Memín empieza a cosechar éxitos como buen estudiante, gracias a Don Nicéforo. La afinidad entre ellos provoca celos en Eufrosina, orillando al anciano a irse de la casa. Memín y sus amigos emprenderán una búsqueda desesperada para traerlo de vuelta.
Memín le explica a una confundida Eufrosina sobre la razón de la presencia de Don Nicéforo en la casa, después de revolverse con los nombres que le da. Al saber que él iba a darle desinteresadamente su riñón, ella considera su acto de bondad y no pone objeción en que se quede a vivir con ellos. Luego la enteran de cómo ha estado trabajando para ayudar a Memín a estudiar, lo que Eufrosina agradece profundamente. Ella advierte que el negrito ya debe volver a la escuela y que aparte, el anciano seguirá instruyéndolo en las tardes, ignorando la petición de Memín de tomarse más días de vacaciones para festejar su regreso a la casa.
Al día siguiente, Memín se presenta con su nueva maestra, a quien no deja de remedar al abusar de los diminutivos en sus palabras, pero ella ni se da cuenta. Excusando sus faltas con lo que pasó con su má linda, ella lo felicita por ser tan buen hijo. Conforme pasan las clases, gracias al intenso estudio al que lo sometió Don Nicéforo, Memín comprende lo que antes no podía. Comparte esa satisfacción a la salida con sus amigos, a punto de irse con ellos a jugar al callejón, pero le recuerdan que debe ir a estudiar con el anciano. En la casa, Don Nicéforo se dedica a hacer los quehaceres, apenando a Eufrosina, que no puede mover ni un dedo hasta que se recupere del todo. Memín llega y saluda a su má linda, para poner toda su atención en el estudio después de comer, mencionando que tienen prueba mañana. Durante la sesión, tocan temas como las leyes se han referido a la tala de árboles indiscriminada y luego Memín comenta que en la Constitución dice que la educación primaria en México es libre, denotando que aun persiste un poco su pereza, mas Don Nicéforo aclara que eso cambió hace tiempo y en realidad es obligatoria. Alega que sólo hay libertad en las creencias religiosas y Memín ya anda insinuando que podría ser budista si quisiera (¿tan rápido desecha a la Virgen en la que tanto confió?), olvidando que Eufrosina está presente y le reclama que él creerá en lo que ella le diga. En el examen oral que hace su nueva maestra, Memín se luce como nunca, y hasta es ovacionado por sus compañeros. Ella está muy complacida con él y se lo hace saber al profesor Romero. Él no puede creerlo, y cuando le vienen a hablar sus tres amigos, expresa su suposición de que el negrito hace trampas. Ellos sostienen que no es así y que ha estado recibiendo clases particulares de un viejo catedrático. Viéndolo así, Romero piensa darle la oportunidad de volver, aplicando el mismo examen general en que Memín respondió puras tonterías que le atribuyeron tantas penalidades. De pasarlo, será readmitido en su salón. Se lo comunican y Memín se emociona, confiando en que ahora podrá hacerlo bien. Le avisa a “Don Semáforo”, comentando de las absurdas respuestas que dio aquella vez, escandalizándolo. Después, siguen estudiando. Memín acaba cayendo rendido, y aunque Eufrosina quiere dejarlo dormir, Don Nicéforo insiste en que siga adelante, ya que debe estudiar el doble de lo normal.
Al día siguiente, Memín hace el examen, concentrado y tardándose mucho (¿si estudió tanto no debería poder resolverlo rápidamente? Ni que fuera examen de admisión a la universidad) y con sus amigos mirándolo trabajar, nerviosos y esperando que haya pasado. Lo entrega al profesor, pero al ver su expresión, cree haber fallado y se empieza a retirar, mas éste lo retiene para decirle que ha pasado con 8, siendo suficiente para que vuelva al salón. Abraza al maestro, muy agradecido, aunque éste le advierte que si vuelve a fojear, ya no le dará ninguna oportunidad (lo que sucederá en los próximos números, cuando vuelva a ser el burro flojo de siempre, pero Romero faltará a su palabra). Al regresar a casa, lo primero que hace es informarle a Don Nicéforo de su triunfo, abrazándolo porque todo fue gracias a sus enseñanzas. Eufrosina comienza a sentir celos, poniéndose algo tosca cuando él sigue para saludarla a ella, que pasa a quejarse de cómo resiente andar sentada todo el día sin poder hacer nada. Don Nicéforo prepara la comida, que es alabada por Memín, aunque a Eufrosina le es indiferente. El anciano le recuerda que lo que había prometido a la Virgen era volverse el primer lugar, por lo que tiene que seguir estudiando con ahínco si quiere conseguirlo. Le parece difícil llegar al diez, pero no protesta, aunque por momentos sigue teniendo un entendimiento retardado de las cosas que le enseña Don Nicéforo. En la ausencia de Memín en la casa, Eufrosina sigue lamentando no poder hacer nada, demostrando que todo lo sabe es trabajar para compensar su falta de estudios y no aguantar como una inútil, y luego Don Nicéforo la pone además como una madre ejemplar, por el equilibrio perfecto que hace entre los mimos que le da a su hijo, y los castigos con tabla de clavo. Cuando llega Memín, informando que ya sacó un 9, recibiendo felicitaciones de Don Nicéforo, que se retira para ir a traer la comida. Se dispone a ayudar a calentar la sopa, pero Eufrosina ya se le ha adelantado. Le recuerda que no debe trabajar, pero ella no le importa si se le revientan los riñones, dejando en claro como está encelada por la atención que le da al anciano, quien sabe de cosas que ella no entiende. Consigue contentarla recordando que todo es por los estudios y no porque lo quiera más que a ella, y luego pide permiso de ir a jugar al callejón. Se lo da, pero antes le sirve de comer. Para cuando llega Don Nicéforo, Memín ya se ha ido y Eufrosina la espeta que ya comieron, dejándolo comer solo y contrariado porque dejó ir al negrito con sus amigos en vez de ponerlo a estudiar con él, ignorando su objeción de que debe continuar, conformándose con lo que ha logrado. Él no ve el caso a insistir. Mientras, Ricardo anda contándoles sobre su experiencia en salto en paracaídas, y andan considerando hacer algo similar, insinuando otro de sus arriesgados juegos, pero esta vez no llegan a hacerlo, porque Memín se acuerda de ir a estudiar, ya que aun con el permiso de su má linda, no puede quedar mal con Don Nicéforo. Pronto está estudiando nuevamente con ayuda del anciano, y a Eufrosina se la carcomen los celos. Cuando terminan, se pone a llorar, admitiendo ante Memín como sufre con el complejo de inferioridad, siendo una analfabeta que sólo le estorba, por más que él asegura que no es así. Don Nicéforo escucha detrás de la puerta, reflexionando sobre lo que ha desatado su presencia. Pasa el tiempo y finalmente, Memín consigue el máximo triunfo, cuando Romero anuncia que ha sacado dieces en todas las materias, otorgándole la medalla al merito y la banda de aplicación, que se las coloca su amigo Ernestillo, quien ahora es el segundo de la clase. Memín pide permiso para traer a Eufrosina y compartir así el goce de sus logros (¿sólo para que escuche como le aplauden en el salón? Ni que fuera una ceremonia escolar o una graduación). Llega a la casa rápidamente, dándole la buena noticia a Eufrosina, que lo abraza y empieza a arreglarse para acompañarlo de vuelta. Don Nicéforo regresa en ese momento, y felicita a Memín, que ahora si ha cumplido su palabra. Le piden que los acompañe, pero él no lo cree necesario, alegando que él sólo fue su maestro, y quien en realidad lo merece es Eufrosina porque todo lo hizo por el bien de ella. En cuanto ellos se van, Don Nicéforo toma su decisión de retirarse, sintiendo que no le conviene permanecer más ahí si pone en peligro la unión familiar. Recoge sus cosas y deja cartas de despedida para ambos. Eufrosina llora de felicidad en el salón, con todos los compañeros aplaudiendo a su hijo y el profesor felicitándola. A la salida, Ernestillo propone que, ya que Don Nicéforo hizo un verdadero milagro por un flojonazo como Memín, podría dar clases a otros que tengan dificultades para estudiar por su cuenta, y que hasta cobraría por este servicio. Los dos van a comprar la comida y al regresar, descubren que el anciano se ha ido, dejando sólo esas cartas. Eufrosina le apremia a leérselas, donde expresa como sintió que su presencia estaba volviéndose nociva para ellos, sintiendo que ya cumplió su cometido y que ahora Memín podrá continuar solo, recordándole no perder nunca su entusiasmo por estudiar (ante con este abandono lo hará, y de ahí sólo irá descendiendo hasta ser el mismo burro del principio). Eufrosina se pone a llorar conforme sigue leyendo, considerando que es culpa suya, por ser tan celosa. Sabiendo que el pobre no tenia hogar, les preocupa lo que pueda pasarle, y acuerdan que deben buscarlo a como de lugar. Los amigos de Memín llegan en ese momento, buscando a Don Nicéforo y son puestos al tanto de su partida. Eufrosina les pida que acompañen a Memín para encontrarlo y traerlo de vuelta, y ellos aceptan, habiendo tenido muy bien planeada su idea de darle trabajo de maestro particular. La única pista que tienen es que él decía que solía pasar las noches en los mesones y se ponen a visitarlos todos, para dar con uno que pueda darles razón de su persona. Lo único que consiguen es uno al que asiste regularmente un amigo del anciano, un tal Nepomuceno que gusta de emborracharse, pero como no se encuentra, les sugieren esperar a la hora en que llega sobrio. Agradecen la información, esperando que sirva de algo.
Don Nicéforo duerme en una banca de parque, y es despertado por un policía que le recuerda que está prohibido dormir ahí. Jala con él a la delegación, donde, después de explicar que no tiene casa ni familia, es enviado a un asilo de ancianos. Con la promesa de que ahí tendrá casa y comida, Don Nicéforo se muestra conforme, lo que es irregular entre los que suelen ingresar a esos deprimentes lugares, pero como él ya no tiene ilusiones en la vida ni parientes, no ve inconveniente alguno. Ignora como Memín lo extraña y Eufrosina reza por su regreso. En la escuela, Memín no tarda en perder el primer lugar, lo que extraña a Romero, pero el negrito lo justifica con la falta del amigable anciano que lo ayudaba a estudiar. Al terminar las clases, va con sus amigos al mesón, esperando la llegada de Nepomuceno. Cuando éste al fin se presenta, no puede decirles nada, fuera de comentar que le gustaba andar con Nicéforo porque le contaba cosas que él no entendía, pero le aburría que nunca quisiera tomar con él. Lamentan haber perdido el tiempo, sin saber que hacer para encontrarlo.
En el asilo, tres ancianos pasan a saludar al recién llegado, suponiéndolo tan decaído como suelen estar todos al principio. Al ver que está tan contento, Nicéforo inquiere si ellos ingresaron por su propia voluntad. Cada uno de ellos cuenta su historia típica de los que ingresan a los asilos por familiares que no los aguantan. Uno, Simón, es el estereotipo del anciano de hijos malagradecidos que lo veían como una carga y que se la pasa esperando que vengan a visitarlo, pero nunca lo hacen, por lo que está deprimido la mayor parte del tiempo. El otro, Pablo, es un viejo gruñón y fastidioso, al que ingresaron casi obligándolo, porque se resistió bastante, y todo lo quiere arreglar a bastonazos. Y el ultimo, Agustín, es un caso peculiar del que se casó varias veces con distintas mujeres, que fue dejado ahí por sus varios hijos, pero se mantiene indiferente ante el abandono, lamentando sólo la ausencia de presencia femenina entre los viejos ingresados (de lo que los hijos se aseguraron para no tener otro hermano ¿olvidan que las ancianas pierden la fertilidad?).
Nicéforo agradece por haber perdido a su familia y no verse reducido así. Una amable monja pasa a saludarlos y los primeros dos viejos inquieren si no les han llegado cartas de sus familiares. No reciben ninguno y Pablo ya habla de los bastonazos que les dará cuando los vea mientras Simón sólo se pone a llorar. La monja le da la bienvenida a Nicéforo, que como no tiene familia, no la molestará con eso. Pasan a quejarse de uno al que siempre le llegan cartas, que incluso a veces las leen porque él ni sabe y las tira a la basura (¿la vida en esos lugares es tan triste que los orilla a leer la correspondencia ajena? ¿Y que retrasados hay en su familia que le escriben a un viejo analfabeta?). Después de un incidente sin importancia en el comedor, a Nicéforo le viene una idea. Le propone a la monja que le permitan dar clases a los viejos, cualquier cosa para distraerlos y olvidar sus respectivas atribulaciones. A ella le parece bien, y pronto Don Nicéforo se da abasto, enseñando lo que puede a sus compañeros de asilo, en manualidades y otras actividades.
Memín y Eufrosina siguen muy tristes por no saber del anciano. Las calificaciones del negrito continúan descendiendo, pasando de nuevo hasta el 8, pero a él ya no le importa ni se queja. Cuando sale con sus amigos, Ricardo recuerda un comentario de Nepomuceno, que había escapado de la policía que podía llevarlo al asilo, sugiriendo que a lo mejor eso pasó con Don Nicéforo. No pierden tiempo y van a informarse de la localización de ese lugar. Muy pronto están ahí, siendo recibidos por la amable monja. Al hacerles saber que Nicéforo Melquíades se encuentra ahí, Memín ya quiere llevárselo, pero la religiosa advierte que no será posible, porque él la pasa muy bien en ese lugar. Él no le cree nada y ella los deja pasar, en lo que va a avisarle al anciano de su llegada. Don Nicéforo impartía lecciones de pintura, haciendo a su vez un dibujo de Memín, cuando la monja viene a informarle que su querido amigo lo busca. Temiendo que lo convenza de volver, Don Nicéforo piensa evitarlo y dar una excusa, pero al final no puede más, y corre a su encuentro. Después del emotivo abrazo, él sostiene que no se ira de ahí, porque es en donde debe estar. Memín y sus amigos insisten en que pueden sacarlo, aunque sea por la fuerza, pero el anciano asegura que ahí está muy a gusto. Ha encontrado gratificante el enseñar a los demás viejos, que aun a su edad avanzada, el aprendizaje nunca está de más, en especial si ayuda que exista armonía entre ellos y que olviden la tristeza del abandono. Acaban dándole la razón, y sólo les pide que si quieren hacer un bien, vengan a de vez en cuando de visita, para él y los demás. Ellos se lo prometen y en un inesperado giro del guión, aseguran que traerán variedad, decidiendo hacer un grupo musical moderno (así nomás se les ocurrió).
Esta parte ya se siente medio extraña, e incluso parece que el dibujo en la mayor parte de la revista (No. 239), no parece el del señor Valencia tan característico, aunque bien podría deberse también a una falla en el entintado que ocasiona la confusión o no estaba en buenas condiciones a la hora de dibujar y lo hizo deprisa.
Después de que sus amigos consuelan a Memín para que acepte el destino de Don Nicéforo, Carlangas propone su idea de que formen dicho conjunto. Verificando que cada quien tiene instrumentos y alguna facilidad especial para tales y el canto, en pocas paginas se preparan para ir a tocar en el asilo. A Mercedes les toca oír su ejecución que para ella es puro ruido. Memín hace su batería usando cacerolas nuevas que tomó de la casa. Eufrosina le reclama que con eso no podrá hacer la comida, que es en lo que no pensó, pero considera más importante emplearlos para entretenimiento de los ancianos. Para mejorar su imagen moderna, sus amigos deciden dejarse crecer el cabello, que en cuatro semanas, ya se vuelven melenas. Ofrecen su primer concierto de ensayo a los padres de Ricardo, que sólo pueden aplaudirles, aunque en el fondo no entienden nada de la música moderna, e incluso Memín insinúa que están fuera de la onda. Al señor Arcaraz no le parece que se anden dejando el cabello largo, considerándolo antiestético (que anticuado, aunque para ese entonces aun no era tan normal como hoy en día, supongo), Los chicos se defienden, insistiendo que necesitan el cabello largo para tocar bien (nada que ver), exponiendo que los adultos no comprenden las cosas de nueva ola y por eso no dejan a los jóvenes adaptarse, y aunque Memín sea calvo de nacimiento, apoya a sus amigos. El señor Arcaraz no insiste, pero advierte que al menos Ricardo ira directo a la peluqueria después de tocarles a los viejos. Llega el día de la tocada y a Memín le ponen una peluca, que le incomoda y apena mucho. Después de molestarlo con las cosas que le untaron para arreglarla, éste se esconde al ver a Don Nicéforo, avergonzado de que lo vea así. Pero una vez que lo distingue y reconoce, el anciano lo abraza sin importarle su aspecto.
La realización de dicho concierto no llega a verse, debido a un aparente error en la publicación del numero siguiente, que, al menos en la versión a colores, da la impresión de que se lo han “saltado”, por lo que hasta ahí llegan los detalles de este secuencia. Un buen desarrollo hasta la parte en que tan repentinamente deciden hacer el improvisado grupo musical, siendo más incongruente el hecho de que quieran hacerlo tan moderno para entretener a unos ancianos, quienes normalmente, no toleran lo que es “moderno”. Pero en fin, para este punto todo indica que no tenia caso seguir con el drama y había que rellenar con algo ligero y sacado de la manga.
Memín le explica a una confundida Eufrosina sobre la razón de la presencia de Don Nicéforo en la casa, después de revolverse con los nombres que le da. Al saber que él iba a darle desinteresadamente su riñón, ella considera su acto de bondad y no pone objeción en que se quede a vivir con ellos. Luego la enteran de cómo ha estado trabajando para ayudar a Memín a estudiar, lo que Eufrosina agradece profundamente. Ella advierte que el negrito ya debe volver a la escuela y que aparte, el anciano seguirá instruyéndolo en las tardes, ignorando la petición de Memín de tomarse más días de vacaciones para festejar su regreso a la casa.
Al día siguiente, Memín se presenta con su nueva maestra, a quien no deja de remedar al abusar de los diminutivos en sus palabras, pero ella ni se da cuenta. Excusando sus faltas con lo que pasó con su má linda, ella lo felicita por ser tan buen hijo. Conforme pasan las clases, gracias al intenso estudio al que lo sometió Don Nicéforo, Memín comprende lo que antes no podía. Comparte esa satisfacción a la salida con sus amigos, a punto de irse con ellos a jugar al callejón, pero le recuerdan que debe ir a estudiar con el anciano. En la casa, Don Nicéforo se dedica a hacer los quehaceres, apenando a Eufrosina, que no puede mover ni un dedo hasta que se recupere del todo. Memín llega y saluda a su má linda, para poner toda su atención en el estudio después de comer, mencionando que tienen prueba mañana. Durante la sesión, tocan temas como las leyes se han referido a la tala de árboles indiscriminada y luego Memín comenta que en la Constitución dice que la educación primaria en México es libre, denotando que aun persiste un poco su pereza, mas Don Nicéforo aclara que eso cambió hace tiempo y en realidad es obligatoria. Alega que sólo hay libertad en las creencias religiosas y Memín ya anda insinuando que podría ser budista si quisiera (¿tan rápido desecha a la Virgen en la que tanto confió?), olvidando que Eufrosina está presente y le reclama que él creerá en lo que ella le diga. En el examen oral que hace su nueva maestra, Memín se luce como nunca, y hasta es ovacionado por sus compañeros. Ella está muy complacida con él y se lo hace saber al profesor Romero. Él no puede creerlo, y cuando le vienen a hablar sus tres amigos, expresa su suposición de que el negrito hace trampas. Ellos sostienen que no es así y que ha estado recibiendo clases particulares de un viejo catedrático. Viéndolo así, Romero piensa darle la oportunidad de volver, aplicando el mismo examen general en que Memín respondió puras tonterías que le atribuyeron tantas penalidades. De pasarlo, será readmitido en su salón. Se lo comunican y Memín se emociona, confiando en que ahora podrá hacerlo bien. Le avisa a “Don Semáforo”, comentando de las absurdas respuestas que dio aquella vez, escandalizándolo. Después, siguen estudiando. Memín acaba cayendo rendido, y aunque Eufrosina quiere dejarlo dormir, Don Nicéforo insiste en que siga adelante, ya que debe estudiar el doble de lo normal.
Al día siguiente, Memín hace el examen, concentrado y tardándose mucho (¿si estudió tanto no debería poder resolverlo rápidamente? Ni que fuera examen de admisión a la universidad) y con sus amigos mirándolo trabajar, nerviosos y esperando que haya pasado. Lo entrega al profesor, pero al ver su expresión, cree haber fallado y se empieza a retirar, mas éste lo retiene para decirle que ha pasado con 8, siendo suficiente para que vuelva al salón. Abraza al maestro, muy agradecido, aunque éste le advierte que si vuelve a fojear, ya no le dará ninguna oportunidad (lo que sucederá en los próximos números, cuando vuelva a ser el burro flojo de siempre, pero Romero faltará a su palabra). Al regresar a casa, lo primero que hace es informarle a Don Nicéforo de su triunfo, abrazándolo porque todo fue gracias a sus enseñanzas. Eufrosina comienza a sentir celos, poniéndose algo tosca cuando él sigue para saludarla a ella, que pasa a quejarse de cómo resiente andar sentada todo el día sin poder hacer nada. Don Nicéforo prepara la comida, que es alabada por Memín, aunque a Eufrosina le es indiferente. El anciano le recuerda que lo que había prometido a la Virgen era volverse el primer lugar, por lo que tiene que seguir estudiando con ahínco si quiere conseguirlo. Le parece difícil llegar al diez, pero no protesta, aunque por momentos sigue teniendo un entendimiento retardado de las cosas que le enseña Don Nicéforo. En la ausencia de Memín en la casa, Eufrosina sigue lamentando no poder hacer nada, demostrando que todo lo sabe es trabajar para compensar su falta de estudios y no aguantar como una inútil, y luego Don Nicéforo la pone además como una madre ejemplar, por el equilibrio perfecto que hace entre los mimos que le da a su hijo, y los castigos con tabla de clavo. Cuando llega Memín, informando que ya sacó un 9, recibiendo felicitaciones de Don Nicéforo, que se retira para ir a traer la comida. Se dispone a ayudar a calentar la sopa, pero Eufrosina ya se le ha adelantado. Le recuerda que no debe trabajar, pero ella no le importa si se le revientan los riñones, dejando en claro como está encelada por la atención que le da al anciano, quien sabe de cosas que ella no entiende. Consigue contentarla recordando que todo es por los estudios y no porque lo quiera más que a ella, y luego pide permiso de ir a jugar al callejón. Se lo da, pero antes le sirve de comer. Para cuando llega Don Nicéforo, Memín ya se ha ido y Eufrosina la espeta que ya comieron, dejándolo comer solo y contrariado porque dejó ir al negrito con sus amigos en vez de ponerlo a estudiar con él, ignorando su objeción de que debe continuar, conformándose con lo que ha logrado. Él no ve el caso a insistir. Mientras, Ricardo anda contándoles sobre su experiencia en salto en paracaídas, y andan considerando hacer algo similar, insinuando otro de sus arriesgados juegos, pero esta vez no llegan a hacerlo, porque Memín se acuerda de ir a estudiar, ya que aun con el permiso de su má linda, no puede quedar mal con Don Nicéforo. Pronto está estudiando nuevamente con ayuda del anciano, y a Eufrosina se la carcomen los celos. Cuando terminan, se pone a llorar, admitiendo ante Memín como sufre con el complejo de inferioridad, siendo una analfabeta que sólo le estorba, por más que él asegura que no es así. Don Nicéforo escucha detrás de la puerta, reflexionando sobre lo que ha desatado su presencia. Pasa el tiempo y finalmente, Memín consigue el máximo triunfo, cuando Romero anuncia que ha sacado dieces en todas las materias, otorgándole la medalla al merito y la banda de aplicación, que se las coloca su amigo Ernestillo, quien ahora es el segundo de la clase. Memín pide permiso para traer a Eufrosina y compartir así el goce de sus logros (¿sólo para que escuche como le aplauden en el salón? Ni que fuera una ceremonia escolar o una graduación). Llega a la casa rápidamente, dándole la buena noticia a Eufrosina, que lo abraza y empieza a arreglarse para acompañarlo de vuelta. Don Nicéforo regresa en ese momento, y felicita a Memín, que ahora si ha cumplido su palabra. Le piden que los acompañe, pero él no lo cree necesario, alegando que él sólo fue su maestro, y quien en realidad lo merece es Eufrosina porque todo lo hizo por el bien de ella. En cuanto ellos se van, Don Nicéforo toma su decisión de retirarse, sintiendo que no le conviene permanecer más ahí si pone en peligro la unión familiar. Recoge sus cosas y deja cartas de despedida para ambos. Eufrosina llora de felicidad en el salón, con todos los compañeros aplaudiendo a su hijo y el profesor felicitándola. A la salida, Ernestillo propone que, ya que Don Nicéforo hizo un verdadero milagro por un flojonazo como Memín, podría dar clases a otros que tengan dificultades para estudiar por su cuenta, y que hasta cobraría por este servicio. Los dos van a comprar la comida y al regresar, descubren que el anciano se ha ido, dejando sólo esas cartas. Eufrosina le apremia a leérselas, donde expresa como sintió que su presencia estaba volviéndose nociva para ellos, sintiendo que ya cumplió su cometido y que ahora Memín podrá continuar solo, recordándole no perder nunca su entusiasmo por estudiar (ante con este abandono lo hará, y de ahí sólo irá descendiendo hasta ser el mismo burro del principio). Eufrosina se pone a llorar conforme sigue leyendo, considerando que es culpa suya, por ser tan celosa. Sabiendo que el pobre no tenia hogar, les preocupa lo que pueda pasarle, y acuerdan que deben buscarlo a como de lugar. Los amigos de Memín llegan en ese momento, buscando a Don Nicéforo y son puestos al tanto de su partida. Eufrosina les pida que acompañen a Memín para encontrarlo y traerlo de vuelta, y ellos aceptan, habiendo tenido muy bien planeada su idea de darle trabajo de maestro particular. La única pista que tienen es que él decía que solía pasar las noches en los mesones y se ponen a visitarlos todos, para dar con uno que pueda darles razón de su persona. Lo único que consiguen es uno al que asiste regularmente un amigo del anciano, un tal Nepomuceno que gusta de emborracharse, pero como no se encuentra, les sugieren esperar a la hora en que llega sobrio. Agradecen la información, esperando que sirva de algo.
Don Nicéforo duerme en una banca de parque, y es despertado por un policía que le recuerda que está prohibido dormir ahí. Jala con él a la delegación, donde, después de explicar que no tiene casa ni familia, es enviado a un asilo de ancianos. Con la promesa de que ahí tendrá casa y comida, Don Nicéforo se muestra conforme, lo que es irregular entre los que suelen ingresar a esos deprimentes lugares, pero como él ya no tiene ilusiones en la vida ni parientes, no ve inconveniente alguno. Ignora como Memín lo extraña y Eufrosina reza por su regreso. En la escuela, Memín no tarda en perder el primer lugar, lo que extraña a Romero, pero el negrito lo justifica con la falta del amigable anciano que lo ayudaba a estudiar. Al terminar las clases, va con sus amigos al mesón, esperando la llegada de Nepomuceno. Cuando éste al fin se presenta, no puede decirles nada, fuera de comentar que le gustaba andar con Nicéforo porque le contaba cosas que él no entendía, pero le aburría que nunca quisiera tomar con él. Lamentan haber perdido el tiempo, sin saber que hacer para encontrarlo.
En el asilo, tres ancianos pasan a saludar al recién llegado, suponiéndolo tan decaído como suelen estar todos al principio. Al ver que está tan contento, Nicéforo inquiere si ellos ingresaron por su propia voluntad. Cada uno de ellos cuenta su historia típica de los que ingresan a los asilos por familiares que no los aguantan. Uno, Simón, es el estereotipo del anciano de hijos malagradecidos que lo veían como una carga y que se la pasa esperando que vengan a visitarlo, pero nunca lo hacen, por lo que está deprimido la mayor parte del tiempo. El otro, Pablo, es un viejo gruñón y fastidioso, al que ingresaron casi obligándolo, porque se resistió bastante, y todo lo quiere arreglar a bastonazos. Y el ultimo, Agustín, es un caso peculiar del que se casó varias veces con distintas mujeres, que fue dejado ahí por sus varios hijos, pero se mantiene indiferente ante el abandono, lamentando sólo la ausencia de presencia femenina entre los viejos ingresados (de lo que los hijos se aseguraron para no tener otro hermano ¿olvidan que las ancianas pierden la fertilidad?).
Nicéforo agradece por haber perdido a su familia y no verse reducido así. Una amable monja pasa a saludarlos y los primeros dos viejos inquieren si no les han llegado cartas de sus familiares. No reciben ninguno y Pablo ya habla de los bastonazos que les dará cuando los vea mientras Simón sólo se pone a llorar. La monja le da la bienvenida a Nicéforo, que como no tiene familia, no la molestará con eso. Pasan a quejarse de uno al que siempre le llegan cartas, que incluso a veces las leen porque él ni sabe y las tira a la basura (¿la vida en esos lugares es tan triste que los orilla a leer la correspondencia ajena? ¿Y que retrasados hay en su familia que le escriben a un viejo analfabeta?). Después de un incidente sin importancia en el comedor, a Nicéforo le viene una idea. Le propone a la monja que le permitan dar clases a los viejos, cualquier cosa para distraerlos y olvidar sus respectivas atribulaciones. A ella le parece bien, y pronto Don Nicéforo se da abasto, enseñando lo que puede a sus compañeros de asilo, en manualidades y otras actividades.
Memín y Eufrosina siguen muy tristes por no saber del anciano. Las calificaciones del negrito continúan descendiendo, pasando de nuevo hasta el 8, pero a él ya no le importa ni se queja. Cuando sale con sus amigos, Ricardo recuerda un comentario de Nepomuceno, que había escapado de la policía que podía llevarlo al asilo, sugiriendo que a lo mejor eso pasó con Don Nicéforo. No pierden tiempo y van a informarse de la localización de ese lugar. Muy pronto están ahí, siendo recibidos por la amable monja. Al hacerles saber que Nicéforo Melquíades se encuentra ahí, Memín ya quiere llevárselo, pero la religiosa advierte que no será posible, porque él la pasa muy bien en ese lugar. Él no le cree nada y ella los deja pasar, en lo que va a avisarle al anciano de su llegada. Don Nicéforo impartía lecciones de pintura, haciendo a su vez un dibujo de Memín, cuando la monja viene a informarle que su querido amigo lo busca. Temiendo que lo convenza de volver, Don Nicéforo piensa evitarlo y dar una excusa, pero al final no puede más, y corre a su encuentro. Después del emotivo abrazo, él sostiene que no se ira de ahí, porque es en donde debe estar. Memín y sus amigos insisten en que pueden sacarlo, aunque sea por la fuerza, pero el anciano asegura que ahí está muy a gusto. Ha encontrado gratificante el enseñar a los demás viejos, que aun a su edad avanzada, el aprendizaje nunca está de más, en especial si ayuda que exista armonía entre ellos y que olviden la tristeza del abandono. Acaban dándole la razón, y sólo les pide que si quieren hacer un bien, vengan a de vez en cuando de visita, para él y los demás. Ellos se lo prometen y en un inesperado giro del guión, aseguran que traerán variedad, decidiendo hacer un grupo musical moderno (así nomás se les ocurrió).
Esta parte ya se siente medio extraña, e incluso parece que el dibujo en la mayor parte de la revista (No. 239), no parece el del señor Valencia tan característico, aunque bien podría deberse también a una falla en el entintado que ocasiona la confusión o no estaba en buenas condiciones a la hora de dibujar y lo hizo deprisa.
Después de que sus amigos consuelan a Memín para que acepte el destino de Don Nicéforo, Carlangas propone su idea de que formen dicho conjunto. Verificando que cada quien tiene instrumentos y alguna facilidad especial para tales y el canto, en pocas paginas se preparan para ir a tocar en el asilo. A Mercedes les toca oír su ejecución que para ella es puro ruido. Memín hace su batería usando cacerolas nuevas que tomó de la casa. Eufrosina le reclama que con eso no podrá hacer la comida, que es en lo que no pensó, pero considera más importante emplearlos para entretenimiento de los ancianos. Para mejorar su imagen moderna, sus amigos deciden dejarse crecer el cabello, que en cuatro semanas, ya se vuelven melenas. Ofrecen su primer concierto de ensayo a los padres de Ricardo, que sólo pueden aplaudirles, aunque en el fondo no entienden nada de la música moderna, e incluso Memín insinúa que están fuera de la onda. Al señor Arcaraz no le parece que se anden dejando el cabello largo, considerándolo antiestético (que anticuado, aunque para ese entonces aun no era tan normal como hoy en día, supongo), Los chicos se defienden, insistiendo que necesitan el cabello largo para tocar bien (nada que ver), exponiendo que los adultos no comprenden las cosas de nueva ola y por eso no dejan a los jóvenes adaptarse, y aunque Memín sea calvo de nacimiento, apoya a sus amigos. El señor Arcaraz no insiste, pero advierte que al menos Ricardo ira directo a la peluqueria después de tocarles a los viejos. Llega el día de la tocada y a Memín le ponen una peluca, que le incomoda y apena mucho. Después de molestarlo con las cosas que le untaron para arreglarla, éste se esconde al ver a Don Nicéforo, avergonzado de que lo vea así. Pero una vez que lo distingue y reconoce, el anciano lo abraza sin importarle su aspecto.
La realización de dicho concierto no llega a verse, debido a un aparente error en la publicación del numero siguiente, que, al menos en la versión a colores, da la impresión de que se lo han “saltado”, por lo que hasta ahí llegan los detalles de este secuencia. Un buen desarrollo hasta la parte en que tan repentinamente deciden hacer el improvisado grupo musical, siendo más incongruente el hecho de que quieran hacerlo tan moderno para entretener a unos ancianos, quienes normalmente, no toleran lo que es “moderno”. Pero en fin, para este punto todo indica que no tenia caso seguir con el drama y había que rellenar con algo ligero y sacado de la manga.
El gran problema de no ambientar la historia de forma permanente en una epoca (los anios 60, en este caso), hace que episodios como este, del grupo 'moderno' y las 'melenas' estilo la primera etapa de The Beatles, resulten anacronicas. Ya en la edicion de 1986, yo le leia y todo lo 'moderno' se veia tan antiguo, tan desconectado de la realidad... porque supuestamente la historia transcurria ya en los 80!
ResponderEliminarEs verdad. Que observaciòn tan inteligente. Las tendencias oportunistas para demostrar que la autora tenìa a sus personajes a la "moda" no comtemplò que se verìan en esta situaciòn eventualmente.
EliminarNunca entendí porque se saltaron lo del concierto.
ResponderEliminarEs un misterio.
EliminarUna vez mis tios me dijeron que precisamente en esta Saga del Asilo un viejito relataba la historia del perro "Bolillo" a Memin y a los otros.
ResponderEliminarAsi como paso con la historia de Fernando contada en "flashbacks en tiempo real" (diferente por ejemplo a la historia que revela Juancho en la Saga de la Hacienda), un viejito les contaba sobre el perro. Pero esta historia del perro se alargaba muchisimo hasta 15 numeros o creo que hasta los 20.
Por eso cortan la Saga/Historia del Asilo en las nuevas versiones para no mostrar todo lo del perro Bolillo que para entonces (¿en 1960?) ya habia conseguido su propia revista individual. Por eso nunca se muestra el concierto ni nada mas con los viejitos porque entonces tendria que aparecer Bolillo y su historia.
Al menos eso fue lo que mis tios me dijeron... Tmbien recuerdo que mencionaron que el "debut" de Bolillo fue aqui en Memin (en su version sepia) y que ya despues se le dio su propia publicacion.
¿Alguien sabe si en la version de los 60s tambien se saltaron el concierto y la supuesta historia de Bolillo?
Porque si fue asi, entonces mis tios se referian a la version de Pepin que se publico en Almas de Niños, y lo poco que encontre sobre el perro Bolillo es que primero aparecio en Almas de Niños y despues se le dio una nueva revista llamada "Bolillo" (igual que a Pepin se le dio su nueva revista "Memin Pinguin" en los 60s).
Y hasta el 2000 salio una nueva version de Bolillo a color y de hecho su primer numero venia de regalo con uno de Memin.
Por cierto, acabo de recordar otra cosa muy importante:Al principio el perro no se llamaba "Bolillo" sino "Cañitas".
EliminarOsea que en su primera aparicion en Memin el perro tenia el nombre de Cañitas y despues cuando le dieron su propia revista le cambiaron el nombre a Bolillo.
Interesante teoría. Es una pena que el material original sea tan difícil de conseguir o de obtener buenos testimonios que lo avalen (la gente de aquella época no recuerda tan bien los detalles, pocos atesoraban la continuidad como hoy en día). Si es verdad, explicaría todo y este "ajuste" tendría sentido. Gracias por la información.
EliminarEn la edición en sepia de los 60's también se omitió el concierto al asilo... no sabía nada de lo que cuenta VDK, lo cual seguramente ocurrió en "Almas de niño" y sin duda encaja con la falta de esos números... ahora mi duda es por qué doña Yolanda al rehacer la historia en la revista propia de Memín Pinguín no cambió un poco la narrativa y en vez de hacer como que falta un número, escribir un número que cerrará bien la historia de don Nicéforo y conectarla con el santo de Eufrosina y por consecuente la historia de Ti-lin (omitiendo así y de manera coherente el arco de "Bolillo" o "Cañitas"). Es una lástima que a estas alturas nadie pueda responder esta duda porque me niego a creer que a doña Yolanda le dio flojera escribir un número más y simplemente se saltó un arco... creo que hay un trasfondo más.
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