Un nuevo personaje parece tomar las riendas de la revista al hacer demasiado enfoque en su historia personal, alternando con algunas acciones de Memín. Propiciando un ambiente telenovelezco típico, es el principio que rompe todos los estándares.
Memín y sus amigos juegan béisbol en el callejón. Una muchacha sucia y harapienta los observa, y deja salir una crítica que más bien es un insulto (“buey”, cuando no era una expresión de uso social mal adaptada de la gramática), sobre el desempeño de Carlangas en el juego. Éste se irrita y va a reñirla. Ella sigue provocándolo pero él no piensa pegarle a una mujer. Regresa al juego, y al poco rato, ella le hace la zancadilla, admitiendo que lo hizo a propósito. Trata de amenazarla y recibe un golpazo tremendo por parte de la chica, que lo aturde. Memín adivina el nombre con el que la conocen al gritar: "¡Chispas!”, ya que eso es lo que ven todos los que prueban sus puños. Ernestillo la reta a que haga lo mismo con él, dándole ventaja de pegarle primero, pero con uno le basta a la chica para que no le queden ganas de responder. Ricardo es el siguiente, pero trata de evitarlo al recordar que ella es mujer y no puede pegarle. Ella le demuestra de lo que es capaz el “sexo débil”, descontándolo del mismo modo que a los demás. Al quedar solo Memín, ella lo toma por un niño pequeño, pero al hacerle ver su error y que apoya a sus amigos derrotados, le hace una llave al negrito, obligándolo a hincarse. Se retira muy ufana, dejando a los cuatro adoloridos e impresionados.
La escena cambia a un barrio vecino, en un lavadero donde dos mujeres coinciden en el tema de sus respectivos hijastros, a quienes desprecian. Una de ellas, Doña Romulda, es la madrastra de “Chispitas” (su verdadero nombre es María, pero casi nadie la llama así, por lo que haré lo mismo), quien ya tiene bien fundada la fama de ser una chica salvaje, que ni ella puede domar por más que lo intenta. La otra, Doña Chita, se queja del suyo, un joven paralítico al que puede maltratar a gusto porque no se puede defender. Volviendo con Chispitas, ella apenas se acuerda que Romulda le encargó un mandado, pero al toparse con un centro de apuestas callejeras, del tipo clásico en que hay que adivinar una carta revuelta entre otras, decide probar su suerte. Pierde el dinero, pero alcanza a distinguir que el tipo está haciendo trampa, escondiendo cartas bajo la manga. Con unos buenos golpes lo deja noqueado, recuperando su dinero y hasta llevándose más, echando a correr antes de que alguien le llame la atención. Va a visitar a su amigo, Germán , que es conocido como “Tullido” por su invalidez, que le impide caminar y disfrutar de la vida como un chico sano. Lo único que puede hacer es pasársela el día leyendo los libros que le prestan. Chispitas le cuenta de su enfrentamiento en el callejón, exagerando con mentiras de las que él se percata fácilmente. Al mostrar el dinero que adquirió, vuelve a mentir sobre su proveniencia, pero al final admite que lo tomó del tipo que trató de embaucarla. Germán le empieza a decir que cometió una imprudencia, cuando llega su vecino, Don Simón, que es el que le presta los libros. Los saluda a ambos y le entrega a Germán el libro de Robinson Crusoe, que le compró, para que lo disfrute del mismo modo que él hizo en su infancia. Después de que se ha ido, Germán trata de explicar a Chispitas de cómo los libros le han servido para compensar su invalidez, ya que le permiten viajar a tantos lugares imaginarios, pero como ella no sabe ni leer, no tiene forma de entender el valor de la literatura. Sus madrastras van terminando con su trabajo. Ahora, Doña Chita comenta sobre la belleza de Chispitas, heredada por su difunta madre, que oculta tras la mugre que casi siempre la cubre, irritando a Doña Romulda, quien replica alegando que Germán es muy inteligente, un rasgo también heredado de su madre. Irritadas, las dos niegan esos atributos y se insultan mutuamente, para luego ir a desquitarse con los hijos de las mujeres que debieron haber odiado con fervor en vida. Doña Chita reprende a Germán sin razón, acusándolo por ser un flojo, obligándolo a que se pare sin la muleta. Le arrebata el libro que le regalaron, echándolo al fuego para prender la olla, regodeándose de su sufrimiento. El chico le grita que la odia porque es mala con él injustificadamente y recibe una sarta de tablazos en respuesta. En su casa, Doña Romulda quiere comprobar las palabras de la otra, obligando a Chispitas a lavarse la cara en la cubeta de aseo. Al ver que, en efecto, es bonita, iracunda por los celos ya que ella misma es fea como mula, le pega en la cara. Chispitas protesta y como recibe tirones de greñas, le da un trancazo y la derriba al instante. Teme haberla matado y al tratar de reanimarla, llega su padre, que es un miserable ebrio. Doña Romulda reacciona, alegando que Chispitas le pegó sin razón, y su marido procede a darle de cintarazos para castigarla sin aceptar excusas. Los golpes de su padre hieren el corazón de Chispitas. Cuando éste se ha retirado tras proponerle a Romulda que luego vayan al cine, es advertida por ésta de que no se atreva a volver a pegarle, y es justo lo que hace. Descuenta a la mujer casi para mandarla al hospital. Prosigue reuniendo sus cosas, tomando la determinación de irse de ahí, donde sólo recibe desprecios y maltratos. Pasa con Germán para despedirse de él, siendo el único al que aprecia como a un hermano, pero al encontrarlo tirado y con marcas de golpes, supone lo que pasó, aunque él trata de disimular. Le indica que se vaya con él, le guste o no, aunque le hayan quitado las muletas. Al aparecerse Doña Chita, Chispitas se echa sobre ella, haciéndole pagar todas las que les hizo a su amigo, dejándola bien noqueada.
Germán no quiere irse, pero nada puede hacer para detenerla y Chispitas se lo lleva, cargándolo en sus espaldas. Se topan con Don Simón antes de salir del barrio, y él les desea buena suerte. En el callejón, Memín y sus amigos jugaban béisbol, pero como el negrito pierde la pelota, no pueden continuar. Otros niños llegan para proponerles echarse un partido de futbol, y mientras andan en eso, ven a Chispitas cargando a su amigo. Los otros niños conocen a ambos, y después de hablar sobre ellos con los cuatro amigos, quienes no olvidan la paliza que recibieron, salen a su encuentro. Empiezan a burlarse, diciendo que si va a llevar a vender o tirar al inútil del “Tullido”, y la hacen enojar. Chispitas deja a Germán en la banqueta y los trancazos con el grupo de chicos no se hacen esperar. Pero siendo superada en número, Chispitas parece hallarse en dificultades. Memín y sus amigos consideran ayudarla, pero ven como ella recobra fuerza ante los ánimos que le brinda su amigo inválido, y descuenta a suficientes alevosos, orillando a los demás a huir. Carlangas trata de acercársele, pero ella se pone brava y como él también se irrita, es vencido por un golpe antes de que pueda desquitarse por la vez pasada. Vuelve con Germán , quien le sugiere que olviden esa absurda idea de huir ya que no tienen donde quedarse ni como ganarse la vida, pero ella se niega rotundamente a que vuelvan con sus madrastras. Carlangas vuelve a la carga, esta vez apoyado por Ernestillo y Ricardo. Chispitas los derrota a los tres sin problemas, y ellos optan por irse. Sin embargo, Memín, quien ha quedado fascinado por su belleza y valentía, se niega a acompañarlos. Ellos le recuerdan su juramento de que ninguna chica se interpondría en su amistad, pero a él no le importa. Se despiden de él para darle el cortón respectivo ante su falta, propinándole un fuerte golpe en la cabeza cada uno. Aguanta el dolor y se pone a hablar con Chispitas y Germán, que le explican de su situación desesperada. Él quiere unírseles para así poder andar con Chispitas, y como les insiste, ellos aceptan. En realidad, sólo buscan la oportunidad de que se fuera para seguir su camino, ya que consideran que él no debe estar con ellos si tiene una madre que se preocupe por su persona. Memín, entusiasmado con la idea de buscar el porvenir al lado de una chica guapa, reúne sus cosas, rompe la alcancía de Eufrosina para llevar dinero, y deja una carta de despedida. Pero cuando vuelve a donde estaban ellos, ya se han ido, llevándose una gran decepción.
Habiéndose olvidado del negrito fastidioso, Chispitas y Germán comen las tortas que ella se llevó antes de irse, pensando en que hacer. Para solucionar el problema de la necesidad de muletas de Germán , a Chispitas le viene una idea. Va a un bazar donde consigue que el dueño le muestre unas de buena calidad, y una vez que las tiene en su poder, sale corriendo, robándoselas. Al dárselas a Germán , miente, contándole un cuento de hadas, que por supuesto, él no se traga. Suelta una mentira más convincente, pero al final, acaba revelando lo que hizo, alegando que cuando tengan dinero, irán a pagar las muletas. A Germán no le agrada saberlo, pero se resigna y prueba sus nuevas muletas. Se le ocurre que lo que deben hacer es trabajar de papeleros, repartiendo el periódico, aunque él tenga que hacerlo con más limitaciones que su amiga. Queda el problema de donde vivirán, pero más adelante, encuentran una casa abandonada. Después de que Chispitas se mete para comprobar que no hay nadie ahí, invita a pasar a Germán . La vivienda está en muy malas condiciones, pero conserva algunos muebles y es lo más acogedor que pueden encontrar, como no se han descubiertos por la policía.
Memín va a visitar a sus amigos, olvidando completamente el disgusto que les ocasionó, pero es despreciado y repudiado por cada uno de ellos, que han decidido aplicarle la ley del hielo por un tiempo (bah, nunca le darán un cortón definitivo). Al volver a casa, encuentra a Eufrosina llorando, puesto que ya ha leído la carta, otra cosa que él olvidó. Trata de explicarle que eso de irse con la chica no se pudo, pero ella está muy herida, y no escucha razones. Después de darle de tablizos, lo echa a la calle con sus cosas. Memín se queda en la banqueta, esperando a que se le pase el coraje. Más tarde, una vecina lo mira, extrañada de hallarlo tendido en la acera. Memín le cuenta que lo corrieron, y muy acomedida, va con Eufrosina para comentarle. Ella la considera una entrometida, pero al enterarse de que su hijo anda en la calle, no puede evitar preocuparse y temer que le pase algo. Al final, se decide a salir, observándolo a lo lejos. Una pareja que pasaba a esas horas, lo toman por un niño pobre que duerme en la calle y le arrojan monedas. Es más de lo que Eufrosina puede soportar y va a despertándolo, indicándole que regrese. Con todo, sigue enfadada, fanfarronea que lo volverá a correr cuando salga el sol, y lo manda a dormir sobre la mesa.
En su nueva casa, Chispitas y Germán dormían tranquilamente, cuando un perro peludito, se mete, arrimándoseles. Su proximidad los hace despertar, y Chispitas ya quiere correrlo para que no les pegue las pulgas. El perro trata de conmoverla a lamidas, y cuando es dejado fuera, chilla tras la puerta para que vuelva a dejarlo entrar. Chispitas se da por vencida y vuelve a dormirse al lado de su amigo, permitiendo que el perro se les una.
Mientras dormía, Memín se cae de la mesa, y Eufrosina se acerca a ver que le pasó. Aprovechando la ocasión, el negrito finge tener fuertes dolores, para que así ella lo cargue y llene de cariños, pero cuando confiesa la verdad, ella lo deja caer en el suelo. El golpe ahora si que lo daña, lastimándole algunos huesos. Eufrosina va con una vecina para llamar al huesero (como se conocería antes a los quiroprácticos). Este llega y comienza con la curación de Memín, retorciéndolo todo. No deja de quejarse del tratamiento tan bárbaro, y hasta objeta cuando Eufrosina le paga al hombre por eso. Ella lo tiende en la cama, y los dos acuerdan olvidar los incidentes de ese día.
Pasan los días. Chispitas y Germán ya han comenzado a trabajar, ganando lo suficiente para surtir los alimentos. Pero el chico inválido aun no está conforme, pesimista sobre cualquier posibilidad de curarse algún día del mal de su pierna. Una vez, después de demostrarle a unos niños escépticos que puede jugar muy bien al béisbol, Chispitas sufre los intentos de un chamaco gandalla para conquistarla. Responde del único modo que sabe, a los golpes, y lo pone en su lugar. Un policía observa el pleito y al preguntarle a la chiquillería que pasó, ve detrás de Chispitas, quien ya se retiraba con Germán. Amenaza con llevarla presa por andar de peleonera, pero no la amedrenta para nada. Al preguntarles por su relación, afirman ser amigos que se tratan como hermanos. Repara en la pierna de Germán , sugiriéndole consultar a un doctor que podría diagnosticarle la solución, internándose en el hospital para una operación que lo dejaría como nuevo. El chico se ilusiona, pero a Chispitas no le agrada que el policía sea tan metiche y lo manda a volar. Siguen su camino, pero Germán no deja de pensar en el consejo del policía y comparte con Chispitas su opinión, declarando que le gustaría intentarlo, ya que a la larga, seria un estorbo para ella. Pero Chispitas no quiere saber nada, asegurando que la pierna se le infectaría por lo que le hicieran y luego moriría, dejándola sola en el mundo. Germán insiste en que quiere internarse, y ella llora al pensar en que pudieran separarse. Él se da cuenta que no podrá convencerla y se resigna, diciendo que estarán bien siguiendo como siempre, dándose un abrazo conciliador. Al volver a casa, hallan al perro, y deciden quedarse con él, nombrándolo “Pulgoso”.
Días después, Germán se encuentra de nuevo con el policía, quien se presenta como Manuel Rodríguez, y repite su sugerencia. Anteriormente, él trabajó para un doctor, por lo que eso puede facilitar el proceso de que revisen su caso y lo ingresen al hospital. Germán rechaza el ofrecimiento, prefiriendo quedarse con Chispitas, pero agradece la intención del oficial. Chispita va teniendo a un elegante caballero como cliente frecuente, quien le permite quedarse con el cambio. Cree que él tiene intenciones ocultas, pero éste le asegura que no. Cuando Germán hace las cuentas y nota que les sobra dinero, ella comenta sobre su cliente, y él le advierte que tenga cuidado y no se confíe. Pasa más tiempo, y a Germán le da por ponerse a escribir, esperando en el futuro vender su libro, lo que podría aportarles ganancias. Chispitas no entiende nada de eso y lo deja solo para que siga escribiendo tranquilo, disponiéndose a jugar con sus amigos del barrio. Ellos no quieren dejarla, ya que ese día están metidos en el futbol, y no creen que ella pueda, porque no es un juego para mujeres (si, en esos tiempos no era del todo concebible la idea que las mujeres jugaran al soccer, y hoy en día como demuestran que esa antigua suposición estaba muy equivocada). Chispitas insiste, pero no le va bien, teniendo problemas para seguir el balón. El caballero que la observaba los últimos días, se acerca, pidiéndole que hablen en privado, pero ella no es tan tonta para correr el riesgo. Disculpándose con sus amigos, van a una banca del parque cercano para que le diga lo que quiera. El hombre se presenta como Jorge Morrison, confesando que la ha estado observando, y le tiene una propuesta, pero no de lo que ella se imagina. Le cuenta que su hermana murió hace tiempo y él está por casarse, y al verla a ella tan inculta, pero activa y de carácter fuerte, la considera adecuada para hacerle compañía a su madre que vive sola y triste. Advierte que además recibirá educación y muchas comodidades, ya que son de familia de alcurnia. Los amigos de Chispitas espían, preocupados porque tuviera malas intenciones, listos para defenderla, pero al ver que le hace una oferta como esa, se sorprenden de que ella la rechace, ya que la invitación no incluye a Pulgoso ni a Germán . El tal Morrison es persistente y dice que seguirá viéndola con frecuencia, esperando que cambie de opinión. Cuando los metiches se lo echan en cara, acaban todos golpeados, y amenazados de no decirle nada a Germán . Al verse más tarde con su amigo-hermano, se guarda muy bien lo de la propuesta, y él no sospecha nada. Cuando vuelve a llegar la hora de vender los diarios, cambia de rumbo para no toparse más con ese señor. A pesar de todo, Germán acaba siendo enterado por uno de sus amigos sobre como Chispitas despreció la tentadora oferta. Él se siente feliz porque ella lo hiciera, significando que lo quiere, pero su amigo le sugiere que, si en verdad se preocupa por ella, lo demostraría haciendo el sacrificio, dejándola irse en busca de su propio porvenir. Germán reflexiona sobre esto, y acaba concluyendo que tiene razón. Busca al oficial Rodríguez para decirle que aceptará lo que le propuso, aunque signifique perder a la única persona que le importa, pero sólo así cree que podrá impulsarla a que a su vez, ella acepte lo que le ofrecieron. Le pide que no le diga nada a Chispitas. En la tarde, ella anda presumiendo los trucos que le ha enseñado a Pulgoso ante su grupo de amigos, al reunirse con Germán, éste hace lo posible para aparentar alegría, y así ella no sospeche de la tristeza que lo embarga, ante la inminente despedida. Se encarga de hacer especial su última cena juntos y no deja de mirarla, sabiendo que pronto se separarán. En la mañana, da una excusa para quedarse y no ir a acompañarle a vender los periódicos. Él le indica a Pulgoso que la acompañe y no se separe de ella, y en sus pensamientos, el perro demuestra su extrañeza (¿un perro que piensa como persona en un drama de vida real?¡ándale! De aquí se han de haber tomado la idea para el perro de Marimar). Va con el policía para recibir las indicaciones necesarias.
Chispitas realiza su trabajo con entusiasmo, pero como pasa el tiempo, le desconcierta que su amigo aun no venga acompañarla. En el consultorio del doctor Rivelles, Germán es inmediatamente atendido, y el medico le advierte de los exámenes que tendrán que hacerle para determinar el origen de su mal y como remediarlo (dicen que no saben a que se debe, pero desde que se presentó al muchacho, dijeron claramente que era por lo poliomielitis, aunque supongo que es un secreto entre la autora y los lectores, ya que entre los diálogos, nunca comentaron sobre esto). Germán le suplica que lo internen de una vez, porque si se va, ya no regresará y seguirá siendo la misma.
Chispitas está consternada por la prolongada ausencia de Germán. Se topa con el oficial Rodríguez, que al hacer preguntas sobre éste, la hace sospechar que sabe algo. Lo sigue, amenazándole para que le diga todo. Al policía no le queda más remedio que decirle que Germán ha quedado internado al hospital, aconsejándolo dejarlo así, para que pueda curarse, pero a la chica le vale. Seguida por Pulgoso, corre hasta el hospital, decidida a llevarse a su amigo. Unas enfermeras la toman por una pordiosera que viene a vender algo y tratan de correrla. Chispitas derriba a una de un golpe, pero batalla con la siguiente. Con suficientes golpes, la deja tendida y se pone a gritar en los pasillos, llamando al “Tullido”. Varios enfermos se asustan (particularmente uno que había ingresado para curarse de los nervios, que cómico), pero las enfermeras llegan a calmarlos, creyendo que alguno sufrió una pesadilla y por eso se escuchó el grito. Chispitas se pone a revisar los cuartos, pero es Pulgoso quien, gracias a su olfato, encuentra en el que se anda Germán. Se sorprende al verlos, y se hace fuerte para mostrar determinación, diciéndole a Chispitas que ahí se quedara hasta que se cure, para luego vender su libro y hacerse rico, no queriendo más su compañía. A Chispitas se le rompe el corazón ante el rechazo, y Germán acaba corriéndola, asegurando que lo que ella haga no le importa. Destrozada, sale de ahí. Germán se resiste a llamarla de regreso, forzándose a creer que es por su bien, y le ordena a Pulgoso ir tras ella y nunca abandonarla. El can comprende y el chico se queda solo, sollozando. Las enfermeras golpeadas han traído refuerzos, pero Chispitas está muy triste para pensar en pelear, y permite que entre todas la saquen afuera como si fuera basura. Viéndose sola, con Pulgoso como única compañía, vuelve resignada a su derruida vivienda. Hubo por lo menos tres números enteros en que a Memín ni lo vimos durante esta secuencia, demostrando que fue casi olvidado para promover a esta heroína más típica de las historias de Lágrimas, Risas, y Amor, pero sirvió a su propósito para variar un poco. Lo único malo aquí es que tanto drama para nada. Chispitas seguirá saliendo en la revista, pero tantos rodeos para el sacrificio de su amigo (de quien ya nunca sabremos que le pasó), parecen innecesarios ya que no sirvieron de nada y ella siguió trabajando en la calle, contrariando la imagen de las protagonistas de telenovela que cambian para mejorar. Esa es la característica de este personaje, que nunca cambia, y lo seguirá demostrando en sus siguientes apariciones.
Memín y sus amigos juegan béisbol en el callejón. Una muchacha sucia y harapienta los observa, y deja salir una crítica que más bien es un insulto (“buey”, cuando no era una expresión de uso social mal adaptada de la gramática), sobre el desempeño de Carlangas en el juego. Éste se irrita y va a reñirla. Ella sigue provocándolo pero él no piensa pegarle a una mujer. Regresa al juego, y al poco rato, ella le hace la zancadilla, admitiendo que lo hizo a propósito. Trata de amenazarla y recibe un golpazo tremendo por parte de la chica, que lo aturde. Memín adivina el nombre con el que la conocen al gritar: "¡Chispas!”, ya que eso es lo que ven todos los que prueban sus puños. Ernestillo la reta a que haga lo mismo con él, dándole ventaja de pegarle primero, pero con uno le basta a la chica para que no le queden ganas de responder. Ricardo es el siguiente, pero trata de evitarlo al recordar que ella es mujer y no puede pegarle. Ella le demuestra de lo que es capaz el “sexo débil”, descontándolo del mismo modo que a los demás. Al quedar solo Memín, ella lo toma por un niño pequeño, pero al hacerle ver su error y que apoya a sus amigos derrotados, le hace una llave al negrito, obligándolo a hincarse. Se retira muy ufana, dejando a los cuatro adoloridos e impresionados.
La escena cambia a un barrio vecino, en un lavadero donde dos mujeres coinciden en el tema de sus respectivos hijastros, a quienes desprecian. Una de ellas, Doña Romulda, es la madrastra de “Chispitas” (su verdadero nombre es María, pero casi nadie la llama así, por lo que haré lo mismo), quien ya tiene bien fundada la fama de ser una chica salvaje, que ni ella puede domar por más que lo intenta. La otra, Doña Chita, se queja del suyo, un joven paralítico al que puede maltratar a gusto porque no se puede defender. Volviendo con Chispitas, ella apenas se acuerda que Romulda le encargó un mandado, pero al toparse con un centro de apuestas callejeras, del tipo clásico en que hay que adivinar una carta revuelta entre otras, decide probar su suerte. Pierde el dinero, pero alcanza a distinguir que el tipo está haciendo trampa, escondiendo cartas bajo la manga. Con unos buenos golpes lo deja noqueado, recuperando su dinero y hasta llevándose más, echando a correr antes de que alguien le llame la atención. Va a visitar a su amigo, Germán , que es conocido como “Tullido” por su invalidez, que le impide caminar y disfrutar de la vida como un chico sano. Lo único que puede hacer es pasársela el día leyendo los libros que le prestan. Chispitas le cuenta de su enfrentamiento en el callejón, exagerando con mentiras de las que él se percata fácilmente. Al mostrar el dinero que adquirió, vuelve a mentir sobre su proveniencia, pero al final admite que lo tomó del tipo que trató de embaucarla. Germán le empieza a decir que cometió una imprudencia, cuando llega su vecino, Don Simón, que es el que le presta los libros. Los saluda a ambos y le entrega a Germán el libro de Robinson Crusoe, que le compró, para que lo disfrute del mismo modo que él hizo en su infancia. Después de que se ha ido, Germán trata de explicar a Chispitas de cómo los libros le han servido para compensar su invalidez, ya que le permiten viajar a tantos lugares imaginarios, pero como ella no sabe ni leer, no tiene forma de entender el valor de la literatura. Sus madrastras van terminando con su trabajo. Ahora, Doña Chita comenta sobre la belleza de Chispitas, heredada por su difunta madre, que oculta tras la mugre que casi siempre la cubre, irritando a Doña Romulda, quien replica alegando que Germán es muy inteligente, un rasgo también heredado de su madre. Irritadas, las dos niegan esos atributos y se insultan mutuamente, para luego ir a desquitarse con los hijos de las mujeres que debieron haber odiado con fervor en vida. Doña Chita reprende a Germán sin razón, acusándolo por ser un flojo, obligándolo a que se pare sin la muleta. Le arrebata el libro que le regalaron, echándolo al fuego para prender la olla, regodeándose de su sufrimiento. El chico le grita que la odia porque es mala con él injustificadamente y recibe una sarta de tablazos en respuesta. En su casa, Doña Romulda quiere comprobar las palabras de la otra, obligando a Chispitas a lavarse la cara en la cubeta de aseo. Al ver que, en efecto, es bonita, iracunda por los celos ya que ella misma es fea como mula, le pega en la cara. Chispitas protesta y como recibe tirones de greñas, le da un trancazo y la derriba al instante. Teme haberla matado y al tratar de reanimarla, llega su padre, que es un miserable ebrio. Doña Romulda reacciona, alegando que Chispitas le pegó sin razón, y su marido procede a darle de cintarazos para castigarla sin aceptar excusas. Los golpes de su padre hieren el corazón de Chispitas. Cuando éste se ha retirado tras proponerle a Romulda que luego vayan al cine, es advertida por ésta de que no se atreva a volver a pegarle, y es justo lo que hace. Descuenta a la mujer casi para mandarla al hospital. Prosigue reuniendo sus cosas, tomando la determinación de irse de ahí, donde sólo recibe desprecios y maltratos. Pasa con Germán para despedirse de él, siendo el único al que aprecia como a un hermano, pero al encontrarlo tirado y con marcas de golpes, supone lo que pasó, aunque él trata de disimular. Le indica que se vaya con él, le guste o no, aunque le hayan quitado las muletas. Al aparecerse Doña Chita, Chispitas se echa sobre ella, haciéndole pagar todas las que les hizo a su amigo, dejándola bien noqueada.
Germán no quiere irse, pero nada puede hacer para detenerla y Chispitas se lo lleva, cargándolo en sus espaldas. Se topan con Don Simón antes de salir del barrio, y él les desea buena suerte. En el callejón, Memín y sus amigos jugaban béisbol, pero como el negrito pierde la pelota, no pueden continuar. Otros niños llegan para proponerles echarse un partido de futbol, y mientras andan en eso, ven a Chispitas cargando a su amigo. Los otros niños conocen a ambos, y después de hablar sobre ellos con los cuatro amigos, quienes no olvidan la paliza que recibieron, salen a su encuentro. Empiezan a burlarse, diciendo que si va a llevar a vender o tirar al inútil del “Tullido”, y la hacen enojar. Chispitas deja a Germán en la banqueta y los trancazos con el grupo de chicos no se hacen esperar. Pero siendo superada en número, Chispitas parece hallarse en dificultades. Memín y sus amigos consideran ayudarla, pero ven como ella recobra fuerza ante los ánimos que le brinda su amigo inválido, y descuenta a suficientes alevosos, orillando a los demás a huir. Carlangas trata de acercársele, pero ella se pone brava y como él también se irrita, es vencido por un golpe antes de que pueda desquitarse por la vez pasada. Vuelve con Germán , quien le sugiere que olviden esa absurda idea de huir ya que no tienen donde quedarse ni como ganarse la vida, pero ella se niega rotundamente a que vuelvan con sus madrastras. Carlangas vuelve a la carga, esta vez apoyado por Ernestillo y Ricardo. Chispitas los derrota a los tres sin problemas, y ellos optan por irse. Sin embargo, Memín, quien ha quedado fascinado por su belleza y valentía, se niega a acompañarlos. Ellos le recuerdan su juramento de que ninguna chica se interpondría en su amistad, pero a él no le importa. Se despiden de él para darle el cortón respectivo ante su falta, propinándole un fuerte golpe en la cabeza cada uno. Aguanta el dolor y se pone a hablar con Chispitas y Germán, que le explican de su situación desesperada. Él quiere unírseles para así poder andar con Chispitas, y como les insiste, ellos aceptan. En realidad, sólo buscan la oportunidad de que se fuera para seguir su camino, ya que consideran que él no debe estar con ellos si tiene una madre que se preocupe por su persona. Memín, entusiasmado con la idea de buscar el porvenir al lado de una chica guapa, reúne sus cosas, rompe la alcancía de Eufrosina para llevar dinero, y deja una carta de despedida. Pero cuando vuelve a donde estaban ellos, ya se han ido, llevándose una gran decepción.
Habiéndose olvidado del negrito fastidioso, Chispitas y Germán comen las tortas que ella se llevó antes de irse, pensando en que hacer. Para solucionar el problema de la necesidad de muletas de Germán , a Chispitas le viene una idea. Va a un bazar donde consigue que el dueño le muestre unas de buena calidad, y una vez que las tiene en su poder, sale corriendo, robándoselas. Al dárselas a Germán , miente, contándole un cuento de hadas, que por supuesto, él no se traga. Suelta una mentira más convincente, pero al final, acaba revelando lo que hizo, alegando que cuando tengan dinero, irán a pagar las muletas. A Germán no le agrada saberlo, pero se resigna y prueba sus nuevas muletas. Se le ocurre que lo que deben hacer es trabajar de papeleros, repartiendo el periódico, aunque él tenga que hacerlo con más limitaciones que su amiga. Queda el problema de donde vivirán, pero más adelante, encuentran una casa abandonada. Después de que Chispitas se mete para comprobar que no hay nadie ahí, invita a pasar a Germán . La vivienda está en muy malas condiciones, pero conserva algunos muebles y es lo más acogedor que pueden encontrar, como no se han descubiertos por la policía.
Memín va a visitar a sus amigos, olvidando completamente el disgusto que les ocasionó, pero es despreciado y repudiado por cada uno de ellos, que han decidido aplicarle la ley del hielo por un tiempo (bah, nunca le darán un cortón definitivo). Al volver a casa, encuentra a Eufrosina llorando, puesto que ya ha leído la carta, otra cosa que él olvidó. Trata de explicarle que eso de irse con la chica no se pudo, pero ella está muy herida, y no escucha razones. Después de darle de tablizos, lo echa a la calle con sus cosas. Memín se queda en la banqueta, esperando a que se le pase el coraje. Más tarde, una vecina lo mira, extrañada de hallarlo tendido en la acera. Memín le cuenta que lo corrieron, y muy acomedida, va con Eufrosina para comentarle. Ella la considera una entrometida, pero al enterarse de que su hijo anda en la calle, no puede evitar preocuparse y temer que le pase algo. Al final, se decide a salir, observándolo a lo lejos. Una pareja que pasaba a esas horas, lo toman por un niño pobre que duerme en la calle y le arrojan monedas. Es más de lo que Eufrosina puede soportar y va a despertándolo, indicándole que regrese. Con todo, sigue enfadada, fanfarronea que lo volverá a correr cuando salga el sol, y lo manda a dormir sobre la mesa.
En su nueva casa, Chispitas y Germán dormían tranquilamente, cuando un perro peludito, se mete, arrimándoseles. Su proximidad los hace despertar, y Chispitas ya quiere correrlo para que no les pegue las pulgas. El perro trata de conmoverla a lamidas, y cuando es dejado fuera, chilla tras la puerta para que vuelva a dejarlo entrar. Chispitas se da por vencida y vuelve a dormirse al lado de su amigo, permitiendo que el perro se les una.
Mientras dormía, Memín se cae de la mesa, y Eufrosina se acerca a ver que le pasó. Aprovechando la ocasión, el negrito finge tener fuertes dolores, para que así ella lo cargue y llene de cariños, pero cuando confiesa la verdad, ella lo deja caer en el suelo. El golpe ahora si que lo daña, lastimándole algunos huesos. Eufrosina va con una vecina para llamar al huesero (como se conocería antes a los quiroprácticos). Este llega y comienza con la curación de Memín, retorciéndolo todo. No deja de quejarse del tratamiento tan bárbaro, y hasta objeta cuando Eufrosina le paga al hombre por eso. Ella lo tiende en la cama, y los dos acuerdan olvidar los incidentes de ese día.
Pasan los días. Chispitas y Germán ya han comenzado a trabajar, ganando lo suficiente para surtir los alimentos. Pero el chico inválido aun no está conforme, pesimista sobre cualquier posibilidad de curarse algún día del mal de su pierna. Una vez, después de demostrarle a unos niños escépticos que puede jugar muy bien al béisbol, Chispitas sufre los intentos de un chamaco gandalla para conquistarla. Responde del único modo que sabe, a los golpes, y lo pone en su lugar. Un policía observa el pleito y al preguntarle a la chiquillería que pasó, ve detrás de Chispitas, quien ya se retiraba con Germán. Amenaza con llevarla presa por andar de peleonera, pero no la amedrenta para nada. Al preguntarles por su relación, afirman ser amigos que se tratan como hermanos. Repara en la pierna de Germán , sugiriéndole consultar a un doctor que podría diagnosticarle la solución, internándose en el hospital para una operación que lo dejaría como nuevo. El chico se ilusiona, pero a Chispitas no le agrada que el policía sea tan metiche y lo manda a volar. Siguen su camino, pero Germán no deja de pensar en el consejo del policía y comparte con Chispitas su opinión, declarando que le gustaría intentarlo, ya que a la larga, seria un estorbo para ella. Pero Chispitas no quiere saber nada, asegurando que la pierna se le infectaría por lo que le hicieran y luego moriría, dejándola sola en el mundo. Germán insiste en que quiere internarse, y ella llora al pensar en que pudieran separarse. Él se da cuenta que no podrá convencerla y se resigna, diciendo que estarán bien siguiendo como siempre, dándose un abrazo conciliador. Al volver a casa, hallan al perro, y deciden quedarse con él, nombrándolo “Pulgoso”.
Días después, Germán se encuentra de nuevo con el policía, quien se presenta como Manuel Rodríguez, y repite su sugerencia. Anteriormente, él trabajó para un doctor, por lo que eso puede facilitar el proceso de que revisen su caso y lo ingresen al hospital. Germán rechaza el ofrecimiento, prefiriendo quedarse con Chispitas, pero agradece la intención del oficial. Chispita va teniendo a un elegante caballero como cliente frecuente, quien le permite quedarse con el cambio. Cree que él tiene intenciones ocultas, pero éste le asegura que no. Cuando Germán hace las cuentas y nota que les sobra dinero, ella comenta sobre su cliente, y él le advierte que tenga cuidado y no se confíe. Pasa más tiempo, y a Germán le da por ponerse a escribir, esperando en el futuro vender su libro, lo que podría aportarles ganancias. Chispitas no entiende nada de eso y lo deja solo para que siga escribiendo tranquilo, disponiéndose a jugar con sus amigos del barrio. Ellos no quieren dejarla, ya que ese día están metidos en el futbol, y no creen que ella pueda, porque no es un juego para mujeres (si, en esos tiempos no era del todo concebible la idea que las mujeres jugaran al soccer, y hoy en día como demuestran que esa antigua suposición estaba muy equivocada). Chispitas insiste, pero no le va bien, teniendo problemas para seguir el balón. El caballero que la observaba los últimos días, se acerca, pidiéndole que hablen en privado, pero ella no es tan tonta para correr el riesgo. Disculpándose con sus amigos, van a una banca del parque cercano para que le diga lo que quiera. El hombre se presenta como Jorge Morrison, confesando que la ha estado observando, y le tiene una propuesta, pero no de lo que ella se imagina. Le cuenta que su hermana murió hace tiempo y él está por casarse, y al verla a ella tan inculta, pero activa y de carácter fuerte, la considera adecuada para hacerle compañía a su madre que vive sola y triste. Advierte que además recibirá educación y muchas comodidades, ya que son de familia de alcurnia. Los amigos de Chispitas espían, preocupados porque tuviera malas intenciones, listos para defenderla, pero al ver que le hace una oferta como esa, se sorprenden de que ella la rechace, ya que la invitación no incluye a Pulgoso ni a Germán . El tal Morrison es persistente y dice que seguirá viéndola con frecuencia, esperando que cambie de opinión. Cuando los metiches se lo echan en cara, acaban todos golpeados, y amenazados de no decirle nada a Germán . Al verse más tarde con su amigo-hermano, se guarda muy bien lo de la propuesta, y él no sospecha nada. Cuando vuelve a llegar la hora de vender los diarios, cambia de rumbo para no toparse más con ese señor. A pesar de todo, Germán acaba siendo enterado por uno de sus amigos sobre como Chispitas despreció la tentadora oferta. Él se siente feliz porque ella lo hiciera, significando que lo quiere, pero su amigo le sugiere que, si en verdad se preocupa por ella, lo demostraría haciendo el sacrificio, dejándola irse en busca de su propio porvenir. Germán reflexiona sobre esto, y acaba concluyendo que tiene razón. Busca al oficial Rodríguez para decirle que aceptará lo que le propuso, aunque signifique perder a la única persona que le importa, pero sólo así cree que podrá impulsarla a que a su vez, ella acepte lo que le ofrecieron. Le pide que no le diga nada a Chispitas. En la tarde, ella anda presumiendo los trucos que le ha enseñado a Pulgoso ante su grupo de amigos, al reunirse con Germán, éste hace lo posible para aparentar alegría, y así ella no sospeche de la tristeza que lo embarga, ante la inminente despedida. Se encarga de hacer especial su última cena juntos y no deja de mirarla, sabiendo que pronto se separarán. En la mañana, da una excusa para quedarse y no ir a acompañarle a vender los periódicos. Él le indica a Pulgoso que la acompañe y no se separe de ella, y en sus pensamientos, el perro demuestra su extrañeza (¿un perro que piensa como persona en un drama de vida real?¡ándale! De aquí se han de haber tomado la idea para el perro de Marimar). Va con el policía para recibir las indicaciones necesarias.
Chispitas realiza su trabajo con entusiasmo, pero como pasa el tiempo, le desconcierta que su amigo aun no venga acompañarla. En el consultorio del doctor Rivelles, Germán es inmediatamente atendido, y el medico le advierte de los exámenes que tendrán que hacerle para determinar el origen de su mal y como remediarlo (dicen que no saben a que se debe, pero desde que se presentó al muchacho, dijeron claramente que era por lo poliomielitis, aunque supongo que es un secreto entre la autora y los lectores, ya que entre los diálogos, nunca comentaron sobre esto). Germán le suplica que lo internen de una vez, porque si se va, ya no regresará y seguirá siendo la misma.
Chispitas está consternada por la prolongada ausencia de Germán. Se topa con el oficial Rodríguez, que al hacer preguntas sobre éste, la hace sospechar que sabe algo. Lo sigue, amenazándole para que le diga todo. Al policía no le queda más remedio que decirle que Germán ha quedado internado al hospital, aconsejándolo dejarlo así, para que pueda curarse, pero a la chica le vale. Seguida por Pulgoso, corre hasta el hospital, decidida a llevarse a su amigo. Unas enfermeras la toman por una pordiosera que viene a vender algo y tratan de correrla. Chispitas derriba a una de un golpe, pero batalla con la siguiente. Con suficientes golpes, la deja tendida y se pone a gritar en los pasillos, llamando al “Tullido”. Varios enfermos se asustan (particularmente uno que había ingresado para curarse de los nervios, que cómico), pero las enfermeras llegan a calmarlos, creyendo que alguno sufrió una pesadilla y por eso se escuchó el grito. Chispitas se pone a revisar los cuartos, pero es Pulgoso quien, gracias a su olfato, encuentra en el que se anda Germán. Se sorprende al verlos, y se hace fuerte para mostrar determinación, diciéndole a Chispitas que ahí se quedara hasta que se cure, para luego vender su libro y hacerse rico, no queriendo más su compañía. A Chispitas se le rompe el corazón ante el rechazo, y Germán acaba corriéndola, asegurando que lo que ella haga no le importa. Destrozada, sale de ahí. Germán se resiste a llamarla de regreso, forzándose a creer que es por su bien, y le ordena a Pulgoso ir tras ella y nunca abandonarla. El can comprende y el chico se queda solo, sollozando. Las enfermeras golpeadas han traído refuerzos, pero Chispitas está muy triste para pensar en pelear, y permite que entre todas la saquen afuera como si fuera basura. Viéndose sola, con Pulgoso como única compañía, vuelve resignada a su derruida vivienda. Hubo por lo menos tres números enteros en que a Memín ni lo vimos durante esta secuencia, demostrando que fue casi olvidado para promover a esta heroína más típica de las historias de Lágrimas, Risas, y Amor, pero sirvió a su propósito para variar un poco. Lo único malo aquí es que tanto drama para nada. Chispitas seguirá saliendo en la revista, pero tantos rodeos para el sacrificio de su amigo (de quien ya nunca sabremos que le pasó), parecen innecesarios ya que no sirvieron de nada y ella siguió trabajando en la calle, contrariando la imagen de las protagonistas de telenovela que cambian para mejorar. Esa es la característica de este personaje, que nunca cambia, y lo seguirá demostrando en sus siguientes apariciones.
¡Buen blog!
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarSabía que existían esos personajes. Los vi en algunos números en los 70's (sin color), pero ya dudaba que los hubiera visto en el "Memín" pues era mucho drama para esa revista.
ResponderEliminarSiento que en esta "saga", doña Yolanda ya estaba harta de memin y saco esta historia para variarle, porque memin y sus amigos pasan a ser relleno y afectan muy poco o nada el desarrollo de la historia.
ResponderEliminarEfectivamente.
EliminarNo es del todo seguro, pero sí probable, que la autora se hubiera cansado de su personaje; de todas maneras, de alguna manera doña Yolanda ha de haber considerado deseable que un MEMÍN, eternamente niño, sin crecimiento ni desarrollo, habría sido inverosímil, en contraste con sus amigos que ya desarrollan, de forma incipiente, relaciones amorosas, como lo muestran los episodios previos (por ejemplo cuando buscan al Sr. Gómez, y llegan a una fiesta rockera y se hacen de pareja); de todas maneras, se siente una conclusión poco deseable y apta mostrar dicha evolución a una "CHISPITAS" que después de vivir antas experiencias con MEMÍN, simplemente se despida sin más ni más; un servidor considera que tal personaje "CHISPITAS", podría haber sido objeto de un desarrollo ulterior, con o sin MEMÍN, aunque la antipatía con los amigos de MEMÍN, habrían exigido una zaga de aventuras adicionales, independiente del grupo de MEMÍN.
ResponderEliminarHabría sido interesante, por ejemplo saber si por ejemplo GERMÁN "EL TULLIDO" se recuperó de su parálisis, y si habría buscado a CHISPITAS, para reanudar su amistad, que incluso podría llegar a ser una relación amorosa, y qué papel desempeñaría MEMÍN en dicha zaga; de todas maneras, eso implicaría que un "MEMÍN niño", desapareciera y ya evolucionar a un "MEMÍN adolescente o joven", como ya lo son sus amigos.