Para ayudar con los gastos de la casa, Memín empieza a trabajar en una tienda de antigüedades pero pronto se ve inmiscuido en los problemas legales del dueño auspiciados por su codicioso nieto.
Eufrosina supone que un ladrón se metió a la casa al escuchar a alguien hurgando en la alacena, y acaba por darle de escobazos a Memín. Unos apapachos después, el negrito se recupera y tras explicarse, Eufrosina lo manda a la tienda a comprar para desayunar con el poco dinero que le queda.
Eufrosina supone que un ladrón se metió a la casa al escuchar a alguien hurgando en la alacena, y acaba por darle de escobazos a Memín. Unos apapachos después, el negrito se recupera y tras explicarse, Eufrosina lo manda a la tienda a comprar para desayunar con el poco dinero que le queda.
Memín bromea sobre que sólo le alcanzará para un frijol (la pobreza no es un chiste) y ella lo apura a largarse, cerrándole la puerta. Una vez fuera, el negrito reflexiona sobre la situación, poniéndose serio, y se dirige a la tienda de Don Venancio (si, que bonito que sigan usando a un personaje regular que tenia rato sin volver a salir pero de español ya no tiene nada, sólo la fachada mas no su peculiar modo de hablar, indicando que el nuevo argumentista no sabe nada de nada). Memín intenta comprar un kilo de huevos pero no le alcanza más que para dos míseros huevitos y tiene que conformarse.
En el camino, tropieza con una escalera, derribándola y poniendo en situación precaria a un viejo anticuario. El anciano le pide que le ayude pero Memín es lento de entendederas, tardando mucho en colocarle la escalera de vuelta, ocultando el hecho de que él se la tiró. Como los huevos se le rompieron al tropezar, pide al anciano reponerle un kilo, pero éste no es nada tonto, notando que el negrito está abusando, por lo que le hace una proposición, invitándolo a pasar a su negocio. Memín desconfía pero el viejo resulta ser un antiguo vecino que lo reconoce a él y a Eufrosina, así que no tarda en entrar. Con su poca sutileza de costumbre, Memín critica los cachivaches que el anciano tiene en la tienda pero éste ni se ofende, presentándose como Don Goyo (y ya, aclara que no le gusta usar sus apellidos, ni que hicieran falta, muchos personajes de la revista ni han tenido).
Le ofrece trabajo a Memín para que pueda ayudar mejor a Eufrosina con los gastos, pero el inconsciente y flojonazo negrito le huye a la palabra “trabajo”, rechazando su intento de ayuda.
Le ofrece trabajo a Memín para que pueda ayudar mejor a Eufrosina con los gastos, pero el inconsciente y flojonazo negrito le huye a la palabra “trabajo”, rechazando su intento de ayuda.
Ya de vuelta en su casa, al ver que Eufrosina llora mientras hace cuentas que no cree poder pagar, concientiza un poco más y tras explicar lo que pasó con los huevos (no se muestra la reacción de Eufrosina luego de gritar indignada), pasan a otro día en el siguiente cuadro. Memín encuentra a Don Goyo en la tienda tratando con su nieto, Gregorio, el cual le saca algo de dinero y le trata de dar lastima para que acepte venderle unos artilugios que un amigo le regaló sin revisarlos de antemano. En cuanto se va y entra Memín, Don Goyo expresa su pena de que su nieto le ha salido malo, metido en negocios de dudosa procedencia y que sólo viene a pedirle dinero. Detienen la conversación para que Memín empiece a trabajar, sacudiendo el polvo. El negrito limpia lo que toma por un retrato pero sólo es un marco tras el cual está la anciana madre de Don Goyo, lo que le sirve para hacer otro mal chiste.
Inexplicablemente, pasan al siguiente cuadro (sin presentación) en que Eufrosina se despide de Memín que ya anda en su uniforme de trabajo (una replica de la indumentaria de Don Goyo ¿qué pasa? ¿creen que todos los que trabajan en tiendas de antigüedades se visten así o que?), dispuesto a iniciar su jornada. Memín prueba una antigua cámara que le fue heredada por su padre a Don Goyo y su nieto rechazó cuando se la ofreció, demostrando que aun funciona, por lo que el anciano decide regalársela. En eso, llega Gregorio con las piezas a vender, dejándole todo a Don Goyo sin más ni más. Mientras las inspeccionan con lupa, Don Goyo se percate que datan de la época virreinal y no pueden ser posesión legitima de nadie, confirmando sus sospechas del mal negocio de su nieto cuando unos policías arriban a la tienda, deteniéndolo por robo.
Memín intenta impedir
(demasiado dramáticamente tomando en cuenta que apenas lo conoce) que se lleven a Don Goyo pero en su intento, sólo consigue aventarlo más rápido a la patrulla. El anciano
convence a los polis de que lo dejen hablar con el negrito, pidiéndole que mientras él anda en la cárcel (asumiendo que podrían tardar semanas o meses en soltarlo) cuide de su madre y guarde en secreto la muy probablemente autoría de su nieto en el crimen. Memín accede e intenta colgarse de la patrulla para que le den raite a su casa pero sólo lo dejan caer en la calle, donde no tarda en ser orinado por un perro.
Frustrado, regresa con la anciana para darle las malas noticias y se echa a llorar. Después, inexplicablemente, se le ocurre una idea y toma el control de la silla de ruedas de la anciana para llevársela. Se detiene a tomar un refresco, dejando la silla estacionada, pero el mismo perro de la secuencia anterior le sale al encuentro, molestándolo y aprovechando su descuido para desatrancar la silla. La anciana, atrapada en la silla, se va cuesta abajo por la calle y Memín intenta alcanzarla, quedando colgado en el peligroso viaje.
Convenientemente,
chocan con Ernestillo que andaba por ahí tomando un helado y se les une
en la precipitada bajada donde de puro milagro se salvan de estrellarse con un camión
de gasolina. Chocan con un cerco de madera y finalmente la silla aterriza tras
dar un salto, justo frente a la casa del negrito. Ernestillo y Memín no quedan
muy bien pero la anciana està intacta y divertida, indicando que gusta de las
emociones fuertes. Los dos amigos entran y presentan a la anciana con Eufrosina
para indicar que vivirá con ellos por un tiempo (como Memín nunca preguntó su
nombre, asume que se llama “Doña Goya”).
¿Cuál era la gran idea que se le ocurrió? ¿Sólo llevarse a la anciana? Parece que si… Al parecer, el atolondrado argumentista confunde la reacción de acordarse de algo con la de tener una idea.
Sin más, Memín y Ernestillo se regresan a la tienda donde descubren que Gregorio anda robando el dinero que su abuelo dejó en la caja registradora, retirándose y creyendo que no hay testigos. Por su promesa, Memín no puede hacer nada y en vez de eso, le presume a Ernestillo su nueva cámara antigua, dándole una demostración con la que termina dejando a su amigo cubierto de polvo. Irritado, Ernestillo lo persigue hasta un parque y nomás no se surte a Memín porque son interrumpidos por un hombre y su hija, solicitandoles una foto.
Ernestillo sugiere a Memín aprovechar la oportunidad de ganar algo de dinero para ayudar a Don Goyo (pagar la fianza parece más importante que sostener la tienda, para que al viejo le espere quedarse en la calle cuando salga) y vacilando ante la posibilidad de repetir el accidente, el negrito logra tomar sin problemas la foto. Memín se aprovecha aun más, mandando al señor a recoger la foto a casa de Ernestillo, trasladándose ahí en breve para improvisar un cuarto oscuro de revelado. Mandan llamar a Carlangas y a Ricardo para que les ayuden y pronto la foto queda revelada.
Más
tarde, el señor se presenta para recoger su foto, quedando impresionado por la
calidad con que la tomó el negrito (pura chiripa), declarando haber encontrado al fotógrafo
que necesitaba para su periódico. Memín
tarda en captar sus intenciones y todavía está a punto de regarla al insinuar
que la hija arruinó la foto con su presencia (pero sus amigos le tapan la boca
al idiota que no puede evitar decir lo que piensa). El hombre le deja una
tarjeta, invitándolo a comenzar a trabajar mañana mismo. Sus amigos celebran su
nuevo trabajo, pero Memín, flojonazo como siempre, ya le anda sacando porque no
le gusta levantarse temprano. Tras algunas divagaciones, el negrito termina
contando de nuevo la historia con Don Goyo ya que Ricardo y Carlangas no
estaban informados, retornando al tema que los ocupa, donde mediante
indirectas, Memín los convence de echarle una mano con el trabajo. Al negrito
se le olvida que no está en su casa y ya los quiere correr a todos pero
Ernestillo no tarde en corregirlo y echarlo a patadas, aventándole la cámara
(que poco cuidado para un artículo tan antiguo…el cual podría vender para obtener
suficiente con que pagar la fianza).
Desanimado porque sus amigos lo ponen a trabajar en
vez de darle ayuda económica (¡en serio que este enano no tiene vergüenza!), Memín
emprende el regreso a su casa y en el camino, divisa a un gato persiguiendo a
una rata. Considerándolo un excelente tema de foto, se detiene para tomárselas,
pero el “flash” de la cámara enardece a los animales, y lo corretean en
consecuencia. Una pareja los ve pasar y al creer que la rata persigue al gato
(en vez de ir por su camino, en pos del negrito), lo interpretan como una señal
del fin del mundo. Memín se detiene y alcanza a ver a Gregorio, otra vez
robando en la tienda, y aprovecha para tomarle una foto sin disimulo alguno.
Éste
se da cuenta (¿pues que esperaba? Estas cámaras antiguas no son nada discretas)
y persigue a Memín, chocando con el gato y la rata. Habiéndola librado, Memín
regresa a casa donde una airada Eufrosina lo espera, reprimiéndolo por su
tardanza, y lo surte a tablazos inmediatamente.
Al
día siguiente, Memín se dirige a trabajar, quejándose de lo adolorido que quedó
tras la paliza (todavía pensando que nunca había visto tan enojada a su madre…
¡peores cosas ha hecho y ella le ha pegado igual! Admitan que es una bruta que
le pega por todo). Sus amigos lo esperan y lo acompañan rumbo al edificio donde
el dueño del periódico lo espera. Memín se decepciona al ver que solo es un
diario local limitado a la colonia y no una gran empresa como esperaba. La cosa
empeora cuando recibe sus primeros encargos que son de pura nota roja,
llevándolo (junto con sus amigos que le hacen de asistentes) de un lado a otro,
tomando fotografías de un pleito en el mercado y un accidente automovilístico.
A Memín no le va bien en ninguna de las dos, siendo agredido en la primera por
una mujer furiosa, y en la otra, recibiendo junto con Carlangas, los ataques de
un luchador enojado que había chocado con él en su bicicleta (y todo porque el mismo
negrito puso al frente a su amigo para que saliera en su defensa pero ni las manos puso).
Hagamos
una pausa para analizar…. ¿Que clase de periódico contrata a un menor de edad
como fotógrafo y para la nota roja? Y peor aun… ¿un fotógrafo con una cámara
antigua, que no son nada discretas para efectuar la labor adecuadamente? Ese
tipo debía estar ciego o muy desesperado (pero ciertamente en ningún momento se
vio que tuviera más personal, así que eso lo explicaría todo).
Tras
revelar las fotos en el cuarto oscuro (con Memín comentando que debería ganarse
un “Oscar”…uf, este no sabe nada de nada), vuelven con el dueño del periódico,
quien indica que no pueden utilizar ninguna ya que tomaron pésimos ángulos. Memín
ya quiere mandar todo al demonio cuando el hombre termina viendo la foto de
Gregorio (bueno, suena a que no checaron las fotos ellos mismos luego de
revelarlas ¡que descuidados!), admitiendo que esa salió bien y saldrá publicada en la siguiente edición (¿pero el negrito aun tendrà trabajo o no? sepala).
Pasan
varios días y encontramos a Memín, sentado en la acera, lamentando el no poder
hacer nada por Don Goyo. En eso, el anciano aparece, habiendo recogido a su
madre de la casa del negrito. Le cuenta que la foto que publicaron en el periódico
sirvió para exponer las fechorías de su nieto, por lo que salió en libertad (¿por andar robando en el mismo lugar donde dejò las cosas robadas? como que el tipo no es muy brillante).
Muy torpemente, Memín intenta mantenerse en el anonimato como el responsable de
la foto, aun cuando el viejo está muy agradecido, recapacitando sobre que
Gregorio merecía un escarmiento por la vida que escogió. Oportunamente, sus
amigos llegan para invitarlo a un partido de beisbol y Memín se va, recibiendo
el callado agradecimiento del anciano. Ya estando lejos con sus amigos, Memín
comparte su ingrata y estúpida decisión de dejar de trabajar con Don Goyo
debido a que se metió en muchos problemas (¿pero acaso no continuarán los
problemas económicos en su casa?).
Una
trama más donde todo lo manejaron trayendo a Memín de una fumada a otra,
improvisando y perdiendo el tiempo en tonterías que ni al caso. Simplemente, ya
no saben ni que hacer en esta revista.
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