jueves, 9 de julio de 2009

Memín Pinguín #49-53

La familia Arcaráz recibe en su casa al hermano de Mercedes, quien resulta ser un criminal que pretende ganar su confianza para robar sus joyas a la primera oportunidad. Memín y sus amigos meten las narices y acaban salvando el día.

Después de haber celebrado el Día de las Madres, Ricardo despide a sus padres, que asisten a la opera. Se queda en casa, relajándose un rato viendo televisión, cuando llaman a la puerta. El mayordomo avisa que lo buscan y al dirigirse a la sala, se topa con un hombre sospechoso con una notable cicatriz que le cruza el rostro. Le es desconocido, pero éste asegura ser el hermano de Mercedes, y por lo tanto su tío, llamado Leobardo, que ha venido de visita. A Ricardo le incomoda su presencia, pero comparte su cena con él. Mientras cenan, se atreve a preguntarle sobre su cicatriz, y Leobardo procede a contarle que la recibió como parte de un accidente durante una carrera de autos. Le proporciona todos los emocionantes detalles, que no son más que un cuento chino, pero Ricardo se lo cree. Luego menciona que esa profesión de corredor no ha sido para tanto en comparación con sus días de cazador en el África, lo cual Ricardo también acaba creyéndolo. Se queda pensando en lo suaves que serian esas experiencias (¿sin meditar en el peligro que encierran?), dejando al tío solo, cuyos pensamientos traslucen su codicia, indicándole al lector que la razón de su presencia no se debe a una visita familiar. En ese momento, Ricardo tiene un mal presentimiento, ocurriéndosele que puede ser un ladrón y él le ha dado vía libre para llevarse algo. Leobardo estaba revisando la casa, disimulando su verdadero interés, y anuncia que se retira para volver mañana. Ricardo verifica que todo sigue en su lugar.
Al día siguiente, se le han olvidado sus sospechas, y les cuenta a sus amigos la fantasiosa y dramática historia del accidente de su tío, quienes se interesan en conocerle para que les cuente todo sobre eso y más. Mientras, Leobardo se presenta con Mercedes, quien lo recibe cordialmente, admitiendo no haber sabido de él en años. Leobardo alega haber venido para un negocio como parte de una “asociación”, agregando algunos detalles inventados sobre su vida personal para despertar su compasión y que le permitan vivir con ellos, que es justo lo que sucede. Ricardo llega a casa, trayendo a sus amigos, que ahora si son bien recibidos por Mercedes. Cuando Memín ve al tío de Ricardo (nombrándolo “Leopardo”), le encuentra parecido con un gangster, aunque se guarda el comentario hasta después de haberlo saludado. Ricardo le da la razón al haber pensado lo mismo. Se reúnen con él en la sala, y empiezan de nuevo los cuentos chinos de Leobardo, señalando especialmente uno en que, durante una expedición en África, él y sus compañeros cayeron en manos de caníbales y acabaron siendo rescatados por el perro que habían traído. Crédulos e inocentes, los cuatro se tragan todas sus historias. Más tarde, ya se andan despidiendo y Ricardo los encamina a la salida. Mercedes presenta su hermano a Rogelio para que acepte dejarlo vivir con ellos por un tiempo, y él accede sin pensarlo mucho. Aun siendo un familiar, debería haber revisado sus antecedentes, pero así de confiadas son algunas personas, me imagino. Leobardo se instala con los Arcaráz, dedicando el tiempo a ganarse su confianza, mientras realiza algunas llamadas a sus “socios”. En una ocasión, Ricardo se percata del interés de su tío por las joyas de su madre, y le expresa a ella sus dudas, ya que no saben mucho de su vida privada en el tiempo en que se distanciaron. Ella lo reprende por andar pensando mal de su hermano, y como Leobardo ha oído todo, finge aflicción al no sentirse bienvenido y ofrece irse. Mercedes obliga a Ricardo a disculparse con él. Al niño no le queda otra que obedecer y empieza a dudar sí estará equivocado, habiendo creído a medias en su actuación.
Más tarde, se reúne con sus amigos en el callejón, donde ahora van a dejar el béisbol de lado para entrarle de lleno al futbol soccer. Ricardo les comenta de las impresiones que ha tenido con su tío últimamente. Ellos culpan a Memín por haberle metido la desconfianza al creerlo gangster por su apariencia, pero Ricardo no está seguro. Leobardo pone empeño en ganarse su confianza, regalándole un rifle de municiones y ofreciéndose a jugar futbol con sus amigos. Durante el partido, acaba siendo pateado por Memín, quien hasta se había puesto piedras en los zapatos para darle ese efecto, como “precaución” por si en verdad era un hombre ruin, y Ricardo lo reprende, asegurando que es bueno y honrado (que fáciles de engañar son los niños de un día para otro).
Rogelio tiene que salir a un viaje de negocios, dándole la oportunidad a Leobardo de dar el gran golpe que tanto esperaba. Hace arreglos con sus compinches para que se instalen en una vieja casa cercana, facilitando el trayecto del botín, que podrá tomar fácilmente cuando su hermana y su sobrino estén ausentes. Llega el día propicio, en el que Mercedes sale a tomar el té con alguna condesa, y Ricardo anda jugando con sus amigos. Accidentalmente, rompen una maceta, y pierden su balón, pero Ricardo ofrece traer otro de su casa. Los deja esperando en el jardín, mientras él pasa a su cuarto, pero antes de llegar, descubre a Leobardo, apropiándose de las joyas que sacó de la caja fuerte de Mercedes. Tontamente, le exige que las devuelva en su lugar y se largue de la casa para su madre no sepa que clase de hermano tiene, y tras un instante de arrepentimiento fingido, Leobardo lo sujeta, procediendo a amarrarlo y amordazarlo, dejándolo ahí. Al salir, se topa con los amigos de Ricardo, que lo entretienen un poco. Memín repara en el collar de esmeraldas que sale de su bolsillo, creyendo que son cuentas, y al agarrarlo al mismo tiempo que Leobardo, éste se rompe. El ladrón echa a correr, dejando a los tres confundidos (creo que a cualquiera debería caerle el veinte que si alguien corre de pronto, es porque se ha volado algo). Presienten lo peor, y entran para buscar a Ricardo. Intentan llamarlo, pero al no recibir respuesta, suben las escalares, encontrándolo tal y como lo dejó Leobardo. Lo ayudan a liberarse y éste les hace saber el robo recién perpetrado. Memín presume de haber tenido la razón gracias a su “intuición”. Se apresuran a seguirle el rastro a Leobardo. Ernestillo y Carlangas concuerdan en llamar a la policía, ya que no pudo haber ido muy lejos, pero Ricardo dice que no, porque si la noticia se hace publica, le causaría gran vergüenza a su madre. Memín descubre las esmeraldas del collar que rompió, las cuales estuvieron cayéndole a Leobardo todo el camino, y siguiendo el ejemplo del cuento de Pulgarcito, van juntándolas y siguiéndolas para dar con su localización. Pero pronto se les acaban las piedras y tienen que suponer que Leobardo abordó algún vehiculo y ya no podrán pescarlo. Memín sugiere que vayan a jugar al callejón, para distraerse como si ese fuera un momento apropiado para ello. Se sientan a pensar en el pórtico de una casa, y al recargarse Memín en las puertas, éstas se abren, haciéndole chocar su cabeza contra el suelo. Olvidando el problema que tienen entre manos, deciden explorar la casa, a ver si encuentran un tesoro o algo así, ignorando que ahí se encuentran Leobardo y sus compinches. Descubren huellas cerca de las escaleras y Memín encuentra otra esmeralda, lo que les advertencia la presencia del tío criminal. Vuelven a sugerir llamar a la policía, pero Ricardo sigue de necio, rechazando esa opción. No les queda de otra más que recuperar las joyas por su cuenta, así que comienzan a subir las escaleras, decididos a caerles por sorpresa a los maleantes. Pero los escalones son endebles, y Memín cae hacia atrás, produciendo suficiente ruido como para alertar a los criminales. Ricardo le exige a Leobardo que devuelva las joyas, agregando que no llamó a la policía, un grave error. Leobardo incita a sus hombres a atacarlos, y por más que se defienden, pronto los tienen inmovilizados, con la excepción de Memín, quien se escondió debajo de las escaleras. Sintiéndose culpable por gallina, el negrito pronto se recupera, al darse cuenta que puede intentar rescatar a sus amigos más tarde. Leobardo deja bien atados a los tres, que al echarle en cara que es un ladrón y escoria, los castiga con latigazos.
Tras haber salido de la casa, Memín se desespera, pensando en que hacer. Recuerda la suplica de Ricardo de no llamar a la policía, pero no sabe que hacer él solo. Entonces, se acuerda de Trifón, que al ser muy fiel y obediente, podría servirle de algo. Lo encuentra en su casa y lo pone al tanto de la situación, apremiándolo a que le ayude. Luego, a Memín se le ocurre que para poder entrar por la ventana (ya que la escalera rechina y pondrá en alerta a los maleantes), tendrán que llegar primero a la azotea, brincando desde lo alto de la casa de Trifón, y así seguir, hasta dar con ella. Un plan algo extraño, pero da resultado. Memín y Trifón empiezan a saltar de casa en casa, aproximándose a su objetivo. Por desgracia, la azotea de la casa de los ladrones está demasiado lejos, y la única forma de llegar a ella, es caminando sobre los cables de luz. Memín pide a Trifón que lo haga primero, para verificar que si él no se cae, podrá seguir sin ningún problema (sólo piensa en su propia seguridad, después de todo). Para su sorpresa, el gordito cruza con gran habilidad, y llega a salvo a la otra azotea.
Sigue el turno de Memín, pero es tanto su miedo, que no puede dejar de temblar conforme avanza, y acaba sujetándose de los cables para no perder el equilibrio. Trifón decide ayudarlo, a pesar de que el negrito le grita que se aleje, o el peso de ambos romperá los cables. El sobrepeso de Trifón, permite que el alambre se incline lo suficiente para que Memín se deslice, y así se sujete al borde de la azotea fácilmente. El gordito da media vuelta y otra vez pasa con facilidad sobre los cables. Tanta presión marea a Memín y se desmaya. Trifón piensa que ha muerto y se echa sobre su cuerpo, sollozando, lo que basta para despertarlo. El siguiente paso es subir unos ladrillos sueltos que les permitirán llegar a las ventanas. Memín hace que Trifón los suba primero, para cerciorarse de que no caerán ante su peso. Lo hace sin problemas, pero cuando sigue Memín, el último ladrillo se desprende y está a punto de caer. Trifón lo salva, sujetándolo por las orejas, así que no le da las gracias. Por fin ve a sus amigos atrapados, detrás de la ventana, pero está cerrada por dentro. Se sienta con Trifón para pensar que harán ahora, y le viene a la mente otra diabólica idea. Convence al gordito de recargar su cabeza sobre la ventana, y le suelta un golpe en la frente, con él que consigue romper el cristal.
Sus amigos temen que el ruido haya despertado a los criminales, pero estos estaban inconcientes después de pasársela tomando, lo que indica que de haberlo sabido, no hubiera habido inconveniente en entrar por las escaleras deterioradas.
El siguiente paso es bajar por la ventana, pero está muy alto, y Memín se estrella con fuerza en el suelo, mientras que Trifón aterriza sin problemas sobre una mesa pegada a la pared que su amigo no vio cuando saltó impulsivamente. Liberan a sus amigos, y armados los cinco con palos, proceden a golpear a los criminales, que seguían inconcientes por el alcohol ingerido. Se invierten los papeles y los dejan atados y amordazados. Sugieren otra vez llamar a la policía, pero Ricardo insiste que no, y que sólo deben devolver las joyas. Confía en ellos temerán ser aprendidos y no regresarán, mas no le preocupa que mueran de inanición si los dejan imposibilitados para moverse. Propone dejar las joyas donde pertenecen, y así, su madre nunca sabrá lo que sucedió. Regresen a la casa, optimistas, y ofrece darles de comer a sus amigos para agradecer su ayuda. Memín no quiere que Trifón los acompañe y le haga a comer menos, por lo que lo convence de jugar a las escondidas, dejándolo contando mientras él se reúne con sus amigos. Pero ellos no dejan de preguntar por el gordito y lo hacen ir a traerlo de vuelta, ya que tiene derecho a acompañarlos después de haberles sido de tanta ayuda (más que al egoísta de Memín que a ellos, en realidad). No le queda otro remedio que decirle que deje de contar y lo siga. Los cinco retornan a la casa de Ricardo, cuando descubren que Mercedes ya ha notificado a la policía del robo. Memín está a punto de entregarle las joyas, pero sus amigos no se lo permiten, ya que se supone que deben ponerlas en su lugar.
Carlangas las toma para meterlas discretamente debajo del sofá. La policía se presenta y procede a interrogar a los amigos de Ricardo, pero Mercedes no lo cree necesario, confiando en que ninguno pudo haber sido el causante del robo, y cuando siguen los miembros de la servidumbre, sostiene lo mismo. Al retirarse los policías, los cinco se disponen a comer, relajándose tras tantas emociones en un día. Mercedes comienza a llamar a todas sus amistades para informarles del robo del que ha sido victima (por lo visto, unos gustan de chismear sobre lo que sea, hasta sus desgracias personales). Mientras ella hace sus llamadas, Ricardo decomisa a Carlangas para que ponga las joyas en la caja fuerte. Sin embargo, su madre termina muy pronto y va a su recamara para recostarse, sin que Ricardo pueda detenerla, y sorprende a Carlangas in fraganti, malinterpretando todo. Ricardo defiende a sus amigos, sosteniendo que no son unos ladrones, argumentando que sólo estaban ayudándole. Eso hace que Mercedes crea que se ha convertido en criminal. Ricardo comienza a decirle que devolvían lo que Leobardo había robado y consigue una bofetada de parte de su madre. Sigue insistiendo, explicando lo que ocurrió exactamente, respaldado por sus amigos, y su deseo de no enterarla, que ahora se ha evaporado. Aun sin haber presentado evidencias, es suficiente para que Mercedes se convenza y lo abrace, agradecida por su consideración. A pesar de todo, ella misma decide llamar a la policía, decidiendo que su hermano debe recibir lo que merece por las decisiones que ha tomado. Memín le cuenta a Eufrosina los sucesos de ese día, con pelos y señales, pero ella no le cree ni una palabra, encontrándole gracia a su hiperactiva imaginación. Sin más comentarios del caso, pasan a otro día, enfocando nuevamente a la familia de Carlangas. A Isabel le va bien en su nuevo trabajo, y acepta ir a tomar un café con Arozamena, ya habiendo hecho las paces con el pasado. Carlangas se muestra celoso cuando se entera que ella va a salir con alguien, pero al ver que se trata de su padre, le susurra por lo bajo que aproveche para conquistarla. En efecto, esa es la intención del ingeniero, que en el restaurante, se apresura a ir al grano, proponiéndole matrimonio. Isabel rechaza la propuesta, alegado que es demasiado tarde, sin importar sí ahora su madre lo permite, ya que eso iría contra los principios de la anciana y al casarse propiciarían su fin. Arozamena acepta su decisión, yéndose por la otra opción, que es irse con Doña Candelaria a un viaje por Europa, esperando que con el paso del tiempo, pueda tener otra oportunidad con Isabel, y prometen mantenerse en contacto mediante cartas. Cuando Isabel le cuenta a Carlangas sobre eso, se decepciona, ya que esperaba que sus padres quedarán juntos, pero se conforma con seguir al lado de su madre. Llega el día de la partida, e Isabel lo lleva al aeropuerto para que se despida de ellos. Al reunirse con su abuela, esta vez ella no puede rechazarlo y se rinde ante su cariñoso abrazo. Arozamena se aleja discretamente para despedirse de Isabel con beso típico de telenovela. Doña Candelaria envía saludos para el inolvidable Memín y le da su bendición a su nieto. Más tarde, observan el avión partir. No volverán a verlos hasta aproximadamente más de cien números después, así que esperarán sentados su regreso.
Con esta peligrosa aventura y el epilogo del prolongadísimo drama familiar de Carlangas, termina otro episodio de la vida de Memín y sus amigos.

6 comentarios:

  1. Pero no puedo dejar de pensar que a ese hombre tan adinerado no se le ocurriera pasar una pensión alimenticia, alquilarles una casita mejor, que se yo, no se plantearon un punto medio sólo o estás conmigo o sin mi. Supongo que años atras las mujeres se hacian muy reacias a recibir ayudas. Ahora es un derecho legal que muchas aprobechan.

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    1. Cuando carlos volvio con isabel, su papá si dijo que les iba a dar una ayuda mensual, pero isabel lo rechazo. Aunque si que le dejo discretamente un fajo de billetes en la casa cuando los llevo de regreso a donde vivian antes.

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  2. Podrías colgar o pasar los capituloscompletos?

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    1. Temo que no. Esa ya es una labor demasiado pesada para la que no dispongo de tiempo. Mi trabajo se limita a compartir lo que pueda y darle publicidad gratuita a la revista (que a pesar de todo, sigue siendo accesible, al menos en Mèxico).

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  3. Hola, si este blog sigue vivo podrían por favor indicarme por qué página puedo adquirir la colección completa de las revistas de Memín en papel?

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    1. Lo unico que puedo sugerir es sitios que ofrezcan servicios como mercadolibre donde debe haber alguien que ofrezca su coleccion (yo todavia trato de completar la mia pero esta dificil).

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