lunes, 31 de mayo de 2010

Memín Pinguín #387-388


Una visita a una estación de radio acaba por presentar una oportunidad para Memín y sus amigos de ingresar al estrellato como una improvisada banda musical. Sobra decir que la fama no les dura ni un instante.

Habiendo resuelto (o más bien haber perdido el tiempo en) lo de la secuencia anterior. Eufrosina lleva a Memín y sus amigos a la estación XEW. Les dicen que se dirijan al estudio 6, pero en el camino, se separan de Eufrosina. Memín se pone sangrón y ya trataba de que Carlangas lo llevara de caballito, pero éste no tarda en arrojarlo al suelo. En un cuarto donde están al aire, los regañan, y Memín demuestra no estar enterado de cómo funcionan las estaciones y sus programas. Sus amigos le insisten a que alcancen a Eufrosina, y Memín se queja de que ya no puede caminar más (con lo poco que se valora la radio hoy en día, las estaciones no pueden ser así de amplias ¿o si?). Recorriendo los pasillos, Memín divisa a diferentes celebridades regionales. Perdonen mi ignorancia, pero si él los reconoce, yo no (solo uno que parece ser Pedro Infante), y no mencionan sus nombres, tal vez por no tener los derechos o no involucrarlos de más en esta basura de revista. Les dice a sus amigos que ahí no pasa el tiempo (¿eran fantasmas? Si reconociera a todos los que salieron podría decirlo, pero no, lo siento). Por fin llegan al estudio 6, pero están confundidos, inseguros sobre si será ahí o no, y se desconciertan más al ver que el programa es uno llamado “El aficionado”, patrocinado por un producto de jabón (que para acabar se llama “Espuma Feliz”). Como Eufrosina no está ahí, suponen que se equivocaron de estudio. Tratan de salir, pero el portero se los impide, ya que nadie sale hasta que el programa termine. Les aclara además que ese es el estudio 9, y que algún chistoso puso al revés el letrero. Memín se pone grosero, pero le tapan la boca y no les queda más que resignarse a ver el programa, que presenta a una serie de aspirantes a cantantes muy desafinados. A uno de ellos le toca cantar con el micrófono desconectado. Memín le ayuda conectándoselo, pero eso produce una descarga eléctrica que lo deja indispuesto para continuar (si no fuera porque Memín lo hizo no tendría sentido que uno se de toques así, pero cuando se es bueno para tener u ocasionar accidentes desafortunados…). El locutor pide a alguien del público reemplazarlo, justo cuando los amigos de Memín tratan de sacarlo, creyendo que matará a alguien. En su intento, lo lanzan sobre el escenario, y sin querer, lo comprometen a ser el sustituto del que casi muere electrocutado. Memín pide que lo anuncien como “Memín y su trío”, arrastrándose a sus amigos a esa vergonzosa presentación. Ellos se enfadan, pero no les queda más que tomar los instrumentos que tienen a la mano y tocar. Apenas y se ve lo que tocaran, cuando el locutor anuncia su triunfo en el siguiente cuadro, y de premio ganan una dotación de detergente, que para Memín es una gran recompensa para ahorrarle mucho a Eufrosina con lo que necesita para la lavada. Salen y se encuentran con Eufrosina, mortificada por haberlos perdido, pero ya se los llevaba para volver a casa. Un hombre los retiene, y Memín lo toma por un policía que descubrió su “intento de homicidio”, pero éste se presenta como Arturo López, un representante artístico interesado en ellos, ofreciéndoles un contrato. Eufrosina se niega a consentir que su hijo se dedique a eso. Entre los amigos de Memín intentando disuadirla y la presión del representante asegurando que podría acompañarlos en la gira, ella considera que con la oportunidad que ofrece de viajar, podría visitar a su pueblo añorado, logran convencerla de firmar.
La gira comienza…de inmediato, en la siguiente pagina (¿mismo día? Si es así, ya fue un día muy largo, ¿no creen?). A bordo de un camión y por un camino en malas condiciones, los chicos y la señora van a la primera presentación. A Memín se le sube la “fama” (que ni ha comenzado) a la cabeza muy rápido, y ya se cree y viste como estrella. Protesta ante el deteriorado lugar en el que tocaran, pero el representante no hace caso y les indica donde se hospedarán. Memín se aprovecha brincando en la cama y queriendo acaparar la ducha, al grado de que lo echan fuera. Llega la hora de la comida, donde Memín se manda, esperando que le sirvan caviar y champaña, conformándose con los huevos con jamón. Ricardo les decía a los otros que le tuvieran paciencia, pero él mismo pierde los estribos ante tanta impertinencia del negrito, demostrando que nadie puede aguantarlo mucho tiempo. Se alistan para la tocada, que no dura mucho y tiene muy pocos asistentes. Memín exagera al recibir las ovaciones y ante su actitud, Ricardo le arroja una maraca. Por hacer una reverencia, el negrito la elude y ésta golpea en la cara a un asistente, enfureciendo a sus amigos y se lanzan a darles su merecido a los músicos (parece que todo era un pueblo rural, con gusto por los pleitos). La turba enfurecida los obliga a correr junto con Eufrosina de regreso al camión, y sólo hasta que han vuelto a la ciudad, notan que dejaron varado allá al representante. No pierden tiempo preocupándose de ello (¿y que pensó Eufrosina de todo el asunto? ¡nada! ya ni se le vio hacer ni decir nada, en verdad que de pronto le dan un uso muy mediocre a este personaje en sus participaciones) y se van a casa, aunque Memín se queda embobado admirando a una bella mujer, que es un indicio de lo que sigue.

martes, 25 de mayo de 2010

Memín Pinguín #386-387

Para conseguir dinero rápido innecesariamente, Memín arrastra consigo a Trifón a una competencia de lucha libre (ojala eso lo dijera todo pero no)

Memín vuelve a casa después de clases, y se detiene afuera de la puerta al oír a un cobrador dándole un ultimátum a Eufrosina para pagar la renta o tendrán que largarse. La reacción del negrito es retirarse para no ver la escena, volviendo cuando el susodicho cobrador se ha ido, y se sube a la azotea, muy apesadumbrado. Esto es increíblemente incongruente y desconsiderado. ¿No debería primero ir a reportarse con Eufrosina y apoyarla en esta situación tan improvisada? Tsk tsk. Después, Memín pasa a pensar en lo que le haría al cobrador por hacer sufrir a su madre (si está haciendo su trabajo ¿Qué no?). Simbólicamente arroja una piedra a la distancia, la cual golpea en la cabeza a Ernestillo, que casualmente andaba por ahí, derribándolo. Memín lloriquea, dándolo por muerto y preocupándose porque acabara en prisión por asesinato. Ernestillo reacciona y se acerca para inquirir la razón de su llanto, y en cuanto a Memín le cae el veinte de que está vivo, acaba confesándose el responsable del golpe. Recibe un merecido empujón, y se excusa, contándole del estado en que lo ponen sus problemas. Ernestillo lo compadece y aguanta la impertinencia del negrito tocándole el chichón que le hizo, para luego revelar la razón de su presencia, simplemente el querer devolverle una revista de lucha libre que dejó en su casa. Memín agradece y encuentra en la revista un póster de su luchador favorito, Mano Negra (mencionado algunas secuencias atrás). Ernestillo lo toma para cobrarse el favor y el accidente, y le deja el resto de la revista. Memín encuentra algo más en ella, un anuncio que ofrece un cuantioso premio en efectivo al que aguante dos caídas en la lucha libre (y es todo lo que dice, no dice donde o hasta cuando es valido ni los requisitos, algo tan sacado de la manga como aquella tonta carrera de bicicletas). Decide entrarle a eso para solucionar sus problemas y le pide a Ernestillo que lo entrene, pero éste se niega, no confiando en que ese reto esté a la altura del negrito. Intenta halagarlo por su habilidad para pelear, a lo que replica comentando que lo mismo le diría a Carlangas, y eso es justo lo que Memín hace en el siguiente plano (¿mismo día? ¿Sigue posponiendo el regreso a casa para irse hasta con Carlangas? No tiene ninguna prisa por ver a su madre desahuciada). Por supuesto, Carlangas también se niega a entrenarlo y le advierte que renuncie. Casualmente, pasaban cercas de un gimnasio con ring y todo, en el que Memín divisa al famoso Mano Negra. Memín hace que Carlangas lo siga para meterse (¿estaba a la vista del publico así nomás, con un luchador profesional en el gimnasio?) y saludarlo. Memín ofrece su mano al luchador, cuando éste se cae de repente, y ahora los dos andan pensando si se habrá muerto y les conviene irse de ahí. Un hombre (¿empleado del lugar o su entrenador? No nos dicen) se acerca, asegurándoles que se encuentra bien, y es un síntoma de alcoholismo, ya que Mano Negra ha degenerado en un vicioso y está indispuesto casi todo el tiempo, culpando a la fama. Le quita la mascara y le echa agua para reanimarlo, y luego los chicos, muy decepcionados por lo que ha sido de su ídolo, se apuran a irse. Finalmente, Memín llega a casa para abrazar a Eufrosina, y apoyarla. Todo en un solo cuadro que no nos deja ver la replica ni el desconcierto de la mujer, mucho menos contarle de sus planes de conseguir dinero. Pasan al día siguiente en que Memín va a inscribirse en lo de la lucha, pero el encargado le hace ver que hay un requisito de peso, y él no alcanza a cubrirlo. Memín lamenta durante el recreo que ni con su glotonería consigue pesar lo suficiente, y sus amigos van a consolarlo. La respuesta del negrito es alejarse, y recibe un balonazo en la cabeza que lo hace caer de cola. Trifón se acerca para reírse de él inocentemente, y trata de ayudarlo a incorporarse, pero a Memín nomás lo molesta y se aparta. El gordito le devuelve la revista que dejó tirada y hasta entonces le cae el veinte de que ha encontrado la solución, abrazando efusivamente a Trifón para fraguar su plan.
El sábado, los amigos de Memín se encuentran en la arena para ver una función de lucha libre. Lamentan que él no esté ahí, pero como no pudieron encontrarlo, tuvieron que ir solos los tres (¿sin supervisión adulta?). Ricardo observa que en el programa, primero deberán soportar el tonto concurso de los retadores por la feria. El presentador anuncia a Memín, que muy presumido, entra luciendo su atuendo de luchador. Sus amigos no lo aprueban y tratan de convencerlo de renunciar, pero el negrito se hace el sordo y sube al ring. Lo agarran de las patas para que desista, haciendo todo un show que despierta quejas entre en publico (¿Dónde están los de seguridad para encargarse de los alborotadores?). Memín se ríe, aclarándoles que él viene de “second” y es otro el que va a pelear por el dinero. Al ver que éste es Trfión, se enojan aun más con él, pero es muy tarde para detenerlos. Se presente a su contrincante, El Cavernícola, quien de inmediato eleva a Trfión por los aires, le hace una llave y lo plancha sobre la lona. Sus amigos se horrorizan al ver la paliza que le están propinando al gordinflón, exigiendo a Memín que se responsabilice y le ayude. Lo arrojan al ring y el negrito pone la toalla sobre la cabeza del Cavernícola, pero éste reacciona tomándolo y poniendo a dar vueltas en el aire. Trifón salta para salvarlo, y el luchador lo aplasta cayendo de espaldas. Se sube al poste para brincarles encima a sus oponentes caídos, deteniéndose al oír la voz de Mano Negra, que ha llegado a su rescate.
Muy bien, así terminaba el numero 386, y para el siguiente, ahora el Cavernícola está sujetando por el cuello a Memín y a Trifón, y Mano Negra ya no tiene la capa que ostentaba al hacer su sorprende aparición en el anterior (¿he de suponer que en el tiempo que tardó en quitársela el otro luchador ignoró su amenaza y siguió desquitándose con los niños?). El aprovechado suelta a sus victimas, y se enfrenta a Mano Negra. Una lucha muy corta, en la que claro, el técnico gana. Memín y Trifón celebran con él la victoria, hasta que el negrito se da cuenta que ellos no fueron quienes ganaron, así que no tendrán el dinero del premio. Se enoja ingratamente con el luchador, que ni se entera y los invita a todos a su camerino. Le preguntan cuando volvió a las luchas (¿cuando dijeron que había renunciado? No por andar de briago iba a dejar de pelear o ellos ni lo habrían reconocido), y explica que aquel día, aunque ni hablaron, pudo darse cuenta que había decepcionado a sus admiradores, y por eso tomó la determinación de abandonar la bebida. Les habla la versión corta pero choteada de que la fama lo corrompió, poniendose emotivo hasta las lagrimas y toda la cosa. A Memín le vale todo eso, pero se entusiasma cuando les ofrece un premio especial, que no es más que mostrarles su rostro bajo la mascara, olvidando que Memín y Carlangas ya se lo habían visto cuando lo encontraron borracho, y el negrito se decepciona al encontrarlo muy feo. Por lo visto, los otros también se decepcionaron, aunque ellos tuvieron el buen gusto de disimular su impresión, apurándose a retirarse después de regañar a Memín. Un grupo de periodistas salen a entrevistar a Memín a la salida, como si fuera un luchador oficial y no un retador que técnicamente ni iba a pelear y que no cumplió el requisito de peso. Memín aprovecha para acercarse el importante, anunciando su retiro y dando gracias al manager (¿cual?) y a la Virgen.
En el camino, sugiere que vayan a jugar béisbol pero a sus amigos no les parece, considerando que sigue teniendo problemas económicos. Trata de correr al buen Trifón, recibiendo coscorrones por parte de Carlangas por cortarlo una vez que ha terminado de usarlo (como siempre). El gordito prefiere irse a descansar, y los cuatro se van a la casa de Memín. Entran y no hallan a Eufrosina. Escuchan voces detrás de su cuarto, que son justo las del cobrador que ya la anda echando, haciéndola llorar y todo. Memín se angustia al sentirla sufrir y sus amigos lo respaldan, abriendo por la fuerza la puerta atrancada para enfrentarse al abusivo cobrador (¿Por qué éste andaría corriéndola en su recamara? Como no se esté cobrando en una forma inapropiada…). La misma Eufrosina abre la puerta en ese momento, y los cuatro se caen. Buscan al cobrador, pero ni rastros de éste. Eufrosina está desconcertada, pero cuando le dicen lo que creen que pasa, ríe abiertamente, aclarando que eso era una radionovela que gustaba de escuchar. Así es, todo fue por el idiota de Memín anduvo sacando conclusiones precipitadamente, al igual que el ritmo de la trama para esta secuencia. Quedando el asunto aclarado, Eufrosina les tiene una sorpresa, que Memín toma por una indicación de que en el cajón anda escondido el cobrador. Eufrosina lo aparta y muestra unos pases para ir a un programa de radio. Memín alega estar confundido de que ese señor los quiera correr para luego darles ese regalo, pasándose de tarado. Eufrosina explica que fue porque ella acertó una trívia de radionovelas. Así como así, los invita a que la acompañen, porque el programa está por comenzar.
Esto abre la siguiente secuencia.

lunes, 17 de mayo de 2010

Memín Pinguín #383-385

El grupo de Memín se ve enriquecido por la presencia de un mono muy inteligente, con el que viven ciertos incidentes sin lugar de ser.

Memín despierta para ir a la escuela, brincándose en el camino un área de cemento fresco (no viene al caso ni para ser parte del inicio de esta secuencia). Sin más, nos presentan en la siguiente pagina a un viejo organillero llamado Abraham que sale por primera vez a trabajar con su mono, Guito (pese a que en el numero anterior, ya lo habíamos visto, pero que despistados). Al parecer, es el hijo de una changa con la trabaja antes que murió bajo circunstancias que nunca se dicen. No llevan mucho haciendo la faena de poner la musiquita mientras el mono pide dinero, cuando se divisa un oportuno camión repleto de plátanos. Guito deja de trabajar y se echa sobre el camión, dejándose llevar sólo para que lo deje caer más lejos, quedando a merced de los autos de la calle. Memín lo observa y salta a tiempo para salvarlo, justo cuando dos coches chocan al intentar esquivarlos. Los dueños de los coches se ponen a discutir, lo que Memín aprovecha para llevarse al chango antes de que les reclamen. Sale un policía para exigir que circulen, pero le hacen ver que no pueden por el estado de sus coches (y nada dicen del niño y el mono responsables, otra escena que siento que no venia al caso).
Memín entra a su salón llevando a Guito, y no tardan en llamar la atención, recibiendo la burla de un compañero ocasional, Fermín, que provoca una violenta reacción en Carlangas. Romero interviene y mientras los regaña, el tal Fermín aprovecha la distracción para sacar un plátano (pero no se entiende si para comérselo o para hacer la clásica faena de hacer resbalar al otro con la cáscara, en todo caso, con el maestro encima no es oportuno hacer ninguna de las dos cosas en ese momento), pero Guito se la arrebata, comiéndose la fruta y echándole la cáscara en la cabeza. Todo el salón se carcajea de él y Memín se lleva al mono afuera para que no se meta en líos. Mientras, el dueño busca al mono y trata de seguir trabajando, pero casi no gana nada porque su música no vale sin el chango (creo que seria lo mismo si pusiera un muñeco de chango, ese espectáculo callejero sólo seria interesante si fuera el mono quien tocara). Afuera del salón, Memín se percata de que el mono es muy listo y atiende bien sus indicaciones, por lo que le pide que se quede ahí mientras el vuelve a sus clases. Romero termina la clase sobre los quebrados (¿no habían visto ya ese tema?) y a la siguiente pagina, ya los dejan salir. Los amigos de Memín se le unen para admirar al abusado chango. Adivinan sin querer su nombre al proponer llamarlo Guito por “Changuito” (que originales) y Carlangas comenta que hasta es más inteligente que Fermín. El aludido alcanza a oírlos a distancia, habiendo decidido apoderarse del chango para sacarle dinero. El mono les hace algunas gracias en lo que Fermín anda pensando a quien podría venderle el chango. Después, el chango se apunta otra demostrando saber para que sirve una moneda que la ofrecen, yéndose a la tiendita cercana (¿pero compró algo o no? solo se le ve ofreciéndola a la vendedora). Ernestillo considera que alguien pudo haberlo perdido y Carlangas sugiere que pongan un anuncio en el periódico para ver si viene alguien a reclamarlo. Esa misma tarde van a un celebre periódico y quien sabe si la nota sale el mismo día, pero no es muy clara que digamos, ya que sólo exige que les llame alguien a quien se le haya perdido una mascota (esto propiciaría que cualquiera los llamara, lo que acarrearía chuscas situaciones, pero la verdad es que nadie lo hace, así que no tuvo chiste).
Más tarde, deciden enseñar al chango a jugar béisbol, y aunque al principio se confunde, va aprendiendo rápidamente, tanto, que cuando viene otro equipo a retarlos, aceptan jugar contra ellos con Guito. Fermín no pierde detalle de lo que sucede. El juego termina con los contrarios quejándose de que aconsejaron de más al mono, como los típicos malos perdedores, echando pleito en el que acaban dándose de golpes, dejando al chango al margen, que es lo bastante listo para no meterse. Fermín contaba con que los derrotaran para así entrar y apoderarse del mono, pero ellos salen victoriosos y decide esperar a otra oportunidad. Se dan cuenta que no saben donde podrán dejar a Guito hasta que alguien vea el anuncio publicado, y van considerando un lugar, y es el mono quien les da la pista de que le construyan su casa (al menos eso interpreta Memín). Ernestillo apoya la idea y Ricardo sugiere que la pongan en el árbol que hay en su propiedad. Aprovechando que su padre anda fuera de la ciudad en una visita familiar, los cuatro amigos y el chango se encaminan para allá. Eufrosina se percata de la tardanza de Memín, enojándose pero suponiendo que como suele pasar, se entretuvo haciendo algo. En la carpintería, los cuatro ponen manos a la obra, y hasta el mono les ayuda (no me parece que un chango en verdad tenga la fuerza necesaria para amartillar con la firmeza requerida para una construcción). El ruido que hacen despierta a una vecina que les llama la atención, exigiéndoles que cesen o les echara a su primo. No les queda de otra y van a un lote baldío donde logran terminar la casa. Fermín sigue espiándolos (ya me aburrió este, que haga algo ¿no?). Los padres (excepto el señor Vargas por andar ausente) se preocupan de la tardanza de sus hijos. Isabel y Carlos ya salen en coche a buscar al suyo, Eufrosina le reza a la Virgen por su hijo travieso, y los Arcaraz ya empiezan a hacer llamadas. Ordenan a la criada amarrar a los perros. Rogelio y Mercedes acaban saliendo en el coche, justo cuando Ricardo y los demás ya habían llegado. Empiezan a subir la casita de madera, pero los instintos del mono se activan, presintiendo a los perros, que también lo sienten a él y ya andan gruñendo. Los ladridos no tardan en hacerse escuchar y tratan de subir al nervioso mono advirtiéndole que no se baje, y éste se prepara para una larga noche.
Mientras, Abraham sigue extrañando a Guito, recordando con nostalgia cuando vivía su madre. El narrador hace ver que él nunca verá el anuncio en el periódico, porque no sabe leer ni escribir (y de todos modos no decía mucho).
Memín vuelve a su casa, encontrando a todos los padres reunidos, y les explica lo de Guito. Cuando ya se tranquilizan y se van los demás, Eufrosina anda enojada, pero decide perdonarlo (¡oh que! Desde que inicio esta nueva época no la he visto darle tablazos ni una sola vez). Con Carlangas casi no nos dejan ver como le fue. Ya de nuevo con los Arcaraz, ellos nomás se quejan por los ladridos de Tosca y Goliat, que no toleran la presencia de otros animales. Memín se la pasa estudiando los quebrados (repite unas líneas que son exactas a las que dijo números atrás, ajum). Guito lloriquea al acordarse de su madre y los perros siguen ladrando. Rogelio y Mercedes comprenden que así no podrán dormir, y también los vecinos que se despiertan ante el ruidazo. Afuera, Fermín se ha quedado esperando poder entrar para llevarse al mono, pero no se atreve con el perral ladrando. Los vecinos de los Arcaraz se quejan y no viendo otra opción, autorizan a Ricardo a bajar al chango y meterlo adentro de la casa. Él asegura que no tiene piojos, así que no hay problema. Por fin, la criada puede dejarlos libres mientras Guito duerme muy cómodo a los pies de la cama de Ricardo. Fermín compra unos tacos con los que espera distraer a los perros, pero éstos no son demasiado buenos guardianes como para ignorar la presencia del intruso y dejan de comer para echarse sobre él. Fermín corre desesperado hasta el árbol, pero no encuentra a Guito en la casita, así que sus esfuerzos fueron en vano. Los ladridos incesantes hacen que los vecinos se enojen y llamen a la policía, provocando un pleito del que no vemos muchos detalles, pero Fermín aprovecha la distracción para huir, esperando tener más oportunidades después. Mercedes se pone a consentir al monito, a la vez que Memín se quedó dormido haciendo la tarea, soñando con un Guito parlante que propone echarle una mano. Despierta y aunque es temprano, Eufrosina lo apremia a irse preparando de una vez. Sus amigos pasan por su casa llevando a Guito y después de los problemas de anoche, sugieren que Eufrosina lo cuide. Ella acepta cuando el mono la convence con besos y luego ya le anda ayudando a lavar la ropa. Fermín los escucha comentando en el recreo, tomando nota para acechar ahora en la casa de Memín. Mientras, como Abraham no saca suficiente dinero, no puede pagarle al que le renta el instrumento. Ignorantes de todo, los Arcaraz ya ven el anuncio en el periódico, extrañados de que el dueño no llame (ni que fuera a llamar el primer día y no es cómo si todo el mundo leyera el periódico). Guito, instalado en la azotea de la vivienda, se anda congraciando con Memín y Fermín sigue esperando por la oportunidad de volárselo.
El tiempo pasa y se menciona que Guito se vuelve parte de la pandilla y que tiene habilidad para jugar otros deportes, mostrándolo modelándonos diferentes uniformes, de béisbol, soccer y fooball americano. Muy bien. Primero, Memín y sus amigos jamás han jugado football americano. Segundo, esto ya parece una de esas tontas películas familiares protagonizadas por animales demasiado listos que interactúan con niños, así que entendemos que todo esta trama es un intento patético de imitar este genero.
Como Abraham de nuevo no pudo pagar su cuota, le quitan el instrumento, dejándolo ahora si en la miseria, extrañando más que nunca al querido Guito, y se decide a recorrer las calles sin descanso, buscándolo. Llega una noche en que Fermín por fin iba a hacer su maniobra de llevarse a Guito, pero pierde su oportunidad, ya que por esa vez, Eufrosina acepta que lo dejen quedarse abajo en la casa y lo consienten haciendo de comida platinos con azúcar. Y es la ultima vez que vemos al dichoso Fermín, lo que también va en contra del protocolo normal de esta clase de tramas de mascotas inteligentes, porque se supone que en algún momento, el villano que desea explotarlas se sale con la suya, y éste nomás nos puso dando vueltas a lo tonto, sin justificar en nada su presencia.
Casualmente, los Pinguín y el monito andan viendo la tele durante la cena (y también los Arcaraz y fuera de pagina, los demás, supongo) donde hacen un reportaje en vivo sobre indigentes o algo así, y precisamente toca que entrevisten al viejo Abraham, quien lloriquea, diciendo cuando extraña a su mascota. Guito reacciona señalándolo y poniendose a dar brincos, dando a entender que es su dueño desaparecido. Carlangas y Ricardo hablan por teléfono para comentar y Ernestillo hace lo mismo con su padre. Eufrosina apura a Memín a que vayan rápido a donde crean que se está dando el reportaje. Y así, los cuatro amigos se encuentran en una esquina. Abraham sigue llorando por Guito, justo cuando éste aparece y se le echa encima, jubiloso. La reunión es tan conmovedora que Eufrosina (viendo la tele) y los chicos se ponen a llorar (no es que sea insensible, pero creo que hay reuniones más emotivas que un viejo y un chango reencontrándose). Reanimado, Abraham presenta a su mono y que no necesita la caridad publica ya que volverá a trabajar (pero su trabajo precisamente depende de la caridad). Proponen acompañarlo a su casa y Ricardo aprovecha para informar a sus padres que volverá tarde, justo antes de que corten el reportaje. Al llegar, Memín le pregunta al mono en nombre de todos si irá a olvidarlos, pero éste hace un gesto para indicar que no y siempre están en su corazón, y todo eso.

Y fin, una de las veces en que pueden tener un final cerrado sin darnos indicios de lo que sigue, pero no justifica el haber aguantado esta trama tan chafa que normalmente se usa en películas que ni siquiera ganan oscares. Más suerte para la próxima.

lunes, 10 de mayo de 2010

Memín Pinguín #379-382

Memín y sus amigos intentan dar con un tesoro y en su lugar se topan con un fantasma que los lleva a un viaje alucinante hacia el pasado, volviendo al presente para realizar otra misión de amparo (ya cualquier cosa puede pasar en este pasquín)

Tras haberse recuperado de una indigestión, Memín se levanta de la cama para dar con el suelo y hallar bajo la cama unos pantalones que tenia rato sin ponerse. En ellos encuentra el papel con dibujos que anteriormente encontrara en la boca del cochino cuando lo buscaba en el drenaje, percatándose de que es el mapa de algún tesoro. Entusiasmado, decide ir por éste de una vez, pero Eufrosina no se traga el cuentode que va a la escuela a esas horas, y lo manda a la cama. Memín se duerme y su imaginación desvivida lo lleva a un sueño muy bobo en el que se ve como el capitán pirata de una barco, con sus amigos como su tripulación, quienes se ven obligados a respetarlo ya que es su sueño. Los hace remar hacia una isla dándoles ordenes con megáfono y todo, y no tardan en pisar tierra, hallando justo la “X” que marca donde deben cavar. Memín flojea sobre una hamaca mientras ellos cavan, pero todo lo que hallan es un cofre donde solo hay huesos humanos. Enojados por la explotación en vano, sus amigos se le amotinan y lo pasan por la plancha, cayendo al agua al mismo tiempo que Eufrosina lo despierta con un cubetazo. Memín reacciona rápidamente, acordándose de lo que tenia que hacer y ni pierde tiempo desayunando. En el camino, se da cuenta que no sabe leer un mapa y tropieza de frente con Carlangas. Tontamente, le presume el mapa que encontró dándose aires sin impresionarlo para nada, pero de todos modos se lo lleva de la mano para que lo ayude. Carlangas revisa el mapa en lo que se presentan Ricardo y Ernestillo, y los enteran prontamente de lo que pasa. Ernestillo aclara que no se trata de un mapa de tesoro pirata como Memín piensa, sino uno de una zona colonial, apuntando a la posibilidad de llevar a un tesoro antiguo de aquella época. Ante la indignación del negrito envidioso, todos se apuntan para apoderarse de éste y compartirlo, pero como no tienen dinero para pagar el pasaje en el camión, se tienen que colar por la parte trasera. Así llegan a su destino, aunque a Memín se le escapa agradecerle al conductor por el viaje, que luego los corretea por andar de polizontes. Después de la correteada y escuchar algunas tonterías de la boca de Memín, se introducen al vecindario donde se supone que encontraran ese tesoro, llegando a una antigua y deteriorada residencia, pero no encuentran ninguna “X” (eso se los paso en el sueño de un ignorante como Memín, pero ellos ya deberían saber que esa “X” no existe físicamente y es mero señalamiento). Haciendo berrinche, Memín pisotea las viejas tablas del suelo, y los cuatro caen por éstas. Pisotea de nuevo y todavía bajan a otro piso, y al amenazar con hacerlo otra vez, se le echan encima como en una clásica caricatura (con efectos de sonido y una nubecita de humo) y lo dejan amarrado y amordazado. Empiezan a explorar y Ricardo cae por un pasadizo secreto, angustiando a los otros por un momento, pero no tarda en volver para avisarles. Y así encuentran una puerta de madera podrida que abren utilizando la cabeza de Memín como ariete. Se ven dentro de un elegante salón adornado con el retrato en la pared de un vizconde de nombre larguísimo (lo siento, no voy a transcribirlo, pero Memín aprovecha para hacer chistes al respecto sobre el tiempo que tardaría en presentarse). En el retrato, les parece que la mano del vizconde señala hacia abajo donde tienen que cavar para hallar el tesoro y ya se andan emocionando, pensando en lo que harían con las riquezas. Carlangas piensa en pasear a Isabel por el mundo para que deje de trabajar (estos desasjustes de la continuidad, ¡desde cuando que la señora no trabaja!), Ernestillo en comprar una nueva carpintería (¿no acaban de renovarla otra vez?), y Memín en comprar una casa elegante y lavadora eléctrica para su madre. De Ricardo no se ve que ambicione, aunque es normal porque nada le falta, lo que no explica porque se entusiasmaría entonces con el hallazgo de un tesoro valioso, pero en fin. Lo que les sale es un cofre con doblones de oro, que Memín tomaba por monedas de chocolate, pero brinca de alegría en cuanto le explican su estimable valor. El sonido de unas cadenas que chocan los ponen sobreaviso y se vuelven para encontrarse con el fantasma del dichoso vizconde. Después de gritar aterrorizados, el fantasma responde con su propio grito espectral, y a Memín le llega su mal aliento, quejándose abiertamente. Echan a correr despavoridos, y Memín se enreda con una cortina. El fantasma arremete contra el negrito, y éste logra usar la cortina para burlarlo, emulando a un torero y todavía sus amigos lo vitorean, como si esto fuera en verdad una estúpida caricatura donde no se puede tomar nada en serio. Memín presume sangronamente y se distrae, recibiendo un tope del fantasma que lo deja mareado. El fantasma atrapa a Carlangas por las piernas, y como ellos intentan ayudarlo a zafarse, acaban siendo arrastrados con él. A Memín le da por apoderarse de algunas monedas y un portal luminoso se abre, y ahí los echa a los cuatro el fantasma. Memín empeora la tensión sangronatica entonando una cancioncita para despedirse del mundo, y luego los cuatro se hallan flotando en un vacío nebuloso, creyendo que han muerto y eso es el más allá.
De pronto, los cuatro caen duramente en el suelo en medio de una calle. Memín se emociona como si salieran de una atracción y Carlangas lo vuelve a la realidad de un golpazo en la cabeza. Ernestillo advierte que siguen vivos, pero que se encuentran en otra época, a juzgar por la arquitectura, los carruajes y el modo de vestir de la gente. Se introducen a un carruaje donde hayan una carta que confirma que están en 1633, y al poco rato, les sale de nuevo el vizconde, aunque en apariencia menos fantasmal. Éste va al grano, diciendo que necesita que le hagan un favor, pero ellos se ponen sus moños por haberlos traído ahí, en especial Memín. Acaban decidiendo que lo escucharan para que les diga como volver a su época y el vizconde empieza contándoles su historia sin importancia. Aunque es corta (y claro, Memín no pierde oportunidad de interrumpir con sus burlones comentarios), no vale la pena resumirla, basta con decir que el vizconde fue inculpado del robo de unas monedas, y lo condenaron a muerte. Hizo el mapa para alguien pudiera encontrar el cofre que contenía las monedas y así descansar en paz (pero la parte en que es un fantasma que puede viajar en el tiempo y el espacio no se explica nunca). Así que se supone que están en el día en que se realizó el robo para incriminarlo y ellos deben restaurar las monedas perdidas, indicando que Memín ya las ha tomado. Sus amigos lo regañan, culpándolo de haberlos metido en el lío, ya que tomó precisamente las cuarenta que se precisan para resolver el asunto (¿como tuvo tiempo de agarrar tantas cuando los jalaban para llevárselos?). El vizconde los guía al lugar al que deben ir solos, y de algún modo ahí dentro se hacen con ropas típicas para pasar desapercibidos. Unos guardias aparecen y fingen ser estatuas, recibiendo malas críticas en cuanto a la decoración del palacio. Después, encuentran el cofre y ya están por cumplir su misión cuando son descubiertos, y de inmediato los llevan ante el juez, quien no tarda en juzgarlos culpables, condenándolos a morir en la hoguera y hasta llamándolos herejes, termino que Memín no entiende (ni tampoco el argumentista, los ladrones no encajan con la descripción de lo que es un hereje). Y así, atados a unos postes, lamentan su suerte, sobretodo Memín que culpa de todo al cerdo que le regalo el indito al haberlos metido en ese lío por traer el mapa en el hocico. El verdugo enciende las llamas y entonces aparece el vizconde, arrojándoles el cofre, para que le echen las monedas. Memín todavía se pone remilgoso queriendo que se los pida con amabilidad, y luego de que lo regañan, Ricardo, por andar atado a su lado, logra meter las manos en su bolsillo y meterlas al cofre (¿de verdad tiene tiempo de tomar y arrojar tantas monedas en esa precaria situación sin que se le caigan?). Instantáneamente, son enviados de vuelta al presente, en el antiguo salón, y escuchan un desgarrador grito que parece indicar que ahora va a salir la llorona (y en la portada del siguiente número usaron precisamente la imagen de ese famoso espectro, una completa mentira ya que no concuerda con el contenido, pero así son la mayoria de las portadas de la nueva epoca).
Temerosos, deciden subir para ver quien está gritando, y Memín le saca, como siempre. Pisa un tablón podrido y lo reprenden, pero al oír como alguien trata de abrir la puerta, corren y caen encima del negrito. Lentamente, baja una figura, que se revela como una frágil anciana, a la que Memín sigue tomando por una aparición y dice algunas majaderías, pero le dan un coscorrón por su falta de respeto. La anciana ni se entera, suponiendo que cayeron por el agujero del techo, y los invita a que la sigan. Ahora, Memín piensa que es una bruja y se los quiere comer, pero lo obligan a que los acompañe. El negrito se asusta al ver al gato negro de la anciana, prueba suficiente de que es una bruja, según él. Ella sigue sin reparar en sus comentarios y se pone a contarles de las historias del tesoro que no existe. Memín está por contradecirla, pero Ricardo le da un codazo para que se calle. Cambia el tema a los gritos que oyeran y la anciana admite que, en efecto, ella los profirió, pero no puede evitar que la pena la desgarre. A ella le tocó ver al fantasma del vizconde, antepasado suyo, pero que al contárselo a su hijo y su nuera, ellos la tomaron por loca y la abandonaron, negándole tener contacto con la nieta. Memín lloriquea empática y exageradamente, pero calla ante la amenaza del puño de Carlangas. Ellos empiezan a explicar que han visto al fantasma y pueden darle el testimonio, pero la anciana siente que es tarde, porque en breve vendrán a legitimar la venta de la casa y a recluirla a ella en un hospital psiquiátrico (¿no querrá decir en un asilo de ancianos? al menos yo nunca he oido de gente así de anciana en un manicomio). Memín sugiere que hay un modo de convencerlos de que ella no está chocheando, y se juntan los cinco para secretearse y hacer su plan (¿para que? Si están solo ellos en la casa).
Rodolfo, el hijo de la anciana, y su esposa rezongona, llegan a la cita, y la anciana las recibe, invitándolos a acompañarla al sótano por los papeles. En el descenso, la mujer tropieza con uno de los escalones podridos y se ve que tiende a llamar al esposo “Rudolph” porque tiene más categoría (¿Qué tiene que ver este dialogo con la trama?). La mujer halla asiento para empolvarse la nariz y un Memín disfrazado de fantasma sale a sus espaldas, pero es noqueado cuando ella arregla su bolso y lo golpea sin darse cuenta. Sus amigos lo ayudan a reincorporarse para otro intento. La anciana toma los papeles, pero antes de firmarlos, exige sus lentes y vuelve a subir, dejándolos a merced del siguiente ataque “fantasmagórico”. Ahora los amigos han hecho pirámide para intimidar más, dejando a Ernestillo para que le haga al ventrilocuo, y haciéndose pasar por el fantasma del vizconde, asustan a la pareja, exigiendo que dejen vivir en paz a la anciana y la dejen ver a su nieta. Ellos acceden, tragándose la mala actuación, hasta que la mujer pisa un extremo de la sabana y la remueve accidentalmente, exponiendo la farsa. De todos modos, insisten en que si hay un fantasma, y a sus espaldas, aparece el vizconde, aterrando a los dos para demostrar que dicen la verdad y los hace correr. Ellos le dan las gracias y él dice que nomás les devolvía el favor y que finalmente puede descansar en paz, y así como así, desaparece, en un efecto que a Memín le parece chafa como de película mexicana (no achaquen las chafeces de esta revista a otros medios de entretenimiento). Quien sabe si es el mismo día u otro, pero el caso es que en la próxima pagina la anciana les anuncia a los chicos que van a llevársela a vivir con su familia, y ahí vuelven los dos, con la adorada nieta. Por cierto, que nunca dicen como se llama la anciana, ni oportunidad le dieron de presentarse, aunque para salir en un solo número y en trama improvisada, supongo que no hace falta. Se disculpan con ella por haberla tomado por loca y ya luego se despiden de Memín y sus amigos, dándoles las gracias (ya ni comentaron lo del fantasma real). El negrito sugiere que les den una recomensa monetaria, pero el coche arranca y refunfuña que se hicieron que no lo oyeron. Carlangas sugiere que vayan por las monedas del cofre, pero éste ha desaparecido. Ya han emprendido el camino de vuelta a casa, quejándose de la tacañería del fantasma, cuando Memín descubre que le queda una moneda en el bolsillo. Ernestillo se queja de que con eso los hizo volver caminando, pero el negrito excusa que la quería guardar de recuerdo. Divisan un grupo de gente reunida en torno a un espectáculo callejero y la curiosidad los atrae. Al ver que es sólo una función chafa de la maquinita de música con un mono arriba, se alejan, pero el simplón de Memín se queda embobado con el chango y le deja la moneda de oro. Como si hubiera sido un día cualquiera, se despiden, para olvidar deprisa su alocadísima aventura. Memín llega muy cansado a su casa, tanto que ni cenar quiere, y mucho menos comentar sobre los incidentes del día (de nuevo una notable diferencia con el estilo de la autora original que no habría dejado la oportunidad de hacer que Memín insistiera en contarle todo a su má linda para que ésta no le creyera ni una palabra y le diera tablazos por andarla choreando).

En sus sueños, repasa la aventura del día y hasta aparece ese chango, como un presagio funesto de su siguiente aventura (mal presentimiento).

lunes, 3 de mayo de 2010

Memín Pinguín #376-379

Después de un accidente de gas del que Eufrosina se salva por poquito, con Memín y sus amigan, van a la basílica de Guadalupe donde les da por andar de metiches y oír el caso de una pareja que les cuenta la razón de su fervor religioso-compulsivo.

Durante la comida, Memín se percata de que a Eufrosina le ha dado la gripe, y listo para flojear, como siempre, trata de convencerla de quedarse a cuidarla en vez de ir a la escuela el día siguiente. Los estornudos de su má linda lo despiertan a plena noche pero con todo, en la mañana lo apura a largarse aparentando estar normal. El negrito llega tarde a la escuela, replicando al maestro que señala su tardanza, con un chiste ya muy sobado (el ultimo en llegar y el primero en irse, ajum, un clásico pero desgastado, aunque Romero igual y se tiene que contener la risa ante la respuesta).
En la casa, Eufrosina no puede hacer sus deberes por la gripe y se recuesta, dejando hervir el te para aliviarse. Una ráfaga de viento apaga la lumbre de la estufa (para que eso pase quiere decir que puso el fuego demasiado lento, para ser pobres, no escatiman en el consumo del gas), y el gas se extiende sin que ella pueda detenerlo. Durante la clase, Memín nota que olvidó traer su libro de historia y se regresa, sin reparar en los regaños de sus amigos. Llega y descubre lo que ha sucedido. Apaga la estufa y pide ayuda a los vecinos (incluyendo al olvidado Don Cayetano) para que la saquen en lo que mandan llamar a los bomberos. Eufrosina vuelve en si y lo primero en que piensa cuando le explican lo que pasa es en darle las gracias a la Virgen. Los bomberos se apresuran a asegurar que no queden rastros de gas que pongan en peligro la vivienda y cuando terminan, Memín les pide su autógrafo por ser unos “héroes” (pero si no hicieron nada) justo en su libro de historia, que también es “héroe” por haberle hecho volver a tiempo (el libro hizo más que ellos la verdad).
Eufrosina le dice a Memín que cuando se le pase la gripe irán con la Virgen, pero mientras, él debe volver a clases, sin excusas ni pretextos. El negrito regresa justo a la hora de la salida y al contarles lo sucedido a sus amigos, ellos no le creen nada, y menos al darles la “evidencia” de la firma de los bomberos, que según ellos, pudo habérsela dado cualquier otro adulto. Le hacen burla por ser tan mal mentiroso y toda la cosa, pero unos días (un cuadro) después, ya les confirmó Eufrosina que si pasó de verdad.
Memín casi choca con un policía para reunirse con ellos y contarles de las intenciones de Eufrosina para ir a la basílica, ofreciéndoles que los acompañen (ni siquiera nos dicen que día es, ni porque van a ir así de improviso). Ellos aceptan unirse al “peregrinaje” y así dan una larga caminada para llegar al centro de devoción del dichoso icono religioso. Sentados al lado de una joven pareja, la señora y los chicos se ponen a rezar, agradeciendo por sus bondades (hasta Ernestillo le sigue dando gracias por salvarlo de la pata de mula que ya se grabó como un suceso traumático pese a que duró un solo numero). Memín es el único que no reza, distraído, como de costumbre, poniendo más atención a la pareja, que reza con muchas ganas. Cuando se levantan, decide seguirlos hasta afuera y se presenta ante ellos. Eufrosina y sus amigos van a regañarlo por andar molestando, pero los señores no ven problema, conquistados al momento por su simpatía, como normalmente ocurre con cualquiera que conoce a Memín (cuando no cae sangrón). Ellos se presentan como Lydia y Mario antes los demás, y el negrito les expone el haber notado cuanto le rezaron, y admiten que así es. Eufrosina siente curiosidad y les pregunta el porque, a lo que ellos responde se debe a que la Virgen les ha concedido dos milagros. Y así como así, proponen contarles su historia y empiezan de inmediato. Dicen que son de Chihuahua (el nombre hace suponer a Memín que esa es la ciudad de los perros, sepa si es así o es el puro nombre) y en verdad comienzan por el principio, o sea, cuando eran novios antes de casarse. Estos hechos son poco interesantes y los cuentan con mucha prisa, lo que es conveniente pero de todos modos ocupan espacio valioso, cuando podrían simplemente ir al grano. Memín los interrumpe porque tiene hambre, y Eufrosina lo reprende. Sin embargo, Lydia acepta que ellos tampoco han comido y los invitan a todos a comer unas gorditas con una señora que vende ahí cercas. Mario menciona que esa comida les trae recuerdos y sigue narrando su aburrida historia. Puras tonterías típicas de los matrimonios jóvenes, rayando en lo cursi, que Memín no deja de señalar, y sus amigos acaban dándole la razón. Lydia pasa a la parte en que su felicidad estuvo en peligro, lo que Memín supone rápidamente a causa de la infidelidad que pudo cometer Mario, recibiendo sus merecidos coscorrones de parte de sus amigos, para que la mujer replique que fue por otra cosa. Un día, simplemente Lydia amanece malhumorada, y Mario se la pasa todo el tiempo en el trabajo pensando que le ocurrirá (¿no será que está en sus días?). Memín se manda pidiendo otra gordita en lo que pasan a Mario preguntándole a Lydia lo que le ocurre. Algo muy simple la inquieta: que tras un año de casados no han tenido un hijo. Eso la mortifica y lo toma como un castigo de Dios (vaya tonta, ¿no sabe interpretar una indirecta divina para que adopte? Tantos niños que necesitan un hogar y buenos padres para que se pongan sus moños empeñados en tener los propios). Mario concuerda con ella y que verán que hacer para solucionar ese problema. Memín interrumpe para pedir más gorditas el muy goloso. Volviendo a la historia, Lydia y Mario se someten a estudios, que concluyen que ella está imposibilitada para concebir, aunque el medico sugiere que existe un tratamiento, pero es costoso y no garantiza nada, mas están dispuestos a pagar lo que sea (¡puro tirar el dinero! Niños mueren de hambre y la gente gastando en tonterías para concebir).
Un día, Lydia sugiere a Mario que deberían ponerse al día con la fe e ir a la basílica para que la Virgen les ayude (menos mal que la molestan a ella antes que a Dios para pedir por tonterías como esta, sin ofender, pero una concepción es un milagro que se concede sin ser pedido, no hay que forzar ni desearlo tanto, porque así no tiene chiste). Mario acepta su tonta idea y aprovechan sus vacaciones para ir. Toda una experiencia el viajar hasta allá, supongo, para católicos de hueso colorado. Curiosamente, cuenta como rezaron ante la efigie de la Virgen para pedir lo que no necesita pedirse, y así se la pasan, hasta que un día a la salida, conocieron a una niñita llamada Estela, que vende gorditas afuera de la basílica y rápidamente simpatiza con ellos, en especial con Lydia al mencionar de improviso que le recuerda a su madre fallecida. Cuando vuelven a Chihuahua, ella sigue pensando en la niña y comenta a una amiga sobre la posibilidad de adoptarla, pero como ésta opina que no debería tomar a una pordiosera, de inmediato se enfría esa amistad. Le expone su idea a Mario, quien ya lo había considerado, y así regresan meses después, encontrando a Estela y proponiéndole que sea su hija, pero ella se muestra indecisa. Trata de poner excusas pero como la pareja le insiste, admite que tiene una tía llamada Ramona a la que tal vez no le parezca la idea. La animan a que las deje acompañarla a su casa para hablar con ella, pero apenas llegan, sale la mujer, maltratandola por andar dejando que la carguen. A Lydia le dan unos mareos de pronto y Mario le hace ver que es porque debe estar embarazada por fin. Los dos lo celebran ante el enojo de la mujer, y notan que Estela se mete a la casa, decepcionada porque cree que ya no la necesitan. Desde la ventana, Lydia le hace ver que desean adoptarla de todos modos, pero Ramona se rehúsa a permitirlo. Les cierra la puerta en las narices y cierra la ventana, impidiéndole a la niña salir y advertirle que de ahora en adelante ella la va a acompañar a la venta de las gorditas para que no se la lleven esos ricachones, revelando que es una floja que vive a expensas de la explotación de Estela. La pareja no se da por vencida, y después de confirmar con el medico que Lydia está embarazada, contratan a un detective para que vigile a Ramona y así vean como quitarle a la niña de su custodia. El detective les da los resultados, que indican que ella no es su verdadera tía y la explota sin siquiera tener una tutoría legal sobre la niña. Un día en que la mujer trata de levantar a Estela, vienen los policías, y sin que pueda detenerla, ella les abre la puerta y se la llevan detenida antes de que pueda darse a la fuga. Y ya, ese fue el doble milagro, que adoptaron a Estela y tuvieron a su hijo, al que llamaron Esteban pero no ponen ninguna imagen del chiquillo. Luego, Memín señala a la mujer que les anduvo sirviendo las gorditas, suponiendo que es Ramona que ya salió de la cárcel, preguntándole si no le da vergüenza. Mario aclara que ella no es y la señora admite que si había oído de esa bruja y lo que le hacia a la pobre Estela, que ahora es muy feliz y se los agradece a ellos. Después, les cobra lo consumido, siendo una suma algo elevada, y todo porque Memín se comió catorce gorditas en total, pero de todos modos pagan la cuenta.
Finalmente, Mario y Lydia se despiden, prometiendo traer a la próxima a sus hijos para presentárselos (lo que al parecer, nunca pasara, por suerte). Memín acaba sufriendo una fuerte indigestión y Eufrosina se lo lleva a la casa para darle un purgante. El negrito casi parece haber aprendido la lección, pero dudo mucho que siga el ejemplo de Ernestillo con la pata de mula y vuelva a empacharse a la primera oportunidad.

Una anécdota ajena del reparto regular que ciertamente no vino al caso, parece que nos querían contar alguna trama tipo La Rosa de Guadalupe, con un guión pésimo y carente de emociones. Y así, otra secuencia absurda del negrito termina, iniciando otra carente de sentido para la próxima. Así es como varían en esta revista, se van por alguna simpleza y a la siguiente es una mafufada. Brillante formula…