lunes, 15 de marzo de 2010

Memín Pinguín #364-365

Por un malentendido francamente ridículo, Memín piensa que Eufrosina ya no lo quiere y abandona su casa, pasando diversos predicamentos viviendo en la calle hasta que logran encontrarlo.

Después de jugar béisbol con sus amigos, Memín se apura en volver a casa, lo que ellos toman como una excusa porque iba perdiendo. El negrito ni se fijaba en el “marcador” y quien sabe porque a los tres les da por carcajearse ante su ingenuidad. Vemos a los cuatro ir a casa. Los amigos de Memín son bien recibidos por sus padres, comentando sobre el juego (¿a quien le importa? Si son juegos entre amigos no es como si significaran algo los resultados, porque son por diversion y no competencia). En la casa de Memín, Eufrosina anda enojada con su comal viejo, y le da por quejarse e insultarlo, lo que llega a oídos de su retoño cuando estaba a punto de entrar. Al referirse al comal como “negro orejón”, lógicamente, Memín asume que está hablando sobre él, lo que significaba que debe irse de su casa, sin siquiera despedirse, preguntándose porque su má linda lo detesta tan súbitamente. Eufrosina tira el comal, agradeciendo porque al menos le sirvió para hacer la comida (¿y tirando el traste es como agradece su trabajo? Además de que recordemos que no tienen muchos fondos y los cómales no crecen en los árboles, ni que se hubiera quebrado como para ser inservible y merecer que lo boten).
Memín deambula por las calles y se le ocurre irse a vivir con Ricardo nomás porque sus padres son buena onda. Tiene una brevísima fantasía sobre como seria vivir con la familia Arcaraz, con tan sólo dos escenas representadas, cuando anuncia su decisión de quedarse con ellos (mostrando la expresión de horror de Ricardo ante la noticia), y otra en que lo corren por cansarse de él (no nos dicen porque, pero conociendo al negrito, es fácil imaginarlo). Memín piensa que con Carlangas y Ernestillo seria igual porque acabarán hartándose de su presencia (desde cuando lo hubieran cortado, pero si, como compañero de vivienda, imposible soportarlo). Lamenta no haberse traído nada consigo, y al descubrir una alcantarilla abierta, decide meterse a vivir ahí. Ahí se encuentra con una rata y habla con ella sin conseguir una reacción de su parte. Se la pasa vacilando con el roedor hasta que lo vence el sueño.
En casa, ya es medianoche y Eufrosina apenas se ha percatado del retraso de Memín. Preocupada, decide salir a buscarlo, suponiendo que pudo quedarse en casa de uno de sus amigos y no se dio cuenta de que se hacia tarde. Va con los Arcaraz, y en cuanto le informan, Ricardo sugiere a su padre ir con los demás para que todos se organicen para buscarlo, empezando por revisar en la Cruz Roja. Dispersos en distintos puntos de la ciudad, no hallan rastro del negrito.
A la mañana siguiente, Memín despierta en su maloliente "nuevo hogar”. Lo primero que hace es hablar con la rata (ésta ni parece reconocer su existencia y ni se movió de su lugar ¿está muerta o que?), bromeando sobre comérsela, para luego salir afuera a buscar algo.
Observa a un par de niños que la hacen de payasitos con trucos baratos en las paradas de los semáforos para ganarse la vida y se le ocurre que puede hacer lo mismo. Se acerca a ellos para pedirles prestado un disfraz (no creo que le haga falta por su facha pero en fin), y uno le pasa su narizota de inmediato. Memín empieza con su improvisada “función”, siendo tan torpe al hacer malabares que se ve más cómico que nada, sacando buenas ganancias. Cuando termina, los dos payasines se lo llevan al parque, revelando que su generosidad era un plan perverso para que ganara dinero para ellos. Amenazándolo, le quitan todo y le arrebatan la nariz, burlándose de su ingenuidad. Triste y sufriendo por el hambre, Memín vuelve a la alcantarilla para lloriquear ante su amiga la rata, considerando si debería robar. Un recuerdo de las palabras de Eufrosina (que habrá dicho fuera de cuadro) lo hace desechar esa idea, pero el pensar en ella le hace llorar aun más.
Eufrosina y sus amigos acuden a la delegación para reportar la desaparición de Memín. Al dar sus señas particulares, la mujer que los atiende hace un mal chiste que provoca la ira de Eufrosina, soltándole un buen sopapo. El jefe de la mujer interviene para disculparse y atender su denuncia como es debido. Memín se queda dormido de nuevo en la alcantarilla y tiene un sueño muy surrealista en que se ve a si mismo recorriendo su casa y el vecindario sin encontrar ni a una sola alma. Nadie en las casas ni en sus autos, ni en el cine, por lo que se le ocurre ir a ver una película gratuita. Se hace de una bolsa enorme de palomitas y ve una película cuyo contenido no nos revelan (sólo se ve que disparan un cañón). Se le ocurre ver al proyeccionista, pero no el aparato está funcionando por si solo. Asustado, echa a correr y se encuentra a Eufrosina convertida en una estatua de madera. ¿Cuál es el sentido de esto? Sepa.
Los malvados payasitos andan comentando en voz alta de cómo le vieron la cara al negrito, justo cuando sus amigos pasaban por ahí. Carlangas se agarra a golpes con uno de ellos para sacarle información, mientras Ricardo y Ernestillo inmovilizan al otro. Al fin, acaban indicándoles que anda metido en la alcantarilla (¿Cuándo lo vieron meterse ahí?). Carlangas se reúne con el negrito justo cuando andaba saliendo de su extraña pesadilla. Eufrosina anda con los demás y al oír su voz preocupada, Memín duda si salir, acordándose de que ella lo desprecia. Finalmente se asoma y Eufrosina lo abraza emocionada. Los payasitos echan a correr para que no los obliguen a regresar el dinero (como si les importa recuperar la miseria que se gana haciendo funciónes en las paradas). Eufrosina inquiere el porque de su abandono y Memín le repite lo que escucho. Ella aclara el malentendido mientras que Ricardo avisa a sus padres desde un telefono público para concluir la búsqueda. Eufrosina reafirma cuanta quiere a Memín como para no querer que se separe de su lado hasta que lo convence. Ricardo ya los invita a comer y Memín ya se emociona, pero antes, se acuerda de su “amiga” para despedirse de ella (si no estaba muerta antes, lo estará ahora si tuvo que aguantar la palabrería de Memín toda la noche).

Una situación muy breve y absurda. No tuvo mucho chiste al darle un argumento tan poco lógico desde que el negrito se va sin más a la primera señal de rechazo o porque destetar y tirar un comal sólo por estar un poco viejo. Detalles incongruentes que imperan en esta revista.

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