jueves, 30 de julio de 2009

Memín Pinguín #157-169


Aprovechando una oportunidad de trabajo, Eufrosina viaja con Memín a Nueva York. Pero al llegar a la gran urbe se pierden, tardando mucho en volverse a encontrar. Memín logra hacer diversas amistades en lo que anda por su cuenta, entre penas y alegrías.

Amanece el 16 de septiembre. Memín y Eufrosina despiertan, y mientras ella hace el desayuno, le comenta sobre una agencia de empleos en Estados Unidos que ha estado consultando, esperando conseguir algo. Memín no le da importancia y pide permiso para reunirse con sus amigos, no sin antes abrir el regalo de Eufrosina, que consiste en un par de zapatos nuevos.

Encuentra a Ernestillo y se los presume, y él también luce nuevas ropas que le dieron sus padrinos (anunciados desde el numero anterior, y que los lectores nunca vimos llegar). Carlangas se les une para informarles del posible regreso de su padre y Doña Candelaria, aunque el despistado Memín tarda un poco en acordarse de ellos. Después, van con Ricardo, que también tiene regalos para Memín, un par de patines (tercera vez que le regalan patines, ¿será que siempre los pierde?) y una tela para que Eufrosina se haga un vestido. Se lo agradece efusivamente y todos contentos.
Brincándonos unos días, Eufrosina le anuncia a Memín que recibió contestación de dicha agencia. Le pide que le lea la nota que le mandaron, en la cual dan las instrucciones de a donde debe ir, llevando a su hijo consigo, confirmando su sueldo inicial de 2,000 dólares. Eufrosina no entiende de dólares, sólo sabe que valen más que los pesos. Memín hace cálculos de lo que gana mensualmente, y concluye que no vale la pena que viajen, porque ahí ella gana mucho más. Pero como ella le insiste que por algo se dice que los dólares son más apreciados, Memín va hasta un banco para informarse. Dándose importancia, consigue entrevistarse con el gerente, que lo saca de su duda, aclarando que un dólar equivale a once pesos (en aquel entonces), afirmando que ella ganaría hasta veintidós mil pesos. Memín corre a decirle a Eufrosina, quien se desmaya de la impresión por saber que ganará tanto dinero. Así, pronto hacen los planes para viajar (no aclaran si están en periodo de clases, pero como apenas pasarían unos días del 16 de septiembre, parece que a Eufrosina no le importa ahorrarle una buena temporada de clases a Memín), encargando a una vecina que cuide sus muebles y su casa. Reuniendose con los demás en la casa de los Arcaraz, les dan una buena merienda de despedida. Al día siguiente, ya están a bordo del tren en marcha, con los amigos de Memín corriendo otras él, despidiéndose. Por varios números, ellos dos serán los únicos que saldrán dentro del amplio reparto de personajes, aunque es lo justo, para ver como desenvuelven en otro ambiente.
El viaje es largo, tomando como cinco días y pasan del tren al camión. Al fin llegan a su destino, sintiéndose desvalidos en una ciudad tan grande repleta de gente que habla un idioma que no comprenden. Eufrosina tiene la dirección y el camión que debe tomar para empezar con su trabajo. Mientras lo esperan, Memín le pide dinero para comprarse un helado, donde aprovecha para burlarse del dependiente cuando éste le anda sirviendo, ya que no puede entender sus palabras. En eso, las demás personas que esperaban el camión, se precipitan sobre éste cuando llega, arrastrando a Eufrosina con ellos, ignorando sus protestas en español, apresurados por ser neoyorquinos. Cuando Memín llega y no encuentra a Eufrosina, entra en pánico y se pone a buscarla, confundiéndola con otra mujer de apariencia similar. Eufrosina consigue volver, inquieta al no encontrarlo y le pregunta al mismo dependiente, que por no saber español no puede darle señas. Y así, los dos se alejan el uno del otro, perdiéndose en la ciudad de Nueva York. Memín recorre las calles, triste porque nadie puede entenderlo. Pasan corriendo un trío de chiquillos, y uno de ellos habla español. Memín los sigue, y entra pronto en confianza para contarle al niño mexicano, de nombre Armando, sobre lo que le ha pasado. Él no puede hacer nada para ayudarlo, pero se compadece de él, y lo invita a compartir su peculiar vivienda con ellos. Prefiriendo quedarse con ellos que seguir una búsqueda que parece inútil, Memín acepta. Ellos son huérfanos que se la pasan en la calle, y han hecho un escondite en el interior de una estatua de elefante que está hueca por dentro, donde acceden metiéndose por una abertura en la pata levantada. Una vez dentro, se recuestan y Memín sigue lamentándose por perder a Eufrosina. Armando le cuenta que su madre falleció hace tiempo y él no quiso ir con su padre, por lo se quedó ahí, trabajando con los otros niños vendiendo periódicos y cosas así. Le sugiera a Memín que trabaje en lo que encuentra a su madre, recomendándolo en una casa donde él estuvo, donde solicitan a alguien que se encargue de los quehaceres. Le parece buena idea y se duerme. A la mañana siguiente, van a la estación de autobuses, donde Memín espera hallar a Eufrosina cuando vaya a recoger su equipaje. Pero se lleva un chasco, confundiéndolo otra vez con una mujer parecida, y Armando que pregunta al encargado en ingles, le hace ver que ella ya recogió las cosas mucho antes. Desanimado, se resigna a realizar el trabajo sugerido por Armando. Su nuevo amigo lo conduce a la casa en donde requieren sus servicios, presentándole a la señora Nieves, que los recibe muy amablemente. Les sirve de desayunar y con la comida Memín va recuperando el ánimo, desbordando su característica simpatía. Empieza regando las plantas, y en la ventana, divisa a la preciosa hija de Doña Nieves, Silvia. Le dedica un saludo, que ella no devuelve, metiéndose de nuevo en la casa. La considera una presumida y prosigue dando una barrida. Silvia se le acerca, intrigada por su persona y lo que hace, pero Memín le responde de malas maneras, no olvidando su “grosería” anterior. Una vez que ha terminado, Doña Nieves lo manda a llevarle la comida en charola a Silvia hasta su cuarto, empeorando su opinión de ella al ver que la tienen muy consentida. Le sirve y ella le pide que se quede y le haga plática para distraerla, pero Memín sigue poniéndose remilgoso. Él comenta sobre lo feliz que debe ser en esa casa, por su agraciado aspecto, el dinero y las atenciones. Ella replica que no es así, viviendo tristemente por no poder ver las cosas más simples, dando a entender que es ciega de nacimiento. Memín cae en cuenta de que precipitó sus suposiciones, disculpándose con ella. Silvia le convida de su plato y así están un rato, hasta que él le ofrece salir. La niña se niega, no queriendo despertar compasión, y Memín prefiere llevar la charola de vuelta e irse, no soportando que le alce la voz alguien que no sea su má linda. Recibe su primer pago y se marcha feliz, tomando un café con leche en el camino antes de volver a la estatua del elefante. Al llegar Armando, le cuenta como le fue, y éste le advierte que debe tener cuidado de no contrariar a Silvia, ya que es muy consentida y si su padre se entera que ha sido malo con ella, puede despedirlo, pero a Memín le tiene sin cuidado.
A la mañana siguiente, se dispone a trabajar, no sin antes compartir sus opiniones con Doña Nieves sobre lo consentida que tienen a Silvia, y ella sólo puede decirle que debe ser comprensivo por la tristeza que ella siente al no poder ver, pero que desde el día anterior la ha visto más animada, creyendo que su platica con él ha sido de gran ayuda. Memín se pone a barrer y no tarda en salirle Silvia al encuentro, disculpándose por haberle gritado. Esta vez si acepta ir a pasear con él, una vez que termine su trabajo y pidan permiso a su madre. Memín la lleva hasta un jardín, donde Silvia le pide que describa las cosas. Sintiéndose inspirado, Memín le va describiendo las cosas con fantasía, engalanándolas para ilusionar a la niña ciega. Luego ella siente curiosidad por como es él físicamente, incluso dando su suposición que disque le dice el corazón, que es justamente lo opuesto. El negrito teme arruinar esa bella imagen, mintiendo al “confirmar” que ha adivinado, considerando que no importa si nunca lo verá. ¿Pero como pudo la niña sacar una descripción tan vivida si es ciega de nacimiento? Aun quienes no ven y no tienen como conocer los colores, supongo que pueden soñarlos o algo así. Más tarde, están en una nevería, donde Memín le echa aun más mentiras, describiendo a su má linda como una reina de belleza, expresando su deseo de encontrarla para volver a casa. Silvia se muestra triste, no queriendo que él se vaya porque lo echaría de menos. Memín le promete que no se irá. Al regresar a la casa, habla en privado con Doña Nieves, pidiéndole que no diga nada a Silvia de que es negro y feo, para no desilusionarla. Ella promete no decirlo, agradeciéndole por traerle alegría a su hija con su agradable compañía.
Así pasan los días, con Memín trabajando de la mañana a la tarde, dando paseos con Silvia, pasando las noches en la estatua del elefante con Armando. Un día en que está con Silvia, les toca pasar por un fuerte aguacero, acompañado de relámpagos. Ella se asusta, y Memín también, pero domina su miedo, describiendo ese efecto estremecedor como la liberación del oro y la plata que tienen las nubes. Ella se lo cree y se relajan. Le presta su sueter y la deja en la casa, justo cuando su padre, Julián, apenas había sido puesto al tanto de su amistad con el negrito, preocupado de que la saque afuera con ese clima. Doña Nieves le asegura que es por él que su hija es feliz de nuevo, y que no deben decirle nada sobre como es realmente. Habiendo dejado a Silvia sana y salva, Memín regresa cabizbajo y triste, sintiendo que no dio buena impresión al padre, aun cuando en su casa, éste va percibiendo el cambio en su hija, gracias a la imaginación del negrito. En su escondite, Armando le ofrece de su comida, informándole que sus amigos americanos se han mudado, por lo que ahora sólo ellos dos vivirán ahí. Memín empieza a mostrar síntomas de fiebre, de los que Armando no se percata hasta poco después de que se han acostado, escuchándolo delirar, llamando a su má linda. Vuelve a dormirse y al día siguiente, como nota que sigue afiebrado, considera que pescó algo grave. Le compra un medicamento en la botica, saltándose el trabajo por ese día, dedicándose a cuidarlo.
Por los siguientes tres días, mantiene esa rutina, sin ninguna mejoría en Memín. Al descuidar su trabajo, Armando pasa hambre, gastando todo en medicinas que no sirven para nada. Cuando cae una fuerte nevada, Armando se atreve a salir a conseguir más medicinas. Memín, aun delirando y recordando tanto a Silvia como Eufrosina, se levanta y viste con dificultad, internándose en las calles nevadas, sólo para caer inconsciente ante varias personas que pasaban. Armando trae las medicinas, encontrando a su amigo tirado y rodeado de gente. Alguien se encargó de llamar a la ambulancia, y los paramédicos recogen a Memín, ignorando las protestas de Armando que insiste en que será suficiente con las medicinas que trajo. Habiendo perdido a su amigo, no le queda más que ponerse a llorar. En casa de Silvia, ella está triste, extrañada por la ausencia de Memín en varios días. Siente que algo malo le ha pasado. Su madre sugiere que debió encontrar a su madre y se fue, pero como no vino a despedirse, sigue la preocupación. Para animarla, su padre trae a su primo Federico, para que pase una temporada con ellos. A Silvia no le interesa, pero su padre insiste a Federico en ayudar a distraerla, prometiéndole una motoneta a cambio. Movido por el interés, el primo hace débiles esfuerzos por simpatizar con ella. La invita a salir, insinuando que podrían encontrar a su querido Memín, y como pasean por los lugares donde a él más le daba por describirle las cosas, al repetirlas ella, Federico supone que está loca y trata de seguirle la corriente. Pero muy pronto se cansa de eso y le sostiene que las cosas no son tan bonitas como a ella le dijeron y que Memín es un mentiroso, consiguiendo perturbarla. De vuelta en la casa, Federico comenta despectivamente sobre la clase de amistad que Silvia llevaba con ese, pero Doña Nieves sólo da comentarios favorables, preguntándose como ella que le habrá pasado.
Memín está convaleciente en el hospital. Armando, como no sabe a donde lo llevaron, se le ocurre que en casa de Silvia podrían ayudar a localizarlo. Debilitado a la falta de alimentos, apenas puede llegar a su destino. Es bien recibido por ser amigo de Memín y le hace saber a los padres de Silvia que está gravemente enfermo. Se desmaya y se encargan de darle cama y alimentos hasta que se recupere. Siguiendo la pista, el padre de Silvia la lleva consigo, indagando en los hospitales hasta dar con el negrito (preguntando por su nombre, ven que está registrado, lo que no es un poco dudoso, dado que los niños no suelen portar identificaciones y él estuviera demasiado enfermo para dar su nombre). Silvia pide verlo, pero como no es horaria de visitas, el padre convence a la enfermera, usando la excusa de que su hija es ciega para causar lastima (que estrategia tan baja). Lo llevan ante el doctor, que explica que Memín contrajo neumonía, pero que ya la están combatiendo y se aliviara. Les permiten pasar, y éste despierta cuando Silvia se inclina sobre su regazo. El reencuentro le hace comprender que ya le agrada a su padre, pero ella no deja de comentar sobre las contradicciones de Federico, mas sigue ignorante sobre su aspecto, que es suficiente para Memín. La idea de que estuvo próximo a morir le aterra y quiere sacarse de dudas con la enfermera sobre si su estado no es terminal. Siendo todo lo contrario, sólo quiere aliviarse y que lo den de alta. Pronto anda dando de brincos por el hospital, animando y molestando a todos por igual. Finalmente lo dejan ir, justo cuando Armando viene a visitarlo. Despidiéndose de las enfermeras que lo atendieron, abandona el hospital alegremente con su amigo, recuperando el optimismo. Lo pone al tanto de lo que hizo mientras esperaba su recuperación, y Memín le promete que si encuentra a Eufrosina, la compartirá con él para que tenga una mama. Vuelven a la estatua del elefante, aunque Memín no tarda en encaminarse a casa de Silvia. Corta unas flores en el camino, y al llegar, se las ve con Federico, quien ríe a carcajadas al saber que él es el famoso Memín, descrito como un chico muy guapo por su prima. Doña Nieves sale a recibirlo, pero ni aun ante ella Federico deja de burlarse, señalando que no debería dejar a Silvia ser amigo de un negro, y que de saber como luce, le repugnaría. Amenaza con decírselo, y Memín lo golpea. Doña Nieves los detiene, advirtiendo a Federico que si le dice algo a Silvia, no le darán la motoneta ofrecida. Silvia recibe a Memín alegremente, contándole con ansiedad las buenas nuevas. Un medico la ha examinado, dándole esperanzas de que recupere la vista. Al darse cuenta que eso destruirá la imagen que ella concibió de él, Memín teme el eventual desprecio. Consternado, trata de realizar su trabajo acostumbrado. Federico se le acerca mientras riega las plantas, disfrutando al decirle lo que Silvia pensará de él cuando lo vea. Responde mojándolo con la manguera. Pasan los días, y sigue compartiendo momentos agradables con Silvia, sin dejar de preocuparse por su próxima operación, que de ser exitosa, podría cambiarlo todo. Llega el día de la operación. Dejan a Memín en la casa, haciendo los quehaceres, mientras se llevan a Silvia a la clínica. Al entrar a la recamara en que tienen la imagen típica de Jesús, Memín le ruega que ella no recupere la vista y lo desprecie. Pero no tarda en darse cuenta de su egoísmo, acorde a su aspecto, y se retracta, orando por lo contrario. Termina sus quehaceres y los ve regresar, trayendo a Silvia con los ojos vendados. Cree que por sus malos deseos le sacaron los ojos, pero le explican que así deben cubrirlos hasta que venga el doctor a quitar los vendajes, dentro de tres días más. Así, le dan más tiempo a Memín de estar con ella sin preocupaciones. Federico vuelve a importunarlo, insinuándole a Silvia de la decepción que se llevara más adelante. La tremenda pelea no se hace esperar. Tranquilizando a Silvia para que no se de cuenta de que pelean, Memín se encarga de derrotar a Federico, dejándolo desmayado cuando ocasiona que un jarrón le caiga encima de la cabeza. Al volver a su “residencia” en la estatua del elefante, Memín decide utilizar el dinero que ha ahorrado con su trabajo, para comprarse ropa nueva que pueda impresionar a Silvia. También ofrece comprarle pantalones a Armando, y los dos se van a las tiendas y a comer a un restaurante de comida mexicana. Se sirven unas enchiladas que hacen recordar a Memín la sazón de su má linda, lo que no es de extrañar, ya que resulta que Eufrosina está trabajando ahí, cocinando y echando de menos a su retoño. Pero ellos no tienen como saber lo cerca que están y pierden esa oportunidad. Regresan a su escondite, y antes de dormir, Memín convence a su amigo de que se una a sus oraciones, pidiendo que Silvia no lo desprecie cuando pueda ver.
Luciendo su traje nuevo (algo elegante, pero desentonando el sombrero, que es un pobre intento para disimular su calvicie natural), Memín se presenta al día siguiente, ya aproximandose el gran momento. Federico vuelve a burlarse de él, asegurando que su facha no disimulará en nada su horrible aspecto que su prima repudiará. Memín lo ignora y va con Silvia, quien le pide que éste con ella cuando le quiten los vendajes. Llega el doctor, y los padres se ponen nerviosos, temiendo otra decepción, porque no es la primera vez que la ciencia médica intenta curar la ceguera de su hija. Piden que cierren las ventanas, dejando sólo una lámpara para iluminación, y así empieza a retirar esos vendajes. Memín se aparta en un rincón sombrío, y Federico se acerca con curiosidad. Silvia empieza a enfocar y al ver a Federico, lo abraza emocionada, creyendo que es Memín. El corazón del negrito se parte, retirándose discretamente, mientras los padres de Silvia la abrazan, felicites porque ella por fin se ha curado.
Vuelve a la recamara con la imagen de Jesús, agradeciendo por el milagro, pero pidiendo que a cambio le permita reencontrarse con su madre, que es lo único que tiene ya que sólo ella lo aceptará tal cual es. Federico lo alcanza cuando va saliendo, disculpándose por las burlas al no imaginar que Silvia lo confundiría. Memín las acepta sin mucho entusiasmo y le pide que mantenga el engaño para que ella siga creyendo que es él. Federico le regala diez dólares, sabiendo que gastó sus ahorros en sus nuevas ropas, y se despiden. Federico le cuenta con tristeza a Doña Nieves que Memín se ha ido, pero ella sigue agradecida, deseándolo lo mejor después de la luz que su presencia trajo a su hogar. Armando encuentro a Memín llorando, tratando sin éxito de animarlo. Se empeña en buscar con más ahínco que nunca a Eufrosina. Le regala sus zapatos a su amigo, que los acepta y no deja de presumirlos durante las páginas siguientes. Convence a Memín de que ponga un anuncio en el periódico, ya que aunque Eufrosina no sepa leer, alguien que la conozca podría verlo e informarle. Así lo hacen, usando el dinero que Federico le dio. Más tarde, mientras Armando anda repartiendo los periódicos, Memín se queda en el parque, esperando que su má linda aparezca tras poner el anuncio (poniendo su “dirección” en la estatua del elefante), pero sólo encuentra más mujeres robustas que se le parecen. Después de un rato, Armando llega corriendo, mostrándole una billetera repleta que se “encontró.” Memín piensa que la ha robado, pero Armando le cuenta que lo que pasó fue que unos muchachos pasaron corriendo a su lado, y uno de ellos la dejó caer en el interior de sus zapatos nuevos, que se había quitado, y luego la descubrió. Como no la robó y no cree prudente ir a dar parte a la policía porque creerían que él fue el ladrón, decide ir invertir el dinero yéndose a comer con Memín al restaurante de la otra vez. Las enchiladas le siguen sabiendo a Memín como las que hacia Eufrosina, y hasta ella al recibir la orden, recuerda que así le gustaba que se las preparara. Mientras comen, Memín se da cuenta que un policía ha estado observándolos, y al advertirle a su amigo, éste decide echar a correr porque si le pregunta, no creerá que sólo se la encontró (si, huir de la ley seguro no lo hará verse sospechoso). Los dos se van a esconder en la cocina, pero Memín se congela al toparse con Eufrosina. El reencuentro enternecedor hace que se olviden de todo, y madre e hijo se abrazan y besuquean, muy felices por estar reunidos de nuevo. Entra el policía, queriendo hacer preguntas a Memín, pero Eufrosina sale a defenderlo. Al divisar a Armando, lo agarra y se dispone a llevar a los dos para interrogarlos. Eufrosina le asesta un sartenazo al policía, pero no tardan en llegar más, librando los tres una lucha desesperada. Igual no pueden impedir ser arrestados. Los que robaron la cartera fueron apresados, por lo que no habrá consecuencias para Armando, pero los tres se quedarán detenidos por cuarenta y ocho horas, por faltas a la autoridad. No tienen problema con eso, y en su confinamiento, Eufrosina admite que el trabajo que tomó de cocinera ya pensaba dejarlo en cuanto lo encontrara. Pero ha recibido invitación para ser ama de llaves en un castillo de un hombre que vive solo, mostrándole a Memín la notificación que lo comprueba cuando él piensa que anda delirando. Ahí dice que debe venir sola pero ella no ve problema en llegar con Memín, que podrá ayudarla con el trabajo. Armando se siente triste, diciéndole a su amigo, que aun ofreciéndole compartir a su má linda, no seria lo mismo que tener una madre propia, por lo que prefiere volver a vivir en la estatua del elefante, haciendo lo de siempre, aunque tenga que estar solo, sin su compañía.
En el periódico sensacionalista, publican la noticia del pleito entre la policía con Memín, Armando y Eufrosina. Para ese entonces, Silvia ya se había dado cuenta de que confundió a Memín con Federico y lo extraña. Doña Nieves le muestra la foto en el periódico, y el ver por fin como es, no cambia en nada sus sentimientos de cariño hacia él, pidiendo verlo. En la cárcel, un matrimonio viene a visitar a Armando, habiéndose enterado de todo por el periódico, expresando sus deseos de adoptar un niño huérfano y pobre. Memín comprueba que ellos son buena gente, además de resultar que son ricos, por lo que no puede estar más feliz por la suerte de su amigo. Se despide de él, que le agradece que fue gracias a él que cambió su destino, y lo ve irse con sus nuevos padres para concretar la adopción. Al comentar con Eufrosina que siente envidia porque Armando haya encontrado padres ricos, ella se siente, pensando que él seria feliz si ella muriera y tuviera la misma suerte, pero Memín se disculpa, asegurando que quiere estar con ella siempre, sin importar en que miseria vivan. Se ponen a jugar canicas dentro de la celda, y en eso llegan Silvia y sus padres. Memín trata de esconderse, pero ella le hace ver que lo acepta como es y que lo quiere. Los padres de Silvia ofrecen trabajo a Eufrosina, pero ella ya está comprometida con lo del castillo, por lo que no puede aceptar. Sin más, Silvia le da un beso a Memín y se despiden. Al inquirir Eufrosina el porque no quería que lo viera la niña, Memín confiesa las mentiras que le dijo sobre como era su físico. La riega una vez más, hiriendo a Eufrosina, que siente que al renegar de su color, reniega de ella, pero Memín consigue componerla de nuevo, llorando y suplicando por su perdón. Ella lo deja atrás y siguen jugando en lo que poco que les queda para salir libres. Después de esta serie de incidentes de telenovela, las aventuras de Memín y Eufrosina adoptarán otro sentido en lo que sigue. Sólo queda señalar un detalle, respecto a la versión original de esta historia (el último que me conozco, es tan difícil saber a ciencia cierta cuanto difiere la versión original de Memín Pinguín de las que siguieron, por el material tan viejo y del que pocos se acuerdan o se molestan en compartir la información). El personaje de Armando no tiene un final tan feliz en el original, me temo. En la parte que son perseguidos por el policía, éste huye sin pensarlo mucho, y acaba siendo atropellado por un auto. Memín y Eufrosina sólo llegan para verlo morir, tristemente. Uf, con las modificaciones que hizo Yolanda Vargas, si que se notan las diferencias, al grado de considerar que el original Memín es más tragicomedia que una serie de humor blanco, pero no por ello puede dársele favoritismo a una sobre la otra, ya que ambas al final complementen el mismo punto por el que el personaje es tan popular.

6 comentarios:

  1. BUENOS DÍAS. ESTOY REALMENTE AGRADECIDO POR PODER CONOCER FINALMENTE COMO SE REENCONTRÓ MEMÍN CON SU MAMI. SEGURAMENTE NO TE IMPORTE, PERO CUANDO ERA UN NIÑO, CURIOSEANDO EN UN MONTÓN DE PERIÓDICOS VIEJOS ME ENCONTRÉ CON UN EJEMPLAR DE MEMÍN (A COLORES SEPIA), QUE RELATA SU EXTRAVÍO EN NEW YORK, AQUEL QUE TERMINA CON MEMÍN DURMIENDO EN LA ESTATUA DEL ELEFANTE. QUEDÉ TAN INTRIGADO POR SABER CÓMO SE REENCONTRABA CON SU MAMÁ, QUE TRATÉ DE BUSCAR POR TODA LA CASA OTRO EJEMPLAR, PERO EN VANO. DE CUANDO EN CUANDO, LLEVO MÁS DE 20 AÑOS PREGUNTÁNDOME CÓMO SE DESENLAZARÍA LA HISTORIA, Y GRACIAS A TU BLOG HE PODIDO, POR FIN, RESOLVER UNO DE MIS ENIGMAS PERSONALES, POR LLAMAR DE ALGÚN MODO LA CURIOSIDAD DE SABER QUÉ PASÓ EN LA TRAMA.

    TE ESTARÍA ETERNAMENTE AGRADECIDO SI PUDIERAS, SI NO ABUSO DEMASIADO DE TU TIEMPO, DIGITALIZAR LOS NÚMEROS QUE VAN DESDE EL EXTRAVÍO EN NUEVA YORK HASTA EL REENCUENTRO FINAL Y, POR FAVOR, REMITIRME LOS ARCHIVOS O LOS ENLACES A iudex-@hotmail.com. SI NO TIENES EL TIEMPO SUFICIENTE, O NO CUENTAS CON LAS REVISTAS EN FÍSICO, DE CUALQUIER MODO TE GUARDO ESPECIAL GRATITUD POR CONSIGNAR EN TU BLOG EL ARGUMENTO DE LA HISTORIETA, YA QUE DE ESTA FORMA PUDE AL FIN SABER EL PARA MÍ ENIGMÁTICO DESENLACE.

    TE PIDO QUE ACUSES EL RECIBO DE ESTE MENSAJE. SIN OTRO PARTICULAR, DESDE BUCARAMANGA, COLOMBIA, ME DESPIDO ATENTAMENTE,

    DUBÁN RINCÓN.

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  2. ahi te aclaro, en la primera versión armando no muere, pero lo llevan a un orfanato, eso no más jejeje

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  3. Solo habia leido desde que memin se encontró con silvia por primera vez, hasta que silvia se confundió con el primo pensando que era memin, podré morir empáz:')

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  4. En estos números es donde admire más el carácter de Memin y como se desenvolvió de manera algo madura ante Silvia y su situación (Al nuevo Memin lo echaron a perder sin lugar a dudas nada que ver con eld e Yolanda)

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  5. La parte en que Silvia confunde a Memin con su primo, es exactamente lo mismo que pasa en la novela Marianela, con los géneros cambiados. Pablo es el chico ciego que confunde a su prima con Marianela al recuperar la vista.

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