El autobús que casi atropella a Memín era de la escuela a la que pertenece Bruno (único personaje de los nuevos que reaparece en otra secuencia). El chico reconoce a los amigos de su hermana y le ordena al chofer se detenga (pero si es un autobús escolar, los chóferes no están obligados a cumplir las indicaciones de los alumnos, se supone que los transportan y ya). Se baja para saludarlos, pero en realidad sólo estaba interesado en Ricardo, pidiéndole que hablen a solas. Llevándoselo aparte, le expone que su equipo de soccer tiene un encuentro y necesitan un jugador, esperando que él acepte unírseles. Ricardo lo rechaza, disque porque no puede traicionar a sus amigos (¡Oh, vamos! Le están pidiendo el favor de ayudarles en un mugroso partido y ya, no es que vayan a jugar contra sus amigos ¿donde está la traición?). Como siempre, Memín va de metiche, escuchando y aprobando la actitud de Ricardo (él tampoco entendió de qué va la cosa).
Los cuatro comentan sobre la soga que se echaron al cuello. Memín sugiere que consigan refuerzos, pero Ricardo dice que no seria “ético” (lo que no es ético es haber empezado eso en primer lugar cuando simplemente le pedían un favor). Amenazan al negrito por andarse echando para atrás y acuerdan practicar lo necesario en los dos días que les quedan para el partido sin chiste. De regreso a casa, cada uno anda pensando mil y un tonterías respecto a ese absurdísimo encuentro, siendo Memín el único que parece no meditarlo, poniéndose a patear latas, emulando a un verdadero goleador. Eufrosina tiene que agacharse cuando le cae la lata y lo regaña predeciblemente.
En casa de Bruno, durante la cena, le pide a su padre (como es el director de la escuela) que les preste la cancha en la fecha fijada, alegando que es sólo para “practicar” (en realidad, si lo es, ya que no cuenta como partido andarse batiendo con cuatro). Al día siguiente, nos toca ver al equipo de Bruno perdiendo un partido, achacando la derrota a la falta de un jugador y pidiendo la revancha a los contrarios, pero ellos nomás se burlan de sus excusas. A pesar de todo, Bruno confía en que apalearán al equipo de Ricardo y con eso conseguirán que él se les una (¡debiste haberlo apostado en primer lugar, tonto!), demostrando una completa falta de lógica. Además, el equipo de Bruno se llama “Ricardos”, lo que indica que tanto deseaban que se les uniera, que utilizan su nombre o por coincidencia se llama igual y solamente por eso lo querían. Uf, no se que es más patético.
Siguen con cuadros individuales para mostrar el entusiasmo de los cuatro amigos, todos confiados en que ganarán, como si fuera un partido importante como el que tuvieron en Monterrey casi doscientos números atras, y no un disparatado intento de bajarles los humos a unos riquillos que casi ni conocen. Llega el día del partido, que fijaron a la hora en que no hay nadie, ya que según Bruno, es lo conveniente, porque no quiere que su padre se entere, seguro de objetaría por las evidentes ventajas de su equipo sobre el otro. No se dan el lujo de poner abanderados y ponen al chofer haciendo de arbitro (y claro, Bruno se asegura de “comprarlo” para cuando llegue el momento de las tranzas). Los cuatro amigos entran a al campo con los uniformes que les compró la madre de Ricardo. Después del despótico saludo de su enemigo, los cuatro se preparan, aunque Memín sigue de pesimista, y lo regañan. El partido comienza con jugadas…muy aburridas (recuerden que están jugando un grupo de chiquillos y ni que fueran Los Supercampeones). Alguien arregla el marcador, poniéndoles al equipo visitante el nombre de “Pobretones”, que irrita tanto a Memín, que no ve venir un balonazo en su cabeza, pero esto sirve para pasárselo a Ricardo. Los “Ricardos” empiezan a jugar sucio (que rápido se desesperan), y uno trata de barrer con Ricardo, pero consigue esquivarlo. Carlangas responde lanzando el balón contra la cabeza de Bruno, para después pasarlo a Ernestillo, y éste da un cabezazo para anotar el primer gol. Memín ya anda burlándose (apenas empezaron, aunque no se dijo si había limite de tiempo o si gana el que anote primero), pero el arbitro comprado marca para anular el gol. No tardan en caer las reclamaciones, y Bruno les espeta que no cuenta por haberle dado en la cabeza, pero Carlangas señala las partes de la pierna de Ricardo que pudo haber quebrado el otro que se barrió agresivamente.
Un cuadro después, ya es viernes y otra malísima secuencia comienza.
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