Eufrosina sale con Don Venancio, dejando a Memín solo. Ella lloriquea por haberlo dejado así, y el español la convence de que ya olvidará todo y a la larga aceptará que estén juntos. Memín recoge sus cosas y deja una carta de despedida para su má linda. Marcha errante, pensando en quedarse con sus amigos, pero no cree que sea buena idea, porque Eufrosina podría ir a buscarlo y arruinaría todo. Aun así, pasa a despedirse. Encuentra al señor Vargas en la carpintería, comunicándole que envío a Ernestillo a un mandado. Al enterarlo de su huida, le ofrece un lugar en su casa, pero Memín lo rechaza y sólo le pide que lo despida de Ernestillo y el profesor. Luego se detiene en casa de Carlangas, pero consciente de su carácter, teme que lo golpee, dejándolo noqueado y así lo devuelva a su casa. La puerta se abre para dejar salir al señor Arozamena, que saluda a Memín, estando en camino de ir al cine a reunirse con Isabel y su hijo. Le pide que lo despida de Carlangas y se va por otro camino. En la residencia de los Arcaraz, el jardinero le hace saber que no se encuentran, y le deja el recado de su despedida.
Al volver a casa, Eufrosina encuentra la carta que dejó Memín, exigiendo a Don Venancio que se la lea. La emotiva misiva está repleta de reproches, y la lavandera llora, sin dejarse consolar por las palabras del español, presintiendo que habla en serio y no regresará. Decide ir a buscarlo, pero Don Venancio le dice que no, aconsejándole que esperen, ya que es muy probable que el chico vuelva cuando se de cuenta de su error. Inconforme, ella acepta esperar hasta el día siguiente.
Memín ha decidido convertirse en “jipi”, un vago sin oficio ni beneficio, según sus entendederas. Distingue a una persona de pelo largo con vestimenta “hippie”, tomándola por una chica, pero en realidad era un sujeto afeminado que por casualidad tiene el look típico. Presentándose como Floripondio Flores de la Florida, horroriza a Memín con sus insinuaciones y ademanes, orillándolo a darle un pisotón, para luego atravesar la calle y alejarse lo más lejos posible.
Eufrosina sufre de arrepentimiento por haberse dejado guiar por Don Venancio, rezando porque su retoño se encuentre bien.
En la escuela, sus amigos comparten opiniones de la partida de su amigo, pero deciden que no pueden dejarlo vagando por la ciudad, dispuestos a emprender la búsqueda de su persona.
En casa de Doña Margarita, la amable anciana, Memín le confía su intención de ser “hippie”, y ella confiesa que también está interesada y van juntos a buscar un punto de reunión de esta clase de gente. Encuentran un centro, y rápidamente son interrogados por sus intenciones. Inquieren cuanto pueden aportar a su organización (¿de verdad son hippies estos? Se supone que son una agrupación no lucrativa). Memín no compre bien, exasperando al entrevistador con su ignorancia e ingenuidad. Le advierte que se deje de chistecitos y se apegue a sus estrictas normas, o de lo contrario tendrán que disciplinarlo (temo que en verdad aquí se entendió muy mal el concepto de lo que significa ser hippie). Los “hippies” rodean a Memín para castigarlo, y hasta Doña Margarita se pone en su contra, pero logra escabullirse y salir de ahí, prefiriendo hacerse “hippie” por iniciativa propia.
Mientras, el negrito sufre de hambre y con dinero de su “caja fuerte” (su zapato), se compra una torta. Se dispone a comerla, pero en un descuido, un perro se la roba, y se deja caer al suelo para sollozar.
Afligida, Eufrosina sigue extrañándolo y Don Venancio le apremia olvidarse de él. Dejando salir maliciosos comentarios y criticando sus facultades, provoca que ella se irrite, y empiecen una fuerte discusión, en la que el español opta por abandonar.
Memín ha hecho su vivienda “hippie” en un basurero. Ahí se la pasa dándose la vida de vago sin estudiar ni trabajar. Ignora que sus amigos rondan por la basura seguidos de su má linda. Ricardo demuestra ser algo delicado para andar entre la basura, y Carlangas indica que lo dejen internarse solo y esperen ahí. Divisa la casita improvisada de Memín, y lo encuentra dormido. Avisa a los demás, y Eufrosina no pierde tiempo en ir a su encuentro. El negrito despierta bruscamente, trastabillando, y se sorprende al ver frente a él a su “ingrata” madre. Recordando lo que le hizo pasar, desprecia su intento de reconciliarse, aun cuando ella admite que cometió un error y pagó por él. Pero como le sigue reclamando por no ayudarlo cuando el español le dio una zurra, ella admite que eso sí se lo merecía. Memín alega en su defensa que Don Venancio robaba gramos extras del kilo, y ella replica que ellos no deben juzgar. Sus amigos se ponen del lado de ella, y Memín ya enchilado, los quiere correr a todos. Eufrosina pierde la paciencia. Tomando la tabla que él usó para escribir su “nomenclatura”, agarra a Memín y lo aporrea ahí mismo.
Mientras, Don Venancio se dispone a tirar a la calle las pertenencias de sus inquilinos, no teniendo más razones para mantenerlas ahí. Doña Cuca le sugiere esperar a que vengan para correrlos formalmente, porque pueden causarle más problemas. Eufrosina se dirige a casa, trayendo de la mano a Memín, que presume su look “hippie”, que ella dice que puede conservar, siempre en cuando recuerda darse un baño, valiéndole que eso sea parte de dicha onda. En cuanto llegan, enfrentan a Don Venancio, quien ahora es malo y sarcástico. Le recuerda a Memín que tiene una deuda pendiente, y cuando Eufrosina sale en su defensa, la apena al revelarle que todo el tiempo estuvo dándole precios especiales. Furioso porque le haga pasar mal rato a su má linda, Memín le reclama, provocándolo hasta que le suelta un bofetón. El español se burla sádicamente y Memín responde echándose un zapateo sobre sus pies, derribándolo.
Y así, tras tantas peripecias, los Pinguín tendrán que volver a mudarse a otra vecindad. Lastima que el personaje de Don Venancio sólo aparecerá un par de veces más. Prometió como otro adulto de confianza en el repertorio, pero a raiz de este drastico y casi inexplicable cambio en su personalidad y actitud, ni ganas quedaran de conservarlo entre los regulares. Les fue mejor a Chispitas y a Trifón.
A este Don Venancio se aplica el refrán: caras vemos corazones no. No hay nada malo en que una madre o padre solteros o viudos se casen a cualquier edad, pero teniendo hijos se corre el riesgo de que mas adelante se revele lo que hay realmente en el corazón. Afortunadamente no hicieron esto más dramático como haciendo que Eufrosina se casara y luego fuese abandonada o le hubiese sido infiel. De una forma humorística se muestra la realidad de los matrimonios por conveniencia y de los matrimonios donde hay hijos ajenos. Claro no todos salen mal...
ResponderEliminarNo lo habia visto asi pero es verdad. Que ingenioso contexto.
EliminarYo solo puedo admirar a gente que como vos no tienen empacho en compartir..siempre bajo una buena óptica y con claridad en lo que se busca..
ResponderEliminarAsi es.. la basura es preferente sacarla siempre
Hice lo posible por poner al alcanze de quienes estuvieran interesados con los recursos que tenia a la mano. Con suerte, mi labor quedara completa este año. Gracias.
EliminarEs interesante, porque en teoría Memín nunca comprende la gravedad de la acción realizada en la tienda en el #321, justificado por la mala acción de Venancio, algo muy interesante, pero como comentaron arriba, fue una forma muy interesante y cómica de reflejar los matrimonios por conveniencia y los desenlaces que estos pueden tener eventualmente.
ResponderEliminarSí, no aprendió para nada la lección.
Eliminar