martes, 3 de agosto de 2010

Memín Pinguín #410-413


Memín roba un árbol para decorar su casa creyendo que eso animará a Eufrosina, pero les sale una ardilla que acaba complicandoles la vida.


El desarrollo de esta historia es bastante aburrido. Eufrosina despierta a Memín para desayunar, regañándolo por andarse durmiendo encuerando. Ya mientras come le dice que debe tener fuerzas, y como él es flojo, esa amenaza de esfuerzo, hace que se atragante y ella tiene que ayudarlo. Pero no acaba de decirle que van a hacer, y Memín supone que tiene algún examen, mas ella le aclara que es sábado. Se alegra para volverse a dormir después de desayunar, pero Eufrosina le recuerda que le ha de ayudar con la pintada de la casa (la verdad Memín no se comprometió a nada en el numero anterior, basta con que se lo ordene y ya que para eso es su madre ¿no?). Memín objeta que una pintada no mejorará su “cuchitril”, y antes de que ella repele, prefiere irse a vestir apropiadamente y enseguida empieza a mover la brocha con mucha torpeza. Una vez que han terminado, el negrito nota que Eufrosina está desanimada, resintiendo la falta de decoración en la casa. Memín sugiere emplear sus fotos de chico, olvidando que éstas no existen ya que nunca han tenido cámara. Se pone a comer para inspirarse, y así se le ocurre encontrar algo para decorar, pero hasta ahí llegó su cerebro, porque no sabe que podría conseguir y más por su pobreza. Encuentra una moneda en el piso e intenta agenciársela, pero al agacharse choca con Ricardo (¿no es raro que Memín se la pasa encontrándose con sus amigos en todos lados?) y se le cae el helado que traía. Memín insiste en devolvérselo pero por supuesto que su amigo ya ni lo quiere, y ante su enojo, él se suelta a llorar, lamentando su torpeza y pobreza. Comiendo el helado que tiró al suelo, expone su predicamento. Después, mientras caminan cerca del parque, Memín observa un árbol pequeño y decide que eso es justo lo que necesita para iluminar el entorno de Eufrosina. Ricardo piensa que es una locura y ya lo anda dejando, pero el negrito le suplica por su ayuda y se pone a hablar de Eufrosina como una mujer pobre con pocas oportunidades y mucho rollo melodramático, que conmueve hasta las lagrimas a su amigo.

Y así, por su madre (y por tarado), Ricardo accede a ayudarle, y Memín lo pone a vigilar mientras derriba el árbol, golpeándolo en la cabeza. Luego, ya lo tiene cargándolo mientras él dirige el camino. Ricardo pide agua por el esfuerzo, y Memín lo interpreta para echarle un cubetazo al árbol, mojándolo a él también. Eufrosina se desconcierta al verlos llegar con el árbol y con tabla en mano, exige saber donde lo sacaron. Ricardo aprovecha para retirarse, dejando a Memín con sus alegatos típicos, que hacen a Eufrosina creer que la toma por tonta, y le da sus tablazos por primera vez en mucho tiempo (pero ante tan poca cosa, suena a una muy mala excusa para presentar finalmente su clásico castigo).
Ella deja de pegarle al ver que algo se mueve en el árbol, y supone que está embrujado. Memín lo examina de cerca y divisa un par de ojos entre las ramas y luego le brinca en la cara una ardilla. Eufrosina le da un escobazo para que lo deje, pero el animal se quita y le pega en la cara a su hijo atarantado. La ardilla se esconde debajo de la cama, y cuando al fin logran hacerla salir, comprueban que eso es, ya que la habían estado tomando por rata. Para Memín no hay diferencia, pero Eufrosina se burla porque la ardilla no es salvaje (¿bromean? Las ardillas tienen menos contacto humano que las ratas, así que si se lo proponen, son aun más salvajes). Como sea, decida hacerla su nueva mascota, y recibe un sopapo de parte de Eufrosina, que no aprueba esa idea. El negrito inquiere el porque de su enojo y como ella dice que es por lo que dijo, le da por alegar que ella tiene “anestesia” recibiendo otro golpe por ignorante. Eufrosina toma la ardilla para devolverla al parque, pasando por encima de Memín, literalmente.
Al llegar allá, le explica que ahí puede verla y dejarle comida. Ella procede a darle el alimento tras notar que él no alcanza, y un policía se acerca, recibiendo un golpe de su parte al tomarlo por su fastidioso hijo. Eufrosina se disculpa aunque el poli está más ofendido de que lo confundieran con un niño tan feo, y explica que no se permite alimentar a las ardillas porque puede alterar el equilibrio ecológico o algo así. Memín insiste en que es su mascota y el poli deja implícito que de ser así, deben dejarla en la casa. Pasa a comentar sobre un árbol que unos vándalos se volaron del parque y Eufrosina ata cabos, retirándose rápidamente con Memín y la ardilla.

De vuelta en la casa, otra vez amenaza al negrito con la tabla para que suelte la sopa y él aclara que fue Ricardo quien le ayudó y que todo fue por ella y no lamentara el vacío de su hogar. Así que no lo castigará y lo abraza por ser tan considerado, aunque igual tienen que ver como devolverlo. Memín va a pensarlo, así como con lo de la ardilla, que ya le puso el nombre de “Cleofas”. Trata de buscarle alimento por la casa, creyendo que es como un conejo y aceptará una zanahoria, pero el roedor la desdeña y salta por la ventana. Quien sabe porque, Memín la anda buscando debajo de la mesa (si en el cuadro anterior la vio salirse), y hace tropezar a Eufrosina. Inexplicablemente, cuando ella ya se ha ido, él tiene a la ardilla entre sus brazos, y otra vez se le escapa, ahora si saltando al otro lado de la ventana, haciendo destrozos en la ropa que Eufrosina tenia encargada.
Memín se pone muy decaído, imaginando el disgusto que le causará, y ahora le toca ser a Carlangas él que tenga que consolidarse tras venir a buscarla para algo que no acaba de decir.

Y sigue una muy estúpida secuencia de alegatos y malentendidos, nomás porque Memín lloriquea diciendo algo de su madre, que haca a Carlangas suponer que algo malo le pasó, que hace que Memín crea que dijo algo malo sobre ella, y puros rollos que ni al caso hasta que el menso al fin se explica. Le muestra a la ardilla traviesa, que se hace la muerta, para luego arañarlo. Teme que le de rabia y Memín comenta que así se puso Eufrosina, haciendo que su amigo ya la imagine con espuma en la boca. Por fin, le enseña la ropa arruinada, justo cuando Eufrosina ha vuelto, desmayándose al ver los daños. Al volver en si, exige saber que pasó y Memín dice que fueron unos niños de la vecina, ocasionando que vaya a reclamar en vano. Los dos alcanzan a oír los gritos de ésta denotando que sus hijos han estado fuera y no pudieron haber sido. Iracunda, Eufrosina se regresa y otra vez toma la tabla. Carlangas trata de huir para dejarlos solos, pero la señora que dejó la ropa que la ardilla echó a perder, llega en ese momento. Irritada al ver el estando en que se la dejaron, acusa a Memín que se puso a criticar el poco valor de sus garras, pero Eufrosina lo defiende, comprometiendose a pagar y ella le da un plazo o la demandará (¿por ropa mugrosa? no creo que se pueda demandar por eso).
Ahora si, Carlangas deja a Memín, a quien Eufrosina ya ni quiere ver. Pasa por el parque, viendo a un amaestrador de perros ganando dinero en el parque, y se le ocurre una idea que ayudará al negrito. Regresa a su casa, cuando éste culpa a la ardilla de su desgracia y va a matarla con un florero, pero acaba rompiéndolo en la cabeza de Carlangas. Más preocupado por el florero que por la salud de su amigo, Memín acaba haciendo un mal chiste sobre su valor (la dinastía “chin” de “¡Chin, ya lo rompí!” uf, eso estuvo fatal). Trata de correr a Carlangas, pero éste le dice que viene a ayudarle, usando la metáfora de un boleto de lotería premiado, que el negrito se toma en serio, y acaba dándole un zape. Prosigue contando de los perros amaestrados del parque y Memín sale corriendo a verlos sin dejarlo terminar de explicarse. Como hay mucha gente arremolinada viéndolos, decide treparse a un árbol para observar mejor y Carlangas lo imita aunque eso no vaya al caso. Ya arriba, Memín dice haber visto algo que no cree, y se dice lo a Carlangas, pero no es más que su casa en la distancia y se gana otro golpe (¡ya basta de tanta violencia y estupidez!). Dirigen su atención a los perros, y por la emoción de Memín, se rompe la rama y caen en medio del espectáculo. Carlangas señala a la gente poniendo dinero en el sombrero, diciendo que esa es la solución a sus problemas, lo que el muy burro interpreta para robárselo. El dueño envía a sus perros tras ellos, y en la huida, se topan con Trifón. Aprovechando su ingenuidad, Memín le pasa el sombrero para que los perros lo ataquen a él mientras se ponen a salvo.
Sin darle importancia a la situación del gordito (Carlangas le hace ver que hizo mal, pero él tampoco parece muy preocupado porque no sugirió volver para ayudarle), ahora si su amigo le aclara que podría enseñarle trucos a la ardilla y ganar dinero. Memín no cree que sea posible, pero Carlangas lo sienta para darle una demostración, y de inmediato se ve que la ardilla tiene habilidad. El negrito se mete en uno de los trucos que pone su amigo, tratando de empujarla a la hora de saltar el aro, y ella se echa sobre su cara. Al siguiente truco, que es brincar de una silla a otra, otra vez la provoca y es arañado de nuevo. El siguiente es ponerla corriendo sobre un globo terraqueo, pero acaba aplastada. Memín trata de darle respiración de boca a boca, lo que no le hace gracia al roedor ya que una vez más lo ataca en la cara. Carlangas indica que al día siguiente ya estará preparada para comenzar y le advierte que cuide bien a la ardilla.
Memín se duerme con ella, y a la mañana siguiente, la encuentra aparentemente muerta, habiéndola aplastado mientras dormía. Más que llorar al roedor, llora por Eufrosina que tendrá que hacer trabajos forzados en prisión, y echa el cuerpo al refrigerador por mientras. Va con Carlangas al parque, que ha invitado a Ricardo y Ernestillo para atestiguar a la ardilla en acción. Memín no quiere admitir que la mató, así que señala a otra ardilla que distingue en un árbol, excusando que se le había escapado.
Sus amigos anuncian la función, y Trifón se acerca, queriendo devolver el sombrero con el dinero del otro día. Los perros (¿qué pasó? ¿cómo escapó Trifón de ellos? ¿y porque siguen en el parque y su dueño no? sepa) aparecen y Memín arroja el sombrero, pero ellos prefieren irse a perseguir a la ardilla. En eso, llega Eufrosina, llevando la ardilla, que sigue viva y la encontró congelada en el refri. Ahora si, logran hacer su espectáculo chafa, y consiguen suficiente dinero para pagarle a la señora. Eufrosina perdona a Memín por sus actos descuidados, y luego con ayuda de Carlangas, devuelven el árbol al parque, y el policía nomás dice que espera que con eso aprendan la lección (¿así de fácil? ¿no deberían hacer servicio comunitario o algo así? y se supone que fue Ricardo el que ayudó con el robo, no Carlangas). Todo termina bien y los dos vuelven a sus casas.

En la suya, Carlangas se extraña de ver a sus padres, creyendo que no andarían. Y si, esto se verá en la próxima secuencia.

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