lunes, 30 de agosto de 2010

Memín Pinguín #422-424

Accidentalmente, Memín acaba perdido en el desierto y se une a un grupo de mojados pasando por las peripecias típicas a las que éstos suelen enfrentarse. Toda una odisea nomás para concientizar en lo que sufren los que se andan cruzando ilegalmente al otro lado (más que nada parece propagando de advertencia para que ya no lo hagan).


Cumpliendo lo prometido a Ricardo de ayudarle con “algo” que no se dijo en el número anterior para hacerla de emoción, Memín se encamina a casa de su amigo. Se topa con Ernestillo, quien lo detiene e inquiere a donde va. Nuevamente (y por desgracia) sigue una rutina de comedia generada en una conversación absurda entre los dos, nomás porque el menso de Memín no puede decir las cosas claras, impacientando a Ernestillo, mas eso no le impide echarse sarcasmos.
Al final, el negrito consigue decir que va con Ricardo para ayudarle con la mudanza de unas cosas que quiere enviarles a unos parientes. Ernestillo se ofrece a ayudarles y pronto llegan con Ricardo, que ya tiene lista la caja donde pondrán las cosas. Ricardo explica que van a mandar todo a sus parientes lejanos (que ni conoce) hasta Chihuahua. Ernestillo sube con él para arreglar lo demás, dejando a Memín abajo metiendo cosas a la caja. Al parecerle muy chica, coge otra más grandes, acomodándolo al grado de querer acomodarse él mismo ahí, echándose una siesta. Les avisa a sus amigos pero ni alcanzan a oírlo. Cierra la tapa para que no la de la luz y para cuando Ricardo y Ernestillo han bajado, el ya se quedó dormido. Como no lo ven por ahí, ellos suponen que se regresó para su casa y sellan la caja, justo cuando llegan los de la mudanza. Los cargadores se llevan la caja (junto con muchas otras que por lo visto estaban ya puestas de antemano ¿o sea que nomás necesitaba ayuda con una? como si no pudiera haberlo hecho solo, que flojo) y hacen firmar a Ricardo para que no los responsabilicen si el cargamento no llega a su destino. A él le parece sospechoso, pero como amenazan con bajar las cosas de nuevo, tiene que obedecer. Cuando ellos ya se han ido, Ricardo está inquieto, presintiendo que se le olvidó algo y descubre la gorra de Memín en el piso. Inmediatamente ata cabos y se lo hace ver a Ernestillo, quien no cree al negrito tan bruto como para dejar que se lo lleven en la caja, a menos que se haya dormido o algo así.
Ricardo entra en pánico al comprender que ha mandado a Memín al estado más lejano del país (¿Chihuahua el más lejano? ¿y Baja California que?) Y Ernestillo tiene que abofetearlo para calmarlo. Ernestillo sugiere avisarles de antemano a sus familiares, pero según Ricardo, no tienen teléfono, así que no ven solución a su problema. Llega Carlangas y lo incorporan a su pena.
Los tipos de la mudanza, que son un par de completos imbéciles, van por la carretera en el desierto de Chihuahua, se quedan dormidos al volante y casi chocan con un camión. Hacen un viraje brusco que provoca que la caja en que va Memín se caiga y ahí queda tirada. Memín se despierta y logra salir, encontrándose en un lugar extraño. Tratando de orientarse, ve el letrero que indica que faltan 200 kilómetros para llegar a Chihuahua, no teniendo ni idea de si está cercas o lejos, pero tiene que ponerse a caminar. Un vehiculo se detiene y los de abordo preguntan cuanto falta para llegar allá y Memín se los dice sin pedirles raite. Lamentado su olvido, Memín sigue caminando por el desierto, justo cuando ya se hace de noche. Memín cree ver a un monstruo atacándolo, pero no es más que un búho. Siente alivio pero no tarda en corretearlo un coyote y para salvarse, se trepa a un cactus, del que tiene que soltarse al sentir las espinas. El coyote huye, asustado al ver una serpiente de cascabel que ataca al negrito, pero una oportuna águila aparece para llevarla entre sus garras, haciendo una referencia al símbolo patrio (muy bonito pero no estoy seguro de que las águilas sean depredadores nocturnos).
Se hace de día y Memín sigue adelante, ahora siendo victima de un espejismo que le hace ver a sus amigos dirigiéndolo a un oasis. Éste desaparece cuando el negrito se echa un clavado en el suelo. Un camión pasa, denotando que ha regresado a la carretera y decide que ahí puede quedarse a esperar a que alguien lo lleve a la civilización.
Los amigos de Memín van a darle la mala noticia a Eufrosina, quien, por supuesto, se desmaya al recibirla.
Memín no tiene éxito en sus primeros intentos, siendo ignorado por los camiones que pasan. Cuando uno se detiene en un establecimiento cercano (¿por qué Memín no va para allá en vez de quedarse ahí? al menos habría sombra). Lo alcanza y logra treparse, pero las fuerzas lo abandonan. Alguien le echa agua en la cara, reanimándolo y se encuentro con una variedad de gente y un niño le ofrece más agua para beber. Memín se lo agradece y se extraña cuando andan pidiendo a todos guardar silencio y ocultarse tras las cajas. Evidentemente, son un grupo de “mojados”, gente que se quiere cruzar al otro lado por oportunidades de trabajo y lo hacen ilegalmente por restricciones migratorias, pero Memín es muy tonto para entenderlo y poco a poco le van explicando.
La migra hace un pésimo trabajo inspeccionando, ya que no revisan la parte trasera del camión, y pronto pasan (¿el camión se movió hacia la aduana después de que Memín subió o siempre estuvo ahí y uno lo confundió con un establecimiento? quien sabe, pero si siempre fue la aduana que mal han de estar de la vista para no ver a Memín subiéndose). El niño viaja con sus padres y entre todos estos, son los únicos que se les dará atención pese a que ni nombre tienen, pero todos son buena gente y muy pacientes para explicarle su situación a Memín pese a que él sigue sin comprender la necesidad de irse a Estados Unidos en esas condiciones.
El par de polleros que los llevan, los hacen salir para seguir con la segunda parte del camino, que es irse a pie a través del desierto. Al descubrir a Memín, como no pagó por el “servicio”, amenazan con abandonarlo ahí, pero el padre, en gesto solidario, insiste en pagar por él.
Eufrosina se recupera de la impresión, pasando a las lágrimas por lo que ha pasado con su hijo, pero no culpa a Ricardo, sabiendo que es la costumbre de Memín meterse en problemas por ser atarantado. Sus amigos sugieren ir a Chihuahua para buscarlo.
A Memín le caen mal los polleros y el sentimiento es mutuo, pero no tienen más opción que seguir sus órdenes durante el trayecto. Una señora que no puede con su equipaje, Memín se ofrece a ayudarle, aunque apenas y puede con el peso.
El niño le advierte que se agache cuando pasa cerca una patrulla y le dice que lo que sigue es cruzar el río. Memín no entiende porque deben tomar tantas precauciones como si fueran una bola de apestados pero el padre le explica que así los tratan los estadounidenses. Él replica que si es así deberían quedarse en México pero ellos no tienen opción porque en su pueblo nomás no se consigue trabajo (pues váyanse a otra parte del país ¿qué caso tiene arriesgarse tanto?).
La empresa en el río es especialmente difícil para Memín, que exaspera tanto a uno de los polleros que lo arroja al agua. El niño, al que le dieron un flotador, le indica que esa agua no es muy profunda y Memín se confía, pero acaba por hundirse al avanzar más y el padre tiene que meterse para rescatarlo. Ya a salvo en la superficie, le dice que muchos no tienen la suerte de sobrevivir al cruce del río (vaya modo de hacer referencia a los casos reales pero es evidente que esos “ejemplos” no desairan a la gente porque siguen ocurriendo, tsk). Les reprochan a los polleros no haber ayudado a Memín pero ellos replican que su trabajo es traerlos y guiarlos, no cuidarlos.
Siguen adelante y Memín pide a gritos agua para aliviar su sed, poniendo sobre aviso a los de la migra para que los agarren. Los polleros se vuelven contra él pero el padre interviene y al final ellos prefieren huir por otro lado. Aun sin los guías, los mojados insisten en continuar con la peligrosa travesía. El niño le cuenta a Memín que es la tercera vez que hacen ese viaje ya que en las otras los han atrapado y obligado a regresar. Después de mucho caminar en el sol, se detienen a descansar, y Memín se acaba el agua. Sintiéndose mal por lo que esto le ocasione a los otros, decide buscar agua y encuentra un pozo del que puede sacarla. Se adentra a una propiedad para pedirle al dueño una cubeta, pero éste es estadounidense y reconoce a Memín como un mexicano y se regresa para tomar un arma de fuego.
Memín echa a correr y advierte a los demás, que tienen que huir de los rancheros que los siguen en su pick up disparándoles con inusual entusiasmo (supongo que los mojados también han de enfrentar estas cosas). Memín se salva al caer en una zanja y los demás se esconden en unos arbustos. Deciden acampar y pasar la noche ahí. Memín se conmueve al ver a su pequeño amigo durmiendo con sus padres y extrañando a Eufrosina.
La lavandera también piensa en él y aunque es de noche, los amigos de Memín vienen para que los acompañe en su búsqueda, con el señor Arcaraz conduciéndolos hasta Chihuahua. Para cuando están en el carro, como que ya es de día. Se que hay dos horas de diferencia entre el norte y el sur, pero no pueden pasar de noche y día en algo que llevaría algo así como diez minutos.
La familia de mojados (ya no se ven a los otros ¿murieron en el camino?) despierta a Memín para continuar el viaje, pero al cabo de un rato, divisan la patrulla de la migra acercándose. Memín decide sacrificarse, distrayéndolos mientras ellos se esconden. Los agentes estadounidenses se acercan amenazadoramente a Memín pidiendo papeles, que él ni atina a explicar que no tiene. Le advierten que lo regresarán a México, no antes de darle de macanazos como escarmiento por atreverse a cruzar sus fronteras, en evidente estereotipo de la actitud estadounidense contra este tipo de gente con tintes de xenofobia (y ni me hagan decir que hasta presentando algo de racismo, aunque me extraña que esta escena no ocasionará la inmediata cancelación de la revista si nos acordamos de aquel malentendido de cuando discriminaron a Memín en Dallas, Texas). Lo meten al camión donde también llevan detenidos a los polleros, que reconocen a Memín y se desquitan con él a su gusto.
El grupo de búsqueda de Memín acaba llegando a la aduana, justo a tiempo para ver como lo echan a patadas (no estoy seguro de que así sean las deportaciones ¿no deberían encerrarlo o algo así primero y avisarle a la familia? agarrar a la gente y devolverla así me parece más furtivo que legal). Eufrosina sale del auto para abrazar a Memín y sus amigos se le unen, alegrándose de verlo bien, aunque éste tan golpeando (el señor Arcaraz también anda ahí, pero como que nomás está pintado, no dice ni hace nada).
Pasan los días y todo vuelve a la normalidad. El cartero trae una carta para Memín de parte de su amigo, el niño que ha pasado de mojado a inmigrante ilegal (¿en que momento le dio Memín su dirección? ni siquiera se presentaron formalmente por sus nombres), quien le comunica que aunque ya consiguieron trabajo y todo, la xenofobia continua y Eufrosina se congracia en que lo mejor seria que regresarán a México. Llegan sus amigos con el maestro Romero, que le traen un pastel sólo para demostrarle lo importante que es para ellos (¿sólo por perderlo de vista un par de días?). El maestro agrega que para que descanse lo suficiente le darán dos días libres (pero si según ya pasaron unos días ¿cuántos días más pueden dejar que pierda clases?), aunque igual tendrá que ponerse al corriente después, así que Memín no tiene tiempo de celebrar.
Todo acaba con Carlangas diciendo que puede haber sorpresas al volver a clases, lo que es reafirmado por el narrador, que como siempre, con algo nos quieren dejar en suspenso para no perderse el próximo número.

2 comentarios:

  1. Pero que no, en la época de Yolanda y Sixto, no memin se quedó dormido en una caja y se lo llevaron los de la mudanza? Entonces no es tan raro que le pase un incidente así

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