lunes, 21 de junio de 2010

Memín Pinguín #395-397

Para recuperar unos aretes de Eufrosina, Memín y sus amigos se meten hasta en la basura (fuera de la basura en que se ha convertido la revista) y acaban viéndoselas con un loco peligroso.

Eufrosina se dispone a tirar a la basura todas las cosas innecesarias del ropero, incluyendo unos viejos pantalones de Memín. Descubre su caja de tesoros más preciados, puras chucherías nostálgicas, en las que destacan unos aretes que le regaló su esposo el día en que le propuso matrimonio. Se viene una retrospectiva pésimamente presentada con diálogos entre torpes y choteadísimos, por no decir que de nuevo no se respetan los diseños de personajes (el padre de Memín se ve como todo un caballero, y se supone que era un risueño empleado de limpia, por no decir tan feo como él, mientras que la joven Eufrosina no está tan delgada como debería ser….y ya que se casaron como una semana después de conocerse, no pudo empezar a ponerse robusta tan rápido). Memín llega y a tiende su pedido de alcanzar al de la basura llevando todo lo desechado. Como él ve los aretes viejos y oxidados, los mete también al bote. Cuando regresa, ella está buscándolos y no le cae en gracia que los haya tirado. Lo manda corriendo hacia el camión otra vez para recuperarlos, pero el negrito no aguanta tanta correteada y un coche casi lo atropella por andar tomando el aire. Tiene que regresarse y como ella le aclara que fueron regalo de su padre, Memín se reactiva y decide ir con sus amigos para que le ayuden. Ernestillo se apunta de inmediato y su padre lo apoya, simpatizando ya que él tampoco querría deshacerse de algo que regaló a su mujer hace tiempo (¿no es un modo de decir que no han podido superar la perdida?).
Más tarde, los cuatro amigos están juntos y emprenden la búsqueda. Ricardo consigue que le den por teléfono el número del camión y la zona en que deposita su basura. Antes de ir para allá, hace que pasen de su casa por un altavoz que les podría servir de algo. Finalmente, llegan al basurero, mostrando a los pepenadores, donde destaca uno muy feo a quien el narrador nos presenta como “El Muecas” porque tuerce mucho la cara y ésta loco. Con el altavoz, Ricardo engaña a los pepenadores, anunciando un desfile de chicas en bikini en cierta dirección, para que se vayan y les den oportunidad de rebuscar entre la basura. Los tontos salen volando y los cuatro amigos se meten, pero no tienen éxito. Los pepenadores no ven ningún desfile y se cansan de esperar al cabo de unos minutos, comprendiendo que les vieron la cara para ganarles con la basura. Cachan a los niños y “El Muecas” ya va a pegarle a Memín, cuando Ricardo se pone abusado, ofreciendo los cien pesos que trae si logran encontrar los aretes. Los muertos de hambre aceptan, aunque no le vean el sentido a buscar algo con tan poco valor. Luego Ernestillo sugiere que ellos se les unan por si logran ahorrarse el dinero (que tramposos, ya lo ofrecieron, deben pagarles aunque sea para premiar su esfuerzo, digo, esos tipos se ganan la vida hurgando en la basura, en verdad que necesitan la feria). No hace falta y “El Muecas” los encuentra, pero cuando se los piden, se rehúsa a entregarlos, exigiendo también su dinero, su ropa y zapatos. Carlangas se indigna y le suelta el golpe impulsivo de siempre. Los compañeros del “Muecas” lo agarran, sabiendo que es muy bravo, y el más viejo les advierte por lo bajo que lo dejan así, ya que estuvo en prisión y no anda bien de la cabeza. Memín tiene un plan y convence a sus amigos de desistir, el cual explica una vez que han puesto distancia con el odioso “Muecas” que se vanagloria ante los demás con los horrendos aretes robados. El plan del negrito es seguir a ese tipejo a su casa y robarle los aretes, lo que sus amigos no consideran muy prudente, pero no ven otra opción. Pronto se les viene abajo la estrategia, ya que “El Muecas” se trapa a un trolebús sin pagar. Carlangas y Ernestillo se montan en otro, mientras que Ricardo y Memín no se atreven e intentan abordar otro pagando, mas no tienen feria, y los sacan a patadas (¿tres trolebuses sin andar esperando? ¿En verdad hay tantos en el D. F? como nunca he ido no podría decirlo, así que no aseguro que esto sea una exageración de las ridículas tramas de la revista). Ricardo decide que ferien el billete que trae, y acaban compartiendo una torta. Después, él se ocupa de llamar a su madre y arreglar todo para que los demás padres no sospechen que se estén metiendo en una empresa peligrosa (¿Por qué Ricardo está haciendo todo en esta trama? Apenas se han notado a Ernestillo y a Carlangas). Sus amigos se les unen, diciendo que “El Muecas” vive en una zona peligrosa y creen más seguro ir ahí hasta que se haga más de noche (¿en verdad creen que un barrio de esos sea menos peligroso en la noche?).
Cuando ya han llegado a la casa de ese miserable, Memín se acobarda, pero como sus amigos le recuerdan que es por los aretes de inestimable valor nostálgico de su madre, se anima y sigue. Dentro de su casa, “El Muecas” piensa darle los aretes a su novia, pero siente que es muy tarde para ir a visitarla. Los niños observan sus hábitos nocturnos, comprobando el mal genio que tiene golpeando la tele nomás por no pasar lo que a él le gusta ver. El tipo se pone a dormitar, y no tarda en tener un estúpido sueño en que la mujer brinca de gusto con los aretes y le da un beso de recompensa. Inspirado por el sueño, decide no esperar más y sale a darle los aretes. Memín y sus amigos lo siguen de cerca, atestiguando como la mujer lo manda a pasear, regañándolo por despertarla a esas horas y negándole la entrada. A Memín se le escapa comentar de lo mandilón que es “El Muecas” y éste alcanza a escucharlo. Carlangas le hace frente de nuevo, pero ahora el malviviente esquiva su golpe y le asesta los suyos. Memín le arroja lodo a la cara, y Carlangas aprovecha para correr. “El Muecas” no soporta la persecución y vuelve a su casa. Los cuatro amigos insisten en hacer lo mismo, y hacen un sorteo de a ver a quien le toca tomar los aretes mientras está dormido. Memín es el afortunado, pero “El Muecas” se despierta en cuanto se le acerca. Los otros vienen en su auxilio, atacando al hombre entre todos. Por fin Memín toma los aretes y huyen. Apoderándose de un palo, “El Muecas” los persigue, arrojándolo hacia el negrito y por poco le da. Después, derriba a un poli nocturno para quitarle su bicicleta y así seguir más fácil a los chiquillos.
Memín llega a su casa victorioso, devolviéndole los aretes a Eufrosina, que los lava para quitarles el mal olor de la basura. Ricardo propone que vayan a su casa para bañarse y no saben que hasta allá los siguió “El Muecas”, esperando hallar a Memín para quitarle los aretes. Los chicos se bañan y después están comiendo con los Arcaraz, comentando sobre el lío en que se metieron con “El Muecas” y el padre de Ricardo recuerda ese mote, revelando que es un asesino que escapó de prisión. Cuando Memín, Ernesillo y Carlangas se despiden de su amigo y salen, llega “El Muecas” en bicicleta, agarrando a Memín. Ricardo se une a los demás para ayudar a liberarlo, mientras el señor Arcaraz llama a la policía. La patrulla acude enseguida y “El Muecas” es aprendido. Memín se aprovecha para insultarlo en su cara, irritándolo más, pero esto es muy ni al caso ya que no pudieron hacer ni siquiera un buen chiste de despedida. Siguen los aburridos y tediosos procedimientos judiciales en la delegación, y los chicos acaban durmiéndose. Memín sueña con uno de los perros de Ricardo con cara de “El Muecas” y despierta sobresaltado. Al llevarlos a casa, el señor Arcaraz aclara que aquella nota del escape del tipejo fue hace unos años, y se achacaba a que recibió ayuda de un guardia, usando el termino “custodio”, que Memín utiliza para hacer una de sus clásicas referencias de ignorante. Lo raro es que no han pasado ni al día siguiente y ya ponen en un cuadro el encabezado de la captura de “El Muecas” que salio en todos los periódicos del país (oh, por favor, no tenia la clase del asesino cuya captura le importa a la chusma morbosa). Sus amigos acompañan a Memín a la entrada de su casa, y éste bromea sobre la próxima vez en que les pida ayuda para buscar entre la basura, recibiendo los coscorrones de siempre.


De sopetón, recuerdan que mañana es el examen final de matemáticas y no estudiaron por andar de pepenadores. Pero como salen de este improvisado predicamento, será en la siguiente secuencia, aun peor que esta.

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