lunes, 18 de enero de 2010

Memín Pinguín #352-354

Memín y sus amigos quedan prendados de una chica que conocen en la playa, y luego no dejan de competir en la forma más infantil e inmadura para ver quien se queda con ella.

Mientras los Arcaraz se van con la policía, los cuatro amigos se quedan solos, aprovechando para comprarse trajes de baño y vacilar en la playa. Memín presume especialmente el suyo, un modelo estampado, creyendo que se ve divino pero sólo resalta su facha ridícula. Sus amigos miran algo que los deja impresionados y él piensa que se debe a su “porte”, ofreciendo darles tips pero lo apartan a un lado. El negrito dirige su vista a lo que miran ellos, que resulta ser una linda chica rubia que canta mientras construye un castillo de arena. Carlangas toma la iniciativa y se aparta de los otros, ofreciéndose a ayudarla. Ernestillo y Ricardo siguen su ejemplo, exagerando la caballerosidad en su presencian (y la chica ni les dice su nombre). Carlangas trata de correrlos, pero no tarda en unírseles Memín. A poca distancia, los observa el hermano de la chica, molesto por… ¿Por qué? Quien sabe, pero la presencia de los cuatro lo irritó sin razón, y les lanza una pelota playera para que se esfumen, dándole a Memín justo en la cabeza. Carlangas se le pone al brinco, pero la chica lo detiene, alegando que él es su "novio" y se lo lleva. Hasta este momento, el narrador nos dice que se llaman Diana y Bruno, aunque en el caso de la chica, parece que el negrito y sus amigos lo saben, pese a que ella no parece haberles dicho nada.
Después, pasan a fanfarronear los cuatro sobre como cada quien piensa ser el novio ideal de Diana (cuando le toca a Memín, se carcajean de él por creerse tanto), hasta que Ricardo les recuerda que acaban de ver al novio, así que ni caso tiene discutir.
Diana y su hermano vuelven con sus padres, y ella comenta que sólo con esa excusa podía deshacerse de los cuatro fastidiosos. Memín se desquita con la pelota de Bruno, enviándola al mar, y éste se mete al agua para recuperarla. El viento provocado por el susodicho huracán anunciado el numero pasado le impide regresar a la orilla, y el chico grita por auxilio. Los cuatro amigos creen que finge, pero al poco rato, sólo Memín sigue pensando en eso. Como ven que el salvavidas no está en su lugar, Carlangas decide lanzarse a salvarlo. Memín se queda haciendo castillos de arena, necio en que todo es una actuación de Bruno y ya lo anda hasta nominando a diferentes premios. Diana y sus padres dieron con el salvavidas que estaba comiendo en una nevería (aun en las nuevas tramas, las nevarías siguen siendo populares ¿pero no se supone que los salvavidas no abandonan su puesto sin dejar a otro que los releve?). Carlangas y Bruno se aferran a la pelota, pero no pueden derrotar a la marea. El salvavidas acude en su rescate, advirtiéndole a Bruno que deben abandonar la pelota, y así, se sujetan a sus espaldas para regresar a salvo. Ricardo y Ernestillo explican a Memín que Bruno si peligraba de verdad, haciendo ver que así le importa menos considerando que no les agradaba por ser “novio” de Diana y lo reprochan por su falta de solidaridad. Por conveniencia, Memín corre a consolar a Diana, justo cuando el salvavidas ya volvía con su hermano y Carlangas. Diana se le echa al cuello, diciendo algo fuera de contexto (“¡Al fin te puedo abrazar!” creo que esa no es la frase apropiada cuando alguien estaba en peligro y se salva al poco rato, más bien es para cuando no has visto a la persona o tiene un impedimento para establecer contacto físico). La madre hace lo mismo y ella si dice una frase aceptable, llorando de alegría y toda la cosa, mientras el chiquillo nomás llora por su pelota perdida. Con eso, al fin les aclara que Bruno sólo es su hermano, aunque ni admite que mintió antes para mandarlos a volar. Diana le agradece a Carlangas haber ido por su hermano, y como él aclara que todo fue gracias al salvavidas, ella va con el hombre para darle un beso, dándole ideas a Memín para ir escogiendo su profesión cuando sea mayor (de edad, porque de estatura no creo). El padre les pregunta que quieren en agradecimiento por su ayuda, y Carlangas pide su dirección para ir a visitarlos en la ciudad después. Éste acepta y Memín aprueba la iniciativa del “pelos de borrego” (vaya forma de llamar a su amigo, pero total, si a él siempre le dicen “negro”…). Luego, le pide a Diana que le de un beso en la mejilla como hizo con el salvavidas, ya que no dejó de animar a que Bruno no se ahogara y ella acepta gustosa, pero la madre interrumpe, anunciando que se hace tarde y deben irse. Memín se queda con un palmo de narices y sus amigos lo regañan por alevoso y mentiroso. Se ponen a discutir otra vez sobre quien será su novio, y empiezan a disputarse la posesión del papelito con la dirección de Diana. Memín se lo mete a la boca, y Carlangas lo obliga a que lo escupa, pero Ernestillo se apodera de él. El señor Arcaraz interviene, inquiriendo la razón de su riña (Memín piensa que hablaba de riñones), y Ernestillo le pasa el papelito que le querían quitar. Como Rogelio y Mercedes preguntan de quien es la dirección, Ricardo trata de decir que es de un compañero de clases que hallaron por casualidad, pero se traba tanto que apenas se le entiende. Memín se hace todavía más bolas, diciendo algo del hijo de un extraterrestre (¿?). Como sea, el señor Arcaraz devuelve el papel a Ernestillo y luego Mercedes les ofrece un plato con hot dogs para que coman, advirtiéndoles que después de la comida, volverán a casa. Memín sugiere que se queden en un hotel y sus amigos le reclaman, recordándole que los padres de Ricardo ya han hecho suficiente por ellos con los trajes y a la comida. Lo último el negrito lo aprovecha para comentar que no estaba satisfecho del todo y debieron haberles servido otra cosa, demostrando ser un verdadero ingrato remilgoso.
Un cuadro después, ya están en el auto. El señor Arcaraz les recuerda que tienen clases mañana, y ellos apenas se dan cuenta que no hicieron la tarea. Mercedes los tranquiliza anunciando que ya se encargaron de justificarlos. Luego, cuando a sus amigos los vence el sueño, Memín aprovecha para quitarle el papelito a Ernestillo. Lo dejan en su casa, sin haberle dicho que ya habían avisado a los padres de Carlangas y ellos habían informado a los demás la razón de la tardanza de sus hijos. Memín teme recibir una paliza de tabla con clavo, pero como ya está avisada, Eufrosina sólo lo manda a la cama. Memín celebra por haberse salvado por esa vez (en realidad, siento que en esta nueva época no recibe sus correctivos con tanta frecuencia como en las tramas originales, lastima). A la mañana siguiente, no quiere ni levantarse, pero con tabla en mano, Eufrosina lo apresura a listarse para la escuela. Acordándose de que dejó el papelito en sus pantalones, interrumpe a su má linda cuando estaba a punto de lavarlos. Ella se enoja y se los deja para que él mismo los lave, pero Memín sólo agarra el papel y ya piensa visitar ese mismo día a Diana.
Saltando hasta la hora del recreo, sus amigos se preguntan que pasó con el papelito, pero Carlangas no tiene que romperse la cabeza para deducir quien lo tomó. Memín disfrutaba de su almuerzo cuando inician el interrogatorio. Se hace el que no sabe y ya está alejándose, dejando caer el papel, y Carlangas está por darle su merecido, cuando Ricardo sugiere que mejor todos la copien y así no se hagan más líos.
En el siguiente cuadro, quien sabe si es esa misma tarde u otro día, pero el caso es que todos han coincidido en ir visitarla después de clases. Ernestillo es el más confiado, ya que terminó la tarea, pero a llegar a la casa, descubre que los otros tres andan discutiendo frente a la puerta. Se les une y empiecen de nuevo, según el narrador, hasta a gritar se ponen (¿Qué no hay ni un alma presente que les llame la atención en ese barrio?). Memín detiene todo, sugiriendo que los cuatro toquen juntos la puerta y que Diana decida luego.
Diana y Bruno se escandalizan ante el fuerte sonido que produjeron todos al tocar. Memín para la trompa, creyendo que Diana le dará un beso (no han salido ni una vez ¿pues quien se cree o por quien la toma a ella?), pero sale Bruno y tarda en darse cuenta del error. Todavía agradecido porque ayudaron a salvarlo (o más bien por haberlo intentado), Bruno los deja pasar, aunque no deja de jugarles una bromita, diciendo que Diana andaba con un novio imaginario. Memín ya empieza a insultarlo, y en su distracción, Ernestillo aborda a Diana, no perdiendo tiempo en presumirle que es el más aplicado de su escuela. Bruno les ofrece a los demás algo de beber, comentando en sus pensamientos sobre las expresiones de Memín (¿Qué caso tiene? Y a estas alturas es obvio que carece del más mínimo recato). Ernestillo empieza ayudar a Diana con su tarea, logrando que Carlangas y Ricardo lo detesten por alevoso. Carlangas interrumpe, presumiéndole a Diana lo fuerte que es, enseñándole su conejo y contando algo de un tipo más grande al que derrotó fácilmente (sólo chicas imbéciles que no valen la pena se impresionarían con esto, así que como no sea una de ellas, la está subestimando mucho). Ricardo decide hacer lo mismo, y se pone a contarle de la enorme casa que tiene y su contenido (¿y? que hable uno de su casa no implica hacerlo de si mismo y no hay nada más detestable que alguien materialista). Se supone que Memín se quedó hablando con Bruno, pero ni alcanzamos a oír lo que el otro le dice, porque él no deja de escuchar a sus amigos presumiendo de lo mejor que tienen. Trata de pensar en algo que pueda impresionarla del mismo modo sobre su persona, y al ver una cabeza toro colgada en la pared, se le ocurre una idea muy boba. A Diana la están acorralando los tres al mismo tiempo con sus tonterías, cuando Memín se pone bien salsa, contándole que él es el mejor torero que ha existido. Sus amigos no pueden creer sus patrañas y la chica trata de no carcajearse en la cara de Memín, haciéndole confidencias a Bruno sobre divertirse a costa de su ignorancia. Memín se da taco, contando de enormes toros que ha toreado (aunque fuera verdad, esa profesión no es para vanagloriarse, llámenme amante de los animales, pero aunque sirva la economía de algunos, la fiesta brava es uno de los peores espectáculos que han existido y no deberían mencionarla ni de chiste en una revista familiar). Diana le hace ver a Memín que es muy chico para ser torero, y él excusa que lo hace utilizando zancos, que hasta le permiten brincar cuando el toro se le lanza con todo. La niña sigue preguntándole si rejonea, termino malentendido por el negrito, pero le explica que eso significa torear a caballo, lo que él interpreta como decir que se torea a los caballos, agregando otros tipos de equinos. Sus amigos y los dos hermanos estallan en risas ante tanta estupidez e ignorancia de Memín, y le hacen ver que no se creyeron nada. Memín no tiene excusa, pero de todos modos, por ser tan imaginativo, Diana le da un beso, provocándole un desmayo del gusto, y se cae de espaldas. La madre de Diana, que quien sabe que andaba haciendo que ni fue a recibir a los invitados y andaba en otra parte de la casa, escucha el golpe al caer del negrito y trae echarle sales para reanimarlo. Memín se pone a decir que él y Diana ya son novios, horrorizando a la niña. Se apresura a aclararles que los quiere a los cuatro, pero como amigos y nada más. No les queda de otra que conformarse y se van, resintiendo el chasco. Sigue otra discusión en que se recriminan por haber presumido tan exageradamente lo que cada quien tiene (Memín sólo puede reclamar que lo cacharan en la mentira, aunque está claro que nadie le creyó nada en ningún momento). Al final, Ernestillo indica que paren, pero en el siguiente cuadro, es Ricardo el que está diciendo que no deben perder su amistad por una niña, haciéndoles ver que hicieron mal por andar de presumidos, ya que es fatuidad (termino poco usual con el que ni yo estoy familiarizado, y menos Memín, porque el piensa que se trata de un pato presumido). Ricardo propone que hagan su juramento típico de los tres mosqueteros, pero Memín se pasa de sangrón, y recita el lema de Linterna Verde. Al final les sale tan bonita, que el narrador comenta que esa solemnidad del juramento conmovería a cualquiera. Genial. Ahora hasta al narrador le da por el sarcasmo.
Se despiden y cada quien vuelve a su casa. Memín llega a la suya todavía acordándose del beso que recibió, que le hace perturbarse cuando Eufrosina lo saluda besándole en la misma mejilla, reclamándole que debió preguntarle primero. Ella no lo entiende y él acaba considerando que los besos de su má linda valen más que los de una cualquiera que no se deja impresionar con sus cuentos chinos, abrazándola con emoción. Eufrosina lo manda a comprar tamales porque no tuvo tiempo de preparar comida, y ahí comienza el siguiente incidente, muy breve y bastante mafufo.

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