lunes, 8 de febrero de 2010

Memín Pinguín #356-357

Mientras realizan una tarea en equipo sobre el descubrimiento de America, Memín tiene una fantasía incongruente y fuera de sentido en la que se ve a si mismo como testigo de ese histórico evento, encontrándose con personajes familiares.

En un día normal de clases, el maestro Romero pregunta a sus alumnos sobre lo que se celebra la próxima semana. Memín atina a responder, como de costumbre, reflejando su ignorancia al mencionar a alguien que celebra su santo y otro alumno cuyo rostro ni vemos supone que es la conmemoración de los Juegos Olímpicos del 68 (como si alguien se acordara de eso en vez de la Noche de Tlatelolco). Es Ernestillo quien da la respuesta correcta (están en sexto de primaria, desde primero se supone que ya deberían saberlo, no necesitan un recordatorio en el ultimo año). Romero pregunta quien la descubrió, y Memín se avienta con otra bobada, donde ahora está confundiéndose con un equipo de soccer residente, provocando una serie de carcajadas por parte de sus compañeros. El maestro aclara que fue Cristobal Colon, dejando al negrito tratando de componerla al decir que sólo estaba haciéndose tonto (más le vale). No tarda en meter la pata de nuevo cuando Romero menciona que estuvo a punto de no descubrirla, haciendo que Memín alegue que eso no seria posible o los libros de historia mentirían, ocasionando aun más risotadas. Finalmente, el maestro va al grano, encargándoles investigar todo lo referente a esa fecha (no da especificaciones ¿quiere un reporte, una exposición en clase o que?), en equipos de cuatro, para alegría del flojonazo de Memín, que se cansa simplemente con pensar en hacer el trabajo sin ayuda. Sobre decir que los cuatro amigos hacen equipo, acordando ir a casa de Ricardo (como siempre, Memín piensa en gorronearle comida), y que cada quien consiga por su cuenta libros de Cristobal Colon. Ricardo tiene suficientes libros en casa, mientras que Carlangas y Ernestillo van juntos a una biblioteca publica. Memín es demasiado ignorante para saber que es una biblioteca, así que le vale todo y se va muy campante a su casa, para hacer lo que hace mejor, andar de arrumacos con su má linda.
Llega la hora en que debían reunirse, comparando notas de los libros que consiguieron. Comentan que Memín se ha retrasado por andar distraído mirando una hormiga o algo así, y casi le atinan, porque en realidad andaba viendo a una cucaracha en la calle (¿Qué hace una cucaracha en la calle? Si normalmente las encontramos en nuestras casas). Ya se andan adelantando a trabajar, con Ernestillo proponiendo que leen en voz alta los libros (ni que fueran niños chiquitos, cada quien debería leer un libro y tomar apuntes para comparar después, que pésimas técnicas de estudio deben tener para tales sugerencias). En eso llega Memín, anunciándose con una excusa deschavetada nomás para hacerse el chistosito, y le preguntan por los libros que trajo. Dándose cuenta que no trajo nada y no se molestó en averiguar que es una biblioteca, deciden poner manos a la obra. Ricardo empieza a leer el primer libro (por la forma en que esta escrito, no parece un libro de historia de verdad, cierto que en las primarias no pueden hacerlos tan difíciles, pero vamos, suena a que esta contando un cuento y no resumiendo los hechos tal cuales). Memín se distrae mirando los libros que tienen los Arcaraz, sólo para preguntarse la razón por la que tendrán tantos, pero le llega la voz de Ricardo, provocando una colisión entre su mente distraída y su imaginación, abriendo alguna especie de entrada a un mundo en que la historia se entrecruza con sus ocurrencias.
Contempla como la reina empeñó sus joyas para financiar el viaje de Colón (representado por el padre de Carlangas), y luego el mismo Memín aparece inexplicablemente en el barco cuando ya empezaban a navegar. El contramaestre (padre de Ricardo) detecta la presencia del negrito, reconociéndolo como un polizón. “Colón” interviene e interroga a Memín, pero no se traga su cuento de que sólo se “apareció” ahí. Mencionan el año en el que están y poco después el día (12 de octubre de 1492) el negrito va comprendiendo de qué se trata, pero a “Colon” y al contramaestre les parece que está mal de la cabeza. Memín se emociona ante la oportunidad de presenciar el histórico momento, estropeándoles la sorpresa de que llegaran a America, pero como “Colón” iba en busca de las Indias, no entiende nada. El encargado de divisar desde el mástil (padre de Ernestillo) anuncia “tierra”, emocionando a los demás, pero se refería a la tierra que le cayó en los ojos. “Colón” lo regaña y luego se viene una fuerte tormenta que los pone en aprietos. El contramaestre chilla como mujer, augurando el naufragio inminente, y “Colón” lo manda callar. Memín supone que si se hunde la “lancha”, el maestro habrá demostrado su punto. La cosa se pone peor, ya que se forma un remolino por encima del mar (¿es eso posible?), y el negrito le echa una mano a uno de los marinos (el maestro Romero) que intentan cambiar desesperadamente la dirección de la carabela. Milagrosamente, las tres salen ilesas y el mar vuelve a estar tranquilo, para que a continuación ahora si, de verdad anuncien tierra a la vista. Así, la historia se cumple y desembarcan por la isla de Guanahani/San Salvador (al menos en referencia histórica geográfica no la riegan). “Colón” y los miembros de la tripulación celebran, desmintiendo con esto la vieja teoría de la tierra plana, y Memín ya le anda diciendo que en México harán una estatua en su honor. “Colón” está nacionalizando la tierra, mientras el negrito ahora anda imaginando que cierto reportero del noticiero de la noche en el Canal de las Estrellas vendrá a entrevistarlo (¿eso que tiene que ver? Lo que sea para hacerle publicidad a la cadena). Los nativos, representados por Carlangas, Ernestillo y Ricardo, acuden a recibirlos, y se hacen bolas cuando Memín pasa a confundirlos con sus “parientes” de la tripulación de “Colón”. Entonces, Ernestillo termina de leer (¿Ricardo ya había terminado y él le siguió?), y le hacen preguntas a Memín de lo que entendió (ni se ve perturbado porque interrumpieran su fantasía), y responde contando los predicamentos que “vivió”, que no vienen al caso, sean parte de la historia de verdad o no. Tachándolo de andar siempre en las nubes y ser un holgazán, lo fuerzan a que lees lea todo en voz alta para asegurarse de que ha puesto atención. Un cuadro después, ya es el 12 de octubre y Romero está pasando las calificaciones tras la revisión (¿no dijeron que iba a caer en fin de semana?). Los cuatro se iban a sacar 10, pero como Memín pegó de gritos para celebrar, el maestro se los baja a 9. A la salida, sus amigos lo regañan por indisciplinado y estropearles la calificación perfecta. Intenta distraerlos proponiéndoles jugar, y luego cada uno suelta excusas para cortarlo, y él se da cuenta de inmediato, echándoselos en cara. Ellos no resisten y lo perdonan, advirtiéndole que a la próxima si lo cortan en definitiva (si, como no). Ricardo trae dinero que le dejó su padre si sacaba más de 8 (¿el incentivo no debería ser dárselo después de que le dieran la calificación en vez de antes?), y los invita a comer. Memín anda sugiriendo que vayan con la tamalera de un arco anterior, pero Ernestillo opina que deberían cambiar a helado. Ya en la nevería, Memín no deja de pedir que lo dejen repetir, y le espetan el ser tan gorrón, pero por supuesto que no puede importarle menos lo que piensen, aunque no dejan de devolverle sus palabras, apuntando que sólo su madre lo acepta así ya que no le queda de otra (golpe bajo). Ernestillo anuncia su retirada para ayudar a su padre con la carpintería, y Memín les recuerda que luego tendrán que jugar al fút, aunque Carlangas opina que cambien al beis para variar (¿Qué caso tiene? Ya pasó de moda, al menos en cuanto a pasatiempos infantiles).
Ernestillo encuentra en la carpintería el inicio de la próxima eventualidad.

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