miércoles, 9 de septiembre de 2009

Memín Pinguín #346-350

Memín y sus amigos unen fuerzas para dar con los secuestradores del hijo del profesor Romero a través de su perro. Una cacería canina seguida con un conflicto que termina en un incendio fatal pondrá fin a esta crisis.

Por una vez, Memín no tiene hambre a la hora de comer, todavía angustiado por el robo del hijo del maestro. A Eufrosina se le prende el foco, atinando al señalar la posibilidad de que el perro que lo distrajo bien pudo ser cómplice de los que robaron al niño. Memín se reanima ante la idea, ya que eso facilitaría las cosas y va con sus amigos para que ellos le echen una mano para dar con el animal. El Moro y Macaria se dan un banquete, celebrando su primera ganancia a expensas del sufrido Romero. Le convidan de su comida al perro, Diablo, ya que gracias a él efectuaron tan exitosamente el secuestro.
Romero se lamenta ante Doña Carmelita que los secuestradores no devolvieron a Bubis, pese a que él hizo todo lo que le indicaron. Ella sugiere llamar a la policía, pero Romero no quiere arriesgar la vida del niño bajo ninguna circunstancia. Romero sollaza en frustración, preguntándose porque están pasando por esta pesadilla. En eso, recibe el telefonazo del desgraciado secuestrador, quien lo felicita por haber cumplido, pero que ahora requiere una cantidad adicional, que es el doble de lo que ya le dio. Romero no cree que pueda reunir dos mil pesos, pero El Moro le advierte que si para mañana en la noche no los tiene, puede considerar muerto al pequeño. Riendo sádicamente, le cuelga y Romero se deja caer en el sillón, vencido. Memín llega a la carpintería de Ernestillo para decirle que ya agarró a los secuestradores. Pero solo es una expresión para decir que sabe como pescarlos, confundiendo a Ernestillo quien creyó que ya había recuperado a Bubis. Más tarde, los cuatro están reunidos y Memín les cuenta de su idea de cazar al perro. Para entonces ya se encuentra lo suficiente recuperado como para decir una sangronada que le amerita coscorrones, pero los esquiva. Carlangas le dice que tome en serio el asunto ya que todo es culpa suya y que cooperará con ellos en vez de sólo darles las pistas.
El Moro y Macaria andan haciendo planes para invertir el dinero que ganarán con su infame “trabajo”, el cual luego practicarán ya con gente rica. Como un par de villanos de película, se carcajean mientras tiran al suelo las copas con que brindaban (en la versión dibujada por Sixto Valencia, está escena era más expresiva, aquí parece que nomás se les cayeron los vasos por torpes). El niño rompe a llorar ante el ruido y El Moro le exige a Macaria que le de de comer. Ella obedece, aunque en realidad la mala alimentación ya está haciendo sus efectos en él. Memín les da a sus amigos una no muy acertada descripción del perro, en que lo pinta más amenazador de lo que era. Con todo, a ellos no les queda más que guiarse por eso y se separan en diferentes direcciones para encontrar y traer a cualquiera que se le parezca. Patricia despierta por unos momentos sólo para volver a preguntar por Bubis. Su madre le aconseja a Romero que él también debe cuidarse o enfermará, y se lo lleva para animarlo a comer.
Los cuatro amigos vuelven a reunirse, lamentando que ninguno logró dar con el perro. Vuelven a preguntar a Memín por su descripción, y él está seguro de que así era. Acuerdan verse a la mañana siguiente para volver a intentarlo. Memín protesta porque es muy temprano y Carlangas le dice que se atenga o será antes de que salga el sol.
Romero acude a solicitar un préstamo ante el director de la dependencia. Le informa del caso, pero éste se muestra reacio a acceder a su petición, señalando que al cumplir lo que piden los secuestradores, está obstruyendo la ley. El director le echa un discurso sobre que antes de pensar en su hijo, debe actuar por el bien de la sociedad, y cuando él replica que dio su palabra, éste le recuerda que ellos no cumplieron la suya. Romero le insiste, rogándole, pero el director es inflexible. Cambia de dirección al señalar que hay otros que piden préstamos y se quedarán sin el dinero si se lo dieran a él. Como el director no tiene hijos, no puede comprender el pesar de Romero, pero éste sigue suplicando por ayuda, poniéndose de rodillas. El director pasa a explicar asuntos legales para darle el dinero, pero la desesperación de Romero acaba por hacerlo aceptar a darle el préstamo.
En su casa, le informa a Doña Carmelita que consiguió el dinero. Patricia despierta y al fin la enteren de que secuestraron a su hijo, pero pronto lo recuperarán. En eso, vienen los padres de Ricardo, Carlangas y Ernestillo, que quieren dar su apoyo en la difícil situación, así como respectivas sugerencias de que hacer para identificar a los secuestradores. Romero las rechaza todas, reacio a poner en riesgo la seguridad de Rubencito, dispuesto a dar todo el dinero con tal de tenerlo de vuelta. Ellos le dan sus mejores deseos y se retiran.
Los cuatro amigos se reúnen como quedaron, volviendo a la tarea de encontrar al perro de los secuestradores. Al acordar que direcciones abarcarán, Memín se hace bolas sin poder entender, y le exigen que cierre el pico, acordándole de nuevo que es el culpable de tanta desgracia. Memín distingue a un perro cercas, pero es muy pequeño como para ser el que buscan. Ven a otro que es muy peludo, y uno más cuyo pelo le tapa los ojos. Trata de levantárselo para ver si tiene los mismos ojos, pero el animal gruñe y muerde al negrito en la nariz. Carlangas propone que se separen de una vez.
En la asquerosa residencia de los secuestradores, Diablo rasca la puerta para que lo dejen salir, que es su costumbre después de comer. Macaria le abre y el perro sale corriendo por las calles, dejándolos a ellos teniendo una escena romántica de los que no tienen conciencia, que es interrumpida por el llanto del pequeño. Creyendo que tiene hambre, Macaria le da el biberón, pero él escupe la leche, ensuciándole el vestido. El Moro le da dinero para que vaya a comprarse la ropa que quiera, quedándose él hasta que llegue la hora de llamar a su “benefactor.”
Eufrosina decide ir a visitar al profesor Romero, expresándole la pena que siente porque su hijo sea el culpable de lo que les pasa. Romero ha olvidado su rencor contra Memín, considerándolo victima de las circunstancias, así como ellos. Ya más tranquila, se retira para atenderlo cuando vuelva a casa. Memín cree haber encontrado al perro en uno que hurgaba entre la basura, pero al acercarse nota que es otro. Decepcionado, se deja caer para tomar una siesta. Diablo pasa corriendo, derribándolo y lo reconoce de inmediato. Lo persigue desesperadamente, tropezando con un panadero en bicicleta. El hombre exige que le pague, pero Memín se escapa, para luego tropezar ahora con una señora, que responde furiosa, golpeándolo con su paraguas. Logra escapar de ella también, pero se da cuenta que ha perdido el rastro del perro.
A sus amigos tampoco les va muy bien. Ernestillo trata de enlazar a un perro, pero éste se lo lleva arrastrando. Amarra el otro extremo a un poste, pero el lazo se rompe y el perro huye.
Carlangas divisa a otro perro, y hábilmente lo amarra de las patas para llevárselo. No cuenta con que el animal tenga dueña, quien cree que trata de robarlo para hacerlo barbacoa (¿?) y lo golpea con su bolso hasta que él consigue darse a la fuga.
A Ricardo le toca un perro bravo que lo muerde por detrás y se lleva un pedazo de su pantalón, obligándolo a treparse en una estatua. Cuando el animal se aleja, se le ocurre una manera. Llama a chofer, encargándole un paquete de carne con la que confíaba en atraer a los perros sin problemas.
Ernestillo consigue un perro manso que lo sigue, y se reúne con Carlangas, que atrae otro al que trae arrastrando con el lazo. Llega Memín y les dice que ninguno de esos es el perro que buscan. Los dejan ir, y luego ven a Ricardo, seguido por una jauría de perros, indicando que su estrategia no le sirvió de mucho. Se trepa en un árbol y sus amigos se encargan de espantar a los canes. Memín les dice que vio al perro indicado, y que ahora si pudo verlo bien para reconocer sus rasgos principales, que son una oreja mocha y un collar de picos.
El pequeño sigue sufriendo en la pocilga de sus captores. A Macaria ya le vale su salud, dispuesta a enterrarlo si muere, pero El Moro quiere mantenerlo vivo, porque tienes planes para él (pero no alcanza a decir cuales exactamente, parece que hablaba por hablar). Sale para comprarse un coche, dejando a Macaria encargada de vigilar, temiendo que algún curioso se acerque y escuche el llanto del niño.
Romero espera impaciente a que llame el secuestrador, sintiendo a punto de enloquecer. Doña Carmelita procura calmarlo y recordarle que debe comer.
Ricardo les da dinero a sus amigos para cada uno compre bozales para el perro en caso de que se lo encuentren. Se separan y se dan suerte mutuamente para dar con el animal.
El Moro realiza la compra de una singular carcacha, que necesitará para facilitar el momento en que se vayan de la pocilga, con el dinero que recibirán y que servirá para comprar un mejor auto.
Carlangas es el afortunado en encontrarse con Diablo, que anda por allí royendo un hueso en la basura. Aprovechando su distracción, lo enlaza y aunque el perro responde tratando de morderlo, lo domina y le amarra las patas y el hocico. El Moro anda en su nuevo coche y alcanza a escuchar los ladridos de su mascota. Descubre a Carlangas capturándolo y se acerca para indicarle que el perro es suyo y lo deje en paz. Un mendigo es testigo de la escena, pero no interviene para nada. Carlangas comprende que ese hombre es el secuestrador y se niega a entregar al animal. El Moro lo descuenta con un tremendo golpe, y libera al perro, advirtiéndole al chico que no vuelva a meterse con él. Cuando el coche se pone en marcha, Carlangas se levanta y lo sigue. El Moro se da cuenta desde el espejo retrovisor, preguntándose el porque de su necedad, y se acuerda que es uno de los consentidos de Romero (¿en que momento se enteró de eso? si robaron al niño por casualidad, no se supone que conociera al maestro ni a sus alumnos, con la excepción del irresponsable Memín).
Los demás se reúnen con Memín, quien llora al acordarse del pequeño Bubis. Ninguno encontró el perro, y como el negrito sigue lloriqueando, acaban encontrándole gracia a sus exagerados sollozos cuando saca un pañuelo para sonarse. Notan que Carlangas se ha tardado y van a buscarlo. El Moro llega a su derruido hogar, actuando con naturalidad para que el chico no se de cuenta que ya descubrió su presencia. Entra y le avisa a Macaria que lo han seguido. Decide que tendrá que deshacerse del muchacho entrometido, eliminándolo. Macaria protesta, no queriendo ser cómplice de un asesinato, pero El Moro le recuerda que el es quien manda. Sale por la puerta de atrás para sorprender a Carlangas, y de un golpe lo deja tendido. Lo echa en el suelo de la pocilga, y Diablo se emociona, ladrando. El Moro amenaza al perro para que guarde silencio y le recuerda a Macaria que matarán al chico.
Sus amigos suponen que está en problemas y conforme siguen su rastro, encuentran a un perro parecido a Diablo concentrado en la basura. Entre los tres lo enlazan, pero Memín se da cuenta que no es. El vagabundo que vio lo que pasó con Carlangas, les advierte que tengan cuidado, por lo que le pasó al otro por andar molestando a un perro parecido. Ellos le piden indicaciones de a donde se fueron y les informa que se fue siguiendo el coche, señalando la calle que tomaron. Comprenden que tuvo un enfrentamiento con el secuestrador y se apuran a seguir la pista.
La tardanza de sus respectivos hijos, preocupa a los demás padres, tomando el mal presentimiento a su especial manera. Mercedes se angustia y Rogelio la calma. Lo mismo con Isabel y Carlos. Juan anda considerando ir a buscar a Ernestillo, y Eufrosina hace lo único que sabe hacer en esos momentos: rezarle a la Virgen.
Macaria le sugiere al Moro que también pidan rescate por Carlangas, pero él la hace callar y se pone a pensar que hacer con éste. Ella sale de compras, con Diablo detrás de ella. El Moro deja caer una botella vacía y el ruido al romperse despierta a Carlangas, pero permanece acostado para sorprender a su raptor, que agarra otra botella. Su plan le sale mal, porque El Moro reacciona con rapidez y con su fuerza superior, vuelve a derrotarlo, y esta vez lo deja atado y amordazado. Se bebe el licor que queda y hace añicos la botella. Cuando su enemigo se ha alejado, Carlangas se acerca a los trozos de vidrio, y los usa para cortar sus ataduras (pero eso sucede fuera de cuadro, no nos dejaron ver la efectuación de la delicada maniobra, porque es difícil usar algo afilado si se tienen las manos atadas).
Los demás consiguen que un vendedor de paletas les de más indicaciones de adonde fueron, y siguen acercándose.
Romero sigue esperando a que llamen, maldiciendo al dinero responsable de activar la maldad de las personas para cometer tal fechoría. Doña Carmelita lo consuela, y el teléfono suena, pero sólo era el señor Arcaraz, quien trataba de volver a proponerle su ayuda. Romero la rechaza de nuevo, no queriendo intentar nada que ponga en peligro a su hijo, pero admite que quizá después que lo devuelvan, considerará hacer una denuncia. Memín ya anda dando a Carlangas por perdido, y sus amigos lo regañan por ser tan pesimista. En realidad sólo estaba cansando de tanto caminar, pero las palabras de sus amigos lo reaniman…por un segundo. Mientras ellos consiguen más informas sobre la trayectoria del coche, él se queda dormitando en la banqueta. Ricardo y Ernestillo echan a correr para seguir la pista, hasta que se dan cuenta que su amigo se quedó dormido. Ricardo lo despierta, jalándolo de la oreja, y finalmente encuentran el auto. Escuchan el gruñido del perro desde el interior del coche y se acercan con precaución con el lazo preparado. Pero en realidad era un chihuahueño, y su sueño aparece, preguntando que hacen. Dándose cuenta de su error, dan explicaciones y continúan deambulando, aunque ya no tengan pistas. Carlangas encuentra al desnutrido y debilitado Bubis y pretende llevárselo, pero El Moro le cierra el paso. Deposita al pequeño en el suelo y se dispone a jugarse la vida enfrentando al villano. La pelea es tremenda y acaban derribando una estufa de petróleo, desencadenando un incendio.
Sus amigos ya andan cansados, sin saber que hacer. Memín sugiere que se regresen, suponiendo que Carlangas pudo haberse ido a su casa, pero los otros no quieren abandonarlo si está en peligro.
Carlangas le arroja una botella al Moro en la cabeza, noqueándolo. El fuego se precipita y empieza a destruir la casa. Toma al bebe y busca el modo de salir de ese infierno. A lo lejos, sus amigos divisan el incendio y corren a ver que sucede. Los vecinos observan la quemazón, señalando que al menos Macaria y El Moro están fuera (con este ultimo no se fijaron muy bien que digamos).
Carlangas logra salir, con su ropa ardiendo y el pequeño protegido en cobijas. Los vecinos ayudan a apagarlo y sus amigos corren a su encuentro, alegres de ver que Bubis está a salvo. Carlangas anuncia que un hombre sigue adentro, aunque Memín opina que es mejor dejarlo quemarse. No tardan en llegar los bomberos, apagando el incendio prontamente. Sacan al Moro, quien se pone de pie y trata de darse a la fuga. Memín lo taclea, deteniendo su camino. Los bomberos pretenden llevarse a Carlangas al hospital a que lo curen de sus quemaduras, y se acercan los policías. Les indica que tenían secuestrado al pequeño y que ahí está el hombre que lo robó. Ernestillo ayuda a Memín a detenerlo y los oficiales lo apresan finalmente. De Macaria y Diablo no se vuelven a ver ni sus luces, así que hay que suponer que huyeron o fueron capturados más tarde. Carlangas es tratado de sus quemaduras y pide retirarse para no preocupar a sus padres.
Por teléfono, enteran al señor Arcaraz que al fin tienen al hijo del profesor, y éste se apura a ir con los padres para darles la buena noticia. Los padres de Carlangas lo felicitan por su acto de valentía. Romero y su esposa estrechan a su amado hijo después de tres días de angustia, y pasan a agradecerles a los muchachos por devolvérselos. Memín se mantiene aparte, aun sintiéndose culpable, pero Romero lo llama y dice que está en deuda con todos. El negrito solicita que lo deje pasar sin exámenes y el maestro dice que lo pensará. Les recuerda que al día siguiente hay clases, y no pueden darse el lujo de perder más, para inconformidad de Memín. El señor Arcaraz deja a todos en sus casas. Memín entra solo a la suya, presintiendo la que le espera con su má linda. Ella lo recibe con alivio, y a la vez enojada, como siempre, exigiendo saber que pasó. Memín le cuenta las cosas a su manera, pero al mencionar lo del incendio, a Eufrosina le suena a que la está vacilando, y sin más, toma la tabla para surtirlo bien y bonito, recordando que se comprometió a disciplinarlo para que ya no haga burradas. Al día siguiente, lo despierta para que vaya a la escuela, ignorando sus protestas de seguir gozando de las “vacaciones” .
El profesor Romero anuncia en el salón que estudiaran más duro que nunca para reponer el tiempo perdido, y después felicita a los cuatro valientes por haber colaborado en el retorno de su hijo. Memín adopta su actitud presumida de costumbre, y la clase sigue normalmente. A la salida, Carlangas comenta que el medico le permitió asistir ya que sus quemaduras no fueron nada, con Memín insinuando que de estar en su lugar habria aprovechado para faltar. Voltean para tener un inesperado encuentro y….

Llegamos a un punto determinante establece una diferencia entre la versión clásica de la revista y la moderna. Esta es la última trama que la creadora del personaje escribió, y todo lo que había escrito, de la versión clásica a la moderna, se respetó tal por cual. Sin embargo, a partir de este numero 350 (que en el clásico por razones extraños está ubicado más o menos veinte números adelante), lo que siguió, fue lo más cercano que hay a un “final” para las aventuras del negrito y sus amigos. Para que pueda entenderse esto, la próxima entrada será dedicada la versión clásica, refiriéndose a la parte en que en la moderna ya nunca llegará (por suerte, aunque he de advertir que el remedio pudo ser peor que la enfermedad, pero es cuestión de opiniones).
*Nota: En las portadas de los numeros que abarcaron lo del secuestro del niño, en las escenas representativas, presentan a Memín en escenas en que en realidad ni se apareció (pero nunca pueden dejarlo sin salir en portada y no habia suficientes escenas en que saliera donde hiciera algo de importancia).

3 comentarios:

  1. Estoy confundido. Dices que esta historia del secuestro es parte de las aventuras originales de Memin, y que ahi aparecia el adivino en la edicion de los 60s?
    Es que la que yo lei, la de 1986-1993, terminaba antes, cuando Memin se muda al barrio de Ernestillo. fue en ese momento que introdujeron al adivino (#327, 15/06/1993). Quiere decir que, por alguna razon desconocida, en 1993 terminaron ANTES la historia, saltandose lo del secuestro? Entonces en 1993 decidieron recortar/censurar esa trama?

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    1. Probablemente pero nunca me tocò ver los nùmeros finales de esa ediciòn, asi no puedo saber si usaron lo del adivino o no, o simplemente cancelaron ya sin la colaboraciòn de Don Sixto (en estos casos no me queda hacer conjeturas).

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  2. Como fan de memin, a lo mejor te interesa tener esto en tu colección:

    https://youtu.be/8W6TVmWYqSg

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