Las personas que quedan en la vecindad son sacadas de sus casas por órdenes del ingeniero encargado de la próxima demolición que no puede atrasarse más. Memín y Eufrosina regresan en ese momento, uniéndoseles. El negrito le alega al ingeniero, quien les da un plazo de cuarenta y ocho horas para abandonar, diciendo que cumple órdenes y es su problema si no encuentran a donde irse. Eufrosina se preocupa y manda a Memín a comprar queso en la tienda de Don Venancio. Ahí, comenta al español sobre el problema que están pasando. Éste decide tomar cartas en el asunto, y luego de cerrar la tienda pasa a visitarlos, proponiéndoles que se muden con él, puesto que tiene suficiente espacio. No tiene intención de cobrarles, pero si ellos lo desean, será lo mismo que la renta que llevaban en su vivienda condenada. A Memín le parece bien, pero Eufrosina duda, ya que teme por el que dirán. Ofrece pensarlo hasta el día siguiente para hacerle saber su decisión.
En la escuela, su tardanza tiene a sus amigos consternados, conscientes de que no le conviene faltar ni un día más. El doctor ya había llamado a la ambulancia para que venga por Memín, indicando a Eufrosina no contrariarlo y dejarlo descansar. Pero en cuanto el medico y el capataz se van, Memín hace lo mismo, para atender sus negocios relativos a la diplomacia que ahora ostenta, presentándose como el "rey del lejano oriente", Baltazar. Eufrosina no puede detenerlo, siguiéndolo conforme él se dirige inconscientemente a la escuela, aliviada porque no se fue a jugar.
En el salón, Memín se las gasta, coqueteando con descaro con Carlangas y Ernestillo. Para alivio de Ricardo, él no es de su agrado. Carlangas está impacientándose ante las insinuaciones, pero Ernestillo le recuerda que tienen que aguantarse y soportarlo.
Terminan las clases, y Romero ofrece llevarlo a su casa, aunque el negrito le advierta que no vaya a echarle el ojo a su má linda (¿ya se le olvidó que el maestro es casado?). En la casa, Eufrosina invita a comer al capataz. Antes de despedirse, le pide que los dejen quedarse hasta que Memín se cure de la cabeza y él da su consentimiento. Cuando éste sale, Memín se interpone en su camino, acompañado del maestro y sus amigos. Al ver al capataz, lo retiene, irritado al pensar que anda detrás de su mama (se pasa con sus celos). Le exige una explicación de su presencia, y el capataz aclara que sólo vino a expresar su preocupación por el accidente y que lo lamenta. Para Memín no es suficiente el lamentarlo, pero como no se le ocurre ninguna compensación, lo deja ir, volviendo a advertirle que nada de visitar a su má linda en su ausencia. Eufrosina sigue triste por la amnesia de Memín, pero cuando éste la saluda en la cariñosa forma acostumbrada, comprueba que ha vuelto a la normalidad. Los invita a todos a comer, contándole al profesor de su problema de mudanza, algo de lo que no está segura aun de hacer por temor a cuchicheos de los vecinos y que su hijo se oponga. Una vez que despiden a sus invitados, Memín exige que explique porque andaba con el capataz, y ella le hace saber de su amnesia (más bien locura) temporal. Al mencionar que pudieron haberse quedado más tiempo si hubiese seguido enfermo, Memín ve que es tarde porque el capataz ya ha atestiguado su recuperación. Sugiere seguir fingiendo, pero a Eufrosina no le parece, temiendo que forzando la actuación lo enloquezca de verdad. Luego, los dos van con Don Venancio para comunicarle que aceptan mudarse a la tienda. El español se alegra de su decisión, pero su tono tan amistoso molesta a Memín, quien explota éste cuando insinúa que ahora los tres serán como una familia. Se pasa de altanero, y Eufrosina le da un coscorrón para que se calme y la deje hablar.
Afuera, Memín se encuentra con el capataz y comparte su problema con él. Éste le hace ver que es injusto por querer acaparar a su madre, insinuando que Don Venancio podría no tener familia y por eso quiere sentirse como parte de la suya. Le advierte que cuidarla de más no garantiza seguridad, como pasó con la suya cuando murió. Viéndolo buena gente, Memín le pide que oculte el secreto de que se ha curado, para que así se puedan quedar a vivir ahí y no necesiten de la caridad del español.
A la mañana siguiente, empiezan a empacar. Eufrosina piensa en que todo lo dejarán en la tienda los trabajadores para cuando Memín vuelva de la escuela, pero él insiste en ayudar, usando eso como excusa para faltar. Le recuerda que la otra vez que insistió en que fuera, le ocurrió esa desgracia. Aunque le alega incesantemente, no la convence, y lo manda para que se de prisa en contratar a los cargadores. Memín encuentra a peculiar grupo de estos, y ofrece el trabajo, pero no parecen muy dispuestos, explicándole que no son cargadores de mudanzas. Logra llamar la atención de uno y su compañero, quienes responden a los nombres de Onofre y Margarito. Les empieza a dar las indicaciones, pero Margarito opina que los van a tantear y ni les pagarán nada, insultando a Eufrosina al suponerla tan fea como su hijo. Memín le da una patada en respuesta, y no tarda en ser correteado por el iracundo hombre, seguido por su compañero quien quiere evitar que se le pase la mano por golpear a un niño. Memín entra a la casa sin dar explicaciones, apresurándose a esconderse. Onofre y Margarito entran a la casa, discutiendo y se ponen a pelear. Eufrosina logra detenerlos, y les ofrece trescientos por el servicio. Ellos terminan aceptando y se olvidan del negrito. Anuncian que irán a traer los diablos, preocupándola, pero el agradable capataz pasa a saludarla oportunamente, haciéndole saber que los diablos son las carretillas que usarán para cargar las cosas. Más tranquila, y como Memín no aparece, ya que se quedó dormido en su escondite, acepta el ofrecimiento del capataz de ayudarla a guiar y dar instrucciones a los cargadores. Mientras van cargando las cajas, el capataz les advierte que tengan cuidado con los que tienen señalamiento de contenido frágil, ya que pueden ser figuras de porcelana y esas valen mucho. La codicia despierta en Onofre, quien sugiere a su compañero que dejen esas para el final, y así consigan más dinero al robarlas y venderlas. Ignoran que en la caja que tomaron, se encuentra bien dormido el despistado Memín. Se la llevan, y Onofre hasta pregunta al capataz si no desconfía de él, pero éste le ve cara de honrado y replica que no (caras vemos…). Eufrosina va con Don Venancio, quien la recibe gustoso porque ahora comparten vivienda, señalando la ausencia de Memín. Hasta entonces ella se da cuenta, notando que desde que vinieron los cargadores no lo vio más. Venancio se ofrece acompañarla a buscarlo en la casa. Onofre y Margarito llevan la caja a un basurero, y Memín empieza a despertar, preguntándose en donde se encuentra. Eufrosina ya ha tomado la tabla con clavo para recibirlo, y Venancio la tranquilaza, con una expresión típica que ha de ser parte del estereotipo español (“pelear la pava”), la cual ella malentiende y cree que anda hablando de verduras.
Uno de los trabajadores del tren divisa a Memín, y cuando la maquina se detiene, lo pesca de la oreja, exigiéndole pagar por su pasaje. Memín pide que lo suelta para sacar el dinero, pero en vez de eso, se escapa.
Eufrosina continúa llorando, y ahora Venancio cambia la canción a que puede estar detrás de una chica, logrando que ella vuelva a enojarse. Para entonces, ya terminaron las clases, y sus amigos van a la vecindad, descubriendo que casi no queda nada de ella en pie. El capataz los saluda, informándoles que su amigo y su madre se han mudado con el señor de la tienda. Se encaminan para allá, y Eufrosina los pone al tanto de los hechos en la mañana. Carlangas deja salir el comentario de que podría haber perdido la memoria de nuevo, pero Ricardo lo previene de decir más y preocupar a Eufrosina.
Memín vaga por la ciudad, estando muy lejos de su casa. Le da hambre y trata de pedir limosna, pero desiste tras no ver resultados inmediatos. Ve a un artista callejero dando un espectáculo de perros amaestrados, y trata de robarse una de las monedas que le arrojaron. El hombre dirige a los perros contra él, obligándolo a devolver la moneda. Pasa por una feria, donde el encargado de un puesto tiene problemas al no tener un ayudante para efectuar la suerte de sacar y meter la cabeza en el juego, esquivando las pelotas que arrojan para ganar el premio. Ofrece pagarle por cada pelota que esquive, y Memín se pone dispuesto, mas fracasa y es golpeado por todas las pelotas, haciendo que pierdan todos los premios.
La angustia de Eufrosina ha pasado a orillarle a rezarle a la Virgen, prometiendo que no le pegará a Memín con tabla si vuelve a salvo. Mientras, Memín invierte lo ganado en unos tacos, pero por tener la boca quemada, no puede comerse ni uno sin sentir mucho dolor. Así que pide que se los dejen para llevar, y al poco rato, ya está entrando a la vecindad. El capataz le dice que Eufrosina ya está con Don Venancio y que él ayudó con la mudanza, así que Memín se pone en marcha. Don Venancio avisa de su llegada a Eufrosina, quien no duda en agarrarlo de la oreja. Haciéndose bolas como de costumbre, él le va contando las dificultades pasadas desde que se lo llevaron por accidente. Le ofrece los tacos para que los disfrute por él, y Venancio se sirve también, alegando que los dos pasaron hambre de tantas preocupaciones que les ocasionó.
Otro episodio de las aventuras de Memín concluye, mientras sus preocupados amigos se preparan para el siguiente.
Don Venancio??? El gachupin de la tienda donde trabajó ernestillo y que amenazó con que si memin volvia a su tienda lo desollaría vivo?? Ahora quiere ser su padrastro??
ResponderEliminarNo, ese era Nicanor. Usan el mismo tipo de dibujo para todos los españoles con tiendas de abarrotes.
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