun así, siguen echando en falta a Carlangas.
Carlangas comienza a asistir al colegio de paga, donde se vuelve retraído, concentrándose en estudiar y rechazando a sus compañeros, todos antipaticos y déspotas. Uno empieza a molestarlo tras enterarse que procede de una escuela de gobierno. Le suelta groseros comentarios sobre lo pésimas que son esas escuelas, los maestros y los alumnos, que al final, Carlangas cede a sus provocaciones y lo enfrenta, derrotándolo fácilmente. Otro más grande se le echa encima, pero da cuenta con éste del mismo modo. Un maestro observa a los dos alumnos que yacen en el suelo y al admitir Carlangas que fue él quien se los sonó, lo lleva ante el director. Éste lo reprende y le recuerda que debe mantener la disciplina, en especial por ser de nuevo ingreso, aunque al final achaca más la importancia de que los agredidos son hijos de políticos. Carlangas se pone altanero y respondón, advirtiendo que no tolerará ningún insulto sin importar de quien venga, prefiriendo que lo expulsen. Al regresar a casa, es recibido por Doña Candelaria, y ella repara en las heridas exhibidas en su cara. Cuando él responde que se las ocasionó peleando, ella se entusiasma y le pide que le cuente toda la historia, elogiándolo por no ser ningún dejado, ya que eso es una característica propia de ella, que ni su hijo pudo heredar, y que viene a confirmar que él es su nieto en definitiva. Después, le cura las heridas, y en ese momento llega Arozamena, a quien Carlangas decide informar de lo que pasó en el colegio. La abuela sugiere que lo cambien de colegio, pero Arozamena piensa que con soltar una buena cantidad se harán de la vista gorda en la dirección (que forma tan poco ética de solucionar un problema, aun para los ricos). Carlangas sigue con sus estudios y su vida en esa casa, pero no deja de extrañar a su madre y empieza a tener momentos en que se entrega a la tristeza. Lo mismo ocurre con Isabel, a quien su amiga sigue tratando de consolar, sin entender porque se castiga de esa manera.
Carlangas piensa en ir al callejón para ver a sus amigos, pero sabiendo que tendría que explicar que ha cambiado su vida porque su madre volvió al cabaret, desiste de ello. Los “vikingos bravos” han perdido otro juego, reconociendo que sin su amigo ausente no son nada. Memín se pone furioso, quejándose del abandono, y los otros concuerdan en que tiene que haber una buena razón. El negrito no tolera excusas y hace una rabieta. Considerando que la última vez se mostraba preocupado, Memín demuestra ser demasiado voluble.Arozamena ha notado el mal semblante que muestra su hijo, deduciendo que no están haciendo lo suficiente para que se olvide de Isabel. Le propone a Doña Candelaria que permita la visita de sus tres amigos, pero ella se opone a que esa clase de gentuza invada su propiedad. El ingeniero se impone, exigiéndole comprensión y tolerancia, en especial si quiere conservar a su nieto. La anciana termina aceptando, de muy mala gana.
Poco después, Arozamena intercepta a Memín cuando éste se encaminaba rumbo a la escuela. Aquí, al parecer, hacen de borrón y cuenta nueva, desechando lo que se dijo antes de que se habían encontrando fuera de cuadro (en dos versiones contadas por Memín, una en que sólo decía que Carlangas había ido a visitar su casa, y otra en que incluía que él era su hijo). Memín lo reconoce, deseoso por recibir el dinero que siempre le daba. Arozamena alega que han pasado cosas que le han impedido volver al callejón y ofrece llevarlo a la escuela. Memín aborda el auto, pero la desconfianza se apodera de él, temiendo que lo vaya a secuestrar (¿ahora también se olvida que ya habían disipado las dudas de que tuviera malas intenciones?). Arozamena va al grano, diciéndole que es el padre de Carlangas, lo que Memín no comprende, ya que para él es raro que si su amigo no tenia papa, ahora le salga uno de la nada. Arozamena no tiene tiempo de explicarle las tribulaciones de la vida, y le confirma que él abandonó a su madre para irse a vivir a su casa. Memín se irrita, tomando a su amigo como un ingrato, pero luego Arozamena le explica que quiere invitarlo a él y los demás para que lo visiten. Se asegura de darle la dirección, y se va, dejando a Memín con la mano extendida, que esperaba vanamente recibir la feria de antes.
Al entrar a clases, Memín anda distraído, digiriendo la información que acaba de recibir. Durante el recreo, retiene a sus amigos para contarles que el “loco” resultó ser el padre de Carlangas y que ahora éste vive con él, abandonando a su madre. Al principio, Ricardo y Ernestillo creen que está desvariando, pero Memín insiste, recordándoles que ya antes éste le había hablado de cuando invitó a Carlangas a su casa (¡por fin! ¿Ocurrió o no ese encuentro fuera de cuadro tan comentado?), sugiriendo que pudo deberse a que ella ha vuelto al cabaret. Ricardo rechaza la teoría y Ernestillo supone que Carlangas dejó que el dinero envenenara su corazón. Ahora que resulta que Memín lo conoce mejor que ellos, pero después de seguir alegando, les menciona la invitación a su casa donde podrán salir de dudas. Busca la dirección en sus bolsillos, pero descubre que no la tiene. Entonces, recuerda que está en su “caja fuerte”, que realidad es uno de sus zapatos, lo que sus amigos encuentran asqueroso. Al terminar el recreo, Memín quiere contarle sobre eso al profesor Romero, pero éste no tolera que interrumpa la clase, y lo hace pasar el frente para que diga todo lo que sabe sobre el personaje histórico Miguel Hidalgo y Costilla. Así, con su peculiar forma de expresarse, Memín se echa un rollote más dramático que histórico, en el que confunde algunos detalles, que luego el maestro le señala. Terminan las clases y ya los cuatro ponen al tanto a Romero, quien no puede acompañarlos, pero espera que luego le cuenten que pasó, pese a que no demuestra preocupación alguna ante tantas faltas acumuladas que ya deberían ameritar la expulsión.
Al llegar a la residencia de los Arozamena, los tres amigos quedan impresionados. Ricardo y Ernestillo, que ya consideran un poco más la teoría de Memín, le prohíben que haga preguntas sobre que pasó con su madre, para no hacerle mal. Un chocante mayordomo los recibe, no sin antes ir a informarle a Doña Candelaria, quien insiste en que no les quite el ojo de encima. Después, el mayordomo los anuncia ante Carlangas, feliz y emocionado por volver a sus amigos, recibiéndolos a todos con un caluroso abrazo. Les confirma que ese señor tan dadivoso era su padre y por eso fue a vivir con él (como si no lo supieran o lo hubieran deducido ya). Memín no tarda en preguntarle por su madre, pero lo hacen callar de un pisotón. Luego, cuando Doña Candelaria baja las escaleras, le presenta a sus amigos. Ella los ve con disgusto, en especial a Memín por su aspecto sobresaliente.
La anciana insiste más al mayordomo que los vigile muy bien para que no se roben nada. Carlangas los invita a nadar en la alberca, y mientras se cambian, Memín decide turistear para conocer más el interior de la elegante casa. El mayordomo lo sigue de cerca, por más que le pide que lo deje en paz. Cuando Carlangas va a buscarlo y se percata de ello, se indigna y va a reclamarle a su abuela. Ella se muestra terca en desconfiar de ellos, sobretodo en los negros que tienen malas mañas (¿de donde sacaría esa idea estereotipada?). El muchacho persiste en enfrentarla, reaccionando en una forma que hace que la anciana se identifique con él nuevamente, por lo que promete retirar la orden de vigilancia. Luego, los cuatro pasan un rato agradable nadando, y la anciana los observa desde la terraza, más por curiosidad que otra cosa, y empieza a disfrutar de sus juegos. Después de darse un baño, al hablar con Carlangas, su abuela le cuenta como se divirtió observándolos y que son bienvenidos todas las tardes para pasársela ahí. En cuanto los despide, vuelve a acordarse de su madre, estallando en lágrimas de tristeza y rabia, recordando que lo dejó por darle importancia al cabaret.
De vuelta en su casa, Memín se preocupa al no encontrar a Eufrosina. Considera la posibilidad de que haya una epidemia de trabajar en cabarets entre las madres solteras y se pone a llorar ante la idea de que luego se separen (pero no debería separarse sí fuese más comprensivo sobre los extremos a los que deben llegar algunas madres para salir adelante, habiendo profesiones peores). Pero en realidad Eufrosina sí estaba en la casa y Memín se prende a ella. Ella descubre la ropa interior que usó para nadar toda mojada, pensando quien sabe que cosas que ameritan unos tablazos, pero Memín se explica rápidamente, contándole de las novedades en la vida de su amigo. Tras enterarla de todo, a Memín se le ocurre que debería ver la tumba de su padre para cerciorarse de que no le aparecerá algún día alguien que alegue serlo, mas Eufrosina no tarda en convencerlo de que la tiene a ella y a nadie más.
Isabel termina de trabajar, y decide ir a la oficina de Arozamena para saber que ha pasado con su hijo. Éste la recibe y le asegura que su plan funcionó y que la presencia de Carlangas ha hecho el milagro de suavizar un poco a su intransigente madre. Ella no puede evitar sentirse triste, pero conforme con saber que su hijo estará bien y que algún día, cuando tenga carrera y todo, comprenderá lo que tuvo que hacer. En eso, hay un breve instante en que el ingeniero lamenta haberla abandonado, pero ella le pide que dejen eso en el pasado. Se despide, abatida, pero satisfecha, estrechando su mano en señal de perdón por lo sucedido entre ellos.Transcurren los días, y los “vikingos” ya adoptaron la costumbre de cambiar su sitio de juegos a la nueva residencia de Carlangas, en donde se la pasan nadando o haciendo competencias en bicicleta. La anciana se entretiene observándolos, regocijándose en la nostalgia que propicia la presencia de la juventud. Un día, tienen la ocurrencia de variar, realizando una formación con las bicicletas de Carlangas y Ricardo, sosteniendo a Ernestillo, que a su vez sostendría en Memín, pese a que él tiene presente las malas experiencias anteriores en que a él le fue muy mal. Le aseguran que no puede irle así siempre, pero demuestran estar equivocados cuando conducen cerca de la terraza. Memín, para evitar ser golpeado contra ésta, consigue sujetarse, pero queda en peligro de caerse. Doña Calandria se apresura a socorrerlo, doblándose el espinazo en consecuencia, pero consigue recomponerse sólo para caer desmayada. Ernestillo tarda en notar que lo único que sostenía eran los zapatos de Memín, y su desconcierto provoca que todos se caigan. Al no encontrarlo, otra vez suponen que se vaporizó, pero pronto lo escuchan pidiendo ayuda en la terraza. Carlangas apenas puede creer que su abuela lo hubiera salvado, pero se molesta al escucharlo pronunciar mal su nombre (una costumbre que luego se vuelve común en Memín, en este caso, pasa de llamarla de "Calandria" a "Calendaría"). La anciana vuelve en sí, asegurando que se encuentra bien y fue sólo el esfuerzo, invitándolos a tomar chocolate.
Mientras, Eufrosina está haciendo sus compras cuando coincide con Isabel. Ella decide saludarla, pero la madre de Memín la desprecia, llamándola mala madre. Isabel insiste en hablarle, y termina contándole lo que tuvo que hacer. Una vez que lo comprende, Eufrosina se arrepiente de haberla juzgado mal. Le promete no comentar nada a Memín, para que Carlangas no se entere y mantenga así, el engaño que le dará su porvenir.
Una tarde, Carlangas recibe a sus amigos, que fueron sorprendidos por la lluvia, y ofrece ropa para cambiarse. Doña Candelaria los trata muy bien, para sorpresa de Memín, aunque sigue pronunciando mal su nombre por más que Carlangas se lo corrige, pero la anciana acepta que la llame como quiera. Más tarde, se entretienen en un juego de mesa, y Carlangas predispone los planes para el día siguiente, mas le decepciona saber que sus amigos ya no vendrán. Ante los inminentes exámenes bimestrales, ellos sacrificaran sus tardes para dedicarse a estudiar. Aun así, lo comprende, y les cuenta que él ha estado preparándose para participar en una competencia académica, después de quedar seleccionado entre los más adelantados de su curso. Ha aceptado esa empresa para poder demostrar la calidad de la enseñanza de las escuelas de gobierno, ya que casi todo lo que sabe, lo aprendió el año pasado. Su padre celebra su empeño, prometiéndole un viaje por E. U. como premio si logra ganar el concurso.
Un cuadro después, Carlangas recibe un trofeo y una medalla por su triunfo, y es felicitado por su padre y su abuela, que habían ido a verlo sin decirle para que no estuviera nervioso. Al volver a casa, su abuela le obsequia el anillo que usó el día de su boda, el cual espera que algún día, él pueda entregarlo a su vez a quien se convierta en su esposa.
Mientras, su padre va a buscar a sus amigos, invitándolos a comer para que celebren con ellos el logro de Carlangas. Los encuentra justo cuando Memín comentaba de lo codo que se ha vuelto desde que pasó de ser el “loco” al padre de Carlangas, admitiendo sin vergüenza ser un interesado. Ya reunidos, Carlangas les muestra sus premios, queriendo darle unos al maestro, que es a quien debe más que nadie ese logro. Quiere que ellos se lo lleven debido a que no quiere ir por esos rumbos, lo que hace que Memín pregunte la razón, pero Ernestillo y Ricardo le exigen cerrar el pico. Pasan a comer, donde les cuenta del viaje que realizará con su padre, y sus amigos también le comentan de sus propios planes para las vacaciones.
Después de esta temporada de cambios significativos, viene el verdadero melodrama que causara la separación de madre e hijo, concluyendo en la siguiente reseña.
Yo también me preguntó que pensó Eufrosina cuando vio los calzones mojados de Memin y se enojó.
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