Memín trata de conseguir un regalo de cumpleaños para Eufrosina y va con sus amigos a una feria, donde acabarán metiéndose en líos (una mezcla de absurdez e improvisación).
Tras su muy olvidable y sosa “aventura” anterior, Memín camina por la calle con sus amigos y se queda viendo un escaparate. Al notar que es ropa de mujer lo que mira, ellos ya andan creyendo que el negrito tiene raras tendencias, pero pronto deja en claro que le gusta para ponérsela a su má linda. Aunque la verdad lo único que está señalando es un sombrero de ala ancha y un bolso, que no se de que rayos le van a servir a una humilde lavandera. Menciona que es para su cumpleaños y ahora lo regañan por desconsiderado. Memín se queja por ser muy pobre para poder comprarle algo y Ricardo ofrece hacerle un préstamo, que el negrito malinterpreta con que le pagará el sombrero, que está bien caro. Decepcionado porque Ricardo le ofrece tan poco, Memín se aleja, entristecido. Ellos tratan de animarlo y el sigue esperando que le den de más para comprar el horrible sombrero, pero de un cuadro para otro cambia de opinión. Sigue una muy sangrona escena en que le pide a Ricardo que “caiga”, y el obedece dejándose caer. Luego que “caiga con la lana” y con dinero en mano, el güerejo se deja caer en el suelo de nuevo. Hasta Carlangas y Ernestillo se enfadan con estas tonterías que ni al caso. Memín explica que quiere el dinero para que Ricardo los invite a una feria cercana y le recriminan por pensar en divertirse cuando anda preocupado por no tener regalo para Eufrosina. Memín finge llanto, logrando que lo compadezcan y se congracien con él yéndose a la feria y hasta le piden una disculpa (¡bola de imbeciles! gastarán más en la feria que en un modesto regalito). Con sus amigos que salen disparados a la feria el mismo chaparro sinvergüenza se felicita por ser tan buen actor. Que desgraciado.
Los cuatro tratan de decidir a que juego subirse primero y Memín sugiere el carrusel. A Ernestillo y a Carlangas les parece muy infantil y esperan que Ricardo los respalde pero él ya anda bien montadito en los caballitos (¿por qué Ricardo se comporta tan idiota en este numero?).
Solo Ricardo y Memín se divierten en eso, y los otros se desquitan sugiriendo el siguiente juego, la casa de los espantos. Predeciblemente, Memín se asusta en el paseo y ya cuando salen, se desmaya por tanto miedo, pero aunque le hacen burla, acaba inafectado y pronto algo llama su atención. Divisa los juegos de destreza, pareciéndole un buen medio de obtener un regalo para Eufrosina, ignorando a sus amigos que se van con la idea de que nadie gana en esos, pero casi enseguida ven a un niño pequeño ganándose un enorme peluche en un juego de arrojar dardos a los globos. Memín prueba ese, pero se distrae por andarles hablando y el dardo va a parar a las posaderas del encargado, por lo que tienen que huir. Memín quiere probar en otro y señala el de disparar con rifles, pero sus amigos tienen el acierto de detenerlo, no queriendo pensar en lo que seria capaz con un arma en sus manos. Le sugieren otro más seguro, el de sacar pescaditos con caña, y Memín se saca un ridículo jarrón. Como le queda otro intento, espera sacar algo mejor, pero lo que hace es tumbarle las cosas al encargado en la cabeza y otra vez tienen que salir corriendo.
En su huida, acaban en una fila de la montaña rusa y durante el paseo, el jarrón se zafa de las manos de Memín y tienen que separarse para buscarlo. Memín cree que pudo haber caído en el laberinto de los espejos (¿adentro cuando ellos estaban afuera? Ni modo que no tenga techo) y se mete, golpeándose varias veces. Al salir de ahí, encuentra el horrible jarrón, y le toca ver a unos hombres sospechosos enterrando algo de lo se quieren deshacer. Ellos reaccionan airadamente al ver el jarrón en sus manos, y se lanzan en su persecución, a la que pronto se unen sus amigos para auxiliarlo. Les hacen la zancadilla, derribándolos, aunque uno los alcanza pero Carlangas le da un empujón y logran despistarlos. Interrogan a Memín sobre en que se ha metido y el menso sale con que no sabe. Sus amigos se exasperan y se le echan encima, presentando otra vez el efecto de la nubecita de humo (muy exagerado ¿y por qué tienen que pegarle entre los tres si solo quieren que les diga que cree que pasaba con esos tipos?).
Memín se escurre entre ellos, pero Carlangas lo atrapa por las piernas, haciéndolo dejar caer el jarrón, y Ernestillo logra interceptarlo. Memín se apresura a agradecerle cuando uno de los pillos lo toma y se lo pasa a uno de sus compañeros y…Sigue toda una secuencia de pasar la bolita, que ya los niños se andan tomando a juego. Ajum, me brincaré esta parte de los pases. El caso es que al final Carlangas comete el error de pasárselo a Memín, dándole en la cabeza y uno de los mañosos aprovecha para tomarlo. Deciden ir tras ellos pero recuperarlo, dudando si deberían al percatarse de lo peligrosos que pueden ser. Memín opina que no lo son por lo que vio, pero para hacerse el interesante, no les quiere decir, y Ricardo lo ahorca. Se disculpa por pasársele la mano y Memín al fin aclara que nomás los vio enterrando a alguien, horrorizándolos. Tardan mucho en hacerle entender que eso significa que mataron a alguien y se querían deshacer del cuerpo. Los tres consideran llamar a la policía pero Memín los hace desistir, ya que así no podría recuperar el jarrón al ser evidencia. Van haciéndose a la idea de recuperarlo por si mismos, pero Ricardo sufre un ataque de pánico y pesimismo, del que lo saca Carlangas de una bofetada (lo dicho, Ricardo está actuando como un gran idiota en toda esta aventura). Ernestillo idea un plan.
De vuelta en la feria, ellos van por los alrededores, buscando a los matones, y Memín, como siempre, le anda sacando, pero disimula haciéndose el valiente. Su “ingenioso plan” es treparse a un árbol y hacer escalera descendiente humana. Memín casi agarra el jarrón cuando se ve de cabeza con uno de los criminales y éste los hace caer a los cuatro (¿no se acordaron de revisar primero si no estaban cerca los malvivientes? ¿y que hacen ellos en el mismo lugar, sabiendo que esos chicos podrían haberlos denunciado con la policía?). Uno sugiere aniquilarlos pero otro le recuerda que ese no es su estilo, y todavía Memín comenta haber oído sobre lo que hicieron, complicando más las cosas. En eso, interviene Trifón, creyendo que están jugando. Memín le pide que los ayude y al ver en peligroso a su querido amigo negrito, el gordinflón embiste contra los criminales, derribándolos (¿cómo puede hacer eso si es mas chico que ellos? su corpulencia no debería darle tal nivel de fuerza). Memín y los demás aprovechan para tomar el jarrón y huir. Claro que una vez a salvo, Memín asegura que la participación de Trifón era innecesaria y ya se van para su casa.
En casa de Memín, se disponen a envolver el jarrón con periódico, que es el único papel que tiene, y al voltearlo, salen varios fajos de billetes. Memín salta de alegría pero sus amigos le advierten que ese dinero sin duda es robado y no le pertenece. Uno de los malosos logro seguirlos hasta ahí y desde la ventana los espía. Memín insiste en celebrar la obtención de ese dinero y Carlangas debe bajarle los humos con un golpe en la cabeza. Discuten y alegan, acabando en los tres tratando de quitarle el jarrón y con Trifón respaldando a Memín, y los cinco caen en el piso (y ese jarrón ni se rompe ¿es de plástico o que?). Llega Eufrosina y exige una explicación. Memín lo evita apresurándose a darle su regalo (y ni ella se acordaba de que era su cumpleaños). La lavandera dice que es lo mejor que ha recibido, y quien sabe si es un sarcasmo o lo dice en serio (con estos torpes argumentos y un dibujo de expresiones poco convincentes…). Memín le indica mirar dentro, pero el dinero ya no está y se desconcierta. Sus amigos aprovechan para “recordarle” que deben salir a jugar, y así se apuran a felicitar a Eufrosina y retirarse. Afuera, Memín se pregunta que pasó con el dinero y Trifón revela que tiene el jarrón. Memín se lanza como una fiera sobre él, brincándole brutalmente encima y para cuando sus amigos lo calman, el gordito ya ha colgado los tenis.
No, sólo bromeaba, simplemente repiten lo de su primera aparición.
Como Trifón no reacciona, a Memín se le ocurre usar una bomba de aire y se la meten en la boca. Sus amigos cuestionan ese método y al rato oyen la explosión. Por supuesto, no fue Trifón quien estalló, sino un tanque de gas cercano, que uno de los vecinos activó al dejar caer un cigarro cercas. Una vecina chismosa explica todo y se va con otros a ver al responsable, que quedó malherido. Memín también quiere andar de mitotero, pero sus amigos lo sacan ahí, justo cuando Trifón se levanta. Ya en otra parte. Le preguntan a Trifón donde está el dinero y él insiste en mostrarles el jarrón, desconcertándolos porque según se quedó en casa de Memín. Sigue una de las peores sangronadas jamás usadas en esta porquería de revista. Memín pide ayuda al narrador de la revista (nombrándolo “señor” haciendo más evidente que no es Doña Yolanda) para que les cuente que pasó exactamente, remontándose al pasado.
El narrador casi ni hace su trabajo en la revista de Memín, normalmente narra cosas de relleno y describe las escenas más dramáticas, no tenía nada que hacer aquí. Lo peor es verlo interactuando tan absurdamente, accediendo de inmediato a contar desde que van a la feria, narrando con detalles innecesarios la forma en que Trifón andaba casualmente por ahí (incluso se molesta cuando Carlangas y Ernestillo lo interrumpen), encontró el jarrón de Memín y más tarde lo intercambió por el que traía el dinero en su casa cuando nadie lo miraba. Así que con eso todo queda aclarado y según el negrito, exigió ese favor del narrador porque Trifón tardaría mucho en explicarles. Memín insiste en quedarse con el dinero del otro jarrón, y sus amigos se rehúsan, recordándole que es dinero mal habido y que el jarrón es evidencia a entregar. El maloso que los seguía aprovecha llevándose a Trifón, que seguía sosteniendo el dinero. A Memín le vale, viendo una buena oportunidad para deshacerse de él, pero al mencionar el dinero, acepta acompañarlos, aunque en realidad se van a la delegación para reportar todo.
De vuelta en la “escena del crimen”, los criminales andan enterrando un gran bulto. Suponen que Trifón ha sido asesinado y van a deshacerse de su cuerpo. La policía apresa a los maleantes, mientras Memín llora inconsolable por la muerte de Trifón. Pero el bulto sólo tenía dinero, así que ahora suponen que lo hicieran carnitas y se lo comieron (¿por qué harían eso?). Memín pide perdón al alma de Trifón, y éste aparece a sus espaldas, asustándolo. Todos se alegran de que siga con vida y uno de los policías señala a uno de los maleantes que suplica que alejen a ese niño, indicando que les dio una tremenda paliza.
Trifón se despide de ellos, así como Ricardo. Carlangas les dice a Ernestillo y a Memín que necesita decirles algo importante que Ricardo no debe saber, pero lo hará hasta el día siguiente en el callejón.
Memín vuelve con Eufrosina a celebrar su cumpleaños, y el inoportuno narrador ahí anda, denotando que el negrito se anda preguntando que será lo que no quiere Carlangas que sepa Ricardo. Todo para sembrar la duda en los lectores. En serio, este truco de dejar intrigas para el último momento es un recurso del que no deberían abusar tanto…
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