Como tuvieron tanto éxito con la edición del Bicentenario (pese a que sirvió más que nada para se vendieran los periódicos con que Vid hizo el trato), no pudieron dejar pasar la oportunidad de publicar otra edición más, ahora si, a la venta por separado, como debe ser, la cual conmemora el Centenario de la Revolución Mexicana.
Todo empieza cuando Chalo, un robusto compañero del salón de Memín (que nunca ha salido antes, por supuesto), empieza un pleito con Carlangas poco antes de que comiencen las clases. Romero los detiene y los arrastra al salón para reprenderlos. Carlangas señala la foto del Che Guevara en la camiseta de Chalo, haciendo que éste se de taco y se refiera a éste como el mayor revolucionario de todos, según su tío (¿no que era sólo era un guerrillero revoltoso?). Romero se irrita ante su ignorancia y le aclara que las mayores revoluciones se han dado en México y Rusia, siendo la de nuestro país la primera, misma que se dispone a contarles tras aguantar los comentarios de Memín sobre que antes había discos de 33 revoluciones por minuto (ganándose un zape de parte de Ricardo). De ese modo, el relato de la historia de la Revolución Mexicana comienza, extendiéndose tanto que se pierden el recreo, pero los alumnos están tan emocionados (menos Memín, impaciente como siempre) que se quedan hasta que Romero termine de contarles.
Todo empieza cuando Chalo, un robusto compañero del salón de Memín (que nunca ha salido antes, por supuesto), empieza un pleito con Carlangas poco antes de que comiencen las clases. Romero los detiene y los arrastra al salón para reprenderlos. Carlangas señala la foto del Che Guevara en la camiseta de Chalo, haciendo que éste se de taco y se refiera a éste como el mayor revolucionario de todos, según su tío (¿no que era sólo era un guerrillero revoltoso?). Romero se irrita ante su ignorancia y le aclara que las mayores revoluciones se han dado en México y Rusia, siendo la de nuestro país la primera, misma que se dispone a contarles tras aguantar los comentarios de Memín sobre que antes había discos de 33 revoluciones por minuto (ganándose un zape de parte de Ricardo). De ese modo, el relato de la historia de la Revolución Mexicana comienza, extendiéndose tanto que se pierden el recreo, pero los alumnos están tan emocionados (menos Memín, impaciente como siempre) que se quedan hasta que Romero termine de contarles.
No hace faltar que recuente toda la historia (investiguen si les interesa pero si son de México, ya deberían conocerla de cabo a rabo), pero es bastante fluida, acompañada de escenas e imágenes de los personajes más importantes de la Revolución. La verdad, los que estudien el tema en la materia de Historia se ahorrarían mucho tiempo leyendo esto para una tarea que buscando en un libro (además, es más entretenido). Memín y sus amigos interrumpen constantemente (Chalo ya se quedó callado el resto de la historia), aportando con su propio conocimiento (bueno, sólo los amigos de Memín demuestran tenerlo, él sólo refleja su ignorancia e indignación ante lo que Romero les va contando).
Un comentario fuera de lugar lo hace Ricardo cuando menciona el dato de la locura de la emperatriz Carlota cuando llegan a la parte en que Francia impone un emperador en México (¿qué tiene que ver? sólo porque Napoleón III necesitaba tener todas sus tropas en Francia no significaba que eso fuera relevante aunque facilitaría el que derrocaran a Maximiliano).
Hay indignación entre los chicos principalmente por las acciones de Porfirio Díaz (¿quién no se irritaría ante la hipocresía de ese hombre?), simpatía por la injusta muerte de Francisco I. Madero y la emboscada de Emiliano Zapata, entre otras cosas.
Romero concluye su narración, habiendo dejado en claro que la revolución encabezada por Che Guevara palidece en comparación con la de México y Memín ya le anda sugiriendo a Chalo conseguirse una camiseta de Pancho Villa.
Romero decide invitarlos a un helado aunque no sea la hora de la salida, rompiendo las reglas por primera vez (pero sólo se ve a Memín y a sus amigos acompañándolo ¿qué pasó con los demás alumnos?). Al negrito eso le suena como una “revolución” (nada que ver, cambiar las cosas no es infringir las reglas y esa sólo iba a ser una excepción especial) y proclama que de ahora en adelante jugarán a la revolución en vez del futbol (definitivamente es lo que necesita este país, pero si es Memín quien la dirige, estamos perdidos), y le da por hacerse un bigote, ponerse una tapa de bote de basura como sombrero y una escoba, para conmemorar a su manera la memoria de los que lucharon por la revolución, provocando que Romero y sus amigos rían ante su ocurrencia (pero ahí dice que ellos se rieron a carcajadas pero ni puntos de exclamación les ponen, indicando que más bien fue una risa nerviosa y ya andan pensando en meter a Memín al manicomio, lo que quizás explique porque no lo hemos vuelto a ver haciendo algo nuevo hasta la fecha).
Mis respetos para esta edición. Ahora si se siente que pusieron a un equipo creativo responsable (incluso nos dan el nombre del dibujante: Jorge Avira). El arte es excelente, algo sombrío pero muy apropiado (el arte del Bicentenario era más colorido, más parecido al del dibujante regular de la revista cancelada). La personalidad de los personajes estuvo muy bien desarrollada, casi casi como si la misma Yolanda Vargas Dulchè escribiera esto, en especial con el profesor Romero, que en la revista regular había perdido toda su carisma y características de autentico educador, recuperándose aquí al ofrecer argumentos y una narración de los eventos que eran lo esencial de sus intervenciones en la historia. Memín y sus amigos también siguen siendo como siempre, aunque no aportan mucho fuera de hacer sus propios comentarios e intervenciones mientras Romero les va contando toda la historia. Considerando que desde entonces, esto ha sido lo último publicado en material totalmente nuevo de Memín, puedo decir que fue lo más digno que pudieron hacer para despedir la revista (porque si no pueden darle un final a la historia, entonces, más les valía irse por la verdadera historia, ju, ju, ju).
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