lunes, 15 de febrero de 2010

Memín Pinguín #357-359

La carpintería del padre de Ernestillo está en peligro de perderse por culpa de deudas. Memín intenta ayudarles con la situación, pero mete la pata y complica más las cosas, obligándose a comprometerse a irse por una muy conveniente opción que promete resolver todo.

Al llegar a la carpintería, Ernestillo encuentra a su padre después de recibir una advertencia sobre pagar la renta a tiempo. Le confiesa que tienen un problema entre manos, pero en vez de mencionar la causa de inmediato cambian al escenario del día siguiente. Memín y los demás andan jugando béisbol en el callejón acostumbrado (uno que no es el que ya perdieron números atrás ¿verdad, argumentista anónimo que no parece haber leído con atención todo el material pasado de Doña Yolanda?). Memín anda alegando sobre sus malas jugadas hasta que lo ponchan y nomás porque si le da por quitarle los lentes a Ricardo y ponérselos un momento. Ernestillo excusa que debe irse temprano para ayudar a su padre con el trabajo atrasado (¿si tanto les urge porque perdió el tiempo jugando?). Memín ofrece echarle la mano, pero Ernestillo se asegura de hacer caso la advertencia de Carlangas de no darle alas. Se despiden y el marcha hacia la carpintería sin reparar en que el negrito se le pegó como sanguijuela, y sólo lo nota cuando el señor Vargas lo señala al llegar. Lo deja quedarse y anuncia que irá al mercado, ignorando las protestas de Ernestillo porque ya deben mucho de lo que les fian, animando al chico para que sólo se preocupe por estudiar. El señor Vargas se retira y Ernestillo pone manos a la obra, dándole un zape a Memín en cuanto lo ve tomando un martillo. Rápidamente se disculpa y le expone que su padre hizo un préstamo que deben terminar de pagar para no perder la carpintería y el trabajo encargado es imprescindible para que logren librar la deuda. Después, Ernestillo sale a comprar más clavos, encargándole al negrito no tocar nada hasta que vuelva. Haciendo la choteada imitación del carita de ángel con aureola y todo, Memín de inmediato se propone ayudar a la elaboración de los muebles, creyéndolo muy fácil. Obviamente, el negrito no tiene ni idea de que hacer, olvidando las veces anteriores en que ayudara con el trabajo de carpintería (en el lejano Memín Pinguín #6), y hace todo a lo tarugo, distrayéndose al imaginar que luego lo recompensarán con un pavo relleno. Ernestillo regresa y contempla los desperfectos, mientras Memín ya anda diciéndole que no tiene que darle las gracias y que le bastará con el pavo. Ahorcándolo con furia, Ernestillo le espeta que ha echado a perder todo el material, mostrándole los desiguales cortes de las patas de las sillas, que según el negrito se ven muy “modernas”. Le arroja una de las piezas, provocando que le caiga un balde de pintura blanca encima. Memín pide ayuda para despintarlo o Eufrosina se enfurecerá al verlo (como él siempre andaba intentando “blanquearse”), pero él sólo sigue regañándolo. Ignorándolo, Memín toma un trapo para limpiarse y luego anda usando el mismo para disque para limpiar todo. Le insiste con lo del pavo, haciendo que Ernestillo crea que es un insulto dirigido hacia su padre y ya lo exaspera al grado que el negrito opta por poner pies en polvorosa. Corriendo llega a su casa y se esconde bajo la mesa, pero Eufrosina lo saca y le exige una explicación. Él le cuenta todo y que ahora tienen que pagar los daños, mas ella le aclara que es su responsabilidad el reponer todo ya que fue su culpa. Le da a elegir entre encontrar el modo de ayudar con ese lío o sufrir una dosis extra de tablazos. Memín se compromete y con tabla en mano, su má linda lo corre para que se apure a pensarle como le hará. El señor Vargas encuentra el desastre en la carpintería y Ernestillo, con su nobleza típica, decide no revelar que fue obra de su amigo atarantado, dejando que lo culpe a él. Muy decepcionado, Juan lo apremia a que se vaya y lo deje solo, para lamentarse sobre que ahora si no tienen esperanzar de salvar su negocio. En ese mismo momento viene el licenciado encargado únicamente para darle el aviso de desalojo, el cual, el señor Vargas tarda en captar, ya que al parecer, es medio analfabeta. Le dan una semana para pagar esa deuda, haciendo caso omiso a sus suplicas. Ernestillo vuelve para preguntar que pasa, pero de nuevo le exige que se marche (aunque luego quien se va es el señor Vargas y lo deja leyendo el papel).
Al día siguiente, Carlangas y Ricardo andan comentando sobre el mal semblante que le notan a Ernestillo (¿no deberían ir a preguntarle directo en vez de hablar de él a sus espaldas?). Le preguntan a Memín si sabe algo, y responde mintiendo que no. Amenazándolo con su puño, Carlangas lo hace cantar, pero como siempre, se hace bolas y deben presionarlo hasta que al fin les cuente todo y como él lo echó a perder. El profesor Romero viene a impartir la clase y al siguiente cuadro ya han salido (¿lo hacen salir nomás para anunciar la clase pero nada de contenido? Pffft, así ni caso tiene que lo pongan a cuadro). Ernestillo se fue y la verdad es que en todo el día ni lo vimos, puras habladas de los otros sin su presencia. Carlangas y Ricardo preguntan a Memín si ya ha pensado que hacer y su “brillante idea” es pedir dinero prestado al padre de Ricardo, y éste responde con el clásico sarcasmo de si no quiere algo más (cierto, pero la verdad es que si es una emergencia ¿para que otra cosa están los padres de los amigos? y entre los padres se han llevado bien hasta ahora, que brutos). Carlangas le advierte que se deje de sugerencias absurdas y piense en otra cosa, pero de pronto, el negrito echa a correr hacia donde se ha reunido una multitud de chiquillos y los dos lo siguen. Memín supone que hay una riña y busca colarse para poder verlo en primera fila (que metiche, pero no están en una situación como para distraerse con esas cosas, tsk tsk). Cuando al fin se abre paso entre el gentío, descubre que lo que contemplaban era un cartel en un poste que anuncia una carrera de bicicletas que ofrece premio en efectivo o una bicicleta ultimo modelo. Que coincidencia tan conveniente ¿no? Definitivamente se rompieron la cabeza para pensar en algo cuando nos dejó picados al final del 358. Así es. Puro sarcasmo. ¿Y porque rayos se juntan tantos sólo para ver ese cartel? Ni que fuera el anuncio de un evento especial, sólo una mugrosa y oportunisima carrera, que ni siquiera ofrece más información sobre si es de admisión libre o cuales son los requisitos. Los giros aquí los sacan de la manga de un número a otro, es la nueva formula de la revista, nada que ver con las otrara tramas cuidadosamente preparadas por la autora.
Carlangas y Ricardo de inmediato concuerdan en que es la mejor solución para el problema de su amigo y ya andan comentando sobre inscribirse. Ricardo informará a Ernestillo para que lo asista, mientras que Carlangas se haya en el predicamento de que ni bicicleta tiene (¿ya perdió la que le regalara su padre y se llevó consigo cuando volvía a irse a vivir con Isabel?). Viendo que participando los dos habrían tenido más oportunidades, Carlangas lamenta que su padre no gane tanto como para afianzarle una. Memín, que al leer el cartel quedó en shock, emocionado por la bicicleta ultimo modelo, repite la palabra una y otra vez, haciendo que Carlangas crea que se refiere a que él tiene una. Con eso, creen que la han hecho, aunque él no tarda en desanimarse ya que tendrá que aguantar al negrito como su asistente. Ricardo lo anima a resignarse y le comunica a Memín que trabajarán juntos. Memín se entusiasma, aunque luego le pregunta sobre en que deberá asistirlo, desesperándolo, y más aun, ya que enseguida vuelve a preguntar que es lo que debe hacer. Sin hacer aclaraciones sobre la nueva metida de pata de Memín, cada quien se va para su casa, y en la suya, Memín presume de su inteligencia al haber dado con la solución para el problema de su amigo (¡pero si ni pensó en nada! nomás se quedó embobado viendo la foto de la bici del premio). Eufrosina la reclama que se ha metido en algo muy peligroso, pero él la convence de que es por el bien de su amigo, y con eso tiene para calmarla.
Pasan a otro día de clases en el que Romero ya parece cualquier maestro sin chiste que ni vale la pena mostrar el desarrollo y pasarse a la hora de la salida. No dejan de comentar como el ambiente se contagia por las expectativas de la carrera (¿entonces es una carrera de puros escuincles de primaria? ¿Cómo esperan saldar deudas con el dinero que ofrezca un evento como ese?). Los cuatro amigos debaten sobre el tema y no dejan de echarle en cara a Memín que todo es culpa suya, aunque el tipazo de Ernestillo sigue defendiéndolo. Se separan para empezar a prepararse en las duplas que han formado. Carlangas y Memín se echan una rutina muy mala de un dúo de comediantes antes de ponerse de acuerdo (le dan muchas largas al asunto y Memín replica con puras tarugadas, en especial menciona que sabe como pueden ganar y Carlangas le insiste a que lo suelte, interpretándolo muy literalmente). La estrategia de Memín es preparar la bici de Carlangas para que quede como nueva, y él queda aturdido, dándose cuenta que eso significa que el negrito no tiene y se han metido en camisa de once varas. Su rutina continua unos cuantos cuadros más en el que ya hasta Memín intenta desviarse del tema hablando de sus zapatos (en verdad quisiera saber quien es el idiota que escribe esto, cierto que Memín es sangronsisimo pero a partir de aquí dice puras estupideces). Al fin, antes de provocarle una severa jaqueca a Carlangas, le viene la idea de que utilicen un depósito de basura para encontrar partes desechadas de bicicleta, con el propósito de armar una. A Carlangas no le parece y menos revolcarse entre los desperdicios, pero en su desesperación, acepta y así se sumergen ambos en el montón. ¿Tienen que sumergirse echándose un clavado? Esto no es una caricatura. Lo que se hace es rebuscar apartando y apilando entre la basura. Muy mal ejemplo para los niños que luego se acaban haciendo daño al intentar hacer lo mismo.
Ernestillo y Ricardo terminen con su preparación y toman un descanso, comentando sobre como será la bici de Memín, que ni sabían que tuviera. En eso, Memín y Carlangas ya andan armando la bici improvisada con la chatarra que encontraron, pese a que es muy improbable que en un solo basurero consiguieran todas las piezas, por no decir que armar ese tipo de vehiculo no es tan sencillo y menos para un par de principiantes. La bicicleta queda espantosa a la vista y a Carlangas no le parece segura, pero Memín, incauto como el que más, asegura que lo es y si no, tendrán que rezar.
Ya es el día de la gran carrera (no, la verdad es que así se llama el evento, no tiene tema ni compañía que lo patrocine, vaya simplonada) y ahí andan tanto el maestro Romero como los padres. Mercedes se queja con Rogelio por dejar a su hijo participar en algo tan peligroso y que mejor hubieran prestado el dinero al señor Vargas. El señor Arcaraz responde que es una causa noble y no pueden darle las cosas en bandeja de plata y las valorará más ganándolas por su cuenta (¿hola? El problema no es de Ricardo ¿recuerdan? así que si se desgracia, será su culpa por no haber aflojado la lana para ayudar al carpintero, quien se supone ya es amigo suyo a esas alturas). Mercedes insiste en que la culpa la tuvo Memín y a Rogelio le parece que con mayor razón, porque así Ricardo ayudará a ambos (o morirá por ambos). Se dirige a Romero para que concuerde con él y por su forma de responder, el maestro demuestra haberse vuelto un idiota o que ni atención puso, limitandose a señalar que ya empezó la carrera. Ernestillo y Ricardo ya están listos y ven llegar a Memín empujando la maltrecha bici de Carlangas. Como buenos amigos, no les hacen burla, argumentando que les parece muy “moderna” (¿Cómo las inservibles patas de silla que hizo Memín?) pero otros participantes no se aguantan las ganas. Carlangas se lanza sobre el primer chistosito y Ernestillo le advierte que no inicie un pleito o los descalificarán. Y entonces, sin más preámbulos, al fin transcurre la dichosa carrera. El pantalón de Memín se atora en los rayos de la bicicleta y Carlangas arranca arrastrándolo. No ve otra forma de ayudarlo, más que levantarlo (¿con un brazo y con la bici en movimiento? ¡guau! si que es fuerte) y hacerlo treparse sobre sus hombros. Memín se siente lo máximo y anima a Carlangas a darle más rápido, para ganarse la bici ultimo modelo (aunque rápidamente lo compone recordando que es por el dinero). Ricardo voltea a ver al negrito montado en el otro, distrayéndose y dando de bruces contra una pared. La bici va cada vez más rápido, logrando cruzar la meta y hasta entonces Memín revela que no le pusieron frenos (¿acaso fue él quien armó la mayor parte o que?). Acaban yéndose de bajada, cruzando justo al lado de Eufrosina, quien casualmente venia del mandado y ni se fijó en quienes eran. Luego, chocan contra un panadero en bicicleta, poniendo un cuadro típico de choque con una nubecita de polvo. Con todo y bicis (y el pan), quedan tirados por la calle. Memín se desorienta al tener la canasta sobre la cabeza, pero Carlangas lo desatonta y recuerdan que han ganado la carrera. El presentador (aunque al parecer no era comentarista porque no se dijo nada mientras hacían la carrera) se acerca para darles a escoger el premio. Memín ya anda diciendo que quiere la bici, pero al mirar hacia Ernestillo y su padre, opta por el dinero. Después, se lo obsequia al señor Vargas, quien le agradece, comentando que sabia cuanto deseaba la bicicleta (¿pues en que momento hablaron Memín y él?). Improvisadamente y quitándole importancia al asunto que en el numero anterior era tan preocupante que deberían celebrar o algo así, Memín se excusa para volver rápido con Eufrosina y ayudarla con la ofrenda del Día de Muertos.

Concluye otra secuencia bastante ridícula, drama en la primera parte y pura comedia en la segunda. Esta revista se ha vuelto tan extremadamente voluble que ese humor blanco distintivo, ahora es del mismo blanco que el del papel higiénico usado.

3 comentarios:

  1. Me da coraje que echaran a perder al profesor Romero, quien hasta la fecha es mi personaje preferido.

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  2. Que tramas tan extrañas jajaja No puedo comprender como les daban el visto bueno, yo tuve de las de 390 a 440, y eran una extrañeza total, no comprendía por qué las hacían si la diferencia con las originales era enorme. En fín, que bueno que ya se acabaron jsjs.

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    1. El problema fue que los creativos responsables de la versión original fallecieron y no pudieron conseguir reemplazos dignos y vieron la revista como un producto comercial más.

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