Un nuevo
alumno llega al salón de Memìn revelándose como el clásico abusón que abusa de
su fuerza sobra los más débiles por diversión y Carlangas de inmediato se
convierte en su rival.
El maestro Romero se encuentra dando la clase cuando tocan la
puerta y Memìn ya anda deseando que sea la visita de uno de los que regalan
estampitas (¿a que se refiere? ¿Qué hoy en día ya cualquiera metido en la
publicidad puede venir a interrumpir las clases o que?). Resulta ser un alumno
transferido de nombre Isaías, que a primera vista les cae gordo a todos por su
aspecto “cara dura” y que en seguida le hace la barba a Romero con elogios
baratos. A la hora del recreo, Isaías escoge al más pequeño del grupo (más que
Memìn, tal vez por eso nunca lo habíamos notado antes porque sólo se ha de
distinguir con lupa) y lo agarra como saco de boxeo, sin darle oportunidad de
defenderse y amenazándolo con no decir nada si no quiere que le pegue otra vez
(pero técnicamente, si no dice nada podrá seguirlo golpeando cuantas veces
quiera, que lógica tan errada esta de los abusivos, es difícil saber quienes
son más tontos, si ellos o sus victimas). Al niño no le queda otra más que
aguantarse y disimular cuando Romero le pregunta sobre su ojo morado.
Al día
siguiente, Isaías continúa incomodando a todos dándole una manzana a Romero
(¿en que siglo vive? Ya nadie les regala manzanas a los maestros). Llega la
hora del recreo e Isaías elige a Memín como su próxima victima, esperando la
oportunidad de encontrarlo solo. Como siempre, el negrito se hace el chistosito
y tarda en comprender las cochinas intenciones de Isaías, recibiendo un par de
trancazos bien dados antes de que Carlangas acuda en su auxilio.
Isaías y Carlangas comienzan a pelear pero Romero los detiene, imponiendo su autoridad (y todavía a Memín se le ocurre llamarle “inoportuno”). Con todo, Isaías le habla a Carlangas por lo bajo, citándolo a la salida para que prosiga el combate.
Isaías y Carlangas comienzan a pelear pero Romero los detiene, imponiendo su autoridad (y todavía a Memín se le ocurre llamarle “inoportuno”). Con todo, Isaías le habla a Carlangas por lo bajo, citándolo a la salida para que prosiga el combate.
El resto de la clase, tanto Carlangas como Isaías se la pasan
reflexionando sobre lo que piensan de las habilidades del otro, ambos denotando
miedo por lo que pase en el encuentro, lo que es más evidente en Carlangas. Se
supone que el ya se ha enfrentando a adultos mayores mucho más fornidos que Isaías. ¿Cómo puede titubear sobre enfrentar a un muchacho de su edad que solo tiene la
diferencia de tener nociones de boxeo? Tantas peleas deben haber licuado el
cerebro de Carlangas...
Memín y los demás se dan
cuenta de que Carlangas está vacilando y el negrito se apunta a ayudarle,
trayendo un pañal para que se lo ponga durante la pelea y evite ensuciarse,
ganándose la típica lluvia de coscorrones sobre su calva cabeza.
En el sitio acordado para la pelea, Isaías y un grupo de admiradores ya andaban esperando a Carlangas, teniendo que disimular cuando pasa una patrulla. Luego de ahorcar a Memín con el pañal, Carlangas se presenta pero le pide a Isaías que espere un mes para la pelea, teniendo así suficiente tiempo para entrenarse, señalando la injusta ventaja de que él ya sepa boxear (insisto, Carlangas ya ha peleado en peores condiciones, como cuando le tocó aquel bestia del Moro). Isaías acepta y los admiradores se retiran, decepcionados. Carlangas y sus amigos se van por su lado y Memín no deja de dar su opinión sobre que la estrategia de Carlangas debe ser irse a esconder muy lejos durante suficientes años para que Isaías envejezca tanto que no pueda vencerlo (creo que para que esto funcione, Carlangas más bien debería meterse a una cámara criogénica o estaría igual de carcamal ¿no?). Los tres se carcajean un rato, pasando a opiniones de Ricardo y Ernestillo sobre que su amigo nunca se raja. Sin embargo, Carlangas admite temer a la habilidad de Isaías, poniéndose dramático, con el narrador describiendo como derrama una lagrima y arrastra los pies al caminar (podemos verlo por nosotros mismos, narrador incompetente). Sus amigos se tragan la actuación hasta que él se echa a reír, indicando su intención de prepararse en ese tiempo, entrenando. Memín se alegra tanto de que su amigo no sea un cobarde que da un salto con su clásico “¡Jaray jay jaay!” (exagerado, guárdalo para cuando derrote al otro).
En el sitio acordado para la pelea, Isaías y un grupo de admiradores ya andaban esperando a Carlangas, teniendo que disimular cuando pasa una patrulla. Luego de ahorcar a Memín con el pañal, Carlangas se presenta pero le pide a Isaías que espere un mes para la pelea, teniendo así suficiente tiempo para entrenarse, señalando la injusta ventaja de que él ya sepa boxear (insisto, Carlangas ya ha peleado en peores condiciones, como cuando le tocó aquel bestia del Moro). Isaías acepta y los admiradores se retiran, decepcionados. Carlangas y sus amigos se van por su lado y Memín no deja de dar su opinión sobre que la estrategia de Carlangas debe ser irse a esconder muy lejos durante suficientes años para que Isaías envejezca tanto que no pueda vencerlo (creo que para que esto funcione, Carlangas más bien debería meterse a una cámara criogénica o estaría igual de carcamal ¿no?). Los tres se carcajean un rato, pasando a opiniones de Ricardo y Ernestillo sobre que su amigo nunca se raja. Sin embargo, Carlangas admite temer a la habilidad de Isaías, poniéndose dramático, con el narrador describiendo como derrama una lagrima y arrastra los pies al caminar (podemos verlo por nosotros mismos, narrador incompetente). Sus amigos se tragan la actuación hasta que él se echa a reír, indicando su intención de prepararse en ese tiempo, entrenando. Memín se alegra tanto de que su amigo no sea un cobarde que da un salto con su clásico “¡Jaray jay jaay!” (exagerado, guárdalo para cuando derrote al otro).
Finalmente se separan y Carlangas regresa a su casa, donde decide
no decirles nada a sus padres sobre la pelea pendiente con Isaías. Sin razón
alguna (más que demostrar que el guionista se puso las pilas para checar números
clásicos de Memín), Carlangas piensa en
su abuela, Doña Candelaria, imaginando como seria si ella viviera y le sirviera
como entrenadora.
En casa del negrito, él también disimula ante Eufrosina lo que ocurrió, alegando que su ojo le quedó morado por tropezarse con una piedra.
En casa del negrito, él también disimula ante Eufrosina lo que ocurrió, alegando que su ojo le quedó morado por tropezarse con una piedra.
Llega otro día y ahora Isaías le cambia a regalarle un racimo de plátanos
a Romero, convencido de que así pasará de año (este chico es un verdadero tonto
anticuado, hoy en día se le tiene que hacer otro tipo de “favores” a los
profesores para que te pasen). Memín se enfada con su desfachatez pero se consuela
al pensar que Isaías entra con mayor retardo que él, haciéndolo ver menos peor.
En el recreo, los cuatro discuten sobre la próxima pelea. Memín se separa para ir a comprarse algo en la
cooperativa pero en cuanto ve a Isaías se regresa y se hace tonto ante sus
amigos que fácilmente suponen lo gallina que es. De vuelta en el salón, Romero
le habla a Isaías enfrente de toda la clase, exigiéndole dejar de andar de
zalamero ni que le de más regalitos, y Memín no desaprovecha para burlarse. Isaías enardece
pero se aguanta las ganas de darle hasta ajustar cuentas con Carlangas.
Carlangas inicia la búsqueda de un entrenador, pasando por varios
gimnasios hasta que da con uno donde conoce al “Kid Tolteca”, que en realidad
es un second, pero se aprovecha de su ingenuidad para sacar algo de dinero,
convencido por su cómplice pugilista, Luis, de entrenar al chico. La primera
lección que acepta darle por quince pesos, es básicamente saltar la cuerda por
un rato, despidiéndolo y comprometiendo a pagar cincuenta para la próxima (que
fraude pero Carlangas se lo merece por tonto, ni que fuera a batirse con Isaías
en un encuentro de box, para una riña de moquetazos no hace falta por más que
sepa boxear el otro). Carlangas comenta sobre esto con sus amigos, y se da
tiempo para tratar a Isaías, jugando a ver quien intimida más al otro.
Carlangas hace mandados para reunir el dinero suficiente para pagar la siguiente lección al Kid Tolteca, decepcionando cuando este lo pone a saltar la cuerda otra vez. El cómplice del Kid había preparado una pelea clandestina pero su “contendiente” se echa para atrás para atender otro negocio, por lo que se le ocurre utilizar a Carlangas. Arreglándose con el Kid Tolteca, convencen a Carlangas de participar en ese encuentro, con la excusa de que le servirá de entrenamiento (además de ganarse cien varos) y el chico acepta, entusiasmado, sin importarle mucho el hecho de que le advierten que no lo comente con nadie.
Carlangas hace mandados para reunir el dinero suficiente para pagar la siguiente lección al Kid Tolteca, decepcionando cuando este lo pone a saltar la cuerda otra vez. El cómplice del Kid había preparado una pelea clandestina pero su “contendiente” se echa para atrás para atender otro negocio, por lo que se le ocurre utilizar a Carlangas. Arreglándose con el Kid Tolteca, convencen a Carlangas de participar en ese encuentro, con la excusa de que le servirá de entrenamiento (además de ganarse cien varos) y el chico acepta, entusiasmado, sin importarle mucho el hecho de que le advierten que no lo comente con nadie.
En cuanto Carlangas se marcha, el Kid Tolteca y su cómplice
celebran su oportunidad de ganar buen dinero con la pelea, deteniendose cuando
llega el hijo del Kid, quien es ni más ni menos que Isaías, el cual le pide
mucho dinero (sin indicar para que). Su padre le indica esperar hasta el sábado,
comentando sobre la pelea pero sin aclarar quienes pelearan, exigiéndole que se
largue. Inmutable, Isaías se va, pensando en un buen regalo para que el maestro
lo pase del año (¿este idiota no entiende? ¡Romero ya le dijo claro que los
sobornos no funcionarán! Un chantaje, por otro lado…). Luis le pregunta al Kid
si alguna vez ha peleado de verdad y éste admite que no la hizo en el boxeo
porque es un cobarde (y para ahorrarse el entrenamiento constante y dejar de
tomar), cuya estrategia en el pasado implicaba reunir a una pandilla para
conferirle una muy ventajosa ventaja sobre los que lo retaban. A Luis le parece
muy mal de su parte pero el Kid se la voltea al espetarle que él va a pelearse
con un niño, así que opta por cambiar de tema.
De vuelta en la escuela, Carlangas guarda el secreto de la pelea
clandestina, pero considerando el dinero que recibirá, ya anda prometiéndole a
sus amigos que les invitará helados dobles próximamente.
Inmerso en su entrenamiento, los tres lamentan su ausencia por las tardes. Memìn no puede esperar a que llegue el día de la pelea pero sigue echándole la sal a Carlangas, dándole por sugerir una estrategia muy estúpida para descontar a Isaías.
Sobra decir que Ricardo y Ernestillo se enfurecen (aunque no le dan sus típicos coscorrones).
Inmerso en su entrenamiento, los tres lamentan su ausencia por las tardes. Memìn no puede esperar a que llegue el día de la pelea pero sigue echándole la sal a Carlangas, dándole por sugerir una estrategia muy estúpida para descontar a Isaías.
Sobra decir que Ricardo y Ernestillo se enfurecen (aunque no le dan sus típicos coscorrones).
Llega la noche de la pelea y el Kid empieza a vender los boletos
(mostrando lo pusilánime que es al ofrecer descuento a los clientes más canijos).
Después, él y Luis comparten una gran preocupación debido a la tardanza de
Carlangas, el cual no contaba con que esa noche sus padres se quedaran en casa
(todo porque pasan en la tele una película de vaqueros, que son las favoritas
del ingeniero Arozamena). Excusando que debe ir con el maestro para que le
ayude con una tarea, Carlangas se va sin problemas.
Nomas porque si, nos muestran como la pasan los demás en sus
casas: Memìn disfrutando de la comida de Eufrosina, Ernestillo trabajando con
su padre en la carpintería y Ricardo con sus padres viendo la misma película
que disfruta el ingeniero Arozamena (sin dejar de comentarlo).
Los asistentes al encuentro se impacientan y el Kid teme devolver
el dinero cuando Carlangas se presente. Le exige vestirse rápidamente para
entrarle a la pelea, advirtiéndole que le descontará 20 pesos por su tardanza.
Mientras, Isaías se encuentra a bordo de un camión rumbo a
Monterrey, para visitar a su madre, indicando que la quiere más que a su padre
y la extraña. Piensa en comentarle sobre sus hazañas en la escuela (¿Qué clase
de madre se enorgullecería de que su hijo sea un abusivo que le pega a niños
pequeños?) y al acordarse de Carlangas, de nuevo le entre el temor de si podrá ganarle
(¡oh, por favor con estos mocosos peleoneros! ¿No les preocupa pelear pero les
aterra perder?). También se da tiempo de preguntarse porque su padre contrató a
otro para que le enseñara a pelear (o sea que tampoco sabe que el Kid Tolteca sólo
es un vil second).
Por fin empieza la pelea entre Carlangas y Luis. Se dan con todo y
el público se emociona, animando especialmente al chico que va tomando ventaja
sobre el profesional. Luis tiene un record de veinte peleas invicto pero pese a
dar su mejor esfuerzo, Carlangas lo derriba. El Kid (que también hace de réferi)
cuenta muy despacio (impacientando al publico ¿Cuál es la diferencia de si gana
su amigo o no? No era una pelea de apuestas) hasta que debe declarar a
Carlangas como el vencedor.
Como buen perdedor, Luis lo felicita y al rato el Kid ya ando proponiéndole que siga participando en peleas semanales, ofreciéndole 200 pesos por encuentro. Carlangas debe declinar, recordándole que solamente quería entrenarse para derrotar a un abusador y no quiere preocupar a sus padres haciendo una costumbre de participar en encuentros clandestinos. El Kid desiste pero le sugiere usar su estrategia de reunir a un grupo para partírsela a su enemigo. A Carlangas le repugna el método y exige su pago correspondiente, retirándose y pensando en que a sus amigos les dirá que lo encontró tirado nomas para prevenir que Memìn vaya con el chisme.
Como buen perdedor, Luis lo felicita y al rato el Kid ya ando proponiéndole que siga participando en peleas semanales, ofreciéndole 200 pesos por encuentro. Carlangas debe declinar, recordándole que solamente quería entrenarse para derrotar a un abusador y no quiere preocupar a sus padres haciendo una costumbre de participar en encuentros clandestinos. El Kid desiste pero le sugiere usar su estrategia de reunir a un grupo para partírsela a su enemigo. A Carlangas le repugna el método y exige su pago correspondiente, retirándose y pensando en que a sus amigos les dirá que lo encontró tirado nomas para prevenir que Memìn vaya con el chisme.
El Kid y Luis se quedan contando las ganancias, asombrados con la
habilidad de Carlangas, esperando que cambie de parecer.
Al día siguiente, Carlangas cumple su palabra de invitarles
helados a sus amigos. Ante la presión de cómo lo consiguió, siente que tiene
que decirles la verdad, haciéndoles prometer guardar el secreto. Memìn no está
seguro de hacer esa promesa ya que un chisme jugoso tendría que correr a decírselo
a todo el mundo. Confirmando su presentimiento, Carlangas se limita a contárselo
a los demás, dejando a Memìn fuera e indignado.
Finalmente, el día acordado para la pelea llega. Carlangas e Isaías
están más que dispuestos, esperando a la hora de la salida para darse de
golpes. Todos se reúnen detrás de la escuela, siendo divisados por Luis, quien
casualmente pasaba por ahí. Reconociendo al hijo del Kid, corre a darle el
chisme. Éste no admite que nadie toque a su hijo, e inmediatamente reúne a una
pandilla contratada para que se lancen sobre el oponente de Isaías. Irrumpen antes
de que inicie el intercambio de golpes, armados con palos, dándole una tunda
terrible a Carlangas. Isaías se interpone, incapaz de admitir algo tan sucio, volviéndose
hacia su padre con vergüenza.
Memìn, ante la presencia de la turba, huye y se trepa en un árbol. Mientras, Luis, reprobando la iniciativa del Kid, llama a la policía y el sonido de la sirena ahuyenta a los abusivos. Memìn se cae del árbol, justo todos se han dispersado y arriban Luis y los policías.
Memìn, ante la presencia de la turba, huye y se trepa en un árbol. Mientras, Luis, reprobando la iniciativa del Kid, llama a la policía y el sonido de la sirena ahuyenta a los abusivos. Memìn se cae del árbol, justo todos se han dispersado y arriban Luis y los policías.
Una pagina después, todo vuelve a la normalidad, sin explicar que sucedió
fuera de una carta que dejó Isaías para que Romero la leyera ante la clase,
anunciando que se va para Monterrey a vivir con su madre, disculpándose y comprometiéndose
a dejar de ser lambiscón y abusador. Memìn y sus amigos salen de clases,
comentando sobre la decisión de Carlangas de comprometerse a no pelear más. El
negrito duda que eso dure, demostrándolo después de salir de la tienda tras comprar
una refrescos, cuando un chico fornido choca con Carlangas y no se disculpa.
Se dan de golpes y el otro se rinde luego luego. Carlangas se apena pero vuelve a prometer que no peleará más en lo que Ricardo les dirige que se apuren a llegar a la casa para ver el campeonato mundial de luchas. De nuevo, Memìn duda que su amigo mantenga esa promesa.
Se dan de golpes y el otro se rinde luego luego. Carlangas se apena pero vuelve a prometer que no peleará más en lo que Ricardo les dirige que se apuren a llegar a la casa para ver el campeonato mundial de luchas. De nuevo, Memìn duda que su amigo mantenga esa promesa.
Y efectivamente, su corazonada se verá acertada en la próxima, patética
aventura.