Memín llega a tiempo a casa para ayudar a Eufrosina a arreglar las ofrendas para el Día de Muertos. En cuanto terminan, pide permiso para ir con sus amigos (¿no acababa de estar con ellos?), asegurando que no le entrará a nada del Halloween, expresándose por los mexicanos orgullosos de mantener sus tradiciones (si, bueno, pero de todos modos es 2 de noviembre ¿no? ya ni al caso acordarse del 31 de octubre).
Sin dejar de correr, el nervioso Memín vuelve a su casa, tratando de disimular su miedo ante ante Eufrosina, y luego reparan en la perra que ya se acomodó muy campante. La lavandera exige a Memín que la eche afuera, y muy a su pesar, no le queda más que obedecer. La perra se aleja pero no tarda en volver para causarle lastima al negrito, quien interpreta que tiene hambre y se vuelve para servirle leche. Ella aprovecha su distracción para treparse en la cama, despertando a lenguetazos a Eufrosina. Irritada, ella cree que Memín la desobedeció y lo manda a la calle junto con la perra. Mientras la ve beberse la leche, se le ocurre llamarla “Botanita” y luego le da por irse a pedir posada con alguno de sus amigos. Va primero a la carpintería de Ernestillo, pero tanto él como su padre se fueron a ver el espectáculo del Día de Muertos en Mixquic (como les gusta hacer referencias culturales, interesantes, pero no vienen al caso, ni siquiera dan detalles para los que no estamos familiarizados con eso ¿ahora la publicidad implica incitar a los lectores a averiguar más sobre las tradiciones en algunas partes del país?). Trata con Carlangas, pero sólo consigue hacer enfadar a uno de los vecinos, mientras que los Arozamena se fueron a la función de medianoche, viendo una peli de terror en honor al día (dudo que alguien vaya al cine a esa hora el 2 de noviembre, más que nada porque actualmente no pasan nada bueno en este genero, ajum). Ya sólo queda ir con Ricardo, justo en el momento en que éste le anda dando buenas noches a sus padres para irse a dormir. Memín llama su atención a gritos, y en eso se mete Botanita, alertando a Tosca y Goliat, que siguen sus instintos territoriales y la obligan a regresarse al otro lado de la cerca con el negrito. Ricardo sale para inquirir el motivo de la visita nocturna de Memín y al notar la forma de actuar de la perra, deducen que quiere llevarlos de regreso al panteón porque el sepulturero podría ser su dueño. Por supuesto, ninguno está dispuesto a ir para allá a esas horas de la noche y después de que tanto sus padres como los perros se han dormido (¿no se supone que mientras los humanos duermen los animales están despiertos? Se que los nocturnos suelen ser los gatos pero los perros igual y montan más guardia de noche que de día), Ricardo invita a Memín y a Botanita a su habitación.
A la mañana siguiente, Botanita se ha devorado casi toda la caja antes de que Ricardo y Memín despierten. Mercedes entra para recordarle a su hijo que es hora de ir a escuela, por lo que les indica a sus “huéspedes” que se metan debajo de la cama. Ella no deja de notar como quedó la caja de galletas y Ricardo trata de cubrir a la perra, alegando que tenia tanto hambre que comió a lo bestia. Luego, Mercedes nota pulgas sobre la cama, escandalizándose y ordenando a la criada que bañe inmediatamente a Tosca y a Goliat (pero son perros guardianes, en ningún momento se supone que se metan a la casa y ni parece que les den tanto cariño como para que le peguen los piojos a uno). En cuanto ella se marcha, Ricardo decide bañar él mismo a Botanita para después exigirle a Memín darse una ducha, notando como no deja de rascarse. En casa del negrito, Eufrosina también anda rascándose y decide darse un baño antes de lo acostumbrado.
Después del baño, la perrita se queda viendo el clásico adorno de la cruz en el techo, y Ricardo y Memín concuerdan que es otro indicio de que quiere volver al panteón. Deciden volarse las clases y llevarla ahí de una vez, dejando a Carlangas y Ernestillo extrañados por su ausencia y suponiendo que tuvieron pesadillas por lo del día anterior.
En el cementerio, hablan con el viejo vigilante, quien aclara no ser el dueño de la perra, pero que también se la pasaba dándole señas para que la siguiera a algún lado. Al verla acomodarse sobre una tumba reciente, Memín deduce que quiere volver a su casa, que debe ser con los parientes del difunto.
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