Ernestillo ha terminado de recuperarse después de la intoxicada que se dio, lo que celebran sus amigos para volver a pasar el rato (nomás Memín y Carlangas, Ricardo sufre un retraso). Pero como el señor Vargas les advierte que no debe esforzarse mucho, Memín se desanima porque él quería jugar a beis o fut, y Ernestillo propone que jueguen a las canicas. El negrito declina pero como su amigo le ofrece una canica especial, termina por convencerlo y así inician un “emocionante” juego (para acabar, el dibujante ni consigue trazar bien la forma de las canicas, si ellos no dijeran que están jugando a eso, el lector no tendría ni idea de que rayos andan haciendo hincados en la tierra). Ernestillo resulta muy bueno en eso, y se luce, aunque Memín atenta con hacerle perder la concentración con su cháchara y cercanía. Carlangas lo pone en su lugar devolviéndole un intento de cumplido sobre como desea ser como Ernestillo cuando sea grande.
En el camino, Memín trata de tomar una nueva ruta, pero sólo llega a un callejón sin salida, en el que le da curiosidad al distinguir algo que se mueve en la basura. No es más que un gato furioso que le clava las garras, orillándolo a treparse a una cerca de alambres para huir, sin darse cuenta que se le desgarró el bolsillo y los boletos a mitad de precio caen al suelo. Eufrosina lo recibe inquiriendo por su tardanza, y como Memín le cuenta de su lucha con el gato, prefiere consentirlo que castigarlo, aunque al echarle el alcohol en las heridas, el negrito considera que mejor le hubiera dado sus tablazos.
El día de la función, los tres amigos esperan al negrito, quien llega tarde para variar. Le piden los boletos y hasta entonces se da cuenta del agujero en su bolsillo y que ya no los tiene. Como suele suceder, Carlangas reacciona agarrándolo para ahorcarlo, pero Ernestillo actúa de mediador, alegando que a cualquiera le pasa, aunque siempre sea a él (más bien a ellos por brutos, si se dieron cuenta que el irresponsable y descuidado negrito traía los boletos ¿Qué les costaba ir a su casa para pedirlos y asegurarse de tenerlo a la mera hora? Tsk tsk). Un grupo de chiquillos malvivientes pasan cercas, comentando de su suerte al hallar esos boletos tirados, ocasionando que los amigos de Memín se enojen más, exigiéndole una solución. Desesperado, el busca que hacer, y al observar a unos niños que se meten bajo la cortina, considera que pueden hacer lo mismo.
De vuelta en el camión del payaso, quien sabe que pasó fuera de cuadro, pero a éste le dio por invitarlos a comer mientras les cuenta su triste historia en lugar de entregarlos por vandalos. Memín le pide que la repita porque no puso atención al concentrarse en gorronear, y como el payaso no tiene nada mejor que hacer, accede. Durando apenas una pagina, su crónica era que trabajaba en un circo de bajo prestigio y como así no podía financiar bien a su esposa e hija, decidió probar con uno de mayor elite (¿no seria más fácil trabajar en otra cosa?). Para ello se separa de ellas una temporada, cosechando éxito y ganancias, pero al volver a la pocilga en que vivían, no las encuentra, y desde entonces está triste, por más que su trabajo indique lo contrario. Ellos le animan con que algún día dará con ellas, y el payaso hasta les ensaña una foto de la niña, la ultima que le mandaron.
En casa de Ricardo, Mercedes sigue quejándose de su gusto por el circo, pero como Rogelio concuerda que de niño a él también le gustaban, ella se resigna a que es hereditario (cuanta absurdez, deberían haber tocado otro tema). Rogelio le presenta a Ricardo a la nueva sirvienta (¿sin decir su nombre?) y a su hija, y por haber visto la foto recién, la reconoce. El chico no responde y sube a su cuarto para considerar el contárselo a los demás (mejor ve con el payaso ¿no? al cabo que él es el que anda sufriendo).
Ricardo y Memín chocan al siguiente día, cada quien pensando en lo que le obsesiona (al negrito el chisme, pero no dicen cual exactamente, y al riquillo lo que ha descubierto). Carlangas y Ernestillo les ayudan a reincorporarse y al final Ricardo les cuenta que encontró a la familia del payaso, pero cuando les dicen que están en su casa, se ríen de él. Espetándoles que están como parte de la servidumbre y que Eufrosina recomendó a la mujer, finalmente Memín recuerda que era su vecina. Celebra el haber resuelto el enigma, pero Ricardo le cierra la trompa porque ya ni al caso. Carlangas sugiere reunirlos en una forma peculiar (así no, no pueden hacerlo algo tan simple como ir a avisarle al payaso, no, no, tienen que hacer algo ocurrente y enredoso).
Ponen en práctica el ridículo plan, que consiste en que Memín se mete al cuarto de la sirvienta, y se lleve el retrato familiar para ir a enseñárselo al payaso. La niña se despierta y lo denuncia con su madre, que se echa sobre él, dándole escobazos. Memín la elude como puede, y seguido por sus amigos, corren sin detenerse hasta el circo, con ella pisándoles los talones. La despistan un rato y acaban chocando con un muchacho enorme. Comentan haberlo visto en clase, pero él asegura que no y los ayuda a incorporarse. Discretamente, le roba la cartera a Ricardo, mas esta será para una de las proximas secuencias, me temo. Siguen su camino hacia el camión del payaso, y de inmediato se reconocen él y su esposa (la niña también andaba en la corretiza, aunque apenas se notaba). Ella le revela que como no podían pagar la renta, las corrieron y no pudieron avisarle porque no supieron más de él (¿pues hasta donde estaba el mugroso circo?) y él justifica que seguía enviando cartas a la misma dirección, y de ahí el porque de su incomunicación. Les pide a los cuatro que salgan para darles las gracias, aunque Memín no tarda en mandarse, recibiendo un merecido coscorrón por parte de Ernestillo.
Después de eso, los cuatro salen satisfechos, pero Ricardo sale con que acaba de percatarse de su cartera perdida y que pensaba en invitarlos a tomar refrescos. Memín no puso atención a la primera parte y le reprocha el haber cambiado de opinión. Ellos le voltean la tortilla recordándole que casi echó a perder su plan, que según él, salio mucho mejor gracias a su intervención. No teniendo nada mejor que hacer, Ernestillo sugiere que se echen un partido de béisbol y así concluye esta charada, dando pie a la siguiente.
Todo este dramita del payaso se presentó y concluyó en un solo número perdiendo mucho tiempo en la parte inicial. Entre tantas ocurrencias y conveniencias, a partir de aquí empiezan a incorporar hilos argumentales a continuar más adelante. Como son patéticos los intentos por mantener al espectador en suspenso, pero ya veremos la próxima vez.
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