lunes, 17 de mayo de 2010

Memín Pinguín #383-385

El grupo de Memín se ve enriquecido por la presencia de un mono muy inteligente, con el que viven ciertos incidentes sin lugar de ser.

Memín despierta para ir a la escuela, brincándose en el camino un área de cemento fresco (no viene al caso ni para ser parte del inicio de esta secuencia). Sin más, nos presentan en la siguiente pagina a un viejo organillero llamado Abraham que sale por primera vez a trabajar con su mono, Guito (pese a que en el numero anterior, ya lo habíamos visto, pero que despistados). Al parecer, es el hijo de una changa con la trabaja antes que murió bajo circunstancias que nunca se dicen. No llevan mucho haciendo la faena de poner la musiquita mientras el mono pide dinero, cuando se divisa un oportuno camión repleto de plátanos. Guito deja de trabajar y se echa sobre el camión, dejándose llevar sólo para que lo deje caer más lejos, quedando a merced de los autos de la calle. Memín lo observa y salta a tiempo para salvarlo, justo cuando dos coches chocan al intentar esquivarlos. Los dueños de los coches se ponen a discutir, lo que Memín aprovecha para llevarse al chango antes de que les reclamen. Sale un policía para exigir que circulen, pero le hacen ver que no pueden por el estado de sus coches (y nada dicen del niño y el mono responsables, otra escena que siento que no venia al caso).
Memín entra a su salón llevando a Guito, y no tardan en llamar la atención, recibiendo la burla de un compañero ocasional, Fermín, que provoca una violenta reacción en Carlangas. Romero interviene y mientras los regaña, el tal Fermín aprovecha la distracción para sacar un plátano (pero no se entiende si para comérselo o para hacer la clásica faena de hacer resbalar al otro con la cáscara, en todo caso, con el maestro encima no es oportuno hacer ninguna de las dos cosas en ese momento), pero Guito se la arrebata, comiéndose la fruta y echándole la cáscara en la cabeza. Todo el salón se carcajea de él y Memín se lleva al mono afuera para que no se meta en líos. Mientras, el dueño busca al mono y trata de seguir trabajando, pero casi no gana nada porque su música no vale sin el chango (creo que seria lo mismo si pusiera un muñeco de chango, ese espectáculo callejero sólo seria interesante si fuera el mono quien tocara). Afuera del salón, Memín se percata de que el mono es muy listo y atiende bien sus indicaciones, por lo que le pide que se quede ahí mientras el vuelve a sus clases. Romero termina la clase sobre los quebrados (¿no habían visto ya ese tema?) y a la siguiente pagina, ya los dejan salir. Los amigos de Memín se le unen para admirar al abusado chango. Adivinan sin querer su nombre al proponer llamarlo Guito por “Changuito” (que originales) y Carlangas comenta que hasta es más inteligente que Fermín. El aludido alcanza a oírlos a distancia, habiendo decidido apoderarse del chango para sacarle dinero. El mono les hace algunas gracias en lo que Fermín anda pensando a quien podría venderle el chango. Después, el chango se apunta otra demostrando saber para que sirve una moneda que la ofrecen, yéndose a la tiendita cercana (¿pero compró algo o no? solo se le ve ofreciéndola a la vendedora). Ernestillo considera que alguien pudo haberlo perdido y Carlangas sugiere que pongan un anuncio en el periódico para ver si viene alguien a reclamarlo. Esa misma tarde van a un celebre periódico y quien sabe si la nota sale el mismo día, pero no es muy clara que digamos, ya que sólo exige que les llame alguien a quien se le haya perdido una mascota (esto propiciaría que cualquiera los llamara, lo que acarrearía chuscas situaciones, pero la verdad es que nadie lo hace, así que no tuvo chiste).
Más tarde, deciden enseñar al chango a jugar béisbol, y aunque al principio se confunde, va aprendiendo rápidamente, tanto, que cuando viene otro equipo a retarlos, aceptan jugar contra ellos con Guito. Fermín no pierde detalle de lo que sucede. El juego termina con los contrarios quejándose de que aconsejaron de más al mono, como los típicos malos perdedores, echando pleito en el que acaban dándose de golpes, dejando al chango al margen, que es lo bastante listo para no meterse. Fermín contaba con que los derrotaran para así entrar y apoderarse del mono, pero ellos salen victoriosos y decide esperar a otra oportunidad. Se dan cuenta que no saben donde podrán dejar a Guito hasta que alguien vea el anuncio publicado, y van considerando un lugar, y es el mono quien les da la pista de que le construyan su casa (al menos eso interpreta Memín). Ernestillo apoya la idea y Ricardo sugiere que la pongan en el árbol que hay en su propiedad. Aprovechando que su padre anda fuera de la ciudad en una visita familiar, los cuatro amigos y el chango se encaminan para allá. Eufrosina se percata de la tardanza de Memín, enojándose pero suponiendo que como suele pasar, se entretuvo haciendo algo. En la carpintería, los cuatro ponen manos a la obra, y hasta el mono les ayuda (no me parece que un chango en verdad tenga la fuerza necesaria para amartillar con la firmeza requerida para una construcción). El ruido que hacen despierta a una vecina que les llama la atención, exigiéndoles que cesen o les echara a su primo. No les queda de otra y van a un lote baldío donde logran terminar la casa. Fermín sigue espiándolos (ya me aburrió este, que haga algo ¿no?). Los padres (excepto el señor Vargas por andar ausente) se preocupan de la tardanza de sus hijos. Isabel y Carlos ya salen en coche a buscar al suyo, Eufrosina le reza a la Virgen por su hijo travieso, y los Arcaraz ya empiezan a hacer llamadas. Ordenan a la criada amarrar a los perros. Rogelio y Mercedes acaban saliendo en el coche, justo cuando Ricardo y los demás ya habían llegado. Empiezan a subir la casita de madera, pero los instintos del mono se activan, presintiendo a los perros, que también lo sienten a él y ya andan gruñendo. Los ladridos no tardan en hacerse escuchar y tratan de subir al nervioso mono advirtiéndole que no se baje, y éste se prepara para una larga noche.
Mientras, Abraham sigue extrañando a Guito, recordando con nostalgia cuando vivía su madre. El narrador hace ver que él nunca verá el anuncio en el periódico, porque no sabe leer ni escribir (y de todos modos no decía mucho).
Memín vuelve a su casa, encontrando a todos los padres reunidos, y les explica lo de Guito. Cuando ya se tranquilizan y se van los demás, Eufrosina anda enojada, pero decide perdonarlo (¡oh que! Desde que inicio esta nueva época no la he visto darle tablazos ni una sola vez). Con Carlangas casi no nos dejan ver como le fue. Ya de nuevo con los Arcaraz, ellos nomás se quejan por los ladridos de Tosca y Goliat, que no toleran la presencia de otros animales. Memín se la pasa estudiando los quebrados (repite unas líneas que son exactas a las que dijo números atrás, ajum). Guito lloriquea al acordarse de su madre y los perros siguen ladrando. Rogelio y Mercedes comprenden que así no podrán dormir, y también los vecinos que se despiertan ante el ruidazo. Afuera, Fermín se ha quedado esperando poder entrar para llevarse al mono, pero no se atreve con el perral ladrando. Los vecinos de los Arcaraz se quejan y no viendo otra opción, autorizan a Ricardo a bajar al chango y meterlo adentro de la casa. Él asegura que no tiene piojos, así que no hay problema. Por fin, la criada puede dejarlos libres mientras Guito duerme muy cómodo a los pies de la cama de Ricardo. Fermín compra unos tacos con los que espera distraer a los perros, pero éstos no son demasiado buenos guardianes como para ignorar la presencia del intruso y dejan de comer para echarse sobre él. Fermín corre desesperado hasta el árbol, pero no encuentra a Guito en la casita, así que sus esfuerzos fueron en vano. Los ladridos incesantes hacen que los vecinos se enojen y llamen a la policía, provocando un pleito del que no vemos muchos detalles, pero Fermín aprovecha la distracción para huir, esperando tener más oportunidades después. Mercedes se pone a consentir al monito, a la vez que Memín se quedó dormido haciendo la tarea, soñando con un Guito parlante que propone echarle una mano. Despierta y aunque es temprano, Eufrosina lo apremia a irse preparando de una vez. Sus amigos pasan por su casa llevando a Guito y después de los problemas de anoche, sugieren que Eufrosina lo cuide. Ella acepta cuando el mono la convence con besos y luego ya le anda ayudando a lavar la ropa. Fermín los escucha comentando en el recreo, tomando nota para acechar ahora en la casa de Memín. Mientras, como Abraham no saca suficiente dinero, no puede pagarle al que le renta el instrumento. Ignorantes de todo, los Arcaraz ya ven el anuncio en el periódico, extrañados de que el dueño no llame (ni que fuera a llamar el primer día y no es cómo si todo el mundo leyera el periódico). Guito, instalado en la azotea de la vivienda, se anda congraciando con Memín y Fermín sigue esperando por la oportunidad de volárselo.
El tiempo pasa y se menciona que Guito se vuelve parte de la pandilla y que tiene habilidad para jugar otros deportes, mostrándolo modelándonos diferentes uniformes, de béisbol, soccer y fooball americano. Muy bien. Primero, Memín y sus amigos jamás han jugado football americano. Segundo, esto ya parece una de esas tontas películas familiares protagonizadas por animales demasiado listos que interactúan con niños, así que entendemos que todo esta trama es un intento patético de imitar este genero.
Como Abraham de nuevo no pudo pagar su cuota, le quitan el instrumento, dejándolo ahora si en la miseria, extrañando más que nunca al querido Guito, y se decide a recorrer las calles sin descanso, buscándolo. Llega una noche en que Fermín por fin iba a hacer su maniobra de llevarse a Guito, pero pierde su oportunidad, ya que por esa vez, Eufrosina acepta que lo dejen quedarse abajo en la casa y lo consienten haciendo de comida platinos con azúcar. Y es la ultima vez que vemos al dichoso Fermín, lo que también va en contra del protocolo normal de esta clase de tramas de mascotas inteligentes, porque se supone que en algún momento, el villano que desea explotarlas se sale con la suya, y éste nomás nos puso dando vueltas a lo tonto, sin justificar en nada su presencia.
Casualmente, los Pinguín y el monito andan viendo la tele durante la cena (y también los Arcaraz y fuera de pagina, los demás, supongo) donde hacen un reportaje en vivo sobre indigentes o algo así, y precisamente toca que entrevisten al viejo Abraham, quien lloriquea, diciendo cuando extraña a su mascota. Guito reacciona señalándolo y poniendose a dar brincos, dando a entender que es su dueño desaparecido. Carlangas y Ricardo hablan por teléfono para comentar y Ernestillo hace lo mismo con su padre. Eufrosina apura a Memín a que vayan rápido a donde crean que se está dando el reportaje. Y así, los cuatro amigos se encuentran en una esquina. Abraham sigue llorando por Guito, justo cuando éste aparece y se le echa encima, jubiloso. La reunión es tan conmovedora que Eufrosina (viendo la tele) y los chicos se ponen a llorar (no es que sea insensible, pero creo que hay reuniones más emotivas que un viejo y un chango reencontrándose). Reanimado, Abraham presenta a su mono y que no necesita la caridad publica ya que volverá a trabajar (pero su trabajo precisamente depende de la caridad). Proponen acompañarlo a su casa y Ricardo aprovecha para informar a sus padres que volverá tarde, justo antes de que corten el reportaje. Al llegar, Memín le pregunta al mono en nombre de todos si irá a olvidarlos, pero éste hace un gesto para indicar que no y siempre están en su corazón, y todo eso.

Y fin, una de las veces en que pueden tener un final cerrado sin darnos indicios de lo que sigue, pero no justifica el haber aguantado esta trama tan chafa que normalmente se usa en películas que ni siquiera ganan oscares. Más suerte para la próxima.

1 comentario:

  1. Mejor dicho tramas chafas que se usan en películas que no ganan ni Razzies...

    Me quedo con las primeras aventuras hasta la expedición al África. En cuanto lei lo del viaje imaginario a China y cuando la pandilla se deja su pelo largo, yo pensé "hasta aquí". Ya no me gustó, o tal vez yo estaba creciendo. Supongo que asi lo sentian tambien autora y dibujante, ya estaban cansados y fastidiados de los personajes. Leyendo en tu blog las historias que ya no lei, ratifiqué que tuve razón en dejar de comprarla hace ya 11 años.

    Recientemente compré en un estanquillo de revistas y libros viejos el #239 donde sale por primera vez Chispitas y el tullido. Quise encariñarme de nuevo con la serie, pero al leee tus reseñas sobre ese arco argumental, me arrepentí de inmediato. Y me sigo arrepintiendo al leer hasta este punto de la publicación, donde todo es burdo, estúpido, sin gracia, donde tanto historias como ilustraciones no son ni la sombra, son el excremento de la serie original.

    Mi muy humilde opinión. Saludos.

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