Después de hablar con el director en privado (y con los cuatro amigos tratando de oír tras la puerta), Romero va a comunicarles a la clase que harán una excursión como parte del programa educativo. A Memín no le parece una novedad, pero Romero aclara que consistirá en convivir con la naturaleza, concepto que el negrito parece no entender. Una pagina después, ya han pasado semanas de preparación (¿tanto para una excursión de ese tipo?) y los padres han firmado los permisos, por lo que todos abordan el camión rumbo a su destino. En el camino, Ricardo siente nauseas (ya han viajado en avión ¿Cómo va a sentirse así dentro de un mugre camión?) y Memín le quita la bolsa de comida a un compañero para que vomite en ella. Y es el único incidente remotamente interesante del viaje, porque a la siguiente página ya están en el lugar donde se van a hospedar. Romero empieza a darles indicaciones de lo que deben hacer, y más tarde, el negrito y sus amigos ya se han internado en el bosque.
Buscan plantas para la tarea (¿Cuál es el chiste de eso?), y Memín se lanza corriendo por unas sin medir precauciones, cruzándose con una víbora, y los cuatro ponen pies en polvorosa. Al parecer, Memín la confundió con una rama y así provocó su ira. Por haberse apartado, se dan cuenta que no reconocen por donde van y Ricardo sugiere que tomen cierto camino para regresar. Caminan por horas sólo para llegar al mismo punto, y reconocen que están perdidos. Memín chilla desesperado pero Carlangas lo hace reaccionar de un bofetón. En la residencia de los alumnos, la ausencia de los cuatro no ha pasado desapercibida.
No viendo más remedio, deciden quedarse a dormir en la intemperie y seguir buscando el camino de regreso a la mañana siguiente. Un rugido se los impide, poniendo nervioso a Memín. Hubo un cambio súbito de planes, porque ahora Ricardo aconseja que hagan una fogata y lo manda a recoger leña. Carlangas y Ernestillo ven que no les queda comida en sus mochilas, al tratar de revisar la del negrito, éste trata de proteger sus víveres, envidioso y egoísta como el que más. Lo regañan y se preguntan como estarán los otros.
La policía ha llegado y toma cartas en el asunto para buscar a los desaparecidos. Romero se disculpa con los padres, que ya han sido convocados, pero ellos confían en que sus hijos son lo bastante vivarachos para no correr peligro (no si Memín los acompaña).
A la mañana siguiente, despiertan y no encuentran a Memín. Empiezan a buscarlo y lo escuchan dando gritos, suponiendo que una fiera lo está devorando en ese momento (¡ojala!). Corren a salvarlo, pero en realidad estaba echándose canguros en un lago que encontró. Se quitan la ropa y se le unen, y así disfrutan de lo lindo, hasta que el prudente Ernestillo comenta que es injusto que se diviertan si sus padres sufren, haciendo llorar a Memín al ponerse a pensar en Eufrosina. Cuando salen del agua, descubren que les han robado la ropa y la comida, para angustia de Memín, que le preocupa la ausencia de lo segundo más que lo primero.
Romero y la policía recorren el bosque, llamándolos por sus nombres, y encuentran la gorra de Memín, por lo que suponen que andan cercas. Utilizando la cobija, logran hacer improvisadas túnicas para vestirse. Ricardo se topa con un zorrillo y les advierte a los demás, pero el negrito atarantado acaba rociado por el apestoso animal.
Los adultos andan siguiendo su rastro, ahora con mayor seguridad al descubrir Eufrosina un zapato de Memín.
A la mañana siguiente, Pepe y sus padres van a trabajar muy temprano. Carlangas propone que les echen una mano en pago a su hospitalidad, pero el flojonazo de Memín no quiere y ya se anda quejando de que los pusieron a dormir en un petate incomodo (¡vaya con este malagradecido!).
Es hasta entonces cuando escuchan las voces llamándolos y pronto se reencuentran con sus padres. Eufrosina se detiene y se cruza de brazos, ignorando la exigencia de Memín de un darle un abrazo, recordándole lo preocupada que ha estado, pero como él insiste, recoge un palo para pegarle.
Al la mañana siguiente, se despiden de sus nuevos amigos, volviendo al camión para regresar a la ciudad. Pepe retiene a Memín para darle un regalo de despedida, un cerdito, que el negrito recibe sin mucho entusiasmo. Logran alcanzar a los del camión y comentan sobre todo lo sucedido, hasta que Memín se queda dormido. Una vez que han llegado, Eufrosina agradece a Romero por haber traído a Memín para estrujarlo luego a él por vivaracho (abrazo atrasado por el coraje que tuvo el otro día). Memín tiene que volverse al camión para llevarse a su “mejor amigo”, concepto que sus amigos tardan en entender al ver que se refería al cerdito. Memín aprovecha para hacer un chiste improvisado en que no deben llamar “marrano” a Carlangas, para luego aclararles todo, y ya se despiden.
Y así después de quitarse el mal olor, Memín está listo para su siguiente aventura sin chiste.
Y creo que todos estabamos muy de acuerdo que en estos numeros o debieron haber corrido al guionista desde el primero o Memin debió haber desaparecido y todos a hacer fiesta. Hasta parece que al negroide aqui si se le metio el diablo en serio.
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