Carlangas encuentra a su desconocido padre sin darse cuenta, abriendo las puertas del pasado y dando perspectivas de lo que pasará en el futuro cercano. Llegan las inscripciones y se muestra reacio a volver a la escuela para seguir trabajando. Memín y Ricardo deciden realizar otro tipo de trabajo durante lo que queda de las vacaciones.
Carlangas prosigue con su trabajo como voceador. Un día, al cruzar la calle para alcanzar las publicaciones que iba a vender, es atropellado por un automóvil de lujo. El impacto lo aturde levemente, y cuando el dueño del coche baja a revisarlo, le asegura que se encuentra bien. Éste le ofrece pagarle sus diarios que quedaron manchados de lodo y le invita un helado para calmarlo. Carlangas acepta, aprovechando la oportunidad de pasearse en un vehiculo tan elegante. En la nevería, el señor le hace algunas preguntas, reaccionando extrañamente cuando le dice su nombre completo y el de su madre. Después de darle el dinero y verlo irse, el hombre reflexiona, dando a entender que es su padre, mismo que Isabel siempre aseguró a su hijo que había muerto. En casa, Isabel se esfuerza por terminar con un pedido en su nuevo trabajo como costurera. La clienta llega para apresurarla, criticando duramente su trabajo y echarle en cara lo que ha escuchado sobre su “profesión” anterior. Isabel no soporta los insultos y le exige largarse, aunque no le pague nada, que es justo lo que la mentecata hace. Se desmorona ante la frustración de tanto trabajo en vano, pero la llegada de Carlangas con el dinero de más que le regalaron, compensa el mal trago, ya que podrá empeñarlo en los abonos de la maquina de coser.
Mientras, el ingeniero Carlos Arozamena, regresa a la lujosa y enorme residencia que se desperdicia teniendo únicamente a él y su anciana madre habitándola, además de la servidumbre. Su madre es una mujer intransigente y apegada a valores anticuados, gruñona y siempre quejándose de malestares imaginarios para causar lastima y de ese modo imponer su voluntad sobre su hijo manipulable (tipica relación madre dominante-hijo solterón). Arozamena intenta contarle sobre el encuentro del destino que tuvo lugar ese día, pero al mencionar su relación pasada con Isabel, a la que la anciana se opuso rotundamente por que la joven no estaba a su “altura”, ésta no quiere saber nada, y consigue que desista del tema.
Memín se encuentra lavando ropa, a la vez que escucha un partida de fútbol por la radio. Al anunciar una anotación, se emociona tanto que se echa un clavado en la tina. Eufrosina procede a propinarle los tablazos merecidos para que aprenda a controlar sus impulsos. Ernestillo y Carlangas llegan a visitarlo poco después, para invitarlo a jugar al callejón, pero luego de aquello, Memín no cree que pueda pedir permiso, por lo que sigue trabajando.
Al paso de los días, el ingeniero Arozamena se vuelve taciturno, cobrando conciencia sobre la pobreza que percibe a su alrededor en la calle, sabiendo que su hijo está atrapado en ésta a causa de su irresponsabilidad. Regresa a casa temprano, donde vuelve a intentar conversar con su madre, mencionando el incidente y su deducción. Ella se muestra reacia a creer que ese niño pueda ser su hijo, pero Arozamena está convencido, por el notable parecido entre ambos. Le explica su idea de traerlo a vivir ahí, pero la anciana no lo acepta. El ingeniero se da por vencido y le asegura que hará lo posible por sacar eso de su cabeza, dejándola satisfecha por tener la “razón”.
Es el día de las inscripciones. Memín y Ernestillo reparan en la ausencia de Carlangas y Ricardo. En el caso de éste último, se debe a que su madre se ha impuesto el inscribirlo en un colegio de paga, ignorando sus protestas, y adelantando dos mensualidades. Mientras, Carlangas está consciente de las dificultades que pasarán si el deja de trabajar, insistiéndole a Isabel que le permita abandonar la escuela temporalmente. Ella se niega y lo hace ir a inscribirse. Cuando Carlangas llega ahí, toma la decisión de no hacerlo, considerando más importante ayudar con los gastos. Memín y Ernestillo, después de inscribirse, deciden reunirse más tarde para ver que ocurrió con sus amigos ausentes.
Ricardo está triste por ir a ese tipo de colegio donde no encontrará amigos como los que tanto aprecia. Al llegar su padre a casa y exponerle la imposición de su madre, éste lo apoya, diciéndole que le ayudará a continuar en la escuela de gobierno. Simplemente, le harán creer a su madre que irá a la otra escuela, pero en realidad el padre de Ricardo lo llevará directo a su querida primaria, Benito Juárez. Eventualmente se descubrirá la verdad y, para entonces, esperan poder convencerla de que le conviene estar ahí.
Mientras, Carlangas miente a Isabel sobre la inscripción, alegando que llegó muy tarde y ya no hubo lugar. Ella pide contactar al maestro Romero, pero Carlangas se asegura de informar que se encuentra fuera de la ciudad. Con eso, ella se resigna a que siga trabajando, aunque pierda un año de escuela. El engaño no dura mucho. Cuando Memín y Ernestillo llegan a preguntar por su falta, éste intenta disimular y hacerles señas para que no lo quemen. Memín es demasiado despistado para darse cuenta, aclarando que estuvieron hasta el final y nunca puso un pie ahí, y pronto Isabel comprende que su hijo mintió. Insiste en que de todos modos ya es muy tarde y no hay cupo, pero siguen contando con la posibilidad de que el maestro les haga el favor.
Un rato después, los tres amigos salen. Ernestillo intenta hacerle ver a Carlangas que ayudaría más a su madre si se dedica a estudiar, convenciéndolo a medias. Se dirigen a casa de Ricardo, quien los pone al tanto de su inscripción en otra escuela a la que no asistirá realmente. Simpatizan con el padre de Ricardo por su ocurrencia, y éste envía por el chofer para que los lleve directo con el maestro, y así resuelvan el problema de las inscripciones.
Memín se desvive por viajar en el Rolls Royce (aunque él lo pronuncia mal), y pronto están en la residencia del maestro. Le explican como está el asunto, y éste les promete intentar arreglarlo con el director. Los incita a seguir trabajando mientras él se ocupa de eso, aprovechando el mes que falta para las clases. ¿Pues cuanto tiempo ha pasado? Si se supone que Carlangas pasó tantas semanas en la correccional, y ya debería tener algunas más trabajando. Parecen unas vacaciones muy largas. Al escuchar el entusiasmo de Ernestillo y Carlangas por seguir dando aportaciones en sus hogares, Memín se siente mal por no poder hacer lo mismo. Ya en casa, expone a Eufrosina su acongoja, pero ella no quiere que vuelva a repartir periódicos, pudiendo meterse en líos si se le ocurre seguir contando mentiras. Le indica que puede seguir ayudándole a lavar ropa, pero el orgullo de hombre de la casa le impide hacer “cosas de mujeres” (como que suena un poco sexista ¿no?). Memín sugiere otro tipo de trabajo más óptimo como boleador de zapatos, y ella le da su consentimiento. Se dirige a casa de Ricardo otra vez, esperando que pueda hacer equipo con él para acoplarse más facil. En su prisa por verlo, entra corriendo en cuanto le abren la cerca, exponiéndose a los fieros Tosca y Goliat, que no siempre reconocen a los visitantes. El señor Arcaráz iba de salida y consigue rescatarlo de los perros. Memín se desmaya brevemente por el susto, pero no tarda en volver en si, y exponerle a Ricardo su propuesta de convertirse en boleros. A Ricardo le parece bien, y pide consentimiento a su padre, que titubea un poco, sabiendo que sí su madre se entera, causaría un escándalo peor que la vez pasada, pero él le asegura que irán por rumbos de la ciudad donde no la encuentren ni a ella ni sus amistades, además de que se cambiaria de ropa para disimular. El señor Arcaráz acepta y les da dinero para que compren los materiales y utensilios necesarios. Van a la carpintería, donde el señor Vargas acepta fabricarles los cajones gratis, y que así inviertan el dinero en lo demás. Ricardo y Memín se lo agradecen enormemente. De nuevo, la atención se centra en el ingeniero Arozamena, quien sigue sufriendo remordimientos por no poder apoyar a su hijo como debería. Regresa a casa temprano, justo cuando su madre (llamada Candelaria) se entregaba a una merienda de frutas que tiene que consumir a escondidas para poder seguir mostrándose delicada. En cuanto lo ve, se empieza a quejar, y así, hasta que él retoma el tema que tocaron no hace mucho. Ella finge no acordarse, pero Carlos se lo espeta abruptamente, sobre como su hijo padece a causa del abandono a su madre. Esto abre paso a la retrospectiva que relata como fue la relación truncada entre Carlos e Isabel.
Así sucedió como la clásica historia de idilios entre jóvenes pertenecientes a diferentes clases sociales. Carlos tenía una relación de años con Isabel, desde sus dias de estudiante hasta que se recibió como ingeniero. Al proponerle a su madre sus intenciones de casarse con ella, ésta se opuso. Después cayó enferma, afectada por la fuerte discusión (que no fue tan fuerte como dicen, ni siquiera había puntos de exclamación en los diálogos). El medico que la atendió se pone de parte de ella, aconsejándole a Carlos no provocarle más disgustos y posponer su matrimonio mientras se perfecciona académicamente. De esta manera, tiene que separarse de Isabel, siguiendo a duras penas su relación a larga distancia. Sin embargo, cuando ella le informa que espera un hijo suyo, actúa como un cobarde, haciendo oídos sordos, fingiendo nunca haber recibo la carta y no vuelve a escribir. Ella le suplica a su madre por ayuda, pero no consigue nada y la echa de su casa. Remontándose a todo esto, él sólo intenta exponerle lo que le ha ocasionado, achacándole su falta de voluntad y soledad, no quedándole más que haga valer su vida que el tedio y vacío diarios. La anciana reconoce su culpa, y acepta que traiga al niño a vivir con ellos, siempre en cuando, Isabel renuncie a él.
Memín y Ricardo se disponían a iniciar con su nuevo trabajo como boleros. Para poder verse más “autentico” y proteger sus ropas de la grasa, Ernestillo le ofrece a Ricardo indumentaria similar a la suya, que él acepta de buena gana. Después, los cuatro se ponen en marcha, y Carlangas aprovecha para contarles de su encuentro con el señor elegante que le dio mucho dinero por atropellarlo, y luego se van en dos pares por su lado. Memín toma nota del caso de su amigo, considerando la posibilidad de tener la misma suerte de sacar ganancia de un atropellamiento, aunque Ricardo hace ver que las probabilidades son las mismas a que lo dejen ahí tirado sin darle un centavo. Buscando clientes, Memín se acerca a un grupo de señores que hablan sobre temas políticos, de los que él no entiende ni papa. Su impertinencia le hace ganarse una patada en la retaguardia. Ricardo hace su primer intento, pero es rechazado por su aspecto de “catrín”, debido a sus lentes que son lo único que no puede disimular ni con sus ropas desgastadas que le prestaron. Memín le sugiere quitárselos, y se los pone él mismo. En ese momento, les cae un cliente a cada uno, por lo que empiezan a trabajar, pero difícilmente. Ricardo no puede ver bien sin sus lentes, y acaba tallándole la pierna en vez del zapato, mientras que Memín acaba viendo de más y le unta grasa en los calcetines al suyo. Al final le pasa los lentes a su amigo, y obtienen su primer pago. Siguen con su trabajo, consiguiendo más clientes. En una cantina, un ebrio al que Memín acaba de pulirle sus zapatos, le dice que la pagara “a la próxima”, aprovechándose de él. Memín no tarda en cobrar venganza, dándole otra boleada gratis de pura mostaza. Por supuesto, los dos tienen que salir corriendo al poco rato. Para la tarde, ya han terminado y cuentan sus ganancias, satisfechos de haber tenido un primer día provechoso.
Memín le muestra el dinero ganado a Eufrosina, decidido a invertirlo en ella, invitándola a comer, que acepta gustosa. Se encaminan a un restaurante cercano, en el que Memín había propuesto unos tacos, pero Eufrosina prefiere un pollo entero, que cuesta más de lo que su hijo había ganado. Memín se mortifica ante esto, y la cuenta sube cuando Eufrosina pide un par de vasos de leche grandes para pasarse la comida. Intenta hablar con el cajero, ofreciendo algún tipo de trueque que pueda pagar el resto sin enterar a su madre, pero éste cree que sólo intenta burlarse, y le deja en claro que si no le alcanza, ella tendrá que pagar todo lo que consuman. Habiendo terminado ya de comer, Memín le confiesa a Eufrosina lo que sucede, pero ella no se molesta en absoluto, enterneciéndose con su consideración. Con gusto, ella indica que pagarà el resto, asegurando que no se habría dado el lujo de comer un pollo entero si Memín no la hubiera invitado. Así, pagan la cuenta y salen tomados de la mano, bien alegres. Hablan sobre lo que serian capaces de hacer el uno y por el otro, y tras una melosa escena, termina el capitulo.
Este seria el primer segmento de lo que abarcará la introducción del padre de Carlangas. La prolongan con varios números, pero Memín seguirá aportando con sus ocurrencias para aligerar la tensión.
Carlangas prosigue con su trabajo como voceador. Un día, al cruzar la calle para alcanzar las publicaciones que iba a vender, es atropellado por un automóvil de lujo. El impacto lo aturde levemente, y cuando el dueño del coche baja a revisarlo, le asegura que se encuentra bien. Éste le ofrece pagarle sus diarios que quedaron manchados de lodo y le invita un helado para calmarlo. Carlangas acepta, aprovechando la oportunidad de pasearse en un vehiculo tan elegante. En la nevería, el señor le hace algunas preguntas, reaccionando extrañamente cuando le dice su nombre completo y el de su madre. Después de darle el dinero y verlo irse, el hombre reflexiona, dando a entender que es su padre, mismo que Isabel siempre aseguró a su hijo que había muerto. En casa, Isabel se esfuerza por terminar con un pedido en su nuevo trabajo como costurera. La clienta llega para apresurarla, criticando duramente su trabajo y echarle en cara lo que ha escuchado sobre su “profesión” anterior. Isabel no soporta los insultos y le exige largarse, aunque no le pague nada, que es justo lo que la mentecata hace. Se desmorona ante la frustración de tanto trabajo en vano, pero la llegada de Carlangas con el dinero de más que le regalaron, compensa el mal trago, ya que podrá empeñarlo en los abonos de la maquina de coser.
Mientras, el ingeniero Carlos Arozamena, regresa a la lujosa y enorme residencia que se desperdicia teniendo únicamente a él y su anciana madre habitándola, además de la servidumbre. Su madre es una mujer intransigente y apegada a valores anticuados, gruñona y siempre quejándose de malestares imaginarios para causar lastima y de ese modo imponer su voluntad sobre su hijo manipulable (tipica relación madre dominante-hijo solterón). Arozamena intenta contarle sobre el encuentro del destino que tuvo lugar ese día, pero al mencionar su relación pasada con Isabel, a la que la anciana se opuso rotundamente por que la joven no estaba a su “altura”, ésta no quiere saber nada, y consigue que desista del tema.
Memín se encuentra lavando ropa, a la vez que escucha un partida de fútbol por la radio. Al anunciar una anotación, se emociona tanto que se echa un clavado en la tina. Eufrosina procede a propinarle los tablazos merecidos para que aprenda a controlar sus impulsos. Ernestillo y Carlangas llegan a visitarlo poco después, para invitarlo a jugar al callejón, pero luego de aquello, Memín no cree que pueda pedir permiso, por lo que sigue trabajando.
Al paso de los días, el ingeniero Arozamena se vuelve taciturno, cobrando conciencia sobre la pobreza que percibe a su alrededor en la calle, sabiendo que su hijo está atrapado en ésta a causa de su irresponsabilidad. Regresa a casa temprano, donde vuelve a intentar conversar con su madre, mencionando el incidente y su deducción. Ella se muestra reacia a creer que ese niño pueda ser su hijo, pero Arozamena está convencido, por el notable parecido entre ambos. Le explica su idea de traerlo a vivir ahí, pero la anciana no lo acepta. El ingeniero se da por vencido y le asegura que hará lo posible por sacar eso de su cabeza, dejándola satisfecha por tener la “razón”.
Es el día de las inscripciones. Memín y Ernestillo reparan en la ausencia de Carlangas y Ricardo. En el caso de éste último, se debe a que su madre se ha impuesto el inscribirlo en un colegio de paga, ignorando sus protestas, y adelantando dos mensualidades. Mientras, Carlangas está consciente de las dificultades que pasarán si el deja de trabajar, insistiéndole a Isabel que le permita abandonar la escuela temporalmente. Ella se niega y lo hace ir a inscribirse. Cuando Carlangas llega ahí, toma la decisión de no hacerlo, considerando más importante ayudar con los gastos. Memín y Ernestillo, después de inscribirse, deciden reunirse más tarde para ver que ocurrió con sus amigos ausentes.
Ricardo está triste por ir a ese tipo de colegio donde no encontrará amigos como los que tanto aprecia. Al llegar su padre a casa y exponerle la imposición de su madre, éste lo apoya, diciéndole que le ayudará a continuar en la escuela de gobierno. Simplemente, le harán creer a su madre que irá a la otra escuela, pero en realidad el padre de Ricardo lo llevará directo a su querida primaria, Benito Juárez. Eventualmente se descubrirá la verdad y, para entonces, esperan poder convencerla de que le conviene estar ahí.
Mientras, Carlangas miente a Isabel sobre la inscripción, alegando que llegó muy tarde y ya no hubo lugar. Ella pide contactar al maestro Romero, pero Carlangas se asegura de informar que se encuentra fuera de la ciudad. Con eso, ella se resigna a que siga trabajando, aunque pierda un año de escuela. El engaño no dura mucho. Cuando Memín y Ernestillo llegan a preguntar por su falta, éste intenta disimular y hacerles señas para que no lo quemen. Memín es demasiado despistado para darse cuenta, aclarando que estuvieron hasta el final y nunca puso un pie ahí, y pronto Isabel comprende que su hijo mintió. Insiste en que de todos modos ya es muy tarde y no hay cupo, pero siguen contando con la posibilidad de que el maestro les haga el favor.
Un rato después, los tres amigos salen. Ernestillo intenta hacerle ver a Carlangas que ayudaría más a su madre si se dedica a estudiar, convenciéndolo a medias. Se dirigen a casa de Ricardo, quien los pone al tanto de su inscripción en otra escuela a la que no asistirá realmente. Simpatizan con el padre de Ricardo por su ocurrencia, y éste envía por el chofer para que los lleve directo con el maestro, y así resuelvan el problema de las inscripciones.
Memín se desvive por viajar en el Rolls Royce (aunque él lo pronuncia mal), y pronto están en la residencia del maestro. Le explican como está el asunto, y éste les promete intentar arreglarlo con el director. Los incita a seguir trabajando mientras él se ocupa de eso, aprovechando el mes que falta para las clases. ¿Pues cuanto tiempo ha pasado? Si se supone que Carlangas pasó tantas semanas en la correccional, y ya debería tener algunas más trabajando. Parecen unas vacaciones muy largas. Al escuchar el entusiasmo de Ernestillo y Carlangas por seguir dando aportaciones en sus hogares, Memín se siente mal por no poder hacer lo mismo. Ya en casa, expone a Eufrosina su acongoja, pero ella no quiere que vuelva a repartir periódicos, pudiendo meterse en líos si se le ocurre seguir contando mentiras. Le indica que puede seguir ayudándole a lavar ropa, pero el orgullo de hombre de la casa le impide hacer “cosas de mujeres” (como que suena un poco sexista ¿no?). Memín sugiere otro tipo de trabajo más óptimo como boleador de zapatos, y ella le da su consentimiento. Se dirige a casa de Ricardo otra vez, esperando que pueda hacer equipo con él para acoplarse más facil. En su prisa por verlo, entra corriendo en cuanto le abren la cerca, exponiéndose a los fieros Tosca y Goliat, que no siempre reconocen a los visitantes. El señor Arcaráz iba de salida y consigue rescatarlo de los perros. Memín se desmaya brevemente por el susto, pero no tarda en volver en si, y exponerle a Ricardo su propuesta de convertirse en boleros. A Ricardo le parece bien, y pide consentimiento a su padre, que titubea un poco, sabiendo que sí su madre se entera, causaría un escándalo peor que la vez pasada, pero él le asegura que irán por rumbos de la ciudad donde no la encuentren ni a ella ni sus amistades, además de que se cambiaria de ropa para disimular. El señor Arcaráz acepta y les da dinero para que compren los materiales y utensilios necesarios. Van a la carpintería, donde el señor Vargas acepta fabricarles los cajones gratis, y que así inviertan el dinero en lo demás. Ricardo y Memín se lo agradecen enormemente. De nuevo, la atención se centra en el ingeniero Arozamena, quien sigue sufriendo remordimientos por no poder apoyar a su hijo como debería. Regresa a casa temprano, justo cuando su madre (llamada Candelaria) se entregaba a una merienda de frutas que tiene que consumir a escondidas para poder seguir mostrándose delicada. En cuanto lo ve, se empieza a quejar, y así, hasta que él retoma el tema que tocaron no hace mucho. Ella finge no acordarse, pero Carlos se lo espeta abruptamente, sobre como su hijo padece a causa del abandono a su madre. Esto abre paso a la retrospectiva que relata como fue la relación truncada entre Carlos e Isabel.
Así sucedió como la clásica historia de idilios entre jóvenes pertenecientes a diferentes clases sociales. Carlos tenía una relación de años con Isabel, desde sus dias de estudiante hasta que se recibió como ingeniero. Al proponerle a su madre sus intenciones de casarse con ella, ésta se opuso. Después cayó enferma, afectada por la fuerte discusión (que no fue tan fuerte como dicen, ni siquiera había puntos de exclamación en los diálogos). El medico que la atendió se pone de parte de ella, aconsejándole a Carlos no provocarle más disgustos y posponer su matrimonio mientras se perfecciona académicamente. De esta manera, tiene que separarse de Isabel, siguiendo a duras penas su relación a larga distancia. Sin embargo, cuando ella le informa que espera un hijo suyo, actúa como un cobarde, haciendo oídos sordos, fingiendo nunca haber recibo la carta y no vuelve a escribir. Ella le suplica a su madre por ayuda, pero no consigue nada y la echa de su casa. Remontándose a todo esto, él sólo intenta exponerle lo que le ha ocasionado, achacándole su falta de voluntad y soledad, no quedándole más que haga valer su vida que el tedio y vacío diarios. La anciana reconoce su culpa, y acepta que traiga al niño a vivir con ellos, siempre en cuando, Isabel renuncie a él.
Memín y Ricardo se disponían a iniciar con su nuevo trabajo como boleros. Para poder verse más “autentico” y proteger sus ropas de la grasa, Ernestillo le ofrece a Ricardo indumentaria similar a la suya, que él acepta de buena gana. Después, los cuatro se ponen en marcha, y Carlangas aprovecha para contarles de su encuentro con el señor elegante que le dio mucho dinero por atropellarlo, y luego se van en dos pares por su lado. Memín toma nota del caso de su amigo, considerando la posibilidad de tener la misma suerte de sacar ganancia de un atropellamiento, aunque Ricardo hace ver que las probabilidades son las mismas a que lo dejen ahí tirado sin darle un centavo. Buscando clientes, Memín se acerca a un grupo de señores que hablan sobre temas políticos, de los que él no entiende ni papa. Su impertinencia le hace ganarse una patada en la retaguardia. Ricardo hace su primer intento, pero es rechazado por su aspecto de “catrín”, debido a sus lentes que son lo único que no puede disimular ni con sus ropas desgastadas que le prestaron. Memín le sugiere quitárselos, y se los pone él mismo. En ese momento, les cae un cliente a cada uno, por lo que empiezan a trabajar, pero difícilmente. Ricardo no puede ver bien sin sus lentes, y acaba tallándole la pierna en vez del zapato, mientras que Memín acaba viendo de más y le unta grasa en los calcetines al suyo. Al final le pasa los lentes a su amigo, y obtienen su primer pago. Siguen con su trabajo, consiguiendo más clientes. En una cantina, un ebrio al que Memín acaba de pulirle sus zapatos, le dice que la pagara “a la próxima”, aprovechándose de él. Memín no tarda en cobrar venganza, dándole otra boleada gratis de pura mostaza. Por supuesto, los dos tienen que salir corriendo al poco rato. Para la tarde, ya han terminado y cuentan sus ganancias, satisfechos de haber tenido un primer día provechoso.
Memín le muestra el dinero ganado a Eufrosina, decidido a invertirlo en ella, invitándola a comer, que acepta gustosa. Se encaminan a un restaurante cercano, en el que Memín había propuesto unos tacos, pero Eufrosina prefiere un pollo entero, que cuesta más de lo que su hijo había ganado. Memín se mortifica ante esto, y la cuenta sube cuando Eufrosina pide un par de vasos de leche grandes para pasarse la comida. Intenta hablar con el cajero, ofreciendo algún tipo de trueque que pueda pagar el resto sin enterar a su madre, pero éste cree que sólo intenta burlarse, y le deja en claro que si no le alcanza, ella tendrá que pagar todo lo que consuman. Habiendo terminado ya de comer, Memín le confiesa a Eufrosina lo que sucede, pero ella no se molesta en absoluto, enterneciéndose con su consideración. Con gusto, ella indica que pagarà el resto, asegurando que no se habría dado el lujo de comer un pollo entero si Memín no la hubiera invitado. Así, pagan la cuenta y salen tomados de la mano, bien alegres. Hablan sobre lo que serian capaces de hacer el uno y por el otro, y tras una melosa escena, termina el capitulo.
Este seria el primer segmento de lo que abarcará la introducción del padre de Carlangas. La prolongan con varios números, pero Memín seguirá aportando con sus ocurrencias para aligerar la tensión.
Nada más una correción,Memín oye el partido de un radio no de una tele
ResponderEliminarGracias. El error ha sido corregido.
EliminarAquí hare unas observaciones, basado mas en la historieta que en tu resumen.
ResponderEliminar1.- en algun momento (no recuerdo si fue antes o después de que Mercedes inscribiera a Ricardo), ella hace el comentario que por ser dia de vigilia, compraría empanadas y quiere que Ricardo la acompañe pero este no quiere. Cómo es vigilia si las clases acababan en junio y para estas alturas era agosto?
2.- si Carlos estaba empeñado en seguir trabajando para ayudar a su madre, porque no trabajaba en las tardes? Mas adelante Ernestillo trabaja en las tardes de vender periódicos y dice que no le va tan mal, entonces eso podría haber hecho Carlos.
3.- hasta que Memin y Ricardo van a ser boleros, vemos a Ernestillo con zapatos, y según tenía unos aun mas viejos que le presta a Ricardo para que parezca pobre. No tiene lógica si en todos los números anteriores estuvo descalzo.
Muy interesantes observaciones, admito no haber reparado lo suficiente en nada de esto, pero es evidente que los creativos no podían poner tanta atención a estos detallitos.
EliminarOtro detalle ¿Qué hace un frasco de mostaza en la cantina?
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